viernes, 20 de diciembre de 2013

La Fe (cont).

II.- ¿QUÉ ES LA FE?


Fe, en general, es admitir lo que otro dice, por la autoridad que le reconocemos.

Escuchemos a Royo Marin "Fe, en sentido. pleno general; es el asentimiento o aceptación de un testimonio por la autoridad del que lo da" Pero la fe puede ser divina o humana: divina si creemos en Dios y en lo que Él nos ha revelado, y humana si damos fe a lo que el hombre nos enseña, tomando siempre en cuenta la autoridad que para nosotros representa. Pero como no nos interesa, por ahora la fe humana sino hablar y profundizar en la Fe divina', iniciaremos nuestro estudio definiendo y explicando la esencia de la Fe divina.

La Fe es una virtud teologal. ¿Qué es una virtud? La virtud es un hábito, y el hábito una cualidad estable que nos perfecciona. Veamos "Virtud es un hábito o disposición permanente, que nos mueve a obrar el bien y evitar el mal". ¿Porqué se dice Teologal? Porque su principio -es el mismo Dios, porque nos une directamente con Él... "La Fe con el entendimiento nos une con Dios como verdad infinita", "Por lo mismo, la Fe es una luz y conocimiento sobrenatural con que sin ver creemos lo que Dios dice y lo que la Iglesia nos propone".-

El Concilio Vaticano I se expresa así: "La Fe divina es una virtud sobrenatural por la que, con la inspiración y ayuda de la Gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por Él ha sido revelado, no por la intrínseca verdad de las cosas percibidas con la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela y que no puede engañarse ni engañamos".

En una de las persecuciones contra los cristianos en Antioquía, había un niño de siete años, preso por ser cristiano. Preguntado por el juez porqué creía las verdades de la Fe, respondió: 

- Porque mi madre me las ha enseñado. 
- Y a tu madre, ¿Quién se las enseñó? 
- La Iglesia. 
-¿Ya la Iglesia? 
- Dios; respondió certeramente el niño.

La Fe, en la Sagrada Escritura, tiene varios significados: fidelidad en el cumplimiento de las promesas para con Dios o para con los hombres; la credulidad o asentimiento de la mente a los dichos de los demás; la persuasión firme del poder, o bien se emplea en lugar de la misma conciencia; pero no olvidemos que aquí nos referimos exclusivamente a la Fe como Virtud Teologal que recibimos en el Bautismo y por lo cual el hombre asiente con firmeza a las verdades reveladas.

"Ahora bien, la Fe es base de lo que esperamos, prueba de lo que no vemos; pues por ella adquirieron gran nombre los antiguos. Por la Fe conocemos que los mundos han sido dispuestos por la palabra de Dios, de suerte que de lo invisible ha tenido origen lo visible. (Hebr. XI - 1).


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III.-EXCELENCIA DE LA FE.

La Fe, como hemos ido analizando en este sencillo escrito, es: 

1- Fuente de bienes para el alma y en consecuencia equilibrio para el cuerpo y para su vida terrena.

2.- Principio y fundamento de nuestra salvación, porque aunque no basta la Fe, ya consideramos que sin la Fe no hay donde se apoye toda la vida cristiana.

3.- Raíz para alcanzar la justificación para alcanzar la flor de la santidad y llegar al Cielo.

4.- Luz para el entendimiento, pues el entendimiento nacido para la verdad, sólo así alcanza en este valle una verdad plena, satisfactoria.

5.- Para la voluntad, gran estímulo para decidir y ordenar al entendimiento en relación con la Fe, pues nacida para el encuentro con el bien reposa en el Bien Absoluto Dios.

6.- Fuente de Consuelo: bendita Fe que unida a la Esperanza nos sostiene en los momentos dolorosos de la vida. ¡Pobres de los que no tiene Fe!

7.- Fuente de méritos, pues el que vive y trabaja de Fe vive y trabaja para Dios y el que vive y trabaja para Dios se gana el Cielo.

8.- El que vive de Fe es una Luz, ejemplo y consuelo para la Sociedad.

La Fe.

La Fe.


Es la Fe convicción de las cosas que se esperan, argumento de las que no se ven. (Hebr. XI-1).

Por Sor Clotilde García Espejel, E.D.

Edición Católica.

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A mis hermanos católicos.

A las almas ávidas de luz, que buscan sinceramente la Verdad.

La Autora.

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LA FE



I- INTRODUCCIÓN.

Son las Virtudes teologales fundamento de nuestra vida cristiana, y su práctica seguro camino para alcanzar el fin para el que fuimos creados: llegar a la Vida Eterna. Tales virtudes se denominan Fe, Esperanza y Caridad: la Fe nos lleva al conocimiento sobrenatural de Dios y de su Doctrina; la Esperanza, como su nombre lo indica, a esperar el cumplimiento seguro de las promesas divinas; y la Caridad al Amor pleno y total - que puede lograrse en este valle - de nuestro Dios y Señor, de nuestro prójimo y de todas las creaturas.

Para ser un "buen cristiano es menester armonizar la práctica de las tres virtudes Teologales: Creer, Esperar y Amar lo divino; que no es lo mismo que creer, esperar y amar lo perecedero; y aunque estos últimos conceptos nos son necesarios mientras vivamos, serán sólidos cuando creer, esperar y amar broten del Creer, Esperar y Amar.

Sin embargo, aunque en nuestras vidas es necesaria la práctica de las tres virtudes, no ignoramos que cada una tiene su misión y su destino la Fe es virtud fundamental, pues así como hablando de los Sacramentos sabemos que sin el sacramento del Bautismo no podemos recibir ningún otro, ya que el Bautismo borra el Pecado original, remite toda la pena, infunde en nuestra alma la Gracia Santificante e imprime el carácter de cristiano, nos incorpora a la Santa Iglesia y nos da el ser en el orden sobrenatural -condición esencial para ser sujeto de los otros sacramentos.- así mismo, la Fe es la Virtud fundamental sin la cual no pueden incorporarse las otras dos Virtudes.

La Fe es quien nos introduce en los Misterios de Dios: " La Fe (dice el Concilio Tridentino) es el comienzo, fundamento y raíz de la justificación, y sin ella es imposible agradar a Dios y llegar a formar parte del número de sus hijos". Y San Pablo a los Hebreos (XI - 6): "Sin la Fe es imposible agradar a Dios" Por otra parte: "Nadie puede adherirse a la Revelación evangélica como medio necesario para obtener la salvación sin la iluminación e instrucción del Espíritu Santo".

La Esperanza nos conduce a esperar en Dios, en sus Misterios, en sus promesas ...

Y la Caridad a amar a Dios y a todo lo que le pertenece y si no creo en Dios ¿cómo puedo esperar en Él y cómo he de amarlo? Así que la primera y fundamental Virtud teologal es la Fe: La Esperanza ya fundamentada en la Fe, nos da fortaleza y confianza; y la Caridad, en armonía con las otras dos, nos transforma, nos eleva y nos lleva de la mano en el proceso de la Vida Cristiana y, finalmente, al apuntar el ocaso de nuestra vida terrena, nos abre camino hacia el Cielo.

"La Fe con el entendimiento nos une a Dios como a Verdad infinita, pues nos hace conocer a Dios tal como se ha revelado, preparándonos para la unión de la Visión Beatífica. La Esperanza con la voluntad nos une a Dios como a suprema Bienaventuranza, ya que nos lo hace amar como un bien para nosotros y nos lo hace esperar con firmeza y seguridad; así como también a poner los medios para llegar a esta Bienaventuranza, y con esto nos preparamos a la plena posesión de la Bienaventuranza o plena unión con Dios. La Caridad con la voluntad nos une a Dios como a Bondad Infinita, ya que nos lo hace amar como infinitamente bueno y amable en Sí mismo y establece entre El y nosotros una santa amistad, haciéndonos vivir de su vida, ya que comenzamos a amarle como Él se ama" (Catecismo del P. Ripalda reconstruido por el Padre Luis Vega S. J. IV tomo).

Cuando por misericordia divina lleguemos al Cielo, la Fe y la Esperanza ya habrán alcanzado su objetivo y no serán necesarias; pero la caridad, no sólo permanecerá eternamente, sino que alcanzará un mayor grado de perfección.

Advertimos que la armonía de las tres Virtudes Teologales logran el crecimiento de las Virtudes Cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, así como el de toda virtud de ellas derivada.



sábado, 14 de diciembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (final).

TERCERA PARTE.


Después de haber probado que la Iglesia Católica es una de las tres grandes columnas de la Religión Católica, entre las otras dos: Revelación y Magisterio; probaremos ahora, que la Religión Católica es la única por verdadera, y en verdadera porque es Divina y lo avalan sus milagros y sus profecías.

El milagro y la profecía son como la firma de Dios que dice: esta es mi Religión, estructurada para los hombres, para que en ella alcancen su fin para el que Yo los he creado.

El milagro es un hecho sensible y extraordinario, que supera las fuerzas de la naturaleza y no podemos negar los milagros obrados por nuestro Salvador durante su vida. Ejemplo: la Resurrección de Lázaro entre otros muchos y el más grande milagro que hizo Nuestro Señor Jesucristo fue el de su propia Resurrección. El milagro no destruye las leyes de la naturaleza, sino que las suspende.

Profecía es la predicción cierta de un hecho futuro que no se puede conocer naturalmente y que se realiza en la forma anunciada. Al ponderar esta definición, comprendemos que esto es de origen Divino, pues no existe hombre que pueda sin la asistencia y voluntad de Dios, profetizar.

Tanto el milagro como la profecía prueban la intervención divina, pues sólo Dios, Autor de la naturaleza, tiene poder para suspender sus leyes y sólo Dios puede con absoluta certeza conocer los hechos que dependen de la libre voluntad de Dios o del hombre.

En el Antiguo Testamento se profetiza la llegada de Cristo, cumpliéndose infaliblemente en el Nuevo Testamento: "He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un Hijo que será llamado Emmanuel, es decir Dios con nosotros" (Isaías VII-14, Mat I-23).

Miqueas anuncia que el Mesías nacerá en Belén y en Belén precisamente nació Jesús y este nacimiento lo consigna incluso la historia profana (V-2) "Una estrella saldrá de Jacob, un cetro se levantará de Israel" (Num XXIV-17).

"No temas María, concebirás y darás a luz un Hijo y lo llamarás Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo y Dios le dará el trono de David, su padre; reinará en la casa de Jacob, para siempre y su Reino no tendrá fin (Lc I-30-33).

