sábado, 26 de diciembre de 2015

"Un Año Más"


Diciembre del 20015.
“Un Año Más”
Un año más que tenemos la dicha y el honor de recibir al “Niño Dios” en nuestras almas, a través de la recepción de la “Sagrada Eucaristía”.
Un año más en que el Verbo Divino visita los hogares.
Un año más de espera, para prepararnos a la Segunda Venida del Salvador.
Un año más de oportunidad para convertirnos a Dios en plenitud.
Que todos contemplemos hoy a “Jesús Niño” y nos propongamos a retornar a la fuente primitiva de la única fe y las verdaderas costumbres.
¡¡Felicidades¡¡

Sor Clotilde

viernes, 18 de diciembre de 2015

"Cuarto Domingo de Adviento"

A D V I E N T O

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO




            Han llegado los tiempos en que ya van a cumplirse las Profecías, estamos en el quinto año de Tiberio: Poncio Pilato gobierna Judea; Herodes Galilea; Anás y Caifás son los sumos Pontífices… Los grandes acontecimientos de la economía de la salvación tienen en la historia una fecha determinada, pero son de un alcance universal.
            En las Riveras del Jordán proclama San Juan Bautista después de Isaías: “Preparad el camino del Señor, todo viene de la Salvación de Dios”.
            Esta es la realidad histórica de un Dios que se hace hombre y que ahora nos anima a vivir de manera especial.




            Poco a poco, minuto a minuto, segundo a segundo va pasando la expectante época de Adviento para lograr el encuentro de la creatura con la Luz Eterna “Jesús Niño”, “El Hombre Dios”.
            En este tiempo litúrgico tres grandes personajes han brillado en el camino: el profeta Isaías, “el profeta de la venida del Salvador”; San Juan Bautista, “La voz del que clama en el desierto” y la Santísima Virgen, “La Insigne corredentora”.
            La Profecía de Isaías sobre la Virgen que concibe y da Luz a Emmanuel, recuerda el papel particular y esencial de María en los acontecimientos que han transformado nuestras vidas humanas, y que nos ha preparado para prolongarlas en el cielo.
 

            El tema de San Juan Bautista es el llamamiento a la conversión: “Preparad los caminos del Señor”, es lo mismo que meditar, interiorizarse, rectificar, volver al Señor: Quitar todo cuanto se opone en nosotros a Dios; esta es la condición indispensable para beneficiarnos de la Salvación que Juan, al modo del que proclama un gran perdón, tiene cargo de anunciar.
            De eso mismo hablaron los profetas y en particular Isaías: “He aquí que una Virgen concebirá y dará a Luz un Hijo que se llamará Emmanuel”.  La Iglesia hace suyas estas palabras y nos las dirige hoy a nosotros, sin cambiar nada.
            En cuanto a la Madre de Dios, qué decir… No solo es la que se une y se identifica con el mismo Dios para la Salvación del hombre; sino renuncia a todo aquello que, aunque fuese bueno, no es la Voluntad de Dios. Se une a Jesucristo en el dolor, en la esperanza de la Redención y, no hemos de olvidar aquella misteriosa y profunda respuesta que dio al Espíritu Santo: “¡He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tú palabra!”

 


            “He aquí que una Virgen concebirá y dará a Luz un Hijo que se llamará Emmanuel” no bastaría el Adviento para meditar en este texto de Isaías: “Primero volver a la Encarnación, al momento increíble en que un Dios toma carne humana y vive nueve meses en el claustro del vientre de la Virgen Santísima. Esto es considerar al Creador, cómo por amor a las creaturas humanas, que somos nosotros, une las Dos Naturalezas la Divina y la Humana, en un sola Persona, la Divina Haciéndose en todo igual a nosotros menos en el pecado.
            Pero… ¿porqué lo hizo? Por el pecado de Adán y Eva que marcaba a todas las generaciones posteriores con el Pecado Original, permaneciendo desligada la amistad con Dios.
            Jústamente esto es lo que hemos de hacer durante las cuatro semanas de Adviento: contemplar esa parte de la historia de Dios y el hombre, penetrar el misterio y volver a la profundidad de nuestro ser, para proponernos amar más a Dios mediante nuestras obras y con nuestra propia vida.
            Es San Juan Bautista quien nos conduce de la mano a la conversión. La liturgia de la Iglesia quiere lograr que repasemos durante el año, los acontecimientos de la historia, no únicamente del Salvador; sino la historia conjunta de Dios y el hombre para animarnos a continuar y aumentar la perfección, ó bien a convertirnos al cumplimiento de las Leyes Divinas para agradar a Dios. Sin una conversión, sin un mejoramiento de nuestra conducta, el Adviento será inútil. Dios espera a través de esta época ver muchas almas que vuelven a Él. Eso es lo que pide la voz, del que clama en el desierto.
            Qué triste es mirar que todos esperan la Natividad del Señor sin esta preparación, sin trabajar por su propia conversión, lo más que se hace es prender la corona cada Domingo de Adviento esperando con ansia las “fiestas”, como se dice hoy a la llegada de Cristo. ¿Y qué son las fiestas?, reunión de parientes, amigos, banquetes y hasta baile y alcohol. Amén de la infinidad de paseantes que dejando el hogar se van fuera a regalarse a sí mismos, y todos olvidándose de Dios.
            Recordemos que todo lo que nos ofrece la Iglesia son regalos de Dios, son apoyos, son estímulos para que imitemos a Jesucristo y alcancemos el cielo.  Duro será nuestro juicio el día que partamos a la Eternidad, porque sí Dios es la Misericordia; también es la justicia.
            En cuanto a la Santísima Virgen: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tú palabra”. Desde ese momento la Santísima Virgen se convierte en corredentora pero, también recibe para su misión, entre otras cosas, muchos dones y prerrogativas. Así que contamos, no solo con su intercesión y su amor de madre; sino que, además, es nuestro auxilio y fuerza para lograr convertir nuestra vida mediocre en una vida superior, ó una vida pecaminosa en una vida de virtudes.
             Todos, aún las almas santas y, con mayor razón, nosotros los pecadores, día a día hasta morir, hemos de vivir, la perpetua conversión.
            Deseo ardientemente que entendamos e interioricemos en este Adviento a nuestro Señor Jesucristo, a Isaías que anuncia al Salvador, a Juan quien clama en el desierto y a la Madre de Dios y nuestra que se inmoló para vernos amando a su Hijo por medio del cumplimiento de la Ley de Dios.

  

SOR CLOTILDE

jueves, 10 de diciembre de 2015

"Tercer Domingo de Adviento"

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

“Regocijaos el Señor está Cerca”



lvador. Celebración que nos recuerda aquel feliz día para toda la creación; sobre todo, y con precisión, para la creatura humana hecha a Imagen y Semejanza de Dios, y, por quien, siendo Dios se hizo hombre para salvarlo de la esclavitud del demonio, del pecado y, en consecuencia, de la enemistad con Dios.

            Así que deseamos que para vivir aquel irrepetible momento de un Dios que baja del cielo a la tierra, nos pongamos a través del Sacramento de la Confesión en Gracia Santificante y, así, en la Santa Misa de Navidad hagamos real, presente el Nacimiento del Niño Dios en nuestras almas mediante la Sagrada Comunión, donde Jesucristo nos visitará con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Y nosotros plenos de amor y gratitud podamos ofrecerle nuestras vidas, a cambio de la vida que Él entregó por nosotros. Sin descuidar que hoy, igualmente, hemos de reflexionar en su Segunda Venida, que próxima o lejana, pero se realizará.



             Ahora terminaremos con una parte de los bellísimos sermones de aquel gran e inolvidable predicador: San Juan Crisóstomo y cuyo sermón nos es muy adecuado, no solo para la Navidad, sino para esta época en que el mundo naufraga en el error, en el pecado, en la disolución absoluta de la moral, hasta las peores acciones y el mismo e infamante crimen.

 “Yo los exhorto a que se despierten y a que levanten sus ojos hacia el sol de la justicia. Quien duerme no puede contemplar el sol ni recrear sus ojos con la visión bajo la belleza de sus rayos. Todo lo que ve, lo ve entre sueños. Por esto necesitamos confesar nuestros pecados y derramar muchas lágrimas, porque estamos pecando sin remordimiento, porque nuestras faltas son grandes y no merecen perdón. Muchos de los que me están escuchando son testigos de que no miento. Sin embargo, aunque no merezcamos perdón, convirtámonos y obtendremos una corona. Yo llamo “Convertirse” no solo apartarse del mal pasado, sino en practicar en adelante el bien –lo que es mucho mejor- el precursor de Nuestro Redentor dice: “Hagan frutos dignos de conversión”. ¿Cómo los haremos? Practiquemos las acciones contrarias. Como si dijera: ¿Has robado lo ajeno? entonces ahora da hasta lo que te pertenece. Para nuestra salvación no basta con arrancar el aguijón, también hay que aplicar la medicina sobre la herida. ¿En el tiempo pasado te has entregado a la gula y a la embriaguez? Ahora ayuna y bebe agua. Trata de evitar el daño que te ha venido por eso”. (San Juan Crisóstomo 344-407. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo).

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Almas que viven en gracia…
Almas que buscan a Dios…
Almas que naufragan…
Almas todas:

En la reflexión y a través de la interiorización, hallaremos siempre la luz y el camino de la verdad que son:

EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO
Sor Clotilde


"La Inmaculada Concepción"

LA INMACULADA CONCEPCION
 


            ¡Toda pulcra es ¡
            ¡Toda hermosa eres María!
            ¡No hay en Ti mancha de pecado original!
            Este grito de admiración con que comienza el oficio de la Inmaculada Concepción, responde muy bien al sentimiento de la humanidad, que lleva en si la mancha del pecado, ante la pureza Inmaculada de la Virgen María.

            ¿Qué entendemos por Inmaculada Concepción?

            El privilegio que Dios concede a una creatura excepcional. Una Niña Hermosa que es concebida, como todos los seres humanos, pero SIN LA HERENCIA DEL PECADO ORIGINAL ni su efecto, LA CONCUPISCENCIA- tendencia al placer y al pecado-.
            Así nace una bella infante Hija de Santa Ana y San Joaquín. Pero no solo es concebida sin pecado original, sino regalada, de parte del mismo Dios, con los más elevados dones de perfección física, psicológica, espiritual y sobrenatural con que pueda donarse a una creatura y, a los que la Niña, María Inmaculada, supo corresponder y convirtió sus donen en virtudes excelsas; además, conservó y aumentó todo bien.

 


            “Y habiendo decretado desde toda la Eternidad hacer de María la Madre del Verbo Encarnado, la vistió Dios con vestiduras de Santidad e hizo de su alma, morada digna para su Hijo”.
            ¿Porqué regalo así el Señor a la Santísima Virgen?
            Porque había de ser la madre del Redentor, del Verbo, de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Pues del mismo modo que para recibir a Jesucristo Sacramentado hemos de estar en Gracia Santificante, y que un Sagrario debe estar bendito y consagrado para que allí se guarde a Cristo Sacramentado con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad y que solo las manos consagradas del sacerdote, pueden tocarla; así la Santísima Virgen ha de ser pura e inmaculada para concebir al Verbo, al Hijo de Dios, quien habría de vivir nueve meses en su seno puro y limpio como toda ella.
            Solo con tan grandes dones y muy bien aprovechados, llegó la Santísima Virgen a ser la máxima corredentora con Cristo, en su Vida, Pasión y Muerte, para salvar al hombre del PECADO ORIGINAL.
            “Aclarando que la Redención total desde la Concepción de la Virgen la preservo de toda mancha incluyendo siempre el PECADO ORIGINAL”.




            Cuando la Virgen Santísima en su escasa edad recibe al Arcángel Gabriel, da un SÍ, un hágase en mí la voluntad de Dios; ya advierte la Pasión dolorosa que le espera. La fiesta de la Inmaculada Concepción anuncia los esplendores de la Encarnación Redentora hasta la Natividad del Señor.
            Esta preciosa fiesta que nos presenta el Dogma y Misterio de la Inmaculada Concepción, fue instituida por Pío IX con motivo de la proclamación universal el ocho de diciembre del 1854.
            Desde el siglo octavo se celebraba en Oriente una fiesta de la Concepción Inmaculada de la Virgen, fiesta que volveremos a encontrar en el siglo noveno en Irlanda y España y en el siglo once en Inglaterra.
            Estas fiestas antiguas dan testimonio de un culto tradicional de la Pureza Inmaculada de la Virgen María hasta la SOLEMNE DEFINICIÓN DOGMATICA DE PÍO IX. Esta definición ex cátedra, no hizo más que precisar su sentido y afirmar como verdad de fe La Inmaculada Concepción de María.
            Poder, presencia Eterna en el pensamiento de Dios, solicitud por los hombres que, escuchándola, encuentran el camino de la Salvación: He allí los atributos de la Sabiduría que la Iglesia aplica a la Santísima Virgen, lo mismo que a Jesucristo, su Hijo. ¡Tan íntimamente se haya asociada a Él en la realización de los grandes designios de Dios!

ORACIÓN

            “¡Oh, Dios!, que, por la Inmaculada Concepción de la Virgen, has preparado digna morada a tu Hijo; te suplicamos que, así como por la muerte prevista de este Tú Hijo la has preservado de toda mancha, nos concedas también, por la intersección de María, llegar puros hasta Ti. Por el mismo Cristo Nuestro Señor Amén”.

CON GRAN AMOR Y FE A LA MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA

Sor Clotilde.

sábado, 5 de diciembre de 2015

"Segundo Domingo de Adviento"

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO




            “Pueblo de Sion, he allí que viene el Señor a salvar a las naciones; el Señor hará brillar la majestad de su voz para alegría de vuestro corazón. Si, Tú que gobiernas a Israel, atiende; Tú que guías a José como a una oveja”.
            El espíritu de Aviento, conforme caminamos al Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo nuestros días han de estar saturados de una noble nostalgia por la venida de Nuestro Redentor, de la misma manera que este sentimiento encaminó y llenó la época del Antiguo Testamento, al grado que constituyo un sentimiento místico cuyo espíritu llenaba los pensamientos, palabras y obras de los buenos israelitas.
            Para poder vivir nostálgicamente el Espíritu Navideño, es menester, conocer y creer plenamente en la venida del Mesías: “Tacha de mentirosa a toda la Escritura, aquel que niega el Dogma de la venida del Mesías”.
            “No es esta reminiscencia Veterotestamentaria una estéril imaginación ni una romántica regresión a las estepas de Palestina bajo las tiendas de Abraham, sino una fructuosa expectación, un fecundo deseo que enfervorizará nuestro corazón y lo dispondrá a recibir gracias sobrenaturales”.
              Para llegar a la profundidad de este insigne, eterno, infinito e inexplicable acontecimiento de un Dios que quiere salvar a sus creaturas es necesario conectarnos con la Iglesia para vivir en El Adviento un deseo ferviente de que nazca Cristo en nuestras almas.
            ¡Vendrá a nuestros corazones!
            “¡Ven Señor Jesús!”
            “Mueve, Señor, nuestros corazones para preparar los caminos de tú unigénito; a fin de que por su venida merezcamos servirte con almas purificadas”.


Sor Clotilde.
                                                                                   

 


















jueves, 3 de diciembre de 2015

"Sabios Pensamientos y algo de Adviento"

Sabios Pensamientos

“Despreciar el mundo es una manera de alcanzar el cielo” (John Buyan)

Amar al prójimo debe ser tan natural como vivir y respirar” (Beata Teresa de Calcuta).

Como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Apóstol Santiago 2,17).

“El alma es un vaso que sólo se llena con eternidad” (Amado Nervo).

 “Si no eres hombre de oración, no creó en la rectitud de tus intenciones, cuando dices que trabajas por Cristo” (Escrivá de Balaguer).
 












UN POCO DE HISTORIA SOBRE EL ADVIENTO


            Al declarar al Adviento su carácter de “Misterio”, como expresamos en el artículo anterior de fecha 28 de noviembre del año en curso, la liturgia universal asemejó la Navidad en su debida y proporcionada subordinación, a la solemnidad y universalidad de la Pascua.
            La Pascua fue preparada con un tiempo penitencial desde mucho antes del Primer Concilio Ecuménico el de Nicea, celebrado el año 325, ya para los tiempos de San Gregorio había tomado su estructura definitiva de cuarenta días preparatorios.
            De modo semejante, inspirada la Iglesia por el Espíritu Santo fijó un tiempo preparatorio para Navidad, al cual denominaron Adviento, tratando, de significar con este concepto la ya Secular expectación por la llegada del Verbo en carne mortal.
            Tal vez la piedad primitiva ya lo tendría por costumbre, pues se calcula que es cierto que, en pleno siglo cuarto, tiempo antes de las fervientes predicaciones de San León, en Roma los fieles dedicaban un tiempo indeterminado a preparar el Divino Alumbramiento. En la “Historia de los Francos”, narra San Gregorio de Tours que el Obispo San Perpetuo ya había señalado un triple ayuno semanal, tres semanas antes de la Navidad. Perpetuo quien gobernaba su diócesis en 480; pero 100 años ante –en 380- el Concilio de Zaragoza había decretado algo semejante. Disposiciones muy parecidas salieron de los Concilio de Tours y Macon en Siglo VI señalando, además, que los ayunos fueran los días lunes, miércoles y viernes tomando, como inicio, la fiesta de San Martin hasta Navidad.
            Muy notable es que en Roma se viviera una especie de cuaresma antes de la Navidad, como lo vemos en el Sacramentario Gelaciano, y fue San Gregorio quien determinó que tal preparación durara cuatro semanas.
            Queriendo, además, la Iglesia, dejar impreso en el año litúrgico una secuencia histórica, cambio el principio del año eclesiástico al comienzo del Adviento. Anteriormente, la celebración de la Pascua era la que daba principio al ciclo litúrgico, tomando en cuenta sobre todo el 25 de marzo por creer que en ese día fue creado el mundo. Más los resplandores del día en que comenzó a brillar en el mundo la Eterna Luz Jesucristo Nuestro Señor, los movieron a fijar la mirada de los fieles al Adviento, a fin de iniciar en tal época una lógica secuencia histórica dentro del simbolismo litúrgico, empezando por vivir místicamente el espíritu del Antiguo Testamento.



 

sábado, 28 de noviembre de 2015

"Primer Domingo de Adviento"


A D V I E N T O

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
 
         Con la bella y excelsa celebración del Reinado de “Cristo Rey”, el último domingo de noviembre, se da por terminado “El Año Eclesiástico”, para dar paso al Nuevo Año que se inicia con el Primer Domingo de Adviento.
            Advierto, que de la piedad y devoción con que se viva El Adviento, se llegará a entender y a gozar cristianamente la Navidad. “El Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo”.
            Desgraciadamente, hace tiempo que con el deseo de inocular lo sagrado de materialismo, se busca en esta llegada del Señor la propia y personal alegría de hacer una reunión con parientes y amigos, quiénes interfieren la presencia del Redentor; basando el acontecimiento no en la presencia del Salvador, sino en el convertir lo sublime y eterno en fiesta pagana: mucha y deliciosa comida, suficiente alcohol hasta embriagarse, música mundana y estruendosa, bailes sensuales y un tanto eróticos; todo esto y más, tanto en las pseudo-posadas y pre-posadas hasta la misma plena Navidad, incluyendo a las almas tibias que de alguna manera profanan la celebración.
            Así ofendiendo a Dios, agradecemos al Salvador su llegada, muerte y resurrección. Viene a salvarnos del pecado original y nosotros nos lucimos con el pecado actual.
            Oigamos a San Pablo en la Carta a los Romanos:
            “El cristiano, hijo de la luz. Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya la hora de levantarnos del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.
            Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias. (Romanos 13, 11-14).
           
            Algo, no malo, pero que sí confunde, distrae y suple la mente del pueblo, sobre la esencia de la Navidad: son las tradicionales formas populares de México ó del extranjero, que han ido tomando un gran espacio entre los católicos, de manera muy especial, muy saludable y piadosa pero no es la Navidad. La corona de Adviento, el árbol de Navidad, las posadas… ahora, merece tratarse por separado a la angustiosa idea de Santa Claus quien sólo es un ídolo moderno, que ya ha sacado de los hogares y las familias al “Niño Dios” y que pretende ser San Nicolás. Lo que puede la impiedad y la ignorancia. De todas estas buenas devociones populares, hablaremos en el curso del Adviento. En cuanto al tal Santa Claus tendremos una explicación aparte.


 
            El Adviento es la primera etapa del año Litúrgico, comprende las 4 semanas que anteceden a la Navidad.
            Adviento viene de la palabra latina que significa venida, llegada solemne. Se refiere naturalmente a la Venida de Nuestro Señor a la tierra. Es pues, tiempo en que los cristianos nos debemos preparar espiritualmente con una buena confesión, con alguna saludable mortificación o pequeño sacrificio, con propósitos de enmienda, con breves meditaciones que nos permitan tener presente al Señor y con actos de agradecimiento por su venida al mundo a salvarnos.

 


            El Adviento nace así:
            La herejía de Nestóreo adquirió grande importancia en la Conmemoración del Nacimiento del Salvador, que se enriqueció enseguida con el ciclo especial de preparación. La “Cuaresma”, sirvió de ejemplo y norma para el carácter litúrgico del Adviento. Tristemente, en estos cambios Litúrgicos que se han hecho, aún en la misma Liturgia se ha perdido el sentido penitencial que antes incluía la ausencia de flores, un órgano enmudecido… El Adviento nos hace contemplar las venidas del Señor.
            “Lo que vio Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén “.
            “Suceden en días futuros que el Monte de la Casa de Yahvéh será asentado en la cima de los montes y se abrazará por encima de las colinas.
            Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: “Venid, subamos al Monte de Yahvéh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos.
            Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén las palabras de Yahvéh.
            Juzgará entre las gentes, será arbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas poderosas.
            No levantará espada, nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.
            Casa de Jacob en marcha, caminemos hacia la luz de Yahvéh. (Isaías 2,1-5)
            Aquella real e inolvidable noche de diciembre en que “El Verbo hecho Niño” aparece en brazos, humilde y desvalido, de aquellos que Él mismo creó, protege, gobierna y viene a salvar.
            La llegada directamente a cada uno de nosotros, a nuestra alma. Él quiere y puede llegar personalmente y de manera especial si estamos dispuestos a recibirlo, nacerá nuevamente en nuestras almas.
            La Liturgia de este tiempo, sugiere ideas y sentimientos relativos a la expectación del Mesías que por el espacio de 4,000 años estuvieron aguardando.

 

            El Adviento es un tiempo de anhelante expectación. Esperamos al que ha de salvarnos de nuestro triple enemigo. Se aviva la esperanza en la Misericordia de Dios que se hará presente el día de la Navidad. Es la idea dominante en este Primer Domingo de Adviento.
            “Estar alerta para no ser sorprendidos. Como en los días de Noé, así será la venida del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el Arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastro a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno será llevado y otro dejado; dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será llevada y otra dejada”.
            “Velad, pues, porque no sabéis que día vendrá nuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de la casa supiese a que hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no dejaría que le horadasen su casa.
            Por eso también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre”. (Mateo 24, 37-44)

PREPARARSE, PUES A LA VENIDA DEL SEÑOR

SOR CLOTILDE