jueves, 31 de octubre de 2013

Por la señal de la Santa Cruz (catequesis).

POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ


El mundo, "super civilizado", de hoy es totalmente contradictorio y absurdo, niega en honor a su "ciencia" muchas verdades de la Fe, entre otras, la existencia del demonio, y sí, en cambio, cree y vive lleno de supersticiones como el horóscopo, el tarót, el espiritismo, la adivinación, en fin múltiples supercherías. El hombre desconoce a La Providencia Divina y el Libre Albedrío y pone su fe y su confianza en la suerte y la casualidad.

Y en ese ambiente de falsedades y contradicciones ha olvidado, no sólo  los auténticos valores, sino a los grandes enemigos del hombre: EL MUNDO, EL DEMONIO y la CARNE; así como la poderosa forma de combatirlos: la ORACIÓN, y la SEÑAL DE LA CRUZ .

Conocemos, por nuestras misiones, los grandes problemas de la humanidad: sobre todo de las familias donde se vive el disimulo, las malas convicciones, las divisiones, las riñas, las envidias, el ocio, la venganza... ¡Nada de caridad cristiana! Todo fundado, nacido de la soberbia.

Diariamente somos informados de terribles y trágicos asaltos donde mueren personas inocentes, padres de familia... en manos de cobardes criminales sin escrúpulos. Crímenes realizados por dinero, bajas pasiones y de tal forma ejecutados que el riquísimo idioma castellano, ya no tiene adjetivos para calificarlos.

Violencia, vicios, inmoralidades, etc. y, desde luego, todos hacemos angustiosos comentarios; pero nadie percibimos los motivos ni hacemos nada para detener al demonio quien, a través de los hombres empedernidos en el mal, se hace manifiesto en tan brutales acciones.

El hombre ha dejado a Dios o tiene un dios a su manera, y sólo busca el placer, el poder y el dinero, no le importa el ser, sino el tener para satisfacer su propio yo.

¡HERMANOS!, ayudemos a parar esta fuerza devastadora de maldades, crímenes, orgías, templos satánicos, supersticiones e impiedad, rezando y usando de la Santa Cruz, no como un talismán o algo mágico; sino con la Fe en la Cruz que es, no sólo la insignia y Señal del cristiano, sino que lo es porque fue el objeto que usó Cristo Nuestro Señor para redimirnos y que entregó al mundo para que no olvidara su origen y su destino dándole con su muerte una fuerza incomparable contra el mundo, el demonio y la carne.

Si Cristo, muriendo en la Cruz nos arrebató del poder de la tinieblas, con mayor razón podrá con ella, salvamos de todo peligro de alma y de cuerpo.

Limitemos, con ella, la maldad del hombre contra el hombre; del prójimo contra el prójimo; del hermano contra el hermano.

Persignémonos siempre que nos sea posible.

La Santa Cruz es la Insignia o Señal del cristiano, es el estandarte que  representa al pueblo católico, mas no es un frío estandarte, sino una brillante Cruz que nos invita al sacrificio, a la renuncia y nos defiende del enemigo.

"Eres Árbol hermoso y resplandeciente adornado con la púrpura del Rey ... Bienaventurada eres porque en tus brazos estuvo sostenido el precio del mundo... Ninguna selva produce un Árbol tan hermoso por sus flores y sus frutos ..." De esta manera divina, profunda, trascendente y poética se expresa la Iglesia sobre la Santa Cruz.

El gran San Juan Crisóstomo dice: "La Cruz es magnificencia de los Reyes, escudo perfecto, libertad de los esclavos... gloria de los mártires ... fundamento de la Iglesia".

La Santa Cruz es Insignia y Señal del Cristiano por que Cristo, Dios y Hombre verdadero, la eligió para redimirnos y porque, al persignarnos confesamos el fundamental y bellísimo Misterio de la Santísima Trinidad, el Misterio de la Redención y con él el Misterio de la Encarnación.

Confesamos el misterio de la Santísima Trinidad, cuando decimos: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", confesando al mismo tiempo su Unidad, pues no decimos en los nombres, sino en el Nombre y las tres cruces al signarnos manifiestan a las Tres Personas de la Santísima Trinidad.

Confesamos el Misterio de la Redención, porque usamos de la Cruz donde fuimos redimidos, y, de algún modo, se nos hace presente el Misterio de la Encarnación; ya que no podemos concebir la Redención sin la presencia de La Segunda Persona de la Santísima Trinidad que bajó del Cielo y tomó nuestra naturaleza humana en el vientre virginal de la Santísima Virgen.

Además la Cruz es nuestro consuelo, pues consideramos que nuestros sufrimientos sólo son un remedo de los de Cristo en la Cruz  que antes El padeció por nosotros. Añadiendo que la Cruz Santa nos marca nuestro destino eterno: El Cielo.

Una niña protestante dijo cierto día la a su padre: 

- no puedo ver a Enrique VIII.
- ¿Y por qué? 
- porque nos quitó los crucifijos, 
- ¿Cómo? ¿Ya te has vuelto papista?
- No Papá
- ¿Tu aya te ha metido eso en la cabeza? 
- No, nada me ha dicho.
- ¿Pues de dónde has sacado esas ideas?
- Mira papá: el otro día estaba yo muy triste y quería consolarme. Fui a buscar   a mamá, pero estaba      en cama, enferma, tu habías salido a la calle y yo no podía consolarme contigo. En esto, pasando por    la sala vi tu retrato, lo cogí, lo abracé, lo besé; ya con esto se me quitó la tristeza. Con mayor razón      ha de consolarnos la imagen de Cristo que es nuestro Padre. ¿Por qué razón sólo los papistas han de      tener el retrato de Cristo para consolarse? Yo lo quiero tener.
  

El corazón del padre no pudo resistir a tan tierna súplica y a pesar de ideas, compró un crucifijo, lo adornó y lo regaló a su hija. Poco después la niña se hizo católica y, posteriormente sus padres.

Usamos la Santa Cruz, signándonos y santigüándonos y persignándonos: 
a) siqnándonos, cuando hacemos tres cruces con la mano derecha: la primera en la    frente diciendo: 
   "por la señal de la Santa Cruz'; la segunda en la boca diciendo: "de nuestros enemigos" y la tercera en 
    el pecho diciendo: "líbranos, Señor, Dios nuestro",
b) Santiguándonos, haciendo una cruz con la mano derecha extendida y llevándola a la frente diciendo       ti en el nombre del Padre, se baja al pecho y se dice y del Hijo y del hombro izquierdo al derecho 
    diciendo "y del Espíritu Santo"  Amén.
c) Persignándonos que no es otra cosa que signarse y santiguarse conjuntamente.

Hemos de usar la señal de la Cruz al levantarnos, al acostarnos y al salir de nuestra casa, al volver a ella, al empezar cualquier trabajo, al ser tentados por el maligno movidos al mal por nuestra propia concupiscencia, en cualquier peligro que aceche al alma o al cuerpo y siempre que podamos hacerlo y será gran remedio contra tanto mal que hay en el mundo.

Si Cristo venció por la Cruz, nosotros triunfemos con ella. Hagamos la Cruz con Fe, con profundidad, y así nuestra Esperanza será fortificada y nuestra Caridad encendida y abrazada en el amor de Dios. San Benito iba a ser envenenado por uno de los jóvenes a quienes había reprendido, pero San Benito hizo la señal de la Cruz en la sopa antes de tomarla y ésta estalló derramándose así el veneno.

Fue Cristo nuestro Señor quien nos enseñó las palabras usadas para santiguarse, otros afirman que la forma también fue enseñada por El. Pues dice Nicéforo, que San Juan Evangelista usó la forma y las palabras de santiguarse para morir. (Catecismo de Ripalda por el padre Luis Vega, S.J.).

Los Católicos llevamos la mano derecha extendida de izquierda a derecha para signarnos porque pasamos de las tinieblas a la luz.

Ten un crucifijo en tu recámara o dormitorio y hónralo con tu buena conducta. Ojalá llevaras en tu pecho una cruz que te recordara que eres cristiano y que debes vivir como tal y finalmente persígnate siempre que te sea posible sin fanatismos ni exhibicionismos.


Sor Clotilde García Espejel, E.D.

martes, 29 de octubre de 2013

¿Cuál es tu nombre? (catequesis).

¿Cuál es tu nombre?



A medida que la Iglesia se fue extendiendo, fue estableciendo la costumbre de imponer un nuevo nombre en el Bautismo. En aquellos albores se bautizaba dejando, comúnmente, el nombre pagano al bautizado; así tenemos estos ejemplos en Tertuliano, Orígenes, Ambrosio, - que después sería San Ambrosio - quienes, entre otros muchos, conservaron sus nombres paganos. No fue fácil y, quizá ni conveniente, que quienes abrazaban el cristianismo cambiasen de nombre.


Después que algunos adoptaron nombres del Antiguo Testamento comenzaron a brillar en el firmamento de la Iglesia. Los Héroes de la Fe en este Nuevo Testamento. Ciertos Obispos, indudablemente iluminados por Dios, propusieron formalmente substituir el nombre de origen pagano, por el de algún Santo, con el fin de distinguirse como cristianos, de comprometerse y estimularse a imitar al Santo de su Nombre y recibir una particular protección del Santo cuyo nombre había sido escogido. Sabia proposición que fue aceptada por la Santa Iglesia y adoptada universalmente. Hoy nos la recuerda el Ritual Romano y nos la propone el Santoral.

Hemos escuchado también nombres de virtudes como la Fe, la Esperanza, y la Caridad, que después fueron santificados por el Martirio de sus poseedoras. Es que desde aquellos tiempos ya se elegían estas virtudes con el deseo de su práctica; también hechos milagrosos llegaban a convertirse en nombres; por
ejemplo, sucedió a la hija de cierto Tribuno Nemesio, que, al ser bautizada, recobró la vista y llamáronla "Lucila", que quiere decir "Lucesita" o luz pequeña.

No hemos de olvidar que los Catecúmenos en espera de ser bautizados durante la Vigilia Pascual, enviaban sus nombres al Obispo en la cuarta semana de Cuaresma, aunque a veces tocaba a los Obispos escogerlo. Posteriormente se dejó la responsabilidad de elegir nombre a los padres y padrinos.

La Santa Madre Iglesia, cuya misión en la tierra es conducir a los hombres victoriosamente en la Vida Eterna, sufre profundamente al contemplar, no solamente la indiferencia: sino el mismo desprecio por los nombres cristianos, los cuales van siendo substituídos por otros que nada tienen que ver con el cristianismo.

Pues entre tantos cambios negativos que el hombre ha sufrido, sobre todo en el campo religioso, está el de la imposición del nombre en el Bautismo. Parce intranscendente y, sin embargo, es vital en la vida del católico. Esto se debe a la inversión de los grandes y fundamentales valores y a veces a la aniquilación de los mismos, que nos ha conducido a la impiedad, a la petulancia, a la barbarie... De aquí que, en la actualidad no importe la esencia, el contenido, los beneficios del nombre ni las obligaciones que nos impone el bien terreno para conducirnos al Bien Eterno. No. Ahora se busca en todo la apariencia, lo que suene; y en los nombres, además, se prefieren los de artistas famosos que muchas veces son pseudónimos que esconden una vida escandalosa, nombres sin sentido; y si el nombre es extranjero ... ¡oh! ¡mucho mejor! ¡Pobre humanidad, tan vacía y superficial!

Hermanos católicos: Lo que importa del nombre del cristiano es que sea eso: ¡Cristiano!, para que se distinga, se comprometa y sienta una perenne protección de su santo y al final, éste lo lleve a la Vida Eterna.

Sabemos los católicos que el Bautismo es un nacimiento espiritual a la vida de la Gracia. Por eso, al salir de las tinieblas del pecado original a la luz de la Vida Sobrenatural: al recibir la Gracia Santificante que nos hace hijos de Dios y herederos de su gloria, es menester dar una vida nueva y nombre nuevo que signifique de alguna manera lo que hemos recibido.

El mismo Dios nos lo enseña al renovar su Alianza con Abraham; y los leemos en el cap. XVII del Génesis: "Cambió el nombre de Abram 'Padre Excelso', por el de Abraham, esto es, 'Padre de excelsa muchedumbre'; y el de Saray: 'Señora mía', por el de Sara: 'Señora o Princesa de muchas naciones'. En el Nuevo Testamento vemos a Nuestro Señor Jesucristo cambiar el nombre a Simón hijo de Juan, por el de 'Pedro' , que significa 'Piedra', ante la perspectiva de constituirlo después como la 'Piedra Fundamental de su Iglesia' (Jn.I-42).

Al imponernos el nombre de un santo, implícitamente tenemos la obligación de conocerlo, imitar sus virtudes, amarlo y honrarlo. Nos trae grandes bienes, ya que contamos con su protección, pues la Iglesia nos encomienda a ellos y los nombra nuestros abogados, intercesores y protectores; además, es un honor llevar el nombre de seres que alcanzaron en la tierra la máxima altura a la que' puede llegar un hombre en este mundo y escalaron con éxito las cumbres de la Vida Eterna.

En cambio, los nombres obscenos, ridículos y los de dioses paganos, los que se hicieron célebres por la impiedad de los perversos, los profanos, repugnan al sentido cristiano que se ha profesado. Este es contrario a lo que estos nombres significan y admitirlos, es, de algún modo, admitir lo que de malo entrañan, es poner lo indigno como estigma a una criatura excelsa. Sólo con nombre de un Santo podemos significar que al bautizarnos renuncia el alma a su primer poseedor (el demonio) para entregarse a su verdadero Dueño: Jesucristo.

¿Queremos una vida mejor? no nos desliguemos de lo sobrenatural. Ante un mundo lleno de peligros de vicios, de impiedad, de soledades, de vacío de Dios. No esperemos que resplandezca la virtud, porque ésta sólo germina y crece en un ambiente divino. ¿Cómo queremos que en un mundo donde todo es dios, menos el mismo Dios, se encuentre la paz, la serenidad, el amor? No sólo hemos naturalizado todo, sino profanado, desde el desligar al bautizado de un nombre que lo lleve a Dios, hasta la más vil apostasía.

Si tú, que lees esto. tienes aún nombre cristiano, procura conocer la vida de tu santo o santa, imítalo, tómalo como protector o protectora, confía y ama, y vivirás entonces la verdadera Comunión de los Santos, que es la unión sobrenatural de la Iglesia Triunfante (Los Bienaventurados del Cielo), la Iglesia Purgante (Animas Benditas del Santo Purgatorio) y la Iglesia Militante que somos todos los bautizados que aún militamos en este Valle por conquistar el Reino de los Cielos.



Sor Clotilde García Espejel.


jueves, 24 de octubre de 2013

Padre nuestro (final).

7a.-"Mas Líbranos del Mal": Pedimos nos libre del Demonio, del infierno y de casos desastrosos.

Del Demonio: "El Demonio es la causa y verdadero principio de todos nuestros males". (San Cipriano Homil XIX in Mat.) "Ponemos al fin: líbranos del mal, abarcando todos los males que contra nosotros promueve el enemigo de este mundo". (San Cipriano In Orat. Dom.).

Aquí no pedimos; como en la anterior, nos libre del demonio. en cuanto que es causa de tentación, sino en cuanto lo es de otros muchos males a quien llamamos "mal" por ser autor de nuestras culpas y verdugo de nuestras pasiones. (Catecismo Romano).

Del Infierno: el mal de los males, el único capaz de quitarnos para siempre la Felicidad Eterna del Bien Sumo para el cual hemos nacido.

En la otra vida del Purgatorio, el cual, aunque es una segunda tabla de salvación, dilata al alma su bienaventuranza y a Dios la gloria. De casos especiales: con respecto al entendimiento cuando confundimos al bien con el mal; de la voluntad, cuando es débil o sigue su mala inclinación.

Otra clase de males: muerte repentina, inundaciones, quemazones, calumnias, cárceles, etc.

Por lo que respecta a las enfermedades, pobreza y toda clase de circunstancias que nos provoquen o, mejor dicho, nos lleven de la mano al dolor, al sufrimiento, sólo podemos llamarles males, tanto cuanto son fruto del pecado, resultado del desequilibrio que nuestros Primeros Padres ocasionaron al pecar, que por lo demás vistos sobrenaturalmente, si sabemos comprenderlos veremos que son Bienes, fuente
de provisiones espirituales para la Santidad. Sepamos decirle al Padre Eterno identificados con Nuestro Redentor y en unión de El: "Si es posible pase de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya" (Luc. XXII-42).

Nuestro Señor siempre nos librará, pero no como nosotros queremos, de manera imperfecta, quitándonos toda clase de sufrimiento sino de manera perfecta, quitándonos lo que podría perdemos y dejándonos lo que ha de enaltecernos sobrenaturalmente: aunque a nuestros ojos todo parezca inverso e inexplicable. Podemos asegurar que es de Fe que todo lo que pidamos a Dios será escuchado y concedido: "Y todo cuanto con Fe pidiereis en la oración, lo recibiréis" (Mat. XXI-22).

Meditemos largamente esta reconvención de Cristo: "Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido" (Juan XVI·24).



A M E N    A S Í    S E A

Sor Clotilde García Espejel, E.D.

________________________________________


Esperamos que les sea de utilidad esta catequesis de Sor Clotilde García Espejel y si tienen algún comentario siéntanse en confianza de publicarlo. Pueden suscribirse, ingresando su dirección de correo electrónico, para que reciban avisos cuando haya una nueva publicación; esto en la columna de la derecha hasta arriba  ("Follow by email"),para recibir la publicación en su correo electrónico ("suscribirse a entradas") o cuando se realice algún comentario ("suscribirse a comentarios").

También los invitamos a leer el blog "Aprende religión con el Padre Manuel Robledo" ( http://pmanuelrobledo.blogspot.mx/ ) con catequesis y textos del P. Manuel Robledo Gutiérrez.



lunes, 21 de octubre de 2013

Padre nuestro (cont).

5a.-"Y Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Todo lo que a otro o a otros debemos en Justicia, se llama deuda y con nuestro Creador somos una entera deuda: le debemos la existencia; le debemos todo lo que somos, todo lo que tenemos; sin embargo, al pedírle que nos perdone nuestras deudas, no le pedimos que nos perdone lo antes mencionado, que a cambio de eso hemos de darle honor, servicio y amor; sino el perdón de nuestros pecados: "Y perdónanos nuestros pecados" (Luc, XI-4). Pedimos perdón por los pecados cometidos mediante los cuales contraemos deuda de culpa y deuda de pena: a) deuda de culpa, consiste en la ofensa que hacemos a Dios quebrantando su divina Ley; lo cual nos atrae la ira de Dios; y deuda nuestra es quitarle lo airado contra nosotros mediante el arrepentimiento y la reconciliación en la confesión de nuestros pecados y el dolor de haberle ofendido. b) Deuda de pena, en el derecho que ante nuestra ofensa, tiene el Señor para castigamos y toca también a nosotros con penitencias, sacrificios, aceptación de penas y enfermedades pagar esta deuda. ¿Qué pedimos con respecto a estas dos, deudas la una de culpa y la otra de pena? Pedimos: a) Que nos regale su gracia para lograr un verdadero arrepentimiento y que movido por nuestro arrepentimiento, nos perdone nuestras culpas, b) que perdonada la culpa, nos perdone también el castigo.

Estas deudas no sólo se contraen por el pecado mortal, sino también por el venial que, aunque es menor la gravedad, no deja de ser ofensivo a Dios y entristecer su corazón amante que ve que, incluso sus allegados, son infieles y tibios.

"Perdónanos". Porque esta bellísima Oración nos va enseñando a pedir no sólo perdón para nosotros, sino perdón para todos nuestros hermanos e incluso para aquellos que no quieren o no saben pedirlo: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen", (Luc, XXIII-34) "Perdónales Señor esta culpa o; si no lo haces, bórrame a mí de tu Libro que has escrito", clamaba Moisés por su pueblo. (Ex. XXXII-31-32), porque nuestros hermanos no se pierdan, sino que se arrepientan y vivan. Al decir perdónanos, hemos de pensar con profundo celo en la Gloria de Dios y el bien de las almas; con una petición llena de caridad, Dios no sólo, nos concederá el perdón de nuestros pecados, sino la aceptación de nuestras pobres súplicas, acciones y sufrimientos por la remisión de los pecados de nuestros hermanos.

Del mismo modo, en esta petición pedimos por las almas del purgatorio, quienes después de pagada su culpa irán al Cielo.

b)"Nuestras Deudas": .tenemos conciencia, de nuestra responsabilidad: "Sí decimos que no tenemos pecados, nos engañamos" (I Juan 1.8). Nada tan perjudicial para nuestras almas como no reconocer nuestras maldades y miserias, jamás tendremos corrección ni haremos penitencia, si no reconocemos que somos pecadores.

Además, decimos "nuestras" porque siendo el Universo creado en perfecta armonía, armonía que encontramos esencialmente en la humanidad; nuestras faltas, las de ellos, trascienden hacia una y otra parte de manera directa e indirecta, lesionando espiritualmente el ser humano ya sea por el mal ejemplo, ya sea por el desequilibrio que sufre la creación que fue creada en perfecta unidad y armonía; pero fundamentalmente por el desorden universal que produjo el pecado del primer hombre, así como el castigo que por este primer hombre recae en la humanidad entera.

c) "Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores": "El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso tomar cuenta a sus servidores. Habiendo empezado a tomarlas, le fue presentado un servidor que le debía diez mil talentos, y como no tuviese con qué pagar. mandó su Señor que fuesen vendidos él y su mujer y sus hijos con toda su hacienda para pagar así la deuda. Entonces el criado arrojándose a
sus pies, le rogaba diciendo: "Ten un poco de paciencia, que yo te lo pagaré todo" movido el Señor a compasión, le dio por libre y aún le perdonó la deuda.

Apenas salió este criado de la presencia del Señor, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y cogiéndole por la garganta le ahogaba diciendo: "paga lo que me debes". El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten un poco de paciencia conmigo que yo te lo pagaré todo". El no obstante, no quiso escucharlo, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagase lo que le debía. Al ver los otros criados, compañeros suyos lo que pasaba, se contristaron en extremo y fueron a contar a su Señor lo sucedido, entonces le llamó su Señor y le dijo: "Oh criado inicuo, yo te perdoné toda la deuda porque lo suplicaste, ¿No era pues justo, que tú también tuvieses compasión de tu compañero, como yo la tuve de tí? Irritado el Señor le entregó en manos de los verdugos para ser atormentado hasta tanto que satisfaciese la deuda por entero".

"Así se portará mi Padre Celestial con vosotros si no perdonáis de Corazón a vuestros hermanos". (San Mateo, XVIII-23-35).

Estamos pidiendo a Dios Nuestro Señor que nos perdone como nosotros perdonamos, y hay que preguntarse: ¿por qué decimos a Dios que nos perdone tomando como medida nuestro perdón? Parece
que tentamos a Dios, la misma perfección, al decirle que su perdón hacia mí, sea la medida del que creatura imperfecta, les doy a los otros; sin embargo, no es así, sino más bien que Nuestro señor Jesucristo quiso comprometemos a un perdón proporcionalmente igual, es decir, tomando en cuenta nuestra limitación hemos de dar un perdón íntegro y constante, sin olvidar que si usamos de generosidad, de comprensión, de misericordia; El también será para con nosotros generoso, comprensivo, misericordioso.

Pero es necesario saber perdonar. En el fondo siempre es el mismo perdón: en la forma, varía por circunstancias: a) en el fondo, el perdón nos lleva a disculpar, a olvidar cualquier ofensa; nada de que "yo perdono, pero jamás olvido", el no olvidar significa conservar dentro, en el fondo un secreto rencor que con su calor iría encendiéndose hasta convertirse en ardiente odio que no pararía hasta la venganza.
Una vez que hemos sido ofendidos, hay que buscar y encontrar el bíén espiritual que la ofensa nos atrae y después perdonar, deseando que Dios perdone al que nos ha herido. A veces el alma se resiste y piensa que no ha perdonado porque no siente interiormente gusto al perdonar. ¡No! Aunque por dentro nuestra naturaleza reclame su derecho natural, impongamos sobre ella el Amor sobrenatural y pidamos siempre por el bien espiritual y corporal de quienes nos hayan ofendido, de quienes se consideren nuestros enemigos. Esto es cumplir el mandato del Señor: "amad a vuestros enemigos". (Mat, V-44).

El cristiano no fulmina jamás la venganza contra un enemigo, será la mejor señal de perdón. Y cuando los veamos sufrir jamás pensemos con ira o desprecio que están pagando lo que nos han hecho y menos aún alegrarnos. Y, si hacemos una consideración tranquila con respecto a que su sufrimiento, cualquiera que sea, es castigo de Dios, sea con paz y para considerar que todo aquello que hagamos tiene su premio o castigo. Tendámosles siempre la mano cuando lo necesiten: "... haced el bien a los que os aborrecen" (Mat. V-44).

Si nosotros así perdonamos, Dios irá dando a nuestra alma el gusto por el perdón y encontraremos en él una verdadera delicia.

b) El verdadero perdón no quita que, a veces, sea necesario y hasta obligatorio castigar, corregir con tal de que en esto haya fondo sobrenatural. Es lícito luchar porque nos devuelvan lo que injustamente nos han arrebatado, sin embargo, si a pesar de todo nos toca perder recordemos al Santo Job: "Dios me lo díó, Dios me lo quitó", y valiente y noblemente perdonar.

Nuestro Señor quiere que el perdón vuelva a unirnos y muchas veces podremos hacerlo. Otras no será posible: la experiencia nos enseña que a ciertas gentes hay que perdonarlas, pero estar muy lejos de ellas, ya que ellas no están dispuestas a vivir en paz, y la paz social no depende de una persona, sino de dos o varias. Otras hay que, aun tratándolas con la mayor benevolencia y caridad, responden con calumnias, ataques y maldades. A esas también hay que perdonarlas setenta veces siete, siempre; pero alejarlas y alejarse y pedir con instancia porque se arrepientan: "Orad por los que os persiguen y calumnian" (Mat. V-44). Corregir, y a veces, con demasiada energía, con tal de que sea razonable y justo, no indica falta de perdón. Sepamos perdonar, sepamos hacer uso del perdón; no olvidemos que la bondad equivocada da como fruto, en los otros, la maldad.

Sepamos perdonar, en nuestra limitada naturaleza, como nos lo pide el mismo Dios, pero no confundamos la virtud del perdón con el sentimentalismo, la pasión el consentimiento, debilidad y propias Conveniencias. Nuestro perdón ha de ser objetivo, universal, sobrenatural, etc, el cual agradará a Dios, convertirá a nuestros hermanos y nos dará la dulce paz en esta vida y en la hora de nuestra muerte, en que hallaremos la respuesta: "Perdonad y seréis perdonados" (Luc. VI-37).


viernes, 18 de octubre de 2013

Padre nuestro (cont).

Una vez reflexionadas las tres primeras peticiones que pertenecen al Honor de Dios, vamos a meditar en las otras cuatro peticiones que corresponden a nuestro bien y al bien del prójimo.

Peticiones de la segunda parte, para nuestro bien.

4.-"El pan nuestro de cada día dánosle hoy", Tres cosas hay que aprender en esta petición para saberpedir: 1.- Que al decir: "el pan nuestro de cada día dánosle hoy", pedimos, no solo pan material, sino ante todo el alimento espiritual; 2.- Notemos que se dice "de cada día" para que aprendamos a confiar; 3.-y "nuestro" porque si es verdad que la Providencia nos asiste, también es cierto que, tanto lo
material como lo espiritual, hemos de conseguirlo en cooperación con la Providencia en un verdadero esfuerzo:

1.-" ¿De qué sirve al hombre ganar todo el mundo si al fin pierde su alma?" (Mat. VIII-36) ¿Qué objeto tendría que nosotros al rezar el Padre Nuestro, pidiéramos únicamente el triunfo del mundo o la materia, cuando nuestro destino es eterno y ese destino no se cumple sin la gracia y todos los auxilios espirituales venidos directamente de Dios o mediante la Iglesia? "Buscad el Reino de Dios y su Justicia y lo demás se os dará por añadidura". (Luc, XII-31).

Pedimos todas las gracias, las virtudes, los Dones y los Frutos del Espíritu Santo, ya que sin todos estos auxilios esenciales, no alcanzaremos a llegar a la Vida Eterna. Pedimos el Pan de la Reconciliación mediante el Sacramento de la Confesión y pan (Super-Substancial) extraordinario que nos hace vivir en Comunión con el Señor y que nos participa de toda su perfección. La Sagrada Eucaristía, Pan incomparable que habrá de ayudamos a realizar nuestro verdadero destino aquí en la tierra, viviendo para alabanza y gloria de Dios alcanzando así la dicha temporal y después la eterna. "Mi Carne es verdaderamente comida y mi Sangre es verdaderamente bebida". (Juan VI-56). "Cuando pedimos el pan cotidiano no sólo pedimos todo lo que es necesario para nuestro cuerpo" (San Agustín Homl. XLII-2); pedimos también luz en el entendimiento para comprender las cosas que por obligación y según estado y condición nos corresponde aprender; pedimos fuerza física, salud, trabajo y la comida de cada día.

De entre lo espiritual y, sumamente importante y que todos olvidamos, es la palabra de Dios escuchada en las predicaciones, así como la grave obligación de aprender sólidamente nuestra Religión Católica: "No sólo de pan vive el hombre, sino también de la palabra que procede de la Boca de Dios" (Mat. IV·4.-Deut.VIII-3). Cuando las predicaciones de la Santa Misa se alargan un poco, empieza el frágil católico de hoy, a quejarse de que la Misa es larga, pues no sabe profundizar y saborear la exquisita leche de la Palabra. Nuestros católicos difícilmente saben, siquiera, lo elemental de Religión, e incluso, cuando ya leen su Biblia, carecen por completo de un mediano conocimiento sobre la Revelación que es el mensaje directo del Señor.

2.-"De cada día": Conociendo Dios la naturaleza humana quiere tener al hombre, de esa forma, comprometido a estar en unión con El medíante la Oración necesariamente cotidiana. El hombre es inconstante y cuando todo lo tiene parece olvidarse de Dios. Además nos quiere el Señor desprendidos de la tierra y confiados en El sin angustia ni precipitaciones y con la confianza en que El cada día habrá
de darnos lo necesario: "No queráis estar solícitos del mañana, que el día de mañana harto cuidado traerá para sí; bástele a cada día su propio afán. (Mat. VII-34).

3.-"Nuestro": El hombre dotado de libre albedrío puede libremente elegir; mas por haber sido quebrantado por el pecado original, tiene dificultad para elegir bien. Por ello, todo lo logrado positivamente para su alma y su cuerpo supone que en combinación con la Providencia, la Gracia y todos los auxilios, está su propio esfuerzo. Además, aunque la Providencia tiene pleno cuidado de nosotros, toca al hombre buscar el pan material con su trabajo y escalar en la sociedad con su ingenio y su esfuerzo, fiado en la ayuda de Dios.


miércoles, 16 de octubre de 2013

Padre nuestro (cont).

3a.- "Hágase tu Voluntad así en la Tierra como en el Cielo". Entre todos los seres creados por Dios, encontramos que el más reacio al cumplimiento de la voluntad divina es el hombre. Los astros, el mar, los ríos, los vegetales, los animales todos siguen las leyes propias de su naturaleza puesta por Dios. En cambio: el hombre, dotado de libre albedrío y debilitado desgraciadamente por el Pecado  Original, constantemente vive haciendo su propia voluntad sin Identificarla con la divina.

¡Y pensar que el secreto absoluto e irrefutable de la felicidad verdadera, en esta vida, y después en la otra, esta en identificar nuestra voluntad con la de Dios! Y es que, reflexionando con Fe y con Lógica, encuentra uno que está en nuestra naturaleza de hombres y de cristianos la urgente necesidad de que nuestra voluntad elija, trabaje y se perfeccione en armonía con la Voluntad de Dios. No es una idea simplemente piadosa o impuesta por la fe sino una verdad concebida de la real necesidad que existe vivir en combinación y voluntariamente dependiente de la Voluntad de Dios. Y conste, que esto no es una forma de hablar, sino hay en ello una lógica absoluta fundamentada en la Fe que nos muestra la Naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre, la Historia de Dios y la historia del hombre.

Al pedir que hagamos su voluntad, le estamos pidiendo, al mismo tiempo, conocería y amaría.

Encontramos la Voluntad de Dios en los Mandamientos de su Ley: "si quieres entrar en la Vida Eterna, guarda los Mandamientos". (Mat. XIX-17). En los Mandamientos de la Santa Iglesia: "El que a vosotros oye a mi me oye". (Luc. X-16). En la voz de los legítimos superiores que representan a Dios: Toda alma está sometida a las potestades superiores". (Rom. XIII·1). En las Inspiraciones Divinas, en ciertas circunstancias infranqueables y en otras suavemente encontradas, en el confesor y en otras tantas cosas que Dios quiere veamos con Fe y realicemos. Indudablemente que el alma que cumple con la Ley de Dios y de su Iglesia verá con claridad todos los otros mandatos a veces un poco confusos, mas todo será confuso para aquel que no busca la Voluntad de Dios, sino su voluntad propia y la de otros convenencieramente o por pasión.

Hoy, no sólo se prescinde de investigar en las cosas oscuras cuál es la voluntad de Dios mediante la consulta y la oración; no sólo se despreocupa el hombre de saber cuál es esa Voluntad e incluso de no cumplirla claramente manifestada como son los Mandamientos, la Ley Natural y la conciencia; sino que abiertamente se se rebela contra la clara y manifiesta Voluntad de Dios.

"Así en la Tierra como en el Cielo": palabras complementarias de la Tercera petición. En el Cielo siempre y de manera perfecta se cumple la voluntad de Dios; por eso decimos en la Tierra como en el Cielo"; es decir: con la perfección con que en el Cielo se cumple tu voluntad, queremos que se cumpla en la Tierra. Sin embargo los Santos Padres nos dan las siguientes interpretaciones de cielo y tierra lo cual nos regala un campo más amplio para reflexionar y pedir: Cielo es la Iglesia, Cielo es la parte superior de nuestras almas, cielo la paz y sujeción de buenos y malos que seguirá al juicio final, Cielo y es su verdadero sentido, pues la Fe nos lo enseñado siempre, donde están los bienaventurados y santos del Cielo. Y Tierra la parte inferior de nuestra alma; tierra la resistencia que hace el mundo al bien y a los buenos; tierra el lugar donde habitamos. Quiero advertir que el significado que dan los Santos Padres a Cielo y Tierra es conclusión sacada de la exégesis que hacen del Padre Nuestro, mejor dicho, de estas palabras del Padre Nuestro. De ninguna manera vaya a creerse literalmente que todo eso es Cielo y que todo eso es tierra.

Los Ángeles hacen la Voluntad de Dios, toda entera, con perseverancia y fidelidad, con amor y alegría, con celo y prontitud en el momento señalado.


lunes, 14 de octubre de 2013

Padre nuestro (cont).

2a.-"Venga a nos tu Reino": Que reine ahora en todos nosotros con su gracia para que después reine en su gloria. "El Reino de Dios está dentro de vosotros mismos". (Luc, XVII-21).

El equilibrio total de todas las creaturas se fundamenta en el Reinado de Dios; es una razón evidente que el equilibrio de ser humano depende esencialmente de dicho Reinado. Al invertir el orden del Reino en nosotros, en la sociedad, en la Iglesia, en el mundo, inmediatamente observamos un gran desequilibrio; por ello, al rezar el Padre Nuestro, hemos de pedir ardientemente: "Venga a nos tu Reino".

El Reino espiritual en nuestras almas con la Gracia santificante, que ponga en ellas su trono por la Gracia habitual, que reine en nuestra memoria, entendimiento y voluntad y que siembre las virtudes teologales de Fe, Esperanza y Caridad; así como las virtudes Cardinales de la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza; adornando dichas virtudes con los Dones y los Frutos del Espíritu Santo.

Si queremos saber si reina Cristo en nosotros, examinemos si vivimos en Gracia, en su presencia, si practicamos con frecuencia los Sacramentos de la Confesión y la Sagrada Comunión, si asistimos a Misa los días de precepto, si luchamos por cumplir los Mandamientos; en una palabra si pisoteamos el pecado para que reine el REY.

"Venga a nos tu Reino": Pidamos el Reino mediante la Gracia y la paz para todos los hogares, hoy tan alejados de Dios, para nuestros familiares, para esta pobre sociedad materialista, inundada de tecnología y placeres y vacía de Dios y de sus sólidas verdades. Pidamos que a todos los países venga su Reinado, antes que el reinado de Satanás invada el Universo entero y caigamos en una diabólica esclavitud impuesta por Satanás, mediante otros hombres, a toda la humanidad, por no haber querido comprender y vivir estas dulces palabras: "mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mat, XI-30). Ni esta inefable promesa: "Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y pondremos nuestra mansión en él". (Juan XIV-23).

Dios Reina por el triunfo de su Iglesia, en la Tierra; lo que es obra de la Gracia. Por lo tanto, cuanto más se extienda la Fe en el mundo mayor será el triunfo de la Iglesia y más grande el Reino temporal de Dios. Por consiguiente pidamos:

Que la Iglesia de Jesucristo se extienda cada vez más y que los de fuera se conviertan y los de dentro sean verdaderos cristianos, auténticos santos.

"Venga a nos tu Reino": Que logremos alcanzar el Cielo, que nuestras almas no se pierdan y, así, logremos un día llegar a la Bíenaventuranza Eterna a gozar de los bienes celestiales con el Rey de reyes y Señor de los señores.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Padre nuestro (cont).

Una vez meditadas las primeras palabras del Padre Nuestro y que son nuestra introducción, reflexionaremos, ahora, las Siete Peticiones.

Las tres que pertenecen al honor de Dios

1a.- "Santificado sea tu Nombre": pedimos que sea conocido, alabado, glorificado. Que los infieles sean atraídos al conocimiento y amor del verdadero Dios, que los gentiles abracen la verdadera Religión; que los herejes, movidos por la Gracia, depongan con humildad sus errores; que los apostatas se muevan a volver al seno de la Santa Iglesia; que los Cismáticos abjuren de sus errores y vuelvan a ser con la Iglesia de Cristo un solo corazón y una sola alma, y así todos juntos alaben y bendigan el Nombre del Señor: "Glorificaré a quien
me haya glorificado". (I Reyes II-30).

"Santificado sea tu Nombre": pedir, con ardiente deseo, que se extinga la impiedad de nuestros tiempos: que los pseudo-cristianos, que se dicen buenos cristianos y que en su abundante ignorancia y falso criterio viven, no confiándose al Padre, sino midiéndose con el Padre olvidando que "al nombre de JESÚS se doble toda rodilla" (Filip. II-10). Tratan a Dios y a su Nombre con vulgar e impía írrespetuosídad justificándose con su madurez de cristianos. Cantan a Dios cosas no sólo profanas, sino hasta paganas, y asisten con criterio de la época a ver obras como "Jesucristo super-Estrella", "Jesucristo Payaso", etc. y admiten la idea de un Cristo comunista, de un Cristo guerrillero, de un Cristo revolucionario. Que este tipo de cristianillos de los dos sexos, de todas las edades y condiciones reflexionen y vuelvan al verdadero Cristo y destruyan su falso cristo que se han forjado por ignorancia o conveniencia. No quiero dejar este párrafo, sin dejar como un bello testimonio este ejemplo de un niño. Acaeció que discutía yo con unos Padres de familia sobre el Comunismo y los pobrecitos por su ignorancia y dependencia de las masas, sostenían que Jesucristo había sido el primer comunista; mientras tanto, un niño de escasos seis años, nos escuchaba aparentemente distraído, de pronto toma la palabra y dice: "Jesucristo no puede ser comunista; porque Jesucristo es Dios y el comunismo no cree en Dios". Fue verdaderamente la intervención del niño, providencial; pues los Padres, ante esa reflexión sencilla, pero profunda de su pequeño hijo, quedaron avergonzados de su superficialidad e incapacidad.

"Santificado sea tu Nombre": pedir porque los templos católicos se respeten y no sean lugar de aplausos, conciertos, brincos, desfile de modas, mercados y tantas otras cosas menos un Templo consagrado al servicio del Señor.

"Santificado sea tu Nombre": Que el ateísmo presentado en miles de facetas se extinga y con él las impiedades, sin límite, en contra del Santo Nombre de Dios.

"Santificado sea tu Nombre": Que los templos erigidos a Satanás sean destruidos.

"Santificado sea tu Nombre": Que las herejías de nuestro tiempo, tantas y tan variadas se extingan con esta bella oración.

"Santificado sea tu Nombre": que los Apóstoles del Señor, desde Nuestro Santísimo Padre el Papa, Cardenales, Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Seminaristas y seglares, sean no solo encendidos, sino hasta quemados, con tal celo de la gloria de Dios, que trabajen sin descanso, porque Dios sea conocido, amado, alabado y glorificado. "Ahora comáis, ahora bebáis, o hagáis cualquier cosa hacedlo todo para gloria de Dios" (I Cor. X-31).

martes, 8 de octubre de 2013

Padre nuestro (cont.)

"Que estás en los Cielos": aunque Dios está en todas partes, el Cielo es el trono de su Gloria y el lugar a donde la dulce Esperanza nos dice que hemos de poseerlo; mas como Dios está en todas partes, dondequiera que esté se convertirá en Cielo anticipado, pues es El el mismo Cielo, y cada alma que lo posee y donde Él mora plenamente, diremos que goza anticipadamente del Cielo.


"Padre Nuestro que estás en los Cielos": ¡Si supiéramos vivir en la presencia de Dios y apoyados en su Providencia para hacer de nuestra existencia perenne Cielo, mientras llegamos a la Bienaventuranza Eterna! Sin embargo, será muy saludable que al hablar de que Dios está en todas partes y con el fin de hacernos mas conscientes de su Presencia, recordemos que El está en todas partes por Esencia, Presencia y potencia.

Por Esencia porque está dando el ser a todas las cosas, llenando con su naturaleza divina todo lo creado que con su providencia  conserva: "Dios creó el mundo y todas las cosas en El contenidas: por esto es Señor del Cielo y de la Tierra"; "no está lejos de nosotros, pues dentro de El vivimos, nos movemos y somos". (Ac. XVII 24-27·28).

Por Presencia: "Todo está presente a su vista y no hay creatura invisible a su mirada" (Hebr. IV-13); "Porque los ojos de Dios observan los caminos de los hombres y tiene Él contados todos sus pasos. No hay tinieblas, no hay sombras de muerte que basten para ocultar a los que obran la iniquidad". (Job. XXXIV-21-22); ¿"A dónde huiré de tu presencia? (dice David) sí subiere Cielo allí estarás, si bajaré al abismo, también estás presente y sí tomaré las alas de la aurora y  volare a habitar las extremidades del mar, allí me rodearía tu diestra". (Salmo CXXXVIII-7-1O) Pero el mundo de hoy ya no tiene la piadosa ingenuidad de esconderse, ya que, desgraciadamente su Fe se ha sumergido en las tinieblas y goza de una etapa de cinismo e impiedad.

Por Potencia: es decir, su poder se extiende a todo lo existente: "¿Quién podrá apreciar la grandeza de su poder?" (Eclesiástico XVIII-4). Los pobres hombres que prescindiendo de Dios confían en el poderío de las creaturas, o en el suyo propio, ¡ay de ellos el día que Dios les demuestre quién es El y quién es el pobre hombre!

Dios hecho hombre, a quien llamamos Jesucristo, como Dios lo llena todo como Dios-Hombre está en el Cielo y en el "Santísimo Sacramento".

miércoles, 2 de octubre de 2013

Padre nuestro (cont.)

Nuestro: ¿Qué hay en el cielo o en la Tierra Que pueda, ser tan nuestro como Dios! Todos hemos saboreado en la vida, quien más quien menos, la contingencia y limitación de todas las creaturas en las cuales no podemos, aun teniéndolas de nuestra parte, encontrar la plenitud, pues sólo creaturas son. En cambio, Dios, Padre Nuestro, es nuestro muy nuestro y de todos y a cada uno de la misma manera Quiera El mismo enseñarnos a vivir plenamente su posesión. De vivirla jamás nos sentiríamos solos, defraudados, tristes,  sino siempre llenos, acompañados, firmes y seguros. del mismo nadie tiene derecho de poseernos como el mismo Dios, sólo que nuestra falta de Fe y de reflexión así como la sobrada ignorancia, nos hacen safarnos de su amoroso regazo que es "La Providencia Divina".

Nuestro: porque todas las creaturas humanas somos hermanos, hijos del mismo Dios y, por consiguiente, al pedir por uno hay obligación de pedir por todos los hermanos. Todos los hombres somos hermanos, por tener a Dios por Padre en el orden natural, por descender del mismo origen: Adán; y lo somos por la Gracia: "Todos sois hermanos". (Mat. XXIII-8).

San Cipriano dice: "Nuestro Señor no quiso que al orar en privado se pidiera sólo por sí mismo, pues no dijo: "Padre mío...", ni "mis deudas", ni "no me dejes caer en la tentación" (in orat, Dom).

Cuando decimos "Padre Nuestro' no sólo invocamos a Dios Padre, sino a las Tres Divinas Personas, a "La Santísima Trinidad"; al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, porque la Obra de nuestra Creación, Rescate y Santificación es una y conjunta de la Santísima Trinidad.