"Dios mismo vendrá y os salvará. Entonces, los ojos de los ciegos serán abiertos, los sordos oirán, el cojo saltará como un ciervo, y la lengua de los mudos será desatada (lsaías XXXV, 4-6; Zac IX-9; XI-13) en esos textos encontrarían las predicciones de Zacarías en el Antiguo Testamento sobre su entrada triunfal en Jerusalén y sobre el dinero entregado a Judas y encontrando su cumplimiento en el Nuevo Testamento. Y así, la Pasión, Muerte y Resurrección, las encontramos profetizadas en el A.T y realizadas en el N.T.

El mismo Jesucristo profetizó acerca de Sí mismo, de sus discípulos, de los judíos, de su Iglesia ...

El Establecimiento de la Religión Cristiana es un hecho irrefutable, con todos sus triunfos y lágrimas, encontrando su presencia perenne a pesar de todos los embates de los enemigos.

Cuántas almas, sobre todo en los primeros tiempos, dieron la vida por Cristo, por su Iglesia, por su Religión.

¡Qué diremos de tanto Santo, de tantos hombres y mujeres que en distintas edades y circunstancias se han entregado a Dios para cumplir el "ser perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto" y cuántos, no sólo santos, sino sabios, Lumbreras no sólo vistos dentro de la Iglesia, sino admirados y reconocidos por el mundo!

¡Y la excelencia de la Doctrina Cristiana, incomparable que mejora a los hombres, los hace dichosos, los ilumina! Doctrina cuyo Dogma eleva y enaltece, cuya moral es pura y equilibra al hombre y cuyo culto es excelso y Divino.

En fin, ¡cuántas cosas podríamos decir, cuántas contemplar, cuántas probar!

Ahora, ¿después de tanta consideración, seguirán repitiendo: "que todas las religiones son buenas, que todas nos conducen a Dios"?

Si insisten les contestaré: ¿Conque todas las religiones son buenas y todas nos llevan a Dios? ¿A Dios? ¿A cuál dios? ¡Pues qué dios tan pluralista y tan falsamente universal! Oír "Dogma", es pensar sin reparo en algo perenne, inmutable. Dogma, decimos, es la revelación de una verdad; es la parte de la ciencia de la Religión que nos enseña a Dios eterno, justo, inmutable, infinito, omnisciente, sapientísimo, veraz, fiel, omnipotente, inmenso, uno y con El toda la verdad revelada.


Y Dios inmutable, sabio, veraz, fiel, que es por esencia, no por accidente, por no ser cualidades que se le atribuyan, sino perfecciones de su Esencia Divina ¿Es El quien ha permitido un maremágnum de religiones, y quien garantiza que cualquiera de ellas conduce a El? ¿Dónde quedó el Único Camino, la Única Verdad, la Única Vida, si se convierte en varios caminos, verdades y vidas?

¿Dónde está el Dios veraz, con varias y contradictorias verdades sobre su propia esencia, su creación y su palabra? ¿Dónde está el Dios Inmutable si varía, y promete lo mismo para la Religión fundada por El y las que por error, malicia, soberbia, espíritu de contradicción o maldad, han estructurado los hombres?

El Dios fiel a su palabra, ¿así jugará con los conceptos?

Si así fuera, ¿qué objeto tendría luchar por la Verdad, si aparte existiera otra "verdad", la que cada religión se adjudica para sí?

Lo mismo daría ser 'Testigo de Jehová" negando el fundamental, extraordinario y embelesador Misterio de la Santísima Trinidad, que vivir en Gracia gozando de la Inhabitación de la Santísima Trinidad.

Lo mismo daría creer en la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, que decir que fue el primer comunista, que fue otro profeta como Mahoma, que es superhombre pero no Dios... Lo mismo sería afirmar que iría al Cielo el hombre casto santamente casado con su única esposa, igualmente que el degenerado Mormón con su harem. Llegaríamos a nuestro fin último adorando a Jesús Sacramentado; tanto como si negáramos rabiosamente su Presencia Real en la Santísima Eucaristía; y sería lo mismo prender una veladora al repugnante ídolo de Suda, que adorar al Padre en Espíritu y en Verdad.

¡Ay...! ¡Qué horror perder la identidad católica para naufragar en un sincretismo religioso o para ser un solapador servil de todas las que se dicen "religiones"!

Y de otras, que ni siquiera pueden autonombrarse religiones, pues son nidos de ateos (no de los que dan "gracias a dios" de serlo, sino de verdaderos ateos), entre los cuáles hay feroces perseguidores de nuestra Santa Fe católica, que usan hoy de su astucia y sutileza. Pero hoy, negando la caridad para los propios, la prodigamos a los extraños y nos convertimos en cómplices y camaradas de todo hombre aunque éste vuelva la espalda a Dios.

Reflexionemos, por estos contrastes y contradicciones, si serán de buena fe los que dicen que todas las religiones son buenas y todas nos llevan a Dios.

Es insólito que el mundo de hoy pueda ver con indiferencia la confusión que muchos propician entre la verdad objetiva y la verdad subjetiva, y peor aún, entre la verdad y la mentira. Tratar de conciliar estos términos y vivir en aparente paz, es desconocer el principio, la naturaleza y el fin del hombre, cuya felicidad sólo puede vivirla en el encuentro con la Verdad y en el abrazo con el Bien.

Que el Espíritu Santo, unido al Padre Eterno y a Jesucristo Nuestro Señor, nos guarde de perder la Fe, aunque todos crean que tenemos perdida la cabeza.


Sor Clotilde García Espejel, E.D.


¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (cont).

INFALIBLE.


¿En qué consiste la infalibilidad de la Iglesia? En que la Iglesia jamás puede equivocarse cuando enseña las verdades que hay que creer, los deberes que hay que cumplir, y el culto que hay que dar a Dios.

La Doctrina de la Iglesia, en lo que concierne al Dogma, a la Moral y al Culto, como es Revelación Divina, es perfecta en sí misma e infalible, Jesucristo, infalible por naturaleza, participa de su infalibilidad a su Iglesia, y en Ella, directamente al sumo Pontífice su Vicario, pero con las debidas condiciones.

Cuando el Papa habla en nombre de Dios y de la Iglesia, no como maestro común, sino como Doctor Universal, sobre asuntos de Fe y Costumbres, se dice que entonces habla "Ex-Cáthedra" (Desde la Cátedra por excelencia).

En otras cosas, y aún en las de Fe y Costumbres, si habla como persona particular, podría equivocarse, sin más trascendencia que no fuera la demostración de la miseria humana.

Tengamos presente que esta infalibilidad "Ex-Cáthedra" es participada por Jesucristo y siempre con la asistencia del Espíritu Santo; y se hace necesaria porque de ello depende la credibilidad de la Iglesia y la salvación de las almas. Va en ello la veracidad del mismo Dios, que prometió ratificar en el Cielo cuanto su Vicario en la tierra atara o desatara.

De igual prerrogativa gozan los Obispos reunidos en Concilio Ecuménico bajo la presidencia del Papa.

Por tanto, Obispos, Sacerdotes, Religiosos y todos los fieles en general, están obligados a  no salirse de la auténtica doctrina, y se han de sujetar a las definiciones dogmáticas y enseñanzas "Ex-Cáthedra" del sumo Pontífice y de los Concilios Ecuménicos.

Manchando la historia de la Iglesia está Martín Lutero, Sacerdote regular de la Orden Agustina, quien rompió con la Doctrina Infalible, con la Autoridad Papal, y cayó en espantosas herejías y se hizo una nueva religión a su gusto, la Luterana.

Nadie se pierde, repito, si vive conforme a las enseñanzas de ayer, de hoy y de siempre, de la Iglesia Infalible, Una, Santa, Católica y Apostólica.

Jesucristo ha entregado a la Iglesia el Depósito de la Revelación para que la transmita en su integridad a todas las generaciones; pero Ella no la podrá transmitir si está expuesta a engaños. Por esto, una de sus cualidades o propiedades es la infalibilidad, ya que ha de ser siempre fiel custodia del Sagrado Depósito de la Fe.

Si existe otra Iglesia que sea Una, Santa, Católica y Apostólica y que, además posea en sí y en su religión las propiedades de Visible, Perpetua, Invariable e Infalible, que me la muestren y luego me la demuestren. Pero como esto es imposible, me quedo con mi Iglesia, la única que fundó Jesucristo, amándola entrañablemente.

La Iglesia, además de ser Madre y custodia de nuestra Doctrina, es Maestra entregándonos mediante el Magisterio Eclesiástico, la Revelación divina Pública.

¿Qué es el Magisterio Eclesiástico? El Magisterio Eclesiástico es la misión encomendada y la capacidad infundida por Cristo a los Apóstoles y sus sucesores, de enseñar con autoridad suprema la verdadera Doctrina y las prácticas conducentes a la salvación eterna.


miércoles, 4 de diciembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (cont).

INVARIABLE.

La Iglesia es estable, no estática; es invariable, no rutinaria. Su invariabilidad consiste en la conservación perenne del Dogma, la Moral y el Culto y de su estructura interna.

No cambian los dogmas, es decir, las verdades de la Fe, ni los Misterios, no digo en su esencia; ni siquiera en la forma o expresión, si el cambio, aunque fuera accidental, pudiera inducir a error o confusión.

Los principales Misterios, como el de la Santísima Trinidad (Tres Personas en una sola Esencia Divina); la Encarnación (El Verbo que, mediante la Unión Hipostática se hace Hombre en el Seno Virginal de María); la Redención (Dios-Hombre que sufre y muere en la Cruz para redimir al género humano); la Transubstanciación (cambio de las substancias de pan y vino por el Cuerpo y la Sangre de Cristo en fuerza de las palabras consagratorias en la Misa ...) Estos Misterios, como otros, son inconmovibles e irrefutables, y el que se atreva a negarlos o a desviar su sentido, es hereje e impío.

Las Verdades Dogmáticas, como la Presencia Real de Jesucristo en el Sagrario, la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, su Asunción en cuerpo y alma, la existencia del Purgatorio, la realidad y eternidad del infierno, entre otros muchos, son irrefutables; inadmisibles de negarlos o variarlos. Advirtiendo que siempre han existido en el depósito de la Revelación, y la Iglesia los ha proclamado en el momento oportuno.

La Moral, que contiene preceptos, no puede interpretarse según los tiempos. Dios en la Revelación y la Iglesia en Nombre de Dios, nos presenta los Mandamientos, los cuáles son de ayer, de hoy y de siempre. Decir que ya no es pecado lo que antes sí fue, es un craso error. ¡Irreparable sorpresa llevarán al llegar a la eternidad, aquellos que aseveran que por ser otros tiempos, ya podemos pecar!

La Ley de Dios y de la Iglesia se hicieron para el hombre, tomando en cuenta su naturaleza; sólo que el hombre dejara de serlo, se libraría de la obligación de cumplir los Mandamientos. Pero como es imposible lo primero, resulta imposible lo segundo.

Los Sacramentos, como que fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo, son de derecho Divino; y serán siempre los mismos hasta el fin del mundo, sin cambiar en su esencia o en su finalidad.

La Santa Misa fué, es y será el mismo Único Sacrificio de Cristo en el Calvario, pero de manera incruenta, y nada de que ahora ya es "la Palabra de Dios", "la Asamblea", "la Comida", "el Banquete", "la Fiesta" ... No, señores. Eso denuncia ignorancia de la intención redentora de Cristo, y ansia irreprimible de novedades.

¿Qué sucedería con una Iglesia cambiante y tornadiza? Que, además de no ser verdadera, nos llevaría a la más espantosa confusión, debilidad, revolución y anarquía.

Es verdad, como antes dije, que la Iglesia admite desenvolvimiento en el Dogma y en su expresión, pero tal desenvolvimiento no consiste en que se admitan verdades nuevas o extrañas, o que haya cambiado la esencia o el sentido de los Dogmas, contenidos en la revelación, o de su práctica o expresión; sino que se han ido enseñando y expresando en forma cada vez más clara y explícita. En todo esto no hay negación o contradicción.

Por ejemplo: La Sagrada Escritura enseña que existe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y sin ser tres dioses, son el mismo Dios. La Teología se fue desenvolviendo hasta encontrar la fórmula adecuada para enseñar que en Dios hay tres Personas distintas, inconfundibles, pero consubstanciales; es decir: Uno en Esencia y Trino en Personas, lo mismo que se ha enseñado en todos los siglos.

Esa invariabilidad, que es estabilidad, es lo que dá al Católico alegría y seguridad. Sin embargo, al hombre de hoy no le importa la verdad. Lo mismo le da ser Católico que budista o mahometano; lo mismo le da probar cualquier secta del mediocre protestantismo, y hasta llega a ver con indiferencia los mayúsculos engaños de los Testigos de Jehová, secta que expresa el colmo de los dislates de un protestantismo judaizante.

A esta frialdad e indiferencia se le llama "respeto" hacia los demás y poco importa la moralidad -ya no digo inmoralidad- de nuestros tiempos, sociedad aburguesada, muy ajena a la Doctrina del Verdadero Dios.

No busquemos el remedio a nuestros males en falsas apreciaciones o en ciertos medios. El origen de todos los derrumbes de la humanidad está en haber roto con las columnas que nos sostenían: el Bien y la Verdad. Que el mundo busque a Dios -no a "su dios"- verá que todo se transforma y endereza.


miércoles, 27 de noviembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (cont).

PERPETUA

La perpetuidad de la Iglesia consiste en que sus elementos esenciales y constitutivos, su Fe, su Jerarquía, su autoridad y Misión, su realidad social, deben durar hasta el fin del mundo.

La Iglesia es el Reino de Cristo en la tierra -anticipo y medio del que gozaremos eternamente con El- donde todos los bautizados beben de su fuente el conocimiento de Dios y son transformados por la Gracia para vivir vida sobrenatural. En ella se da gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

La Iglesia tiene por cabeza en el Cielo, a su mismo Fundador Jesucristo, y es vitalizada e impulsada por el Espíritu Santo, que a manera de alma o principio vital, la informa. En nombre de Cristo y como cabeza visible, el Papa estructura a la Iglesia, que con todos los bautizados es el cuerpo Místico de Cristo.

Así se convierte en Sacramento de salvación, como afirma el Concilio, pues siendo visible, entraña realidades invisibles y quien a Ella se acoge, encuentra una barca segura, la única garantía de salvación.

Es el Templo universal, majestuoso, donde conociendo, amando y obedeciendo a Dios, el hombre logra la paz en esta vida y después la bienaventuranza eterna.

La Iglesia existe para la salvación de los hombres; por tanto, es necesario que perdure mientras el hombre exista y haya de salvarse; pues Cristo, Cabeza y Fundador de la Iglesia, "es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1-9). El mismo que, al retornar al Padre, aseguró a los Apóstoles: "Yo estaré con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos" (Mt XXVIII-20).

Sí. Permanecerá como cabeza invisible de la Iglesia, asistiéndola para que no yerre, consolando e irradiando luz en este pequeño Gran Sagrario; sufriendo mística pero realmente, todos los días, en todas partes del mundo en el Santo Sacrificio de la Misa, santificando con su Gracia a los hombres, perdonando los pecados a través del Sacerdote en el extraordinario Sacramento de la Confesión, dándose a los hombres en la Sagrada Comunión con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.

Evidente es la perpetuidad de la Iglesia ... perpetuidad que suena a tiempo, pero que se antoja a eternidad ... que suena a Cielo, pero que sabe anticipadamente a Bienaventuranza...

Esta perpetuidad trascenderá hasta el Reino del Padre cuando, terminado el universo, concluyan los aspectos militante y purgante de la Iglesia y persista para siempre su aspecto triunfante, para cantar eternamente en el Cielo: Gloria a la Augusta Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

No sé si los católicos de hoy, incluso aquellos que, al estilo bastante protestante, no cejan en "La Biblia y solo la Biblia" olvidándose de la Tradición Apostólica; no sé si sepan lo que es la Comunión de los Santos. Es un Dogma de nuestra Fe, y consiste en la comunicación de bienes espirituales que recíprocamente fluyen entre la Iglesia Militante, la Purgante y la Triunfante.

Ahora bien, quienes forman la Iglesia Triunfante son los Bienaventurados; la Iglesia Purgante, las almas de aquellos que se purifican en el Purgatorio, y la Iglesia Militante la formamos nosotros los vivos, que aún luchamos, militamos dentro de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana.

Según esto, ¿no será perpetua la Iglesia que trasciende hasta la Eternidad?


viernes, 22 de noviembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (cont).

Así que la Iglesia ha de ser Una, Santa, Católica y Apostólica:

Es UNA, porque Jesucristo no quiso formar sino una sola Iglesia con una sola doctrina y un solo Jefe. El mismo prometió a San Pedro que sobre él edificaría su Iglesia; no sus Iglesias. Expresa su deseo de que todos los hombres formen "un solo rebaño bajo un solo Pastor" (Jn X-16) y manifiesta que todo reino dividido en facciones contrarias será desolado (Mt XII-25).

Y San Pablo, recomendando a los fieles de Éfeso una estricta unidad, escribe: "Un solo Señor, una sola Fe, un solo Bautismo" (IV-5); de donde se infiere el triple aspecto de la unidad: el de la doctrina (= una sola fe); el del gobierno (= un solo Señor) y el del culto (= un solo bautismo).

Es SANTA, porque su fundador Jesucristo, es Santísimo y fundó su Iglesia para Santificar a los hombres. Jesucristo manifestó la fuerza unificadora de su doctrina: "Yo les he comunicado tu palabra ... santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad" (Jn XVII-17) "Jesucristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por Ella para santificarla purificándola con el baño del agua por la palabra, a fin de hacer comparecer ante Sí, gloriosa a la Iglesia, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Ef V-25-27); a pesar de las miserias de los que indignamente conformamos el cuerpo místico de Cristo.

CATOLICA, porque Cristo la estableció para todos los pueblos y para todos los tiempos. "Id y enseñad a todas las naciones" (Mt XXVIII-19); "Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos" (XXVIII-20); "Seréis mis testigos ...hasta los confines del mundo" (He I-8).

APOSTOLICA, porque sólo a los apóstoles y a sus legítimos Sucesores confió Cristo poder enseñar, santificar y gobernar. "Como mi padre me envió, así yo os envío a vosotros" (Jn XX-21) "Quien a vosotros oye, a Mí me oye" (Lc X-16) y San Pablo: "Estáis edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, siendo la Piedra Angular el mismo Cristo Jesús" (Ef II-20).

La Iglesia Católica Romana, y sólo Ella, es quien por institución posee estas cuatro notas distintivas. Luego es la UNICA VERDADERA, pero no sólo posee esas ricas notas, sino que además Jesucristo su Fundador la adornó con cuatro espléndidas cualidades: Visible, Perpetua, Invariable e Infalible.

Estas cuatro cualidades dan a la Iglesia, en sus relaciones, comunicabilidad, perennidad, seguridad y estabilidad.


VISIBLE

A pesar de ser una Sociedad fundada para llevar al hombre al Cielo y ser depositaria de los más altos y sublimes Misterios, posee la cualidad de ser patente y perceptible a los sentidos. Por esta cualidad de la Iglesia, el hombre es llevado, de lo visible a lo invisible, y por medios visibles trasciende a las realidades invisibles y sobrenaturales.

Los siete Sacramentos instituidos por Nuestro Señor Jesucristo, son manantiales de Gracia que nos elevan en esta vida natural al orden sobrenatural y nos hacen trascender, después de esta vida, a la Eterna Gloria. Ellos son, no digo trasparentes, sino visibles. Pues ¿qué son los Sacramentos, sino medios visibles instituidos por Nuestro Señor Jesucristo para darnos la Gracia?

Con la Fe gozamos del misterio traspasando lo físico y hasta lo metafísico, con base en los sentidos apoyados por la razón.

Estos nos hacen palpar la forma exterior de cada Sacramento: vemos al ministro que lo aplica, al sujeto a quien se le administra, percibimos la materia y la forma, necesarias para la realización de este Sacramento.

En el Bautismo, el Ministro es el Sacerdote; el sujeto es el bautizado, la materia es el agua y la forma son las palabras intencionadas, indispensables para que sea Sacramento y surta sus efectos sobrenaturales.

La Santa Misa, que en su esencia es el mismo Sacrificio de Cristo en al Calvario, pero incruento, y que, además, une a la tierra con el Cielo y permite que el hombre, unido a Cristo, tenga comunicación con el Padre Celestial en el Espíritu Santo, es eminentemente visible: vemos, sentimos, palpamos y, si recibimos la Comunión gustamos; solo que todo ese conjunto de percepciones sensoriales, son elevadas por la razón, iluminadas por la Fe e impulsadas por la Gracia a regiones sobrenaturales.

No vemos el misterio, pero presenciamos toda la belleza exterior del Santo Sacrificio de la Misa y la riqueza embelesadora de la Liturgia, cuyos ritos hacen lo que significan.

La Iglesia es visible; pero ¡ay de quien sólo se quedara en la visibilidad y no se transportara con la Gracia y la Fe al fondo y a la altura del misterio sobrenatural!

Somos criaturas visibles, compuestas de cuerpo y alma: materia y espíritu unidos substancialmente, y creados para llegar al Cielo. Por tanto, nuestra Iglesia es sobrenatural, y a la vez visible.



martes, 19 de noviembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (cont).

SEGUNDA PARTE


La fuerza, la solidez, la firmeza, la ecuanimidad, se gestan y nacen sólo fundamentados en una verdad inconmovible. Por tanto, una cosa es que comprendamos a quienes sin culpa propia no poseen la luz de la verdad, y otra que justifiquemos la mezcolanza del error con la verdad y queramos, además, exaltar el error, restándole autenticidad a la verdad, con el fin de complacer a los que de buena o mala fe persisten en vivir a obscuras.

La Religión Católica es expresión perenne de la Santa Madre Iglesia fundada por Nuestro señor Jesucristo: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mat XVI-18) Ella nos ofrece la estabilidad, la seguridad, ya que está fundamentada en la Verdad de las verdades, Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn XIV-6) y esa inconmovilidad y seguridad se fundan en sus tres columnas: Revelación, Iglesia y Magisterio. Estas tres columnas hacen inconmovible e irrefutable que la Única Religión Verdadera es la Religión Católica y, por ser la Verdadera, es el único camino, la única luz que puede conducirnos directamente a Dios, a nuestro fin temporal y eterno.

¿Qué es la Revelación? Es la manifestación que Dios hace a los hombres de lo sobrenatural, para que alcancen el fin para el que fueron creados, que es la gloria de Dios y su salvación eterna; mediante la perfección propia y universal de su naturaleza humana, elevada por la Gracia a lo sobrenatural y a su perfección personal según su propia vocación.

"Cuando Dios habla saliendo de su arcano, entonces nos manifiesta El su secreto; esto se llama Revelación divina Pública"

La divina revelación la encontramos en las fuentes llenas por el manantial divino: La Biblia y la Tradición Apostólica; la Biblia o Sagrada Escritura, es palabra de Dios revelada a través de los Patriarcas, Profetas, Apóstoles y Nuestro Señor Jesucristo y llegada hasta nosotros por escrito a través del Magisterio Eclesiástico.

La Tradición Apostólica llegó hasta nosotros transmitida de boca a oído, de generación en generación, de la cual pasando por los Padres Apostólicos, Concilios y Doctores de la Iglesia, la encontramos resumida bellamente en el Credo, en el cual, de manera explícita e implícita, hallamos esta fuente de revelación: La Tradición Apostólica.

Así se comprueba que el Espíritu Santo es quien ha conservado dentro de la Iglesia, lo que los apóstoles entregaron de palabra.

Ahora ¿Qué es la Iglesia? Es la Sociedad Espiritual y a la vez visible, de todos los bautizados que profesan la fe de Cristo, bajo su Autoridad ejercida en la tierra por San Pedro y sus Sucesores.

Uso estas definiciones, porque en ellas descubrimos la visibilidad indisolublemente unida a la invisibilidad de fines y medios espirituales.

Las condiciones para pertenecer a la Iglesia son: ser bautizado, profesar por la fe y las obras la doctrina de Cristo y reconocer al Papa como Vicario de Cristo.

Sabemos que esta Iglesia es verdadera, porque además de ser fundada por el mismo redentor del Mundo, "tú eres Pedro ..." posee cuatro notas que la hacen veraz, única e insustituible. Estas notas son: UNIDAD, SANTIDAD, CATOLICIDAD y APOSTOLICIDAD; advirtiendo que estas Notas las señaló el mismo Espíritu Santo en el Sagrado Libro del Apocalipsis (Cap. XXI Unidad: Versículos 2; 9-10, Santidad: 10-11-27, Catolicidad: 12,24-36, Apostolicidad: 14).



miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (cont).

La indiferencia religiosa ha llegado al "yo", suplantando el "YO" a Dios: Primero el hombre, luego dios; por lo mismo, el hombre se ha vuelto "abierto", "comprensivo", "humano", capaz de aceptar todo error y toda inmoralidad con el pretexto de no contradecir a su "hermano".

¡Cuánta falsedad! ¡Terrible equivocación!. Deja a su prójimo que camine por donde sea -aunque eso le cueste su felicidad terrena y su vida eterna-; respeta sus devaneos y languideces; ¡Ah! Pero que no pretenda tocar sus propiedades, porque se olvida del gran respeto y lo deshace. ¡Qué equivocado está el mundo desde que hizo su propia religión! No hemos de guiarlo a la verdadera luz, porque eso es faltarle al respeto: que tenga al Dios verdadero o uno falso es cosa suya; pero sí se le "honra", se le "dignifica" corrompiéndolo con la asquerosa televisión cuyos programas y noveluchas plagadas de sexo degenerado, crimen, asaltos, secuestros, intrigas ... logran que abuelos, padres y nietos contemplen y escuchen ávidos esta ensarta de pecados que no sólo rompen la Ley Positiva (mandamientos de la Ley de Dios) y la Ley Natural inserta en el hombre que suplen con un criterio no sólo equivocado, sino abiertamente oscuro y pecaminoso ... o los antros inundados de drogas, de toda clase de vicios donde adultos y jóvenes pierden lo poco que pudieran tener de bueno y positivo y los niños alguna sombra de inocencia que pudiera quedarles en este mundo soez y crudo, advirtiendo que la mayoría de padres y maestros habiendo perdido ya el sentido cristiano, la decencia y la más elemental responsabilidad aprueban para sus hijos esa clase de lugares donde se vuelve a clavar a Jesucristo. Pierden todo valor y se complacen con el mundo olvidando la salvación eterna de su propia alma ... basta que dichos antros paguen sus impuestos, que el crimen y el pecado a la autoridad no le importa.

Ahora, y ¿qué decir del internet? Fruto de la tecnología y que pudiendo hacer mucho bien no sólo ha limitado inteligencias, capacidades humanas, sino ha desvirtuado todo valor moral, toda virtud, todo empeño por el bien y miles de veces peor que la misma televisión, ha dividido familias. Ya no hay comunicación entre esposos, padres e hijos, hermanos, amigos, pues el amigo del hombre es uno virtual, que encuentra a través del internet y que lo conduce al adulterio, a una falsa vanidad, a una vida pública aún de lo más secreto de su cuerpo y de su alma. Pendiendo del amor universal auténtico y sus propios frutos. 

La equivocada utilización de toda la tecnología, pero especialmente del internet, ha conducido al hombre a tal estado que ya no es hombre, pero tampoco animal, queda en un término medio, usar de sus facultades superiores para hacer reinar los sentidos.

A los pecadores se les respeta, dejándolos en su error y su pecado, pero no se considera el alma nacida para el Cielo y se destruye el hombre con el alcohol, la lujuria, la drogadicción y otras cosas que me daría vergüenza pronunciar.

Época de calumnias, de fraudes, de injusticias, de agresiones, de luchas en todos los niveles, en todos los lugares, desde las más grandes empresas, hasta lo más recóndito y miserable y, no digo todo lo que quisiera decir.

¿Nosotros somos, ante este panorama, los que respetamos a nuestros hermanos y a su libertad? ¡Mentira! Lo que sucede es que ya no nos importa DIOS, sino "mi dios", no amamos al prójimo ni esperamos una vida después de ésta.

Pobres, pobres de fe y faltos de la auténtica caridad, vivimos una gran indiferencia religiosa.

"Todas las religiones son buenas, todas las religiones nos llevan a Dios".

Esta clase de católicos de nombre, me parece que ya han dejado de serlo, pues sin conocimientos ni reflexión identifican la verdad con el error y niegan la existencia del mal reuniendo la luz con las tinieblas; han obscurecido los conceptos básicos en la formación del verdadero católico, que se esfuerza en conocer, amar y servir a Dios y así llegar al Cielo.

Ahora hagamos este necesario distingo: Es verdad que, quienes han nacido en una falsa religión, y son fieles a la Ley Natural y a las leyes de su religión que sean realmente morales, y viven haciendo el bien y evitando el mal, no han tenido oportunidad de encontrarse con la Verdad, alcanzarán la Vida Eterna. Pero advirtamos que no es esa falsa religión por sí misma la que ofrece y da la salvación; sino que es nuestro Dios misericordiosísimo, quien, conociendo determinadas circunstancias, acepta el esfuerzo, hace eficaces los deseos y otorga la salvación. Conste que en esto operan el mismo Dios y el débil esfuerzo del hombre, que es elevado por la misericordia divina; pero esa salvación no debe ser atribuida a la falsa religión.

Pero esta misericordia que -salva reverencia- pudiéramos llamar elemental, no la aplica Dios a quienes llamó al pleno conocimiento de la verdad, pues "al que mucho se le dio, mucho se le exigirá" (Lc. XII-48), y será juzgado conforme a la exigencia de la Gracia Santificante, tasándose de ingratitud y traición el desperdicio y la indiferencia que se hace de la verdadera Religión.

Están comprendidos en este contexto los que, por su mala vida, han perdido la Fe; los que han hecho convenientemente su religión a su manera creyéndose hijos predilectos de Dios porque "van a evangelizar" a antros de vicio. Los que, en aras de su salud, esbeltez y belleza, de una pseudo-paz, buscan ejercicios y filosofías orientales, en lugar de encontrar la paz auténtica ante el Sagrario, en el Santo Sacrificio de la Misa y en la Gracia Santificante: el que ama el peligro, en él perece. Los que encienden una veladora a Dios y otra al diablo cuando recurren a los brujos, hechiceros y espiritistas, plagados de supersticiones y trato indirecto con el diablo, a fin de conseguir salud, dinero y amor. Los que consultan el horóscopo, la baraja, el café, la arena y toda clase de supercherías impropias de este "tiempo de superación", y altamente ofensivas a Su Divina Majestad. Frutos primero ocultos y ahora ya desde hace algún tiempo propagados de manera agresiva y cínica por la diabólica "Nueva Era" con toda su ensarta de mentiras diabólica, pues Satanás es el padre de la mentira.

No es ciencia, no es religión, no es una filosofía, es un enjambre de enredos y mentiras conformadas por la Teosofía o Teosofismo. El Teosofismo es una mezcla informe y vacía de pseudo-ciencia, pseudo-filosofía y pseudo-religión, con base en el panteísmo y en el ocultismo.

Igualmente los que, confundiendo lo sensible con lo místico y, deseosos más de sus caprichos que de vivir con Dios, andan en busca de milagros patentes, de carismas que los hagan notables y de una salud más corporal que espiritual. Los católicos modernos autosuficientes que comulgan sin confesarse, tienen discretos adulterios, calumnian, difaman, roban "decentemente" y llevan un catolicismo hipócrita.

Todos los antes citados, caen fácilmente en el error, porque habiendo nacido en la Verdad, andan buscando la verdad en la mentira, se desarrollan en apariencias, y eso ya no es permisión divina de circunstancias no culpables, sino medios puestos por ellos mismos, que al final resbalan a los abismos de otras religiones.

¿TODAS LAS RELIGIONES SON BUENAS; TODAS LAS RELIGIONES NOS LLEVANA DIOS?

Reflexionemos: ¿Acaso todas las cosas tienen el mismo valor? ¿con la misma cantidad de dinero podríamos comprar objetos diferentes? ¿todas las profesiones nos llevan a curar enfermos? ¿todos los caminos nos conducen al mismo sitio? ¡IMPOSIBLE! Pues si en estas cosas tan secundarias y tan insulsas, la Lógica perecería, antes que aceptarlas, desvirtuando así su exactitud; ¿qué diremos de nuestra Religión Católica fundada por Nuestro Señor Jesucristo, donde no sólo la Lógica protestaría, sino la excelsa Teología dejaría de ser antes que identificarse con ese falso concepto, de que todas las religiones son buenas, todas nos llevan a Dios; cuando muchas no sólo no nos llevan a Dios, sino que nos desvían y son fuente de corrupción y condenación eterna.



jueves, 7 de noviembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios?

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios?


Sor Clotilde Gacía Espejel.



NIHIL OBSTAT
Petrus Ma. Galván, M.J.
Censor

IMPRIMATUR
+Fr. Philipus a Jesu Cueto, O.F.M.
Episcopus Tlanepantlanus



A quienes han perdido la Esperanza víctimas de este mundo materialista;




¿Todas las Religiones son Buenas? ¿Todas las Religiones nos conducen a Dios?



PRIMERA PARTE


Entre los innumerables errores que ha provocado en los católicos de nuestro tiempo, la falsa interpretación de "LA LIBERTAD RELIGIOSA", está el creer y enseñar, "QUE TODAS LAS RELIGIONES SON BUENAS; QUE TODAS LAS RELIGIONES NOS CONDUCEN A DIOS".

Esto proclaman personas incrédulas o medio creyentes, aunque también y seguido, para dolor y confusión nuestra lo escuchamos con tristeza y decepción de labios de católicos, incluso de aquellos que frecuentan la Comunión Sacramental y que rezan diariamente el Santo Rosario. Añadiendo que son católicos con cierta preparación religiosa. En cambio, no se escucha tal error en los integrantes de otras "religiones", pues, increíblemente, los que están en el error, son más celosos de él, que nosotros de la Verdad Eterna.

Con gran sorpresa, hemos descubierto católicos que se asocian a sectas protestantes, para "conocer mejor a Dios". ¿A cuál dios? Mientras tanto, los hijos de Lutero, ya sean directos, ya de los divididos por el libre examen, aprovechan esta situación para llevarse de la luz a las tinieblas a nuestros frágiles 
católicos.

Según lo expuesto, el mundo inverso y confuso de hoy, concibe por libertad religiosa el derecho absoluto de escoger, de seguir cualquier religión que le convenga, y asocia ese derecho a la seguridad de la salvación eterna -eso si aún cree en la existencia de las postrimerías-. Por consiguiente, el que intente disuadirlo del error, es calificado de falto de respeto a la persona humana y a la libertad religiosa.

¡Espantosa y grave concepción, quizá una de las más trascendentes de nuestra era, pues es, por su importancia, una de las que más trastornan el criterio y la fe del hombre de nuestro tiempo!

Empecemos por entender que no hay libertad absoluta. Absoluto sólo dios, pues el Absoluto que usamos para lo creado y en lo creado, sólo es figura, analogía o relatividad.

La perfección de la libertad reside en que ésta goza de derechos y tiene deberes que cumplir. La libertad no se obstaculiza o limita con los deberes, ni se hace omnímoda con los derechos ... repito: estos deberes y derechos la conducen a la perfección y a una gran elevación que, lógicamente, enaltece y perfecciona al hombre. Por tanto, la libertad religiosa, para ser auténtica, necesita surgir de la luz y tender hacia ella y no emerger de la obscuridad buscando en las tinieblas la luz; ir en busca de la verdad y no de la mentira y la ambigüedad. El hombre únicamente se realiza, llega a su fin, en la consecución del bien y de la verdad. ¿y dónde mejor ha de encontrar el auténtico Bien y la eterna verdad, sino en la Religión Católica fundada por N.S Jesucristo?

La verdad religiosa, indudablemente que lleva a la libertad, no absoluta, pero sí proporcionalmente plena. Decimos no absoluta, en cuanto que, como creaturas, no tenemos capacidad de asimilar lo eterno plenamente; pero sí proporcionalmente absoluta, porque, siendo creaturas, participamos por analogía de la Única Doctrina de la Verdad Absoluta, que es Dios.

A mayor esclavitud, menor libertad; y si cualquier dependencia o pasión coarta la libertad, ¿cuánto más lo hará el ser esclavo del error, que contradice a la verdad fundamental, la cual lleva al hombre a la plenitud de su realización concibiendo la Verdad Eterna?

Ciertamente, no podemos, no debemos obligar a nadie, en ninguna forma a practicar alguna religión o la verdadera Religión, porque simplemente no la practicaría; ya que si exteriormente se manifestara religioso, interiormente carecería de intención y, por tanto, todo sería ficticio. Incluso, una falsa motivación en la cual no se usa la fuerza, pero sí la coacción moral, el chantaje que compromete al sujeto haciéndole ceder ante una situación embarazosa, no es lícita. Con esto aludimos a los protestantes, quienes son mercaderes de la fe, negociantes de una falsa religión, en cuyo proselitismo van creando apóstatas, herejes, fanáticos, amargados y fariseos.

Sí, en cambio, es obligación seria, enseñar, instruir, probar, convencer, cuál es la verdadera fe y dónde se halla. ¡Gozar de nuestra excelsa Religión y no luchar y trabajar porque nuestros hermanos gocen de ella, es no tener la verdadera caridad que nace de la Fuente Divina del Corazón de Jesús y que debe trascender hasta el más pequeño de nuestros hermanos; es carecer del celo de la gloria de Dios y de la 
salvación de las almas! ¡Considerar que es respeto a la persona humana el no ayudarlo a saborear la dulzura de nuestra Religión Católica y dejarlo que pierda la felicidad temporal y quizá la eterna, es no entender el Evangelio!.

La concepción que el hombre actual tiene de la "libertad religiosa" le relaja la conciencia, lo convierte en inestable e inseguro, relaja la conciencia porque si todas las religiones son buenas y todas nos llevan a Dios, puedo escoger la que me convenga, aquella cuya ley me acomode mejor en esta vida moderna, y puedo llegar a Él por el camino que me parezca más fácil y, por tanto, habría que preguntarme: ¿qué vida llevo con respecto a Dios, a mi prójimo y a mí mismo?

Lo hace inestable e inseguro: si dios se contradice y en una religión tiene un dogma, una moral y un culto y en otra cambia mediana o plenamente, entonces, no es un dios seguro, es un dios que se contradice; y si la verdad no existe, ¿entonces qué existe?

Esta comprensión equivocada de la libertad religiosa es fruto de falsas predicaciones, de pésimos ejemplos, de equivocadas interpretaciones, de conveniencias muy especiales y, sobre todo, del deseo de vivir relajada y libertinamente, lo que ha traído un indiferentismo religioso que, encerrado en un círculo vicioso, es a veces causa y a veces efecto y en ese flujo y reflujo el hombre, aún el más ignorante o el más pecador, cree hablar sensatamente, con gran actualización, cuando exclama: "TODAs LAS RELIGIONES SON BUENAS,TODAS CONDUCEN A DIOS".



martes, 5 de noviembre de 2013

¿Eres Cristiano? (catequecis)

¿ERES CRISTIANO?



¿Eres cristiano?- Sí soy cristiano por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo.

¿Qué quiere decir cristiano? - Hombre que profesa la religión de Cristo, cuyo carácter regenerador le fue comunicado en el Bautismo.

Etimológicamente, "cristiano" viene de Cristo, que significa "ungido". Nosotros participamos de la unción de Cristo, ungido por el Espíritu Santo, y conservamos esa unción manteniendo esa fe con alma pura.

¿Y qué es ser Cristiano?

El ser cristiano lo recibimos en el Santo Bautismo, allí se nos imprime para tener  siempre el carácter de cristiano. Pero como la finalidad de nuestra vida consiste  en ganarnos el Cielo, glorificando a Dios, en el cumplimiento de su voluntad, el verdadero cristiano tiene la obligación, no sólo de vivir la Fe, la esperanza y la caridad: virtudes teologales que recibimos en el bautismo; sino de acrecentarlas en el curso de la vida para lo cual tendrá que recibir los Santos Sacramentos, especialmente la Confesión y la Sagrada Comunión; asistir y participar del Santo Sacrificio de la Misa, orar y con esa fuerza espiritual lograr el cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios y de los de la Iglesia. Porque no se puede ser cristiano a medias: "Quien no está conmigo está contra mí, y quien no recoge conmigo desparrama" (Luc. XI-23).

La vida del hombre en este destierro es lucha perpetua contra el demonio,contra el mundo y contra nuestras malas inclinaciones; pues aunque el Bautismo borra el pecado original, no destruye la concupiscencia, es la que nos da la oportunidad de forjar con esfuerzo nuestra propia salvación: "El reino de los cielos se alcanza a viva fuerza, y los esforzados lo conquistan" (Mt. XI·12).

Así el verdadero Cristiano no lo es únicamente por estar Bautizado, sino porque además lucha por asemejarse a Cristo viviendo el Evangelio mediante el conocimiento  de la Doctrina de Cristo, del cumplimiento de sus mandatos y del uso de todos los medios que dejó en la Santa Madre Iglesia para alabar a Dios y vivir Sanamente hasta llegar a la perfección que le ha sido Señalada por Dios y que ha de realizar mientras viva. Ya Cristo en el sermón de la montaña nos exhorta: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto": (Mt. V-48). Esto quiere decir que si Dios, como Dios, es infinitamente perfecto, nosotros como criaturas humanas tenemos obligación de alcanzar la perfección que corresponde a nuestra propia naturaleza y vocación en toda nuestra vida interna y externa y no condicionando a Dios a nuestra vida y a los tiempos, sino adecuando nuestra existencia y nuestro ser a los mandatos divinos que son de ayer, de hoy y de siempre.

El verdadero cristiano no navega en todas las aguas, sino que firme, y a pesar de sus miserias, levántase para estar de pie junto a la Cruz de Cristo, porque como dice el Apóstol: "Sabemos también nosotros que todas las cosas cooperan al bien de los que aman a Dios" (Rom. VIII-28).

El verdadero cristiano no claudica ni en las más grandes pruebas y dolores de la vida, pues entiende que es parte del misterio de la vida y de la cruz y canta con el apóstol San Pablo: ¿Quién podrá apartarme del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? "Todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado" (Rm.8,35,37).

Son cristianos pero sin vida de Dios, en la monotonía de su ser:

a) Los que ciertamente fueron bautizados, pero ya han olvidado toda doctrina y práctica referente al Cristianismo.

b) Otros igualmente bautizados y que están conscientes de ello, pero cuya vida en la práctica, es totalmente contradictoria.

c) Otros - la mayoría - que ciertamente son cristianos, están bautizados, confirmados, hicieron la Primera Comunión, respetan y aman al Santo Padre y todo lo que concierne a la Santa Madre Iglesia, prenden su veladora todos los días primeros de mes, asisten a peregrinaciones ...Pero nunca van a Misa los domingos y fiestas de guardar, o sólo van "cuando les nace de corazón" o tienen tiempo. Algunos se confiesan en determinada ocasión, otros nunca. Hay quienes prefieren no comprometerse al Sacramento del Matrimonio "por prudencia" y viven tranquilos en unión libre, o, en su caso únicamente, justifican con razones humanas su estado de ¡solapado adulterio! Y todos estos se dicen católicos.

d) Un porcentaje más pequeño asiste a Misa, comulga, hasta parece que cumple, pero la verdad es que viven como paganos, aparentando por fuera y traicionando interiormente sus conciencias, inmersos en un mundo de placer y de soberbia.

Y es que en este destierro ya nadie se siente desterrado, sino aquel que carece de la materia; pues nada le importa, ya que ha perdido la luz para distinguir entre el bien y el mal. Lo que quiero, lo que me gusta, ese es el bien perseguido.

Sin embargo, y, a pesar de todo, tenemos un gran número de auténticos y sólidos cristianos, que viven la Doctrina de Cristo como ha de vivirse en todos los tiempos, ya que ella es como el Cristo de ayer, de hoy y de siempre. Estos Santos sufren el desenfreno de la época, que viven en el mundo pero que no se involucran en él, creo son victimas que detienen a la Justicia Divina.

ORGULLO DE SER CRISTIANO

Santa Agueda, procedente de las más relevantes prendas, pertenecía a una ilustre familia de Sicilia. En la persecución de Desio, denunciada como cristiana, compareció ante el Tribunal del Pretor Quinciano: ¿No tienes vergüenza, - le dijo el magistrado -, tu que eres de sangre tan ilustre, de ser cristiana? Respondiendo Agueda: "La abyección y la humildad cristiana son más gloriosas que la grandeza y fasto de los reyes".

Claro, no hay nobleza que alcance a la nobleza del verdadero cristiano cuyo nombre habla de la nobleza infinita eterna de Cristo.

COMO SE DESARROLLÓ EL NOMBRE DE CRISTIANO

Los que siguieron a Cristo no siempre se llamaron Cristianos, Jesucristo los llamaba sus Discípulos, sus ovejas... después de la Ascención, ellos mismos se llamaban creyentes, fieles, hermanos, santos... Los judíos los llamaron Nazarenos, por seguir a Jesús de Nazareth, galileos por ser galileos los principales.

Hacia el año 40 se formó en Antioquía la primera comunidad de gentiles convertidos, y a esos por el año 43 empezaron a llamarlos cristianos por primera vez. Y al principio aunque éste parecía un nombre despectivo, sin embargo se conserva en la Santa Iglesia como el nombre más honorífico de un creyente, el más adecuado a lo que somos (Explicación sinóptica y literal del Catecismo de Ripalda por el Padre Luis Vega).

No te conformes con estar bautizado y confirmado para sentirte Cristiano, sino ¡ama a la Iglesia Católica y conócela! profundiza la doctrina, Vive santamente, ama a la Santísima Virgen y a los Santos, cumple con tus deberes y no te guíes por la masa que ha perdido los valores y así serás verdadero cristiano.

Sor Clotilde Garcia Espejel.



jueves, 31 de octubre de 2013

Por la señal de la Santa Cruz (catequesis).

POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ


El mundo, "super civilizado", de hoy es totalmente contradictorio y absurdo, niega en honor a su "ciencia" muchas verdades de la Fe, entre otras, la existencia del demonio, y sí, en cambio, cree y vive lleno de supersticiones como el horóscopo, el tarót, el espiritismo, la adivinación, en fin múltiples supercherías. El hombre desconoce a La Providencia Divina y el Libre Albedrío y pone su fe y su confianza en la suerte y la casualidad.

Y en ese ambiente de falsedades y contradicciones ha olvidado, no sólo  los auténticos valores, sino a los grandes enemigos del hombre: EL MUNDO, EL DEMONIO y la CARNE; así como la poderosa forma de combatirlos: la ORACIÓN, y la SEÑAL DE LA CRUZ .

Conocemos, por nuestras misiones, los grandes problemas de la humanidad: sobre todo de las familias donde se vive el disimulo, las malas convicciones, las divisiones, las riñas, las envidias, el ocio, la venganza... ¡Nada de caridad cristiana! Todo fundado, nacido de la soberbia.

Diariamente somos informados de terribles y trágicos asaltos donde mueren personas inocentes, padres de familia... en manos de cobardes criminales sin escrúpulos. Crímenes realizados por dinero, bajas pasiones y de tal forma ejecutados que el riquísimo idioma castellano, ya no tiene adjetivos para calificarlos.

Violencia, vicios, inmoralidades, etc. y, desde luego, todos hacemos angustiosos comentarios; pero nadie percibimos los motivos ni hacemos nada para detener al demonio quien, a través de los hombres empedernidos en el mal, se hace manifiesto en tan brutales acciones.

El hombre ha dejado a Dios o tiene un dios a su manera, y sólo busca el placer, el poder y el dinero, no le importa el ser, sino el tener para satisfacer su propio yo.

¡HERMANOS!, ayudemos a parar esta fuerza devastadora de maldades, crímenes, orgías, templos satánicos, supersticiones e impiedad, rezando y usando de la Santa Cruz, no como un talismán o algo mágico; sino con la Fe en la Cruz que es, no sólo la insignia y Señal del cristiano, sino que lo es porque fue el objeto que usó Cristo Nuestro Señor para redimirnos y que entregó al mundo para que no olvidara su origen y su destino dándole con su muerte una fuerza incomparable contra el mundo, el demonio y la carne.

Si Cristo, muriendo en la Cruz nos arrebató del poder de la tinieblas, con mayor razón podrá con ella, salvamos de todo peligro de alma y de cuerpo.

Limitemos, con ella, la maldad del hombre contra el hombre; del prójimo contra el prójimo; del hermano contra el hermano.

Persignémonos siempre que nos sea posible.

La Santa Cruz es la Insignia o Señal del cristiano, es el estandarte que  representa al pueblo católico, mas no es un frío estandarte, sino una brillante Cruz que nos invita al sacrificio, a la renuncia y nos defiende del enemigo.

"Eres Árbol hermoso y resplandeciente adornado con la púrpura del Rey ... Bienaventurada eres porque en tus brazos estuvo sostenido el precio del mundo... Ninguna selva produce un Árbol tan hermoso por sus flores y sus frutos ..." De esta manera divina, profunda, trascendente y poética se expresa la Iglesia sobre la Santa Cruz.

El gran San Juan Crisóstomo dice: "La Cruz es magnificencia de los Reyes, escudo perfecto, libertad de los esclavos... gloria de los mártires ... fundamento de la Iglesia".

La Santa Cruz es Insignia y Señal del Cristiano por que Cristo, Dios y Hombre verdadero, la eligió para redimirnos y porque, al persignarnos confesamos el fundamental y bellísimo Misterio de la Santísima Trinidad, el Misterio de la Redención y con él el Misterio de la Encarnación.

Confesamos el misterio de la Santísima Trinidad, cuando decimos: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", confesando al mismo tiempo su Unidad, pues no decimos en los nombres, sino en el Nombre y las tres cruces al signarnos manifiestan a las Tres Personas de la Santísima Trinidad.

Confesamos el Misterio de la Redención, porque usamos de la Cruz donde fuimos redimidos, y, de algún modo, se nos hace presente el Misterio de la Encarnación; ya que no podemos concebir la Redención sin la presencia de La Segunda Persona de la Santísima Trinidad que bajó del Cielo y tomó nuestra naturaleza humana en el vientre virginal de la Santísima Virgen.

Además la Cruz es nuestro consuelo, pues consideramos que nuestros sufrimientos sólo son un remedo de los de Cristo en la Cruz  que antes El padeció por nosotros. Añadiendo que la Cruz Santa nos marca nuestro destino eterno: El Cielo.

Una niña protestante dijo cierto día la a su padre: 

- no puedo ver a Enrique VIII.
- ¿Y por qué? 
- porque nos quitó los crucifijos, 
- ¿Cómo? ¿Ya te has vuelto papista?
- No Papá
- ¿Tu aya te ha metido eso en la cabeza? 
- No, nada me ha dicho.
- ¿Pues de dónde has sacado esas ideas?
- Mira papá: el otro día estaba yo muy triste y quería consolarme. Fui a buscar   a mamá, pero estaba      en cama, enferma, tu habías salido a la calle y yo no podía consolarme contigo. En esto, pasando por    la sala vi tu retrato, lo cogí, lo abracé, lo besé; ya con esto se me quitó la tristeza. Con mayor razón      ha de consolarnos la imagen de Cristo que es nuestro Padre. ¿Por qué razón sólo los papistas han de      tener el retrato de Cristo para consolarse? Yo lo quiero tener.
  

El corazón del padre no pudo resistir a tan tierna súplica y a pesar de ideas, compró un crucifijo, lo adornó y lo regaló a su hija. Poco después la niña se hizo católica y, posteriormente sus padres.

Usamos la Santa Cruz, signándonos y santigüándonos y persignándonos: 
a) siqnándonos, cuando hacemos tres cruces con la mano derecha: la primera en la    frente diciendo: 
   "por la señal de la Santa Cruz'; la segunda en la boca diciendo: "de nuestros enemigos" y la tercera en 
    el pecho diciendo: "líbranos, Señor, Dios nuestro",
b) Santiguándonos, haciendo una cruz con la mano derecha extendida y llevándola a la frente diciendo       ti en el nombre del Padre, se baja al pecho y se dice y del Hijo y del hombro izquierdo al derecho 
    diciendo "y del Espíritu Santo"  Amén.
c) Persignándonos que no es otra cosa que signarse y santiguarse conjuntamente.

Hemos de usar la señal de la Cruz al levantarnos, al acostarnos y al salir de nuestra casa, al volver a ella, al empezar cualquier trabajo, al ser tentados por el maligno movidos al mal por nuestra propia concupiscencia, en cualquier peligro que aceche al alma o al cuerpo y siempre que podamos hacerlo y será gran remedio contra tanto mal que hay en el mundo.

Si Cristo venció por la Cruz, nosotros triunfemos con ella. Hagamos la Cruz con Fe, con profundidad, y así nuestra Esperanza será fortificada y nuestra Caridad encendida y abrazada en el amor de Dios. San Benito iba a ser envenenado por uno de los jóvenes a quienes había reprendido, pero San Benito hizo la señal de la Cruz en la sopa antes de tomarla y ésta estalló derramándose así el veneno.

Fue Cristo nuestro Señor quien nos enseñó las palabras usadas para santiguarse, otros afirman que la forma también fue enseñada por El. Pues dice Nicéforo, que San Juan Evangelista usó la forma y las palabras de santiguarse para morir. (Catecismo de Ripalda por el padre Luis Vega, S.J.).

Los Católicos llevamos la mano derecha extendida de izquierda a derecha para signarnos porque pasamos de las tinieblas a la luz.

Ten un crucifijo en tu recámara o dormitorio y hónralo con tu buena conducta. Ojalá llevaras en tu pecho una cruz que te recordara que eres cristiano y que debes vivir como tal y finalmente persígnate siempre que te sea posible sin fanatismos ni exhibicionismos.


Sor Clotilde García Espejel, E.D.

martes, 29 de octubre de 2013

¿Cuál es tu nombre? (catequesis).

¿Cuál es tu nombre?



A medida que la Iglesia se fue extendiendo, fue estableciendo la costumbre de imponer un nuevo nombre en el Bautismo. En aquellos albores se bautizaba dejando, comúnmente, el nombre pagano al bautizado; así tenemos estos ejemplos en Tertuliano, Orígenes, Ambrosio, - que después sería San Ambrosio - quienes, entre otros muchos, conservaron sus nombres paganos. No fue fácil y, quizá ni conveniente, que quienes abrazaban el cristianismo cambiasen de nombre.


Después que algunos adoptaron nombres del Antiguo Testamento comenzaron a brillar en el firmamento de la Iglesia. Los Héroes de la Fe en este Nuevo Testamento. Ciertos Obispos, indudablemente iluminados por Dios, propusieron formalmente substituir el nombre de origen pagano, por el de algún Santo, con el fin de distinguirse como cristianos, de comprometerse y estimularse a imitar al Santo de su Nombre y recibir una particular protección del Santo cuyo nombre había sido escogido. Sabia proposición que fue aceptada por la Santa Iglesia y adoptada universalmente. Hoy nos la recuerda el Ritual Romano y nos la propone el Santoral.

Hemos escuchado también nombres de virtudes como la Fe, la Esperanza, y la Caridad, que después fueron santificados por el Martirio de sus poseedoras. Es que desde aquellos tiempos ya se elegían estas virtudes con el deseo de su práctica; también hechos milagrosos llegaban a convertirse en nombres; por
ejemplo, sucedió a la hija de cierto Tribuno Nemesio, que, al ser bautizada, recobró la vista y llamáronla "Lucila", que quiere decir "Lucesita" o luz pequeña.

No hemos de olvidar que los Catecúmenos en espera de ser bautizados durante la Vigilia Pascual, enviaban sus nombres al Obispo en la cuarta semana de Cuaresma, aunque a veces tocaba a los Obispos escogerlo. Posteriormente se dejó la responsabilidad de elegir nombre a los padres y padrinos.

La Santa Madre Iglesia, cuya misión en la tierra es conducir a los hombres victoriosamente en la Vida Eterna, sufre profundamente al contemplar, no solamente la indiferencia: sino el mismo desprecio por los nombres cristianos, los cuales van siendo substituídos por otros que nada tienen que ver con el cristianismo.

Pues entre tantos cambios negativos que el hombre ha sufrido, sobre todo en el campo religioso, está el de la imposición del nombre en el Bautismo. Parce intranscendente y, sin embargo, es vital en la vida del católico. Esto se debe a la inversión de los grandes y fundamentales valores y a veces a la aniquilación de los mismos, que nos ha conducido a la impiedad, a la petulancia, a la barbarie... De aquí que, en la actualidad no importe la esencia, el contenido, los beneficios del nombre ni las obligaciones que nos impone el bien terreno para conducirnos al Bien Eterno. No. Ahora se busca en todo la apariencia, lo que suene; y en los nombres, además, se prefieren los de artistas famosos que muchas veces son pseudónimos que esconden una vida escandalosa, nombres sin sentido; y si el nombre es extranjero ... ¡oh! ¡mucho mejor! ¡Pobre humanidad, tan vacía y superficial!

Hermanos católicos: Lo que importa del nombre del cristiano es que sea eso: ¡Cristiano!, para que se distinga, se comprometa y sienta una perenne protección de su santo y al final, éste lo lleve a la Vida Eterna.

Sabemos los católicos que el Bautismo es un nacimiento espiritual a la vida de la Gracia. Por eso, al salir de las tinieblas del pecado original a la luz de la Vida Sobrenatural: al recibir la Gracia Santificante que nos hace hijos de Dios y herederos de su gloria, es menester dar una vida nueva y nombre nuevo que signifique de alguna manera lo que hemos recibido.

El mismo Dios nos lo enseña al renovar su Alianza con Abraham; y los leemos en el cap. XVII del Génesis: "Cambió el nombre de Abram 'Padre Excelso', por el de Abraham, esto es, 'Padre de excelsa muchedumbre'; y el de Saray: 'Señora mía', por el de Sara: 'Señora o Princesa de muchas naciones'. En el Nuevo Testamento vemos a Nuestro Señor Jesucristo cambiar el nombre a Simón hijo de Juan, por el de 'Pedro' , que significa 'Piedra', ante la perspectiva de constituirlo después como la 'Piedra Fundamental de su Iglesia' (Jn.I-42).

Al imponernos el nombre de un santo, implícitamente tenemos la obligación de conocerlo, imitar sus virtudes, amarlo y honrarlo. Nos trae grandes bienes, ya que contamos con su protección, pues la Iglesia nos encomienda a ellos y los nombra nuestros abogados, intercesores y protectores; además, es un honor llevar el nombre de seres que alcanzaron en la tierra la máxima altura a la que' puede llegar un hombre en este mundo y escalaron con éxito las cumbres de la Vida Eterna.

En cambio, los nombres obscenos, ridículos y los de dioses paganos, los que se hicieron célebres por la impiedad de los perversos, los profanos, repugnan al sentido cristiano que se ha profesado. Este es contrario a lo que estos nombres significan y admitirlos, es, de algún modo, admitir lo que de malo entrañan, es poner lo indigno como estigma a una criatura excelsa. Sólo con nombre de un Santo podemos significar que al bautizarnos renuncia el alma a su primer poseedor (el demonio) para entregarse a su verdadero Dueño: Jesucristo.

¿Queremos una vida mejor? no nos desliguemos de lo sobrenatural. Ante un mundo lleno de peligros de vicios, de impiedad, de soledades, de vacío de Dios. No esperemos que resplandezca la virtud, porque ésta sólo germina y crece en un ambiente divino. ¿Cómo queremos que en un mundo donde todo es dios, menos el mismo Dios, se encuentre la paz, la serenidad, el amor? No sólo hemos naturalizado todo, sino profanado, desde el desligar al bautizado de un nombre que lo lleve a Dios, hasta la más vil apostasía.

Si tú, que lees esto. tienes aún nombre cristiano, procura conocer la vida de tu santo o santa, imítalo, tómalo como protector o protectora, confía y ama, y vivirás entonces la verdadera Comunión de los Santos, que es la unión sobrenatural de la Iglesia Triunfante (Los Bienaventurados del Cielo), la Iglesia Purgante (Animas Benditas del Santo Purgatorio) y la Iglesia Militante que somos todos los bautizados que aún militamos en este Valle por conquistar el Reino de los Cielos.



Sor Clotilde García Espejel.


jueves, 24 de octubre de 2013

Padre nuestro (final).

7a.-"Mas Líbranos del Mal": Pedimos nos libre del Demonio, del infierno y de casos desastrosos.

Del Demonio: "El Demonio es la causa y verdadero principio de todos nuestros males". (San Cipriano Homil XIX in Mat.) "Ponemos al fin: líbranos del mal, abarcando todos los males que contra nosotros promueve el enemigo de este mundo". (San Cipriano In Orat. Dom.).

Aquí no pedimos; como en la anterior, nos libre del demonio. en cuanto que es causa de tentación, sino en cuanto lo es de otros muchos males a quien llamamos "mal" por ser autor de nuestras culpas y verdugo de nuestras pasiones. (Catecismo Romano).

Del Infierno: el mal de los males, el único capaz de quitarnos para siempre la Felicidad Eterna del Bien Sumo para el cual hemos nacido.

En la otra vida del Purgatorio, el cual, aunque es una segunda tabla de salvación, dilata al alma su bienaventuranza y a Dios la gloria. De casos especiales: con respecto al entendimiento cuando confundimos al bien con el mal; de la voluntad, cuando es débil o sigue su mala inclinación.

Otra clase de males: muerte repentina, inundaciones, quemazones, calumnias, cárceles, etc.

Por lo que respecta a las enfermedades, pobreza y toda clase de circunstancias que nos provoquen o, mejor dicho, nos lleven de la mano al dolor, al sufrimiento, sólo podemos llamarles males, tanto cuanto son fruto del pecado, resultado del desequilibrio que nuestros Primeros Padres ocasionaron al pecar, que por lo demás vistos sobrenaturalmente, si sabemos comprenderlos veremos que son Bienes, fuente
de provisiones espirituales para la Santidad. Sepamos decirle al Padre Eterno identificados con Nuestro Redentor y en unión de El: "Si es posible pase de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya" (Luc. XXII-42).

Nuestro Señor siempre nos librará, pero no como nosotros queremos, de manera imperfecta, quitándonos toda clase de sufrimiento sino de manera perfecta, quitándonos lo que podría perdemos y dejándonos lo que ha de enaltecernos sobrenaturalmente: aunque a nuestros ojos todo parezca inverso e inexplicable. Podemos asegurar que es de Fe que todo lo que pidamos a Dios será escuchado y concedido: "Y todo cuanto con Fe pidiereis en la oración, lo recibiréis" (Mat. XXI-22).

Meditemos largamente esta reconvención de Cristo: "Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido" (Juan XVI·24).



A M E N    A S Í    S E A

Sor Clotilde García Espejel, E.D.

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También los invitamos a leer el blog "Aprende religión con el Padre Manuel Robledo" ( http://pmanuelrobledo.blogspot.mx/ ) con catequesis y textos del P. Manuel Robledo Gutiérrez.



lunes, 21 de octubre de 2013

Padre nuestro (cont).

5a.-"Y Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Todo lo que a otro o a otros debemos en Justicia, se llama deuda y con nuestro Creador somos una entera deuda: le debemos la existencia; le debemos todo lo que somos, todo lo que tenemos; sin embargo, al pedírle que nos perdone nuestras deudas, no le pedimos que nos perdone lo antes mencionado, que a cambio de eso hemos de darle honor, servicio y amor; sino el perdón de nuestros pecados: "Y perdónanos nuestros pecados" (Luc, XI-4). Pedimos perdón por los pecados cometidos mediante los cuales contraemos deuda de culpa y deuda de pena: a) deuda de culpa, consiste en la ofensa que hacemos a Dios quebrantando su divina Ley; lo cual nos atrae la ira de Dios; y deuda nuestra es quitarle lo airado contra nosotros mediante el arrepentimiento y la reconciliación en la confesión de nuestros pecados y el dolor de haberle ofendido. b) Deuda de pena, en el derecho que ante nuestra ofensa, tiene el Señor para castigamos y toca también a nosotros con penitencias, sacrificios, aceptación de penas y enfermedades pagar esta deuda. ¿Qué pedimos con respecto a estas dos, deudas la una de culpa y la otra de pena? Pedimos: a) Que nos regale su gracia para lograr un verdadero arrepentimiento y que movido por nuestro arrepentimiento, nos perdone nuestras culpas, b) que perdonada la culpa, nos perdone también el castigo.

Estas deudas no sólo se contraen por el pecado mortal, sino también por el venial que, aunque es menor la gravedad, no deja de ser ofensivo a Dios y entristecer su corazón amante que ve que, incluso sus allegados, son infieles y tibios.

"Perdónanos". Porque esta bellísima Oración nos va enseñando a pedir no sólo perdón para nosotros, sino perdón para todos nuestros hermanos e incluso para aquellos que no quieren o no saben pedirlo: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen", (Luc, XXIII-34) "Perdónales Señor esta culpa o; si no lo haces, bórrame a mí de tu Libro que has escrito", clamaba Moisés por su pueblo. (Ex. XXXII-31-32), porque nuestros hermanos no se pierdan, sino que se arrepientan y vivan. Al decir perdónanos, hemos de pensar con profundo celo en la Gloria de Dios y el bien de las almas; con una petición llena de caridad, Dios no sólo, nos concederá el perdón de nuestros pecados, sino la aceptación de nuestras pobres súplicas, acciones y sufrimientos por la remisión de los pecados de nuestros hermanos.

Del mismo modo, en esta petición pedimos por las almas del purgatorio, quienes después de pagada su culpa irán al Cielo.

b)"Nuestras Deudas": .tenemos conciencia, de nuestra responsabilidad: "Sí decimos que no tenemos pecados, nos engañamos" (I Juan 1.8). Nada tan perjudicial para nuestras almas como no reconocer nuestras maldades y miserias, jamás tendremos corrección ni haremos penitencia, si no reconocemos que somos pecadores.

Además, decimos "nuestras" porque siendo el Universo creado en perfecta armonía, armonía que encontramos esencialmente en la humanidad; nuestras faltas, las de ellos, trascienden hacia una y otra parte de manera directa e indirecta, lesionando espiritualmente el ser humano ya sea por el mal ejemplo, ya sea por el desequilibrio que sufre la creación que fue creada en perfecta unidad y armonía; pero fundamentalmente por el desorden universal que produjo el pecado del primer hombre, así como el castigo que por este primer hombre recae en la humanidad entera.

c) "Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores": "El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso tomar cuenta a sus servidores. Habiendo empezado a tomarlas, le fue presentado un servidor que le debía diez mil talentos, y como no tuviese con qué pagar. mandó su Señor que fuesen vendidos él y su mujer y sus hijos con toda su hacienda para pagar así la deuda. Entonces el criado arrojándose a
sus pies, le rogaba diciendo: "Ten un poco de paciencia, que yo te lo pagaré todo" movido el Señor a compasión, le dio por libre y aún le perdonó la deuda.

Apenas salió este criado de la presencia del Señor, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y cogiéndole por la garganta le ahogaba diciendo: "paga lo que me debes". El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten un poco de paciencia conmigo que yo te lo pagaré todo". El no obstante, no quiso escucharlo, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagase lo que le debía. Al ver los otros criados, compañeros suyos lo que pasaba, se contristaron en extremo y fueron a contar a su Señor lo sucedido, entonces le llamó su Señor y le dijo: "Oh criado inicuo, yo te perdoné toda la deuda porque lo suplicaste, ¿No era pues justo, que tú también tuvieses compasión de tu compañero, como yo la tuve de tí? Irritado el Señor le entregó en manos de los verdugos para ser atormentado hasta tanto que satisfaciese la deuda por entero".

"Así se portará mi Padre Celestial con vosotros si no perdonáis de Corazón a vuestros hermanos". (San Mateo, XVIII-23-35).

Estamos pidiendo a Dios Nuestro Señor que nos perdone como nosotros perdonamos, y hay que preguntarse: ¿por qué decimos a Dios que nos perdone tomando como medida nuestro perdón? Parece
que tentamos a Dios, la misma perfección, al decirle que su perdón hacia mí, sea la medida del que creatura imperfecta, les doy a los otros; sin embargo, no es así, sino más bien que Nuestro señor Jesucristo quiso comprometemos a un perdón proporcionalmente igual, es decir, tomando en cuenta nuestra limitación hemos de dar un perdón íntegro y constante, sin olvidar que si usamos de generosidad, de comprensión, de misericordia; El también será para con nosotros generoso, comprensivo, misericordioso.

Pero es necesario saber perdonar. En el fondo siempre es el mismo perdón: en la forma, varía por circunstancias: a) en el fondo, el perdón nos lleva a disculpar, a olvidar cualquier ofensa; nada de que "yo perdono, pero jamás olvido", el no olvidar significa conservar dentro, en el fondo un secreto rencor que con su calor iría encendiéndose hasta convertirse en ardiente odio que no pararía hasta la venganza.
Una vez que hemos sido ofendidos, hay que buscar y encontrar el bíén espiritual que la ofensa nos atrae y después perdonar, deseando que Dios perdone al que nos ha herido. A veces el alma se resiste y piensa que no ha perdonado porque no siente interiormente gusto al perdonar. ¡No! Aunque por dentro nuestra naturaleza reclame su derecho natural, impongamos sobre ella el Amor sobrenatural y pidamos siempre por el bien espiritual y corporal de quienes nos hayan ofendido, de quienes se consideren nuestros enemigos. Esto es cumplir el mandato del Señor: "amad a vuestros enemigos". (Mat, V-44).

El cristiano no fulmina jamás la venganza contra un enemigo, será la mejor señal de perdón. Y cuando los veamos sufrir jamás pensemos con ira o desprecio que están pagando lo que nos han hecho y menos aún alegrarnos. Y, si hacemos una consideración tranquila con respecto a que su sufrimiento, cualquiera que sea, es castigo de Dios, sea con paz y para considerar que todo aquello que hagamos tiene su premio o castigo. Tendámosles siempre la mano cuando lo necesiten: "... haced el bien a los que os aborrecen" (Mat. V-44).

Si nosotros así perdonamos, Dios irá dando a nuestra alma el gusto por el perdón y encontraremos en él una verdadera delicia.

b) El verdadero perdón no quita que, a veces, sea necesario y hasta obligatorio castigar, corregir con tal de que en esto haya fondo sobrenatural. Es lícito luchar porque nos devuelvan lo que injustamente nos han arrebatado, sin embargo, si a pesar de todo nos toca perder recordemos al Santo Job: "Dios me lo díó, Dios me lo quitó", y valiente y noblemente perdonar.

Nuestro Señor quiere que el perdón vuelva a unirnos y muchas veces podremos hacerlo. Otras no será posible: la experiencia nos enseña que a ciertas gentes hay que perdonarlas, pero estar muy lejos de ellas, ya que ellas no están dispuestas a vivir en paz, y la paz social no depende de una persona, sino de dos o varias. Otras hay que, aun tratándolas con la mayor benevolencia y caridad, responden con calumnias, ataques y maldades. A esas también hay que perdonarlas setenta veces siete, siempre; pero alejarlas y alejarse y pedir con instancia porque se arrepientan: "Orad por los que os persiguen y calumnian" (Mat. V-44). Corregir, y a veces, con demasiada energía, con tal de que sea razonable y justo, no indica falta de perdón. Sepamos perdonar, sepamos hacer uso del perdón; no olvidemos que la bondad equivocada da como fruto, en los otros, la maldad.

Sepamos perdonar, en nuestra limitada naturaleza, como nos lo pide el mismo Dios, pero no confundamos la virtud del perdón con el sentimentalismo, la pasión el consentimiento, debilidad y propias Conveniencias. Nuestro perdón ha de ser objetivo, universal, sobrenatural, etc, el cual agradará a Dios, convertirá a nuestros hermanos y nos dará la dulce paz en esta vida y en la hora de nuestra muerte, en que hallaremos la respuesta: "Perdonad y seréis perdonados" (Luc. VI-37).