PREPARACIÓN DE ISABEL PARA REALIZAR SU VOCACIÓN
Dios infinitamente justo, da a
las almas todos los medios para que realicen su llamado y prepara, desde la
eternidad, el camino y condiciones de cada vocación: a las almas grandes,
decimos grandes, no por su tamaño, sino por su vocación; ya que les pide
resoluciones firmes e inmediatas, esfuerzos, sacrificios, nada comunes,
renuncias, etcétera, las asiste de manera especial.
Isabel la Santa es un alma
grande, repetimos que no por el tamaño, pues las almas, por ser inmateriales,
no tienen cantidad, y aunque esencialmente toda alma es espiritual, libre e
inmortal y posee sus propias facultades, Dios, según la misión que les ha de
dar, les regala los dones y gracias necesarias para el cumplimiento de la
misión.
La reina es concebida en el seno
de su madre profundamente cristiana, donde empieza a recibir la influencia de
la fe y de las virtudes; llega al mundo en lugar místico por su paisaje, cuyo
nombre es sugestivo y encantador, “Madrigal
de las Altas Torres” nombre que obedece a las cien torres que coronaban la
muralla que las circundaba. Nace un 22 de abril de 1451, iluminando el
horizonte e España y América, entonces no conocida por Europa. El nacimiento de
aquella Luminaria extinguirá la oscuridad del error, no solo en España y
Europa, sino en otro Continente que será iluminado con el resplandor de la
justicia y la Fe.
Su padre Juan II Rey de Castilla,
descendiente de Fernando III El Santo y de Alfonso X El Sabio, su madre Isabel
de Portugal por cuyas venas corría sangre de dos Santas: Isabel Infanta de Aragón
e Isabel Reina de Hungría.
Ha enriquecido el Señor a Isabel
de muchas gracias, colocándola en un ambiente de gran piedad, de lucha y de
entrega. Su madre una gran cristiana ejemplar, ocupada siempre de sus dos
pequeños, ordena que estudien antes que nada, Doctrina Cristiana, Historia,
Geografía, Música, Poesía; por ser mujer, le agregaba el aprendizaje de hilar y
bordar.
Pero también en la propia persona
de Isabel, Dios que la ha elegido, la regala de gracias naturales que después,
con la ayuda de la Gracia del Espíritu Santo y de su propio esfuerzo, habrá de
elevar al orden sobrenatural. La Santa de Castilla no es sólo una mujer de
brillante inteligencia; estaba dotada de una gran personalidad: es profunda,
abierta, en el buen sentido de la palabra, justa, no justiciera; comprensiva,
capaz de volver atrás si descubre en ella alguna equivocación. Es muy sensible
y tierna.
De su caracterología podemos
afirmar que poseía el más rico de los caracteres. Siendo el Tratado de Luigi
Rosseti, la clasificaremos en el Carácter Apasionado con sus propios matices
personales y haremos su estudio bajo los lineamientos siguientes:
Ante todo, no entendemos por
carácter apasionado el carácter irreflexivo, ciego e instintivo, no: este
carácter, repito, con sus propias peculiaridades nos da por resultado una
creatura humana de entrega sin medida, consiente, responsable, dispuesta a todo
dentro de lo justo y lícito, siempre viendo a Dios y a su Divina Voluntad.
Ya nos dice Grieguer: “se dice apasionado y no pasional porque el
Emotivo, Activo, Secundario no se deja dominar por la pasión sino que, al
contrario, sustituyen las pasiones por una acentuada aplicación que se
convierte en pasión y en el alma de su vida”. Eso lo contemplamos en toda
su existencia e incluso desde su niñez.
Por ser Emotiva, lo sentía todo
profundamente, el ideal siempre lo relacionaba con el prójimo. Estaba suficientemente
capacitada para organizar todas sus actividades. Ella se enriquecía en su
interior con las aspiraciones de los demás, buscando por su cuenta colaboración
y simpatía.
Por ser Secundaria, nunca
olvidaba el pasado, aprovechaba la experiencia orientándola siempre al
porvenir, eso le abrió amplios horizontes y le confirió una admirable
estimación de miras.
Por ser Emotiva, Activa y
Secundaria, la fuerza le llegaba de la secundariedad. Poseía una actividad
continua, realizadora; estaba dotada de una comprensión inteligente para
cualquier tipo de problemas, era educada, sencilla en sus maneras e indiferente
a los placeres de los sentidos, no fue inflexible en su manera de pensar y de
obrar, no se encasillaba en su ego, amó con preferencia la vida sencilla, su
inteligencia era brillantísima, excepcional, no solo para el aprendizaje de
todas las Ciencias, sino para la misma aplicación e incluso para su Gobierno. Esto
lo podemos comprobar en todas las acciones de su vida. Ese riquísimo carácter
que poseía le daba la decisión, la energía, el proponerse un fin y alcanzarlo
infaliblemente, pues ella era capaz de superar cualquier obstáculo que se le
presentaba: era rápida y organizada por naturaleza y había nacido para mandar.
Naturalmente comprendida y sentía
la necesidad del ideal religioso, le apasionaron siempre los problemas
espirituales, poseía la piedad y caridad cristiana.
La Reina encarna maravillosamente
en el Carácter Apasionado, que es donde encontramos las mejores disposiciones
para aceptar y ser consecuente con los principios que se impone, este carácter
no es para una religión teórica o basada simplemente en el sentimiento, sino en
esfuerzo continuo y experimenta muy clara la necesidad de un