sábado, 16 de septiembre de 2017

"LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES: El Ayuno cristiano, La Oración cristiana, La Eucaristía"




DIDACHÉ
O
LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Padres apostólicos I
 
  



   


VIII. – El ayuno cristiano.   Vuestros ayunos no han de ser al tiempo que lo hacen los hipócritas; porque éstos ayunan el día segundo y quinto de la semana. Mas vosotros ayunad el día cuarto y el día de la preparación (19).
 
  






La Oración Cristiana. Ni oréis tampoco como los hipócritas, sino que tal, como os mandó el Señor en su Evangelio, así tenéis que orar:
                   Padre nuestro celestial,
         santificado sea tu nombre,
         venga tu reino,
         hágase tu voluntad,
como en el cielo, también en la tierra.
El pan nuestro de nuestra substancia,
dánoslo hoy;
y perdónanos nuestra deuda, así como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores,
y no nos lleves a la tentación,
más líbranos del malo.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Así oraréis tres veces al día (20).
 
   




IX. – La Eucaristía.    Respecto a la Eucaristía, daréis gracias de esta manera:

Primeramente, sobre el cáliz:
                   Te damos gracias, Padre nuestro,
                   por la santa viña de David, tu siervo,
                   la que nos diste a conocer
                   por medio de Jesús, tu siervo.
                   A ti sea la gloria por los siglos (21).

Luego, sobre la fracción:
                   Te damos gracias, Padre nuestro,
                   por la vida y el conocimiento
                   que nos manifestaste
                   por medio de Jesús, tu siervo.
                   A ti sea la gloria por los siglos (22).
                   Como este fragmento
                   estaba disperso sobre los montes
                   y reunido se hizo uno,
                   así sea congregada tu Iglesia
                   de los confines de la tierra en tu reino.
                   Porque tuya es la gloria y el poder
                   por Jesucristo eternamente.

Que nadie coma y beba de vuestra Eucaristía, sino los bautizados en el nombre del Señor. Pues justamente sobre esto dijo el Señor “No déis lo Santo a los perros” (23).




(19) El enlace de la prescripción sobre el ayuno y los días en que se ha de hacer, parecer algo extremo con lo anterior. Los cristianos han de ayunar los miércoles y viernes para no coincidir con los “hipócritas”, que ayunan los lunes y jueves. Sin embargo, en algo más que en los días había de distinguirse el ayuno cristiano de los judíos o “hipócritas”. Esta expresión con que se señala a los judíos nos hace pensar en Mt. VI, 16, y allí se marcan las diferencias de un ayuno y otro. Por lo demás, hay aquí, como en toda la Didaché, un eco de la lucha contra los judaizantes o judíos en general, que llenó parte tan grande de la vida apostólica de San Pablo. Después del año setenta, esta actividad de los judaizantes sobre las comunidades cristianas cesa en absoluto. No debe, pues, ser muy posterior al setenta la fecha de composición de la Didaché.

(20) La oración cristiana también ha de ser distinta de la oración de los “hipócritas”. Seguramente había en la comunidad cristianos provenientes de la sinagoga, que seguían usando la forma de oración de ésta. El autor de la Didaché quiere que se ore conforme mandó Jesús en el Evangelio. Es imposible no ver aquí una clara alusión al texto escrito de San Mateo, a quien sigue en la transcripción del Padre Nuestro (Mt, Vi, 9-13). El hecho de que el Padre Nuestro se cierre con una doxología, antecedente lejano de nuestro Gloria Patri, prueba que el Padre Nuestro formaba ya parte de la oración litúrgica de la comunidad. Tres veces al día quiere la Didaché que se rece el Padre Nuestro, en evidente oposición a las tres veces en que los “hipócritas” recitaban las llamadas 18 bendiciones. “En la limitación al triple rezo diario, se expresa la gran reverencia de la cristiandad primitiva por la más santa de las oraciones; al introducirse más tarde la costumbre de rezar innumerables veces el Padre Nuestro, se perdió esta veneración y estima y no podemos menos de considerar la antigua práctica como más conveniente” (Winterswyl). Hoy día rezamos mucho “aprisa y por acabar la tarea”, que dice Santa Teresa. Léase todo el comentarlo, admirable y único, como suyo, al Pater noster.

(21) He aquí las más antiguas oraciones eucarísticas, bellas y conmovedoras, que pudieron todavía ser pronunciadas por algunos de los Apóstoles -Juan vivía ciertamente al redactarse la Didaché-; y que respiraban fe profunda, ardiente esperanza, intimidad religiosa, sentido vivo de la unidad de la Iglesia en Cristo Jesús, fuente de toda vida y término de todo anhelo del cristiano. Con todo, son pocas las dificultades que en sus pormenores presentan estas oraciones. Parece ante todo que no puede dudarse que se trata de la celebración eucarística, propiamente dicha. El que falte la fórmula de la institución y consagración, pudiera explicarse porque estas oraciones están destinadas a la comunidad y no, primariamente, al sacerdote. La viña de David es la misma salud mesiánica, varias veces simbolizada en la vid; Gén., XLIX, II, Ps., IX, 20 et alibi, Jesús se aplicó a sí mismo la imagen mesiánica en Jo., XV, 1-8: “Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos.

(22) La vida y el conocimiento manifestados por Jesucristo se identifica con la que antes llamó la santa viña de David, es decir, la salvación y vida divina de que Jesucristo es fuente y origen. Justamente la denominación de Jesús como “siervo de Dios” alusión cierta a la profecía de Isaías sobre el sirvo paciente de Jahwé (c. 53 íntegro), demuestra que esta primitiva comunidad no ignora la doctrina de San Pablo sobre el enlace entre Eucaristía y Pasión del Señor: “Cuantas veces comiereis este pan y bebiereis el cáliz, anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga” (I Cor. II, 25). Por lo demás la expresión “siervo de Dios” que el griego traduce por país theou, aplicada a Jesús, desapareció de la liturgia por prestarse a la confusión de que el siervo de Dios no fuera también Dios.

X.- Después del ágape

Después de saciaros, daréis gracias de este modo:

Te damos gracias, Padre nuestro,
por tu Santo nombre,
que hiciste morar en nuestros corazones,
y por el conocimiento, la fe y la mortalidadque nos manifestaste
por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos (24)

(23) Es impresionante el sentimiento profundo de la unidad y universalidad de la Iglesia que esta antiquísima postcommunio nos revela. Por otra parte, apenas si cabe superar la belleza de la forma. Se trata, ciertamente, de una nueva poesía, que nace justamente cuando la lírica griega estaba agotada, porque agotada estaba también la fe del alma pagana. La solemne intimación de que sólo los bautizados pueden comer y beber de la Eucaristía, y la cita expresa de Mt. VII, 6 que la tradición posterior entendió siempre del misterio eucarístico, demuestra cumplidamente que estas oraciones se pronuncian en la celebración propiamente dicha de la Eucaristía, no en algún banquete de hermandad a que seguidamente se hace también alusión.

(24) El verbo empleado aquí (emplesthenai) indica probablemente una comida corriente, comida de hermandad o ágape, que precedía o seguía a la celebración propiamente esucarística. He aquí la definición que del ágape da Tertuliano: Coenula nostra de nomine rationem ostentat. Id vocatur quod dilectio apud graecus est. A los ágapes se alude en Jac. 11, 21. 2 Petri 2, 14; Jud. v. 12, único pasaje en que aparece expresa la palabra ágape. Los Hechos de los Apóstoles. 2, 47. se refieren también a estas comidas no estrictamente eucarísticas.

Tú, Señor omnipotente,
creaste todas las cosas por causa de tu nombre,
y diste a los hombres
comida y bebida para su disfrute,
a fin de que te dé gracias.
Mas a nosotros nos concediste
comida y bebida espiritual
y vida eterna para tu Siervo.
Ante todo, te damos gracias,
porque eres poderoso.
A ti sea la gloria por los siglos (25).

Parece, pues, que la Didaché y el uso primitivo de la Iglesia, distinguía dos celebraciones de acción de gracias, o Eucaristía, una ordinaria, aunque dirigida en último término a la unión fraternal y que también podía enlazarsecon el recuerdo de la última cena, y otra sacramental, que era propiamente la que realizaba el mandato de Jesús: "Haced esto en memoria de Mí." Con todo, como nota Altaner, el verbo "su saciarse" puede entenderse de la comida eucarística, como es uso corriente en la Liturgia actual, y estas oraciones serían también directa y primariamente eucarísticas.

(25) Aun pronunciada esta oración después de "saciarse", su contenido nos obliga o ponerla en relación con la Eucaristía. ¿Qué puede, en efecto, significar la comida y bebida espiritual y vida eterna dada por Jesucristo, en contraste con la comida para disfrute de los sentidos? En realidad ignoramos, por lo menos para la Didaché, en que relación estaban ágape y Eucaristía, y queda ciertamente algo flotante el sentido y aplicación estricta de estas, por otra parte, tan bellas plegarias. Muy significativa es la fórmula "te damos gracias porque eres poderoso", la cual nos recuerda la del Gloria en la Misa; Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam. Aquí en realidad, acción de gracias se identifica con alabanza, pues una y otra tienen la común raíz de la caridad.



Acuérdate Señor de tu Iglesia,
para librarla de todo mal,
y reúnela, santificada,
de los cuatro vientos
en el reino que Tú la preparaste.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Venga la gloria y pase este mundo.
Hosanna al Dios de David.
El que sea santo, que se acerque;
el que no lo sea, que haga penitencia.
Maranathá. Amén.
A los profetas permitidles que den gracias cuantas quieran (26).

(26) Esta oración por la Iglesia respira la fe y el ardiente anhelo de la comunidad cristiana por la vuelta del Señor. Sólo con la vuelta del Señor adquiriría la Iglesia su perfecta unidad, al congregarla El, santificada, de los cuatro vientos en el reino que le tiene preparado. Creyera o no la primitiva comunidad en la proximidad de la venida del Señor, no cabe duda que esta fe era para el cristiano una positiva fuerza sobrenatural, un auténtico anhelo de vivir en el reino de la gracia y liberarse del mundo. El hosanna al Dios de David es una magnífica confesión de la divinidad del hijo de David, y conserva un eco de la pelémica con los judíos. En Apoc. 20, 22, San Juan interpreta la súplica del Maranathá: "Veni Domine Jesu."  La intimación: "El que sea santo que se acerque", no se refiere a la santidad que supone la celebración eucarística, sino al hecho mismo de ser cristiano. El que no lo sea, es decir, el pagano, haga penitencia, convirtiéndose al Señor.
A los profetas no se les señala oración particular, sino que pueden ellos, como movidos que son por el Espíritu, pronunciar las que quieran y prolongarlas cuanto quieran. La Didaché no "extingue el espíritu."

La unción.    

         Respecto del óleo de la unción, daréis gracias de esta manera:

         Te damos gracias, Padre nuestro,
         por el óleo de la unción.
         que Tú nos manifestaste
         por Jesucristo, tu Siervo.
         A ti sea la gloria por los siglos (27)



VERSIÓN Y NOTAS
POR EL
RVDO. P. DANIEL RUIZ BUENO C. M. E.

Catedrático de Lengua Griega. 

miércoles, 13 de septiembre de 2017

"La Santa Misa: Los fines de la Misa" continuación.




LA SANTA MISA

LOS FINES DE LA MISA.
 
  


  
LOS FINES SON LOS SIGUIENTES
1.   Latréutico; 2.- Expiatorio; 3.- Eucarístico; 4.- Impetratorio:
CONTINUACIÓN

3.- Eucarístico. – Acción de Gracias, sí fuéramos justos tendríamos que darle Gracias a Dios, primero de la vida, pues la vida es un don en el que tenemos derecho a recibir otros dones aún naturales. Sin la vida nos perdemos en la nada, con la vida, la Gracia de Dios; de la nada a la plenitud del Lumen Dei, pasando por este valle y gozando en Cristo por Cristo y con Cristo de toda la belleza de la creación, de sus beneficios de nuestros logros, de nuestros sufrimientos; pues como dice San Pablo: “Para el que ama a Dios todo se convierte en bien”.  

“Hagamos Gracias al Señor Nuestro Dios. Verdaderamente cosa justa y razonable es equitativo y saludable haceros Gracia y doquiera, Señor Santo, Padre Todopoderoso Dios Eterno.”

“Las Gracias, dice Santo Tomás de Aquino, deben darse a su Autor por medio de la gratitud, reconocimiento y por el mismo conducto por donde baja.”

Por eso San Pablo escribía a los fieles de Corinto “Continuamente estoy dando Gracias a Dios por vosotros, por la Gracia de Dios, que se os ha dado por Jesucristo: porque por Él habéis sido enriquecidos con toda suerte de bienes espirituales, con todo lo que pertenece a los dones de la palabra y la ciencia, de manera que nada os falte de Gracia ninguna.”

“Mirad que tierno amor hacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos en efecto”, escribe el discípulo muy amado, y San Pablo “Y siendo hijos, somos también herederos; herederos con Dios y coherederos con Jesucristo”.

Piensa, pues católico cuanto debemos a Dios, pero, sobre todo el haber instituido la Misa y que, sin ella, no tendríamos medio para dar dignamente Gracias a Dios.

4.- Impetratorio. – Para pedirle Gracias tengamos siempre presente que, “Maldito del hombre, que confía en otro hombre”, y haciendo uso de todos los medios y personas que Dios nos señale en el camino hagámoslo fundamentados en el abandono en Dios para pedirle y rogarle por todas nuestras necesidades. Sí tuviéramos presentes estos fines, no nos alcanzaría la presencia en el Sacrificio infinito para ser irreverentes y perder el tiempo en gritos y aplausos. Digo nuevamente, lo que dije al iniciar estos pensamientos sobre la Santa Misa: “La Misa nos conduce de la mano a una alta contemplación del Dios Amado".

“Los Sacrificios en las Sinagogas sólo podían ser ofrecidos con una sola intención y con un rito particular, pero la Iglesia, aunque no tenga más que un solo Sacrificio, lo ofrece con intenciones diversas en todas circunstancias y obtienen más Gracia que los judíos con sus múltiples ofrendas".

Los Doctores de la Iglesia están acordes en proclamar el poder de la Misa como Sacrificio Impetratorio: “Es sumamente eficaz, dice uno de ellos, a causa del valor de la Víctima y de la dignidad del Sumo Sacerdote que sacrifica. No hay Gracia ni don que no pueda obtenerse por ella. Poco importa que sean miles o dos los que pidan, todos recibirán según la medida de su petición: Porque siendo Jesús el principal sacrificador, su ofrenda es infinitamente agradable al Padre. Son, además, inagotables los méritos que le son presentados".

La Pasión, la Sangre, las Llagas de Jesús, tienen un valor infinito en el testamento de su corazón. Las últimas palabras que pronuncio después de la Cena, dijo Nuestro Buen Maestro: “En verdad os digo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederé.”

Por la ofrenda del Santo Sacrificio damos más de lo que podemos pedir en la Santa Misa, no oramos sólo; con nosotros y por nosotros, oran el Sacerdote, los Ángeles y el mismo Jesucristo.

Pidamos con fervor y abundancia en la Santa Misa. La Santa Misa es el centro infinitamente superior, de la Santa Liturgia, nada es comparable con el culto que se dé a Dios en el Santo Sacrificio de la Cruz.
  

  Sor Clotilde.

sábado, 9 de septiembre de 2017

La Santa Misa: Los Fines de la Misa"




LA SANTA MISA

LOS FINES DE LA MISA.


 

 Es urgente y necesario que, quienes se interesen por la “La Mística de la Misa”, no olviden lo que es el Ser y la Esencia de la Santa Misa y que, la Misa, entiendan, no sólo es un Sacrificio en alabanza a Dios; sino el mejor y más grande de los Sacrificios, para que no confundamos la Misa con sus fines, frutos…; ya que hace unos días escuchaba a un fervoroso ministro de Dios, que la Misa es una cita con el hermano, una cita con el amigo… No es lo mismo que la Misa es el momento en el que se consuma el Sacrificio. ¿Qué voy a hacer, cuando me dirijo a unirme con el Sacerdote para contemplar la Santa Misa? Igualmente los fines de la Misa, son las intenciones de parte del que participa en el Sacrificio, para cumplir las condiciones que Dios ha dado.

LOS FINES SON LOS SIGUIENTES
1.   Latréutico; 2.- Expiatorio; 3.- Eucarístico; 4.- Impetratorio:

1.   Latréutico. – El fin que lleva en sí la Santa Misa y que es imprescindible es la Adoración, Gloria Gratitud y Reconocimiento al Todopoderoso; ya que es el Sacrificio que puede satisfacer al Padre Eterno, pues ofreciendo el Sacrificio, Jesús, a través del Sacerdote, que es su mismo Hijo quien en nombre de la Iglesia Militante, Purgante y Triunfante le reconoce y adora como su Dios.

“La Iglesia por medio del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo ofrece Sacrificio de Alabanza” dice San Agustín. Y agrega San Lorenzo Justiniano: “Es cierto que Dios no puede recibir alabanza mayor que la que recibe en la Misa instituida por el Salvador a este fin”, a lo que agrega Molina: “En la Misa el Hijo de Dios ofrece a su Padre, y le tributa toda la honra, toda la Gloria que le tributaba en la tierra.”

     Así y, solamente así, es como se glorifica al Padre de una manera digna de Él y por eso recibe Dios más honor en una sola Misa, que el que le puedan procurar todos los Ángeles y Santos.

     Santa Brígida vió como los Santos y los Ángeles tomaban parte en las alabanzas tributadas por Jesucristo durante la Misa: “Un día que Santa Brígida, asistía al Santo Sacrificio del Altar; parecióle, en el momento de la Consagración, que el sol, la luna, las estrellas, los planetas, todos los cielos y sus moradores cantaban las melodías más dulces y embriagadoras.

     Mezclabansé con ellos una multitud de cantores celestiales cuyos acentos demasiado sublimes para que se puedan explicar y comparar. Los coros de Ángeles contemplaban al Sacerdote y ante él se inclinaban con el más profundo respeto, a la par que huían los demonios poseídos de espanto. Tan pronto como el Sacerdote pronunció sobre la Hostia las palabras de la Consagración, divisé un pequeño cordero que tenía el rostro de Jesús y fue reverenciado y adorado por la multitud de Ángeles.

     Un número infinito de almas de bienaventurados alababan también con los Ángeles al Altísimo y Cordero Inmaculado.”

     Almas piadosas, meditemos y, en nuestras reflexiones, habremos de descubrir que la Santa Misa nos hace vivir un ambiente sobrenatural que nada tiene que ver con el mundo.

2.   Expiatorio. – Pedirle a Dios perdón por nuestros pecados. ¡Qué misericordia de parte de Dios, por medio de Cristo, Víctima Divina, quien realiza nuevamente su Pasión! Veamos la necesidad de pedirle a Dios tenga Misericordia de nosotros a través de Jesucristo, quien ofrece el Sacrificio por todos nosotros, aprovechemos esa Gracia y arrepintámonos de nuestras miserias expresándole a Dios que nos pesa de haberle ofendido por Ser Nuestro Creador, Redentor y Santificador.

“Si alguno hubiese cometido pecado haga penitencia por él que ofrezca de los rebaños una cordera o una cabra, y el Sacerdote hará oración por dicha persona y por dicho pecado.”

Sí el Antiguo Testamento tenía sus propios Sacrificios, no podía faltarle a la Iglesia el Sacrificio Redentor.

Este sacrificio Expiatorio evidentemente es el de la Cruz, por el cual se reconcilio el mundo con la Justicia Divina. Pero para que esta reconciliación nos fuese ofrecida cada día, hasta la consumación de los tiempos, instituyó Jesucristo el Sacrificio de la Misa.

Marchat se expresa en estos términos: “Sobre Nuestro Señor Jesucristo que cargó con los pecados del mundo para limpiarlos con su sangre descarguemos nuestras faltas personales como sobre una víctima llevada a la inmolación para que los expié por nosotros.

Santiago en su liturgia exclama: “Ofrecemosté oh Señor, este Sacrificio incruento por los pecados, cometidos por ignorancia: cometemos en efecto muchos pecados de los que no nos damos cuenta somos reos.”
Habla nuevamente Marchant, y no de otro modo se expresa el Papa Alejandro I, San Cirilo y San Ambrosio: “Por medio de la oblación del Santo sacrificio, el Señor se reconcilia con nosotros y perdona la multitud de nuestros pecados que ofrecemos a Jesucristo Cordero de Dios inmolado por nuestros pecados a fin de mover al Señor a que tenga misericordia de nosotros. Jesucristo ofreciéndose como Sacerdote para que Dios perdone nuestros pecados.”

“El Sacrificio de la Misa es realmente un Sacrificio propiciatorio mediante el cual sí nos dirigimos a Dios con corazón recto y fe sincera, con temor y respeto, contritos y arrepentidos, alcanzaremos misericordia y recibiremos los auxilios de que tenemos necesidad.”

“Asistid a la Santa Misa, oídla, hacerla celebrar para estas ovejas descarriadas y llegara la hora del triunfo, de la gracia, tanto más pronto cuanto mayor sea vuestra confianza.”

Pero advirtamos que los pecados mortales cualquiera falta grave hay que recurrir al Sacramento de la penitencia. En el confesionario, el mismo Cristo da el perdón, la pena y en la Santa Misa, donde pedimos perdón de todos los pecados Dios nos abraza, nos comprende, nos consuela, nos fortalece, nos hace mejores, pero eso no implica que dejemos la confesión.
  
Sor Clotilde.
  




miércoles, 6 de septiembre de 2017

"Didaché ó La Doctrina de los doce Apóstoles: Quiénes lo siguen, Vía media y El Bautismo"




DIDACHÉ
O
LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Padres apostólicos I





Quiénes lo siguen     Este camino siguen los perseguidores de los buenos, los aborrecedores de la verdad, los amadores de la mentira, los que no conocen el galardón de la justicia, los que no se adhieren al bien ni al recto juicio, los que vigilan y no para el bien, sino para el mal.

Síguenlo otros sí aquellos de quienes está lejos la mansedumbre y la paciencia, los amadores de la vanidad, los que sólo buscan su recompensa, los que no se compadecen del pobre, los que no trabajan por el atribulado, los que no reconocen a su Creador, los matadores de sus hijos, los destructores de la imagen de Dios, los que arrojan de sí al necesitado, los que oprimen al atribulado, los abogados de los ricos, los jueces inicuos de los pobres, los pecadores en todo.

Aparatos, hijos, de todas estas cosas (16).

VI. – Vía media.          Vigila para que nadie te extravíe de este camino de la Doctrina, pues te enseña fuera de Dios. Porque si, en efecto, puedes llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto; más si no puedes todo, haz aquello que puedas.

Respecto de la comida, guarda lo que puedas; más de lo sacrificado a los dioses, abstente enteramente, pues es culto de dioses muertos (17).

VII. – El Bautismo      Respecto del bautismo, bautizad de esta manera.
Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, en agua viva.

Sino tienes agua viva bautiza con otra agua.
Si no puede hacerlo con agua fría, hazlo con caliente.
Si no tuvieres ni una ni otra, derrama tres veces agua sobre la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Antes del bautismo, ayune el que bautiza y el bautizado, y algunos otros, si pueden. Al bautizando le mandarás ayunar uno o dos días antes (18).


(16) En el camino de la muerte se enumeran veintidós vicios y se cuentan dieciocho seguidores de ellos. Se trata, evidentemente, de un cuadro del mundo pagano tomado de la realidad circundante, contra la que el cristiano de los primeros siglos -exactamente igual que el cristiano de ahora- tenía y tiene que luchar para mantenerse a la altura de su ideal de santidad y perfección evangélica. El autor de la Didaché nos hace recordar aquí, aun sin dependencia literal, quizá si literaria, el cuadro trazado de mano maestra por San Pablo en Rom. I, 24-32. Nótese, por lo demás, la brevedad con que se describe el camino de la muerte o del pecado, porque en la vida cristiana lo interesante no es conocer el mal, sino practicar el bien.

(17) Este capítulo es una especie de apéndice a la doctrina de los dos caminos. Ante todo, un aviso para estar en guardia contra quienquiera enseñe nada que extravíe al bautizado de este camino, pues será doctrina “fuera de Dios”. Los dos puntos que siguen ya no son de absoluta obligación a todo cristiano. “El yugo del Señor”, expresión con que Jesús mismo designa toda su enseñanza o seguimiento, llamándole ligero (Mt. II, 30), parece restringirse aquí a un punto particular de perfección evangélica, que bien pudiera ser la continencia perfecta. El autor no la impone como conditio sine qua non para pertenecer a los santos, es decir, a la Iglesia de Dios. Libre es también el cristiano en seguir o no ciertas prescripciones, sobre alimentos que, algunos propagarían como perfección, por ejemplo, la abstinencia de carne. En cambio, es categórica la prohibición sobre los idolothyta, más rigurosa que en el mismo apóstol San Pablo. La prohibición del concilio de Jerusalén (Act. XV, 29) conserva también un como horror judío atávico a todo lo relacionado con los “dioses muertos”.

(18) Los capítulos siguientes VII-X que nos da el más antiguo esbozo de liturgia cristiana, son, naturalmente, dentro de la Didaché, específicamente cristianos. La primera parte de la Didaché, la doctrina de los dos caminos era preparación para el bautismo, y así se enlaza una parte con otra. El bautismo se administra con la fórmula trinitaria de Mt. XXVIII, 19, y si la misma Didaché habla en IX, 5 del bautismo “en el nombre del Señor”, no se trata de otra fórmula, como tampoco cuando en los escritos apostólicos se habla del bautismo “en el nombre de Jesús”, sino de un modo general de denominar el bautismo cristiano en contraposición con los lavatorios de judíos y gentiles. El agua que ha de usarse para el bautismo ha de ser agua “viva”, es decir, corriente, pues, según las ideas de los orientales, el agua estancada no era propia para la purificación. Sin embargo, se permite otra clase de agua. La forma de bautizar era corrientemente la inmersión, y en ello veía la primitiva cristiandad un símbolo de la consepultara y conrresurrección con Jesucristo, según las ideas paulinas. Se ve, sin embargo, que en casos de escasez de agua (se trata de tierra seca, por ejemplo, Siria o Palestina) se admite también el bautismo por infusión, que es actualmente el único usado en la Iglesia latina. Véase, no obstante, lo que dice RitualeRomanun, (Título II, cap. I, 10): “Licet bautismus conferri valide possit aut per infusionem aquae aut per inmersionem aut per aspersionem; primus temen vel secundus aut mixtus ex utroque, qui magis si: in uso pro Ecclesiarum consuetudine retineaut.” Finalmente, el ayuno que precede al bautismo, en que toma parte la comunidad, indica la solidaridad de ésta con el bautizado.


VERSIÓN Y NOTAS
POR EL
RVDO. P. DANIEL RUIZ BUENO C. M. E.
Catedrático de Lengua Griega.


sábado, 2 de septiembre de 2017

"La Santa Misa: La Santa Misa es el sacrificio por excelencia"





LA SANTA MISA

La Santa Misa es el Sacrificio por excelencia.






        
En la Antigua Ley había cuatro especies de Sacrificio:

1.   El holocausto o sacrificio Latréutico, por el cual se reconocía la suprema autoridad de Dios.
2.   El sacrificio de alabanza y reconocimiento.
3. El sacrificio pacifico, ya Eucarístico ya Impetratorio, para implorar su socorro.
4.    El sacrificio expiatorio, en el que se oraba a Dios como juez y se ofrecía por la remisión del pecado y por la expiación de la culpa.

Eran cuatro sacrificios distintos, con objetivos diferentes:

1.   Para alabar a Dios.
2.   Para dar gracias.
3.   Para pedir por las necesidades.
4.   para implorar perdón.

Desde la Creación del mundo hasta la venida del Mesías, se ofrecían a Dios innumerables holocaustos que el recibía con agrado.

En cambio, en la Santa Misa, se realiza un sólo sacrificio que es al mismo tiempo, Latréutico, Eucarístico, Expiatorio e Impetratorio “Oigamos, a Santo Tomás de Aquino: Atestiguamos con el sacrificio que Dios es el Autor de todas las creaturas que es el fin último y bienaventuranza, Señor absoluto de todo a quien ofrecemos testimonio de nuestra sumisión y adoración un sacrificio visible que representa la ofrenda invisible por la cual el alma se entrega plenamente a Dios, Principio y Fin de todas las cosas.”

En el holocausto judío la víctima era enteramente consumida por el fuego, en otros sacrificios no se quemaba más que una sola parte y el resto quedaba para el Sacerdote o para aquellos que lo habían ofrecido.

En el holocausto todo era consumido por las llamas para reconocer que todo pertenece al Señor y que todo debe ser consagrado.

Dios podía aún y con toda justicia, exigir que el hombre sacrificara su vida así ordeno a Moisés: “Conságrame todo primogénito… tanto de hombre como de animales porque míos son todos.” (Exd., XIII, 1).

Así, pues, siendo la vida de Jesús más noble que la de todos los hombres juntos, su muerte fue también más meritoria y preciosa a los ojos de Dios que podría ser la de todos los hombres.

Y puesto que Jesucristo renueva su muerte en cada Misa síguese que Dios Padre recibe mayor gloria del Santo Sacrificio.

Marchat dice: “¿Qué es esta Misa sino una embajada que envía a la Santísima Trinidad, para poner en sus manos una ofrenda de inestimable valor, por la cual reconocemos su soberanía y le certificamos nuestra sumisión incondicional y absoluta?”

Este presente cotidiano es Jesucristo el mismo hijo de Dios, quién conoce la infinita majestad de Dios y el honor que le es debido; y Él sólo puede en efecto tributar este honor y le rinde dignamente aniquilándose e inmolándose en el Altar.

La adorable víctima se entrega a nosotros toda entera y podemos ofrecerla como un bien propio nuestro a Dios Tres Veces Santo y nosotros miserables pecadores le rendimos de esta suerte el culto y honor que se le debe. Si nos hubiese faltado el Divino Cordero y la Misa, habríamos permanecido los eternos deudores de Dios.

¡Cristianos, será posible que no sintamos vivos deseos de ofrecer cotidianamente a Nuestro Señor y Padre el más grande de los sacrificios! ¡Qué excusa tendríamos el día del Juicio!


Sor Clotilde.