domingo, 24 de diciembre de 2017



LA ESCUELA CATOLICA
DOCUMENTO
De la Sagrada Congregación para la Educación Católica

INTRODUCCION
1.       La Escuela Católica adquiere cada día una mayor importancia en la Iglesia, tal como ésta se muestra después del Concilio Vaticano II, principalmente en las constituciones Lumen Gentium y Gaudium et Spes. La Escuela se integra en aquella otra realidad más amplia que es la educación cristiana, de la que trata específicamente la declaración conciliar Gravissimum educationis, en cuya línea quiere situarse este documento, limitándose a ahondar en la reflexión relativa a la Escuela Católica.
2.       Al contemplar los graves problemas que afectan a la educación cristiana en la sociedad pluralista contemporánea, la Sagrada Congregación para la Educación Católica juzga necesario concentrar su atención, en primer lugar, sobre la naturaleza y características de una escuela que quiere definirse y presentarse como ¨católica¨. Dada la heterogeneidad de situaciones en que se encuentra la Escuela Católica para realizar su obra en una variedad de países, de tradición cristiana, incluso sometida a legislaciones diversas, los problemas que la afectan deben ser afrontados y resueltos por cada una de las Iglesias locales, en el cuadro de los diferentes contextos socioculturales.
3.       La Sagrada Congregación para la Educación Católica considera oportuno ofrecer su ayuda proponiendo algunas consideraciones que sirvan para ver con mayor claridad el valor educativo de la Escuela Católica, en el cual radica fundamentalmente su razón de ser y en virtud del cual ella constituye un auténtico apostolado. Estas consideraciones más que agotar el tema, quisieran servir de base para ulteriores estudios y para realizaciones más profundas.

4.       Las Conferencias Episcopales, ciertamente, son conscientes de que deben dedicar sus cuidados pastorales a toda la juventud católica de las diversas escuelas de cada nación, no obstante eso, la Sagrada Congregación para la Educación Católica les confía a ellas el presente documento para que procuren que se elabore- en diversos niveles – un proyecto educativo que responda a las exigencias de la educación integral de los jóvenes de hoy en las escuelas católicas y para que velen por su ejecución. Además, la Sagrada Congragación exhorta a todos los responsables de la educación – padres de familia, educadores, jóvenes, autoridades escolares – a que aúnen todos los recursos y medios disponibles que permitan a la Escuela Católica desarrollar un servicio verdaderamente cívico y apostólico.

sábado, 23 de diciembre de 2017

IMITACIÓN DE CRISTO
EL REINADO DE JESÚS EN EL ALMA

QUI SÉQUITUR ME NON ÁMBULAT IN TENEBRIS
QUIEN ME SIGUE NO ANDA EN TINIEBLAS

La conversación interior
Qué hacer para que Jesús venga al alma y le hable.
                               Prepararle la morada.
Dice el Señor: El reino de Dios dentro de vosotros está. Conviértete a Dios de todo corazón y deja ese miserable mundo, y hallará tu alma reposo. Aprende a menospreciar las cosas exteriores y darte a las interiores, y veras que se viene a ti el reino de Dios.
Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo, que no se da a los malos si preparas digna morada interiormente a Jesucristo, vendrá a ti y te mostrará su consolación.
Toda su gloria y hermosura está en lo interior y allí se está complaciendo.
Su continua visitación es con el hombre interior, con él habla dulcemente, tiene agradable consolación, mucha paz y admirable familiaridad.

        Poner tu corazón, tu confianza y tu pensamiento en Dios
Tu corazón
Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo, para que quiera venirse a ti y hablar contigo. Porque Él dice así: “si alguno me ama, guardará mi palabra y vendremos a él, y haremos en él nuestra morada”.
Da, pues, lugar a Cristo, y a todo lo demás cierra la puerta. Si a Cristo tuvieres, estarás rico, y te bastará. Él será tu fiel procurador, y te proveerá de todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres. Porque los hombres se mudan fácilmente y desfallecen en breve; pero Jesucristo permanece para siempre y está firme hasta el fin.
Tu confianza
No hay que poner mucha confianza en el hombre frágil y mortal, aunque sea útil y bien querido, ni has de tomar mucha pena si alguna vez fuere contrario o no te atiende. Los que hoy son contigo, mañana te pueden contradecir, y al contrario; porque muchas veces se vuelven como el viento.
Pon en Dios toda tu esperanza, y sea Él tu temor y tu amor. El responderá por ti, y lo hará bien, como mejor convenga. No tienes aquí domicilio permanente dondequiera que estuvieres, serás extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no estuvieres íntimamente unido con Cristo.
¿Qué miras aquí no siendo éste el lugar de tu descanso? En los cielos debe ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre. Todas las cosas pasan, y tú también con ellas. Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso y perezcas
Tu pensamiento
En el Altísimo pon tu pensamiento y tu oración sin cesar sea dirigida a Cristo. Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la Pasión de Cristo y habita gustosamente en sus sagradas llagas.
Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús, gran consuelo sentirás en la tribulación, y no harás mucho caso de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las palabras de los maldicientes.
Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas, desamparado de amigos y conocidos, y en suma necesidad. Cristo quiso padecer y ser despreciado y ¿tú te atreves a quejarte de alguna cosa? Cristo tuvo adversarios y murmuradores, y ¿tú quieres tener a todos por amigos y bienhechores? ¿con qué se coronará tu paciencia si ninguna adversidad se te ofrece? Si no quieres sufrir ninguna adversidad, ¿Cómo serás amigo de Cristo? Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo
Cómo es el que tiene a Jesús
Si una vez entrases perfectamente en los secretos de Jesús, y gustases un poco de su encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio provecho o daño; antes te holgarías mas de las injurias que re hiciesen; porque le amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo.
El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las aficiones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu y descansar gozosamente.
Aquel a quien gustan todas cosas como son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio y enseñado mas de dios que de los hombres.
El que sabe andar dentro de sí y tener en poco las cosas exteriores, no busca lugares ni espera tiempos para darse a ejercicios devotos. El hombre interior presto se recoge, porque nunca se entrega a las cosas exteriores. No le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación necesaria tiempos; sino que, así como suceden las cosas, se acomoda a ellas.
El que está interiormente bien dispuesto y ordenado, no cuida de los hechos famosos y perversos de los hombres.
Obstáculos a la unión con Dios
Tanto se estorba el hombre y se distrae, cuanto atrae a sí las cosas de fuera. Si fueses recto y puro, todo te sucedería bien y con provecho. Por eso te descontentan y conturban muchas cosas frecuentemente, porque aún no has muerto a ti del todo ni apartado de todas las cosas terrenas.
Nada mancilla ni embaraza tanto el corazón del hombre cuanto el amor desordenado de las criaturas.

Si desprecias las consolaciones de fuera, podrás contemplar las cosas celestiales y gozarte muchas veces dentro de ti.

lunes, 18 de diciembre de 2017

“La santa Misa es la Obra mas excelente del Espíritu Santo
Hasta ahora hemos tratado de lo que se relaciona con la Misa con Dios Padre y con Dios Hijo. Estudiemos ahora la parte que en ella toma la tercera persona de la Santísima trinidad.
Los bienes que el Espíritu Santo derrama sobre nosotros son innumerables y nadie es capaz de llegarlos a contar.
El Espíritu Santo es todo amor y misericordia, aplaca la justicia y preserva de la condenación eterna a las almas de los pecadores. El principió y terminó la obra de nuestra santificación. La empezó, cuando por su intercesión el Verbo se hizo carne en el seno inmaculado de María y el alma santísima de Jesús se unió con su cuerpo, es decir, al unirse la divinidad con la humanidad. La termino el día de pentecostés, cuando se comunicó con sus apóstoles y discípulos y por la conversión de las almas empedernidas ante el espectáculo del Calvario.
El Espíritu Santo habita entre los verdaderos fieles, sin alejarse del todo de aquellos que le rechazan y, sin cesar, llama a las puertas de su corazón para entrar nuevamente en él.
Esta cooperación en la Redención no puede dejar de ser calificada de obra grande magnifica.
No obstante, refiriéndose al título del presente capítulo, vamos a demostrar que la santa misa es la obra más excelente del Espíritu Santo.
Todos los teólogos andan acordes al considerar como la mayor maravilla la unión de la divinidad con la humanidad, eso es la Encarnación. Esta maravilla, como todas las obras eternas de Dios, es común a las tres personas divinas. Pero la Iglesia, en conformidad a la teología, la atribuye al Espíritu Santo como obra de amor, y con mayor motivo se le atribuye la obra de amor más maravillosa y admirable; y ésta es la maravilla que canta la Iglesia en el símbolo de la Fe: et incarnatús est.
A pesar de ello el milagro que se realiza en el alta aventaja al primero, porque desciende el Hombre Dios del cielo y se oculta en la parte más pequeña de la Hostia.
La liturgia de Santiago atribuye este milagro de los milagros Espíritu Santo.
Inmediatamente antes de la fórmula de la consagración se lee: “Envía, Señor, sobre estos dones, al Vivificador, al Divino, Al Eterno, que en unión contigo, Dios Padre y de tu hijo Único, reine y gobierne a fin de que, por su santa, saludable y gloriosa presencia, sea este pan santificado y transubstanciado en el Cuerpo, y este vino en la sangre preciosa de tu Cristo.”
Otra oración parecida se encuentra en la liturgia de San Juan Crisóstomo: “Bendice, señor, este pan: conviértele en el cuerpo adorable de tu Cristo Bendice el cáliz santo y convierte, por obra del Espíritu Santo, el vino en la sangre preciosa de Cristo.”
En los primitivos misales se le atribuye la transubstanciación al Espíritu Santo y se le invoca para dar cumplimiento a esta obra, cómo cumplió la de la Encarnación, según las palabras de San Gabriel a María: “el Espíritu Santo descenderá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”
El sacerdote dice lo mismo cuando con los brazos extendidos y en alto, suplica al Espíritu Santo que baje del cielo: “Ven, Santificador Todopoderoso, Dios Eterno, y bendice este sacrificio preparado en honra de tu santo nombre”.
De la misma manera suplica San Ambrosio antes de la Misa: “Haz, Señor, que la Majestad invisible de tu Espíritu Santo descienda, como descendió en otras ocasiones sobre las victimas ofrecidas por nuestros padres”.
Del modo como desciende el Espíritu Santo nos lo dice claramente Santa Hildegarda: “cuando el sacerdote ya revestido -exclama- de sus ornamentos sacerdotales se dirigía al altar a celebrar, vi bajar del cielo una gran claridad que ilumino el altar durante la santa Misa”
“En el Sanctus una llama celeste atravesó el pan y el vino, cómo penetran los rayos del sol a través del cristal. Esta llama levantó al cielo las dos especies y las dejo enseguida sobre el corporal. Desde ese instante no hubo más que la carne y la sangre verdadera de Jesucristo, aunque aparentemente sólo se viesen el pan y el vino. Mientras yo contemplaba las santas especies vi pasar ante mis ojos, tal como se habían realizado en la tierra, la Encarnación, el Nacimiento, la Pasión y muerte del Hijo de Dios.”
El Antiguo Testamento ya nos había ofrecido dos hermosas imágenes de este misterio.
El primero, cuando el sacrificio de Aaron: “y la gloria de Señor se dejó ver de toda la muchedumbre: pues un fuego enviado por el Señor devoró el holocausto y los sebos que había sobre el altar. Lo cual, visto por las gentes del pueblo, postrándose sobre sus rostros, alabaron al señor”
El otro, al consagrarse el Templo: “Luego que Salomón acabó de hacer sus fervorosas plegarias, bajó del cielo fuego que devoró los holocaustos y las victimas; y la Majestad del Señor llenó toda la casa. Asimismo, todos los hijos de Israel estaban viendo bajar el fuego y la gloria del Señor sobre la casa, y postrándose rostro en tierra sobre el pavimento enlosado adoraron y bendijeron al Señor repitiendo: Porque es bueno y por qué es eterna su misericordia”.
Como somos indignos pecadores no nos es dado apreciar con los sentidos la realidad de estos símbolos y, sin embargo, mas de una vez el ojo del hombre ha contemplado en la tierra la llama del Espíritu Santo.
Según Baronio, San Ignacio, Patriarca de Constantinopla, mientras celebraba la santa Misa vio muchas veces cómo el pan consagrado tomaba la forma de un carbón encendido. La iglesia griega no consagra, como la romana, una Hostia, sino un pedazo de pan con levadura. ¡que admirable debió ser este pan inflamado con la llama del fuego divino! El fuego es el símbolo del amor por el cual el Padre está unido al Hijo y siendo el Espíritu de amor la tercera persona divina gusta de manifestarse a los hombres bajo el emblema de llamas de fuego.
El propio Baronio refiere un hecho relativo a la participación que toma el Espíritu Santo en el acto de la consagración.
Vivía en Fornello, ciudad poco distante de Roma, un obispo virtuoso en grado sumo que acostumbraba celebrar la Misa con gran fervor; pero a pesar de ello alguien encontró un medio de acusarle al Papa Agapito de haber comido en los vasos sagrados con gran escandalo de los fieles el Papa le llamó a Roma y lo encarceló.
En la noche del tercer día vio el Papa en un sueño misterioso a un Ángel ayudando por tres veces la Misa que celebraba el obispo prisionero, y al despertar llamó Agapito al prelado haciéndole celebrar los santos misterios en su presencia.
Obedeció el acusado y después del ofertorio, en la oración que dice: “Ven Santificador Todopoderoso, Dios eterno y bendice este sacrificio preparado para gloria de tu santo nombre” el Papa, al propio tiempo que el celebrante, vio bajar al Espíritu Santo, que les cubría, así como a los diáconos, semejante a una nube.
Entonces el Papa reconoció la inocencia y santidad el obispo y se arrepintió en gran manera del rigor que había desplegado contra él, prometiendo en lo sucesivo no dar crédito desmedido a tales acusaciones.
La citada oración sirve en todas las Misas para llamar al Espíritu Santo, según refiere el P. Mansi: ”El sacrificio incruento es tan sublime que el Espíritu Santo desciende del cielo, para bendecirlo , rodo lo cual contempla el coro de los ángeles con indecible jubilo” o bien dicho en otras palabras: cuando el Espíritu Santo lleva a cabo la transubstanciación, los ángeles rodean y adoran a su señor bajo las especies de pan y vino.
¡Cuán grande es el poder y la dulzura de este pan celestial que ha sido preparado por el Autor mismo de toda santidad!
Pero la llama del Espíritu Santo tiende mas a consumar el sacrificio que nos hace propicios ante Dios y nos enriquece con toda clase de bienes, que a prepararnos el alimento espiritual. Según San Pablo, su solicitud en bien de nuestras almas no tiene límites: “y además el Espíritu Divino ayuda a nuestra flaqueza, pues no sabiendo siquiera que hemos de pedir en nuestras oraciones, ni como conviene hacerlo, el mismo Espíritu hace o produce en nuestro interior nuestras peticiones a Dios con gemidos que son inexplicables. Pero aquel que penetra a fondo los corazones, conoce bien que es lo que desea el Espíritu, el cual no pide nada por los santos que no sea según Dios”
Indudablemente que una persona divina no pide a la otra, porque las tres tienen igual poder y generosidad; pero como la justicia se atribuye generalmente al Padre, la sabiduría al Hijo y la misericordia al Espíritu Santo se puede decir que la misericordia o sea el Espíritu Santo “pide con suplicas indecibles” a la justicia, o sea a Dios Padre, que perdone a los pecadores. Esto es lo que viene a decir san Pablo.
El Espíritu Santo ruega por nosotros constantemente, pero en especial en la santa Misa, como podemos deducirlo del pasaje siguiente de san Juan Crisóstomo: “en la Misa no oramos solos, postrase los ángeles e interceden por nosotros”
Si los espíritus celestes eligen preferentemente el momento de la santa misa para abogar por nosotros lo hacen a ejemplo del Espíritu Santo que uniéndose a Jesucristo inmolado en el alatar se empeña en ablandar a la justicia divina.
Sabido esto comprenderemos ya la infinita bondad del Espíritu Santo quien no dirige a Dios una oración tan solo, sino suplicas constantes. Depositemos pues, toda nuestra confianza en un amigo tan fiel y puesto que ora por nosotros en la santa misa oigámosla algunas veces en su honor y en acción de gracias por todos sus beneficios.”

Sor Clotilde García Espejel 

domingo, 17 de diciembre de 2017



AFECTOS A CRISTO SACRAMENTADO PARA DESPUES DE LA COMUNION.


Yo soy de Dios: oh dulce pensamiento,
Que anega el alma en celestial amor,
Un Dios potente, hasta albergarse llega
En mi pobre y estrecho corazón.
Yo soy de Dios: el cielo me contempla,
Y el ángel que se acerca á mí veloz,
Halla mi pecho en templo convertido,
Donde el Eterno fija su mansión.
Yo soy de Dios: la sangre inmaculada
Que de una Virgen cándida tomó,
¡Oh gran prodigio! Con mi sangre llega
Hasta mezclarse en misteriosa unión.
Yo soy de Dios: se abisma el pensamiento
Cuando en mi pecho fija su mansión;
Con reverencia el alma le recibe,
Mientras el serafín tiembla á su voz.
Yo soy de Dios: mis ojos se recrean
Al contemplar absortos de esplendor
Desaparecer encantos terrenales;
Huye ante la verdad toda ilusión.
Yo soy de Dios: el salvador del hombre,
El Rey de reyes hasta mi bajó;
Al recibirle en lágrimas desecho
Mi espíritu se inflama en santo amor.
Yo soy de Dios: hasta el postrer momento
Sólo he de hallar encantos en mi Dios;
Su dulce nombre ha de sellar mis labios
Al dirigirle mi última oración.






domingo, 19 de noviembre de 2017




Reciban saludos todas las personas que me hacen el favor de leer mis publicaciones.
Por causas de fuerza mayor tuve que suspender temporalmente los artículos que normalmente subía a ésta red social, les informo que continuaré con mis publicaciones en días próximos, gracias.




Tedeum

El Tedeum ha sido atribuido sucesivamente a Hilario, Ambrosio y Agustín. G. Morin y A. Burn han tratado de demostrar que es de Niceta, obispo de Remesiana, un amigo de Paulino de Nola, muerto en 414. Este célebre canto puede ser también el resultado de diversas composiciones reunidas.

A Ti, ¡oh Dios!, alabamos; como Señor te confesamos.
A Ti, Padre eterno, la tierra toda te venera.
A Ti todos los ángeles, a Ti los cielos y todas las Potestades,
A Ti los querubines y los serafines te proclaman con voz que no cesa:
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos,
Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria.
A Ti, el glorioso coro de los Apóstoles,
A Ti la venerable multitud de los profetas,
A Ti el ilustre ejército de los mártires te alaba.

La Santa Iglesia te confiesa por todo el orbe de la tierra,
Padre de inmensa majestad,
Y venerable tu único verdadero Hijo
Y también el Espíritu Santo consolador.

Tú ¡oh Cristo! Eres el rey de la gloria,
Hijo Eterno del Padre.
Te hiciste hombre para liberarle y encarnaste sin desdén en el seno de una Virgen.
Tú, roto el aguijón de la muerte, abriste a los creyentes el reino de los cielos.
Tú estás sentado a la diestra de Dios en la gloria del Padre.
Creemos que vendrás como Juez y te rogamos que socorras a tus siervos, a los que redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna nos contemos entre tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad,
Y rígelo y protégelo eternamente.
Todos los días te bendecimos
Y alabamos tu nombre por los siglos y por los siglos de los siglos.
Dígnate, Señor en este día custodiarnos sin pecado.
Ten misericordia de nosotros, Señor; ten misericordia de nosotros.
De la misma manera que hemos esperado en Ti, haz, Señor que tu misericordia descienda sobre nosotros.

En Ti, Señor, esperé no sea yo eternamente confundido.





sábado, 16 de septiembre de 2017

"LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES: El Ayuno cristiano, La Oración cristiana, La Eucaristía"




DIDACHÉ
O
LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Padres apostólicos I
 
  



   


VIII. – El ayuno cristiano.   Vuestros ayunos no han de ser al tiempo que lo hacen los hipócritas; porque éstos ayunan el día segundo y quinto de la semana. Mas vosotros ayunad el día cuarto y el día de la preparación (19).
 
  






La Oración Cristiana. Ni oréis tampoco como los hipócritas, sino que tal, como os mandó el Señor en su Evangelio, así tenéis que orar:
                   Padre nuestro celestial,
         santificado sea tu nombre,
         venga tu reino,
         hágase tu voluntad,
como en el cielo, también en la tierra.
El pan nuestro de nuestra substancia,
dánoslo hoy;
y perdónanos nuestra deuda, así como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores,
y no nos lleves a la tentación,
más líbranos del malo.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Así oraréis tres veces al día (20).
 
   




IX. – La Eucaristía.    Respecto a la Eucaristía, daréis gracias de esta manera:

Primeramente, sobre el cáliz:
                   Te damos gracias, Padre nuestro,
                   por la santa viña de David, tu siervo,
                   la que nos diste a conocer
                   por medio de Jesús, tu siervo.
                   A ti sea la gloria por los siglos (21).

Luego, sobre la fracción:
                   Te damos gracias, Padre nuestro,
                   por la vida y el conocimiento
                   que nos manifestaste
                   por medio de Jesús, tu siervo.
                   A ti sea la gloria por los siglos (22).
                   Como este fragmento
                   estaba disperso sobre los montes
                   y reunido se hizo uno,
                   así sea congregada tu Iglesia
                   de los confines de la tierra en tu reino.
                   Porque tuya es la gloria y el poder
                   por Jesucristo eternamente.

Que nadie coma y beba de vuestra Eucaristía, sino los bautizados en el nombre del Señor. Pues justamente sobre esto dijo el Señor “No déis lo Santo a los perros” (23).




(19) El enlace de la prescripción sobre el ayuno y los días en que se ha de hacer, parecer algo extremo con lo anterior. Los cristianos han de ayunar los miércoles y viernes para no coincidir con los “hipócritas”, que ayunan los lunes y jueves. Sin embargo, en algo más que en los días había de distinguirse el ayuno cristiano de los judíos o “hipócritas”. Esta expresión con que se señala a los judíos nos hace pensar en Mt. VI, 16, y allí se marcan las diferencias de un ayuno y otro. Por lo demás, hay aquí, como en toda la Didaché, un eco de la lucha contra los judaizantes o judíos en general, que llenó parte tan grande de la vida apostólica de San Pablo. Después del año setenta, esta actividad de los judaizantes sobre las comunidades cristianas cesa en absoluto. No debe, pues, ser muy posterior al setenta la fecha de composición de la Didaché.

(20) La oración cristiana también ha de ser distinta de la oración de los “hipócritas”. Seguramente había en la comunidad cristianos provenientes de la sinagoga, que seguían usando la forma de oración de ésta. El autor de la Didaché quiere que se ore conforme mandó Jesús en el Evangelio. Es imposible no ver aquí una clara alusión al texto escrito de San Mateo, a quien sigue en la transcripción del Padre Nuestro (Mt, Vi, 9-13). El hecho de que el Padre Nuestro se cierre con una doxología, antecedente lejano de nuestro Gloria Patri, prueba que el Padre Nuestro formaba ya parte de la oración litúrgica de la comunidad. Tres veces al día quiere la Didaché que se rece el Padre Nuestro, en evidente oposición a las tres veces en que los “hipócritas” recitaban las llamadas 18 bendiciones. “En la limitación al triple rezo diario, se expresa la gran reverencia de la cristiandad primitiva por la más santa de las oraciones; al introducirse más tarde la costumbre de rezar innumerables veces el Padre Nuestro, se perdió esta veneración y estima y no podemos menos de considerar la antigua práctica como más conveniente” (Winterswyl). Hoy día rezamos mucho “aprisa y por acabar la tarea”, que dice Santa Teresa. Léase todo el comentarlo, admirable y único, como suyo, al Pater noster.

(21) He aquí las más antiguas oraciones eucarísticas, bellas y conmovedoras, que pudieron todavía ser pronunciadas por algunos de los Apóstoles -Juan vivía ciertamente al redactarse la Didaché-; y que respiraban fe profunda, ardiente esperanza, intimidad religiosa, sentido vivo de la unidad de la Iglesia en Cristo Jesús, fuente de toda vida y término de todo anhelo del cristiano. Con todo, son pocas las dificultades que en sus pormenores presentan estas oraciones. Parece ante todo que no puede dudarse que se trata de la celebración eucarística, propiamente dicha. El que falte la fórmula de la institución y consagración, pudiera explicarse porque estas oraciones están destinadas a la comunidad y no, primariamente, al sacerdote. La viña de David es la misma salud mesiánica, varias veces simbolizada en la vid; Gén., XLIX, II, Ps., IX, 20 et alibi, Jesús se aplicó a sí mismo la imagen mesiánica en Jo., XV, 1-8: “Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos.

(22) La vida y el conocimiento manifestados por Jesucristo se identifica con la que antes llamó la santa viña de David, es decir, la salvación y vida divina de que Jesucristo es fuente y origen. Justamente la denominación de Jesús como “siervo de Dios” alusión cierta a la profecía de Isaías sobre el sirvo paciente de Jahwé (c. 53 íntegro), demuestra que esta primitiva comunidad no ignora la doctrina de San Pablo sobre el enlace entre Eucaristía y Pasión del Señor: “Cuantas veces comiereis este pan y bebiereis el cáliz, anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga” (I Cor. II, 25). Por lo demás la expresión “siervo de Dios” que el griego traduce por país theou, aplicada a Jesús, desapareció de la liturgia por prestarse a la confusión de que el siervo de Dios no fuera también Dios.

X.- Después del ágape

Después de saciaros, daréis gracias de este modo:

Te damos gracias, Padre nuestro,
por tu Santo nombre,
que hiciste morar en nuestros corazones,
y por el conocimiento, la fe y la mortalidadque nos manifestaste
por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos (24)

(23) Es impresionante el sentimiento profundo de la unidad y universalidad de la Iglesia que esta antiquísima postcommunio nos revela. Por otra parte, apenas si cabe superar la belleza de la forma. Se trata, ciertamente, de una nueva poesía, que nace justamente cuando la lírica griega estaba agotada, porque agotada estaba también la fe del alma pagana. La solemne intimación de que sólo los bautizados pueden comer y beber de la Eucaristía, y la cita expresa de Mt. VII, 6 que la tradición posterior entendió siempre del misterio eucarístico, demuestra cumplidamente que estas oraciones se pronuncian en la celebración propiamente dicha de la Eucaristía, no en algún banquete de hermandad a que seguidamente se hace también alusión.

(24) El verbo empleado aquí (emplesthenai) indica probablemente una comida corriente, comida de hermandad o ágape, que precedía o seguía a la celebración propiamente esucarística. He aquí la definición que del ágape da Tertuliano: Coenula nostra de nomine rationem ostentat. Id vocatur quod dilectio apud graecus est. A los ágapes se alude en Jac. 11, 21. 2 Petri 2, 14; Jud. v. 12, único pasaje en que aparece expresa la palabra ágape. Los Hechos de los Apóstoles. 2, 47. se refieren también a estas comidas no estrictamente eucarísticas.

Tú, Señor omnipotente,
creaste todas las cosas por causa de tu nombre,
y diste a los hombres
comida y bebida para su disfrute,
a fin de que te dé gracias.
Mas a nosotros nos concediste
comida y bebida espiritual
y vida eterna para tu Siervo.
Ante todo, te damos gracias,
porque eres poderoso.
A ti sea la gloria por los siglos (25).

Parece, pues, que la Didaché y el uso primitivo de la Iglesia, distinguía dos celebraciones de acción de gracias, o Eucaristía, una ordinaria, aunque dirigida en último término a la unión fraternal y que también podía enlazarsecon el recuerdo de la última cena, y otra sacramental, que era propiamente la que realizaba el mandato de Jesús: "Haced esto en memoria de Mí." Con todo, como nota Altaner, el verbo "su saciarse" puede entenderse de la comida eucarística, como es uso corriente en la Liturgia actual, y estas oraciones serían también directa y primariamente eucarísticas.

(25) Aun pronunciada esta oración después de "saciarse", su contenido nos obliga o ponerla en relación con la Eucaristía. ¿Qué puede, en efecto, significar la comida y bebida espiritual y vida eterna dada por Jesucristo, en contraste con la comida para disfrute de los sentidos? En realidad ignoramos, por lo menos para la Didaché, en que relación estaban ágape y Eucaristía, y queda ciertamente algo flotante el sentido y aplicación estricta de estas, por otra parte, tan bellas plegarias. Muy significativa es la fórmula "te damos gracias porque eres poderoso", la cual nos recuerda la del Gloria en la Misa; Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam. Aquí en realidad, acción de gracias se identifica con alabanza, pues una y otra tienen la común raíz de la caridad.



Acuérdate Señor de tu Iglesia,
para librarla de todo mal,
y reúnela, santificada,
de los cuatro vientos
en el reino que Tú la preparaste.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Venga la gloria y pase este mundo.
Hosanna al Dios de David.
El que sea santo, que se acerque;
el que no lo sea, que haga penitencia.
Maranathá. Amén.
A los profetas permitidles que den gracias cuantas quieran (26).

(26) Esta oración por la Iglesia respira la fe y el ardiente anhelo de la comunidad cristiana por la vuelta del Señor. Sólo con la vuelta del Señor adquiriría la Iglesia su perfecta unidad, al congregarla El, santificada, de los cuatro vientos en el reino que le tiene preparado. Creyera o no la primitiva comunidad en la proximidad de la venida del Señor, no cabe duda que esta fe era para el cristiano una positiva fuerza sobrenatural, un auténtico anhelo de vivir en el reino de la gracia y liberarse del mundo. El hosanna al Dios de David es una magnífica confesión de la divinidad del hijo de David, y conserva un eco de la pelémica con los judíos. En Apoc. 20, 22, San Juan interpreta la súplica del Maranathá: "Veni Domine Jesu."  La intimación: "El que sea santo que se acerque", no se refiere a la santidad que supone la celebración eucarística, sino al hecho mismo de ser cristiano. El que no lo sea, es decir, el pagano, haga penitencia, convirtiéndose al Señor.
A los profetas no se les señala oración particular, sino que pueden ellos, como movidos que son por el Espíritu, pronunciar las que quieran y prolongarlas cuanto quieran. La Didaché no "extingue el espíritu."

La unción.    

         Respecto del óleo de la unción, daréis gracias de esta manera:

         Te damos gracias, Padre nuestro,
         por el óleo de la unción.
         que Tú nos manifestaste
         por Jesucristo, tu Siervo.
         A ti sea la gloria por los siglos (27)



VERSIÓN Y NOTAS
POR EL
RVDO. P. DANIEL RUIZ BUENO C. M. E.

Catedrático de Lengua Griega. 

miércoles, 13 de septiembre de 2017

"La Santa Misa: Los fines de la Misa" continuación.




LA SANTA MISA

LOS FINES DE LA MISA.
 
  


  
LOS FINES SON LOS SIGUIENTES
1.   Latréutico; 2.- Expiatorio; 3.- Eucarístico; 4.- Impetratorio:
CONTINUACIÓN

3.- Eucarístico. – Acción de Gracias, sí fuéramos justos tendríamos que darle Gracias a Dios, primero de la vida, pues la vida es un don en el que tenemos derecho a recibir otros dones aún naturales. Sin la vida nos perdemos en la nada, con la vida, la Gracia de Dios; de la nada a la plenitud del Lumen Dei, pasando por este valle y gozando en Cristo por Cristo y con Cristo de toda la belleza de la creación, de sus beneficios de nuestros logros, de nuestros sufrimientos; pues como dice San Pablo: “Para el que ama a Dios todo se convierte en bien”.  

“Hagamos Gracias al Señor Nuestro Dios. Verdaderamente cosa justa y razonable es equitativo y saludable haceros Gracia y doquiera, Señor Santo, Padre Todopoderoso Dios Eterno.”

“Las Gracias, dice Santo Tomás de Aquino, deben darse a su Autor por medio de la gratitud, reconocimiento y por el mismo conducto por donde baja.”

Por eso San Pablo escribía a los fieles de Corinto “Continuamente estoy dando Gracias a Dios por vosotros, por la Gracia de Dios, que se os ha dado por Jesucristo: porque por Él habéis sido enriquecidos con toda suerte de bienes espirituales, con todo lo que pertenece a los dones de la palabra y la ciencia, de manera que nada os falte de Gracia ninguna.”

“Mirad que tierno amor hacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos en efecto”, escribe el discípulo muy amado, y San Pablo “Y siendo hijos, somos también herederos; herederos con Dios y coherederos con Jesucristo”.

Piensa, pues católico cuanto debemos a Dios, pero, sobre todo el haber instituido la Misa y que, sin ella, no tendríamos medio para dar dignamente Gracias a Dios.

4.- Impetratorio. – Para pedirle Gracias tengamos siempre presente que, “Maldito del hombre, que confía en otro hombre”, y haciendo uso de todos los medios y personas que Dios nos señale en el camino hagámoslo fundamentados en el abandono en Dios para pedirle y rogarle por todas nuestras necesidades. Sí tuviéramos presentes estos fines, no nos alcanzaría la presencia en el Sacrificio infinito para ser irreverentes y perder el tiempo en gritos y aplausos. Digo nuevamente, lo que dije al iniciar estos pensamientos sobre la Santa Misa: “La Misa nos conduce de la mano a una alta contemplación del Dios Amado".

“Los Sacrificios en las Sinagogas sólo podían ser ofrecidos con una sola intención y con un rito particular, pero la Iglesia, aunque no tenga más que un solo Sacrificio, lo ofrece con intenciones diversas en todas circunstancias y obtienen más Gracia que los judíos con sus múltiples ofrendas".

Los Doctores de la Iglesia están acordes en proclamar el poder de la Misa como Sacrificio Impetratorio: “Es sumamente eficaz, dice uno de ellos, a causa del valor de la Víctima y de la dignidad del Sumo Sacerdote que sacrifica. No hay Gracia ni don que no pueda obtenerse por ella. Poco importa que sean miles o dos los que pidan, todos recibirán según la medida de su petición: Porque siendo Jesús el principal sacrificador, su ofrenda es infinitamente agradable al Padre. Son, además, inagotables los méritos que le son presentados".

La Pasión, la Sangre, las Llagas de Jesús, tienen un valor infinito en el testamento de su corazón. Las últimas palabras que pronuncio después de la Cena, dijo Nuestro Buen Maestro: “En verdad os digo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederé.”

Por la ofrenda del Santo Sacrificio damos más de lo que podemos pedir en la Santa Misa, no oramos sólo; con nosotros y por nosotros, oran el Sacerdote, los Ángeles y el mismo Jesucristo.

Pidamos con fervor y abundancia en la Santa Misa. La Santa Misa es el centro infinitamente superior, de la Santa Liturgia, nada es comparable con el culto que se dé a Dios en el Santo Sacrificio de la Cruz.
  

  Sor Clotilde.

sábado, 9 de septiembre de 2017

La Santa Misa: Los Fines de la Misa"




LA SANTA MISA

LOS FINES DE LA MISA.


 

 Es urgente y necesario que, quienes se interesen por la “La Mística de la Misa”, no olviden lo que es el Ser y la Esencia de la Santa Misa y que, la Misa, entiendan, no sólo es un Sacrificio en alabanza a Dios; sino el mejor y más grande de los Sacrificios, para que no confundamos la Misa con sus fines, frutos…; ya que hace unos días escuchaba a un fervoroso ministro de Dios, que la Misa es una cita con el hermano, una cita con el amigo… No es lo mismo que la Misa es el momento en el que se consuma el Sacrificio. ¿Qué voy a hacer, cuando me dirijo a unirme con el Sacerdote para contemplar la Santa Misa? Igualmente los fines de la Misa, son las intenciones de parte del que participa en el Sacrificio, para cumplir las condiciones que Dios ha dado.

LOS FINES SON LOS SIGUIENTES
1.   Latréutico; 2.- Expiatorio; 3.- Eucarístico; 4.- Impetratorio:

1.   Latréutico. – El fin que lleva en sí la Santa Misa y que es imprescindible es la Adoración, Gloria Gratitud y Reconocimiento al Todopoderoso; ya que es el Sacrificio que puede satisfacer al Padre Eterno, pues ofreciendo el Sacrificio, Jesús, a través del Sacerdote, que es su mismo Hijo quien en nombre de la Iglesia Militante, Purgante y Triunfante le reconoce y adora como su Dios.

“La Iglesia por medio del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo ofrece Sacrificio de Alabanza” dice San Agustín. Y agrega San Lorenzo Justiniano: “Es cierto que Dios no puede recibir alabanza mayor que la que recibe en la Misa instituida por el Salvador a este fin”, a lo que agrega Molina: “En la Misa el Hijo de Dios ofrece a su Padre, y le tributa toda la honra, toda la Gloria que le tributaba en la tierra.”

     Así y, solamente así, es como se glorifica al Padre de una manera digna de Él y por eso recibe Dios más honor en una sola Misa, que el que le puedan procurar todos los Ángeles y Santos.

     Santa Brígida vió como los Santos y los Ángeles tomaban parte en las alabanzas tributadas por Jesucristo durante la Misa: “Un día que Santa Brígida, asistía al Santo Sacrificio del Altar; parecióle, en el momento de la Consagración, que el sol, la luna, las estrellas, los planetas, todos los cielos y sus moradores cantaban las melodías más dulces y embriagadoras.

     Mezclabansé con ellos una multitud de cantores celestiales cuyos acentos demasiado sublimes para que se puedan explicar y comparar. Los coros de Ángeles contemplaban al Sacerdote y ante él se inclinaban con el más profundo respeto, a la par que huían los demonios poseídos de espanto. Tan pronto como el Sacerdote pronunció sobre la Hostia las palabras de la Consagración, divisé un pequeño cordero que tenía el rostro de Jesús y fue reverenciado y adorado por la multitud de Ángeles.

     Un número infinito de almas de bienaventurados alababan también con los Ángeles al Altísimo y Cordero Inmaculado.”

     Almas piadosas, meditemos y, en nuestras reflexiones, habremos de descubrir que la Santa Misa nos hace vivir un ambiente sobrenatural que nada tiene que ver con el mundo.

2.   Expiatorio. – Pedirle a Dios perdón por nuestros pecados. ¡Qué misericordia de parte de Dios, por medio de Cristo, Víctima Divina, quien realiza nuevamente su Pasión! Veamos la necesidad de pedirle a Dios tenga Misericordia de nosotros a través de Jesucristo, quien ofrece el Sacrificio por todos nosotros, aprovechemos esa Gracia y arrepintámonos de nuestras miserias expresándole a Dios que nos pesa de haberle ofendido por Ser Nuestro Creador, Redentor y Santificador.

“Si alguno hubiese cometido pecado haga penitencia por él que ofrezca de los rebaños una cordera o una cabra, y el Sacerdote hará oración por dicha persona y por dicho pecado.”

Sí el Antiguo Testamento tenía sus propios Sacrificios, no podía faltarle a la Iglesia el Sacrificio Redentor.

Este sacrificio Expiatorio evidentemente es el de la Cruz, por el cual se reconcilio el mundo con la Justicia Divina. Pero para que esta reconciliación nos fuese ofrecida cada día, hasta la consumación de los tiempos, instituyó Jesucristo el Sacrificio de la Misa.

Marchat se expresa en estos términos: “Sobre Nuestro Señor Jesucristo que cargó con los pecados del mundo para limpiarlos con su sangre descarguemos nuestras faltas personales como sobre una víctima llevada a la inmolación para que los expié por nosotros.

Santiago en su liturgia exclama: “Ofrecemosté oh Señor, este Sacrificio incruento por los pecados, cometidos por ignorancia: cometemos en efecto muchos pecados de los que no nos damos cuenta somos reos.”
Habla nuevamente Marchant, y no de otro modo se expresa el Papa Alejandro I, San Cirilo y San Ambrosio: “Por medio de la oblación del Santo sacrificio, el Señor se reconcilia con nosotros y perdona la multitud de nuestros pecados que ofrecemos a Jesucristo Cordero de Dios inmolado por nuestros pecados a fin de mover al Señor a que tenga misericordia de nosotros. Jesucristo ofreciéndose como Sacerdote para que Dios perdone nuestros pecados.”

“El Sacrificio de la Misa es realmente un Sacrificio propiciatorio mediante el cual sí nos dirigimos a Dios con corazón recto y fe sincera, con temor y respeto, contritos y arrepentidos, alcanzaremos misericordia y recibiremos los auxilios de que tenemos necesidad.”

“Asistid a la Santa Misa, oídla, hacerla celebrar para estas ovejas descarriadas y llegara la hora del triunfo, de la gracia, tanto más pronto cuanto mayor sea vuestra confianza.”

Pero advirtamos que los pecados mortales cualquiera falta grave hay que recurrir al Sacramento de la penitencia. En el confesionario, el mismo Cristo da el perdón, la pena y en la Santa Misa, donde pedimos perdón de todos los pecados Dios nos abraza, nos comprende, nos consuela, nos fortalece, nos hace mejores, pero eso no implica que dejemos la confesión.
  
Sor Clotilde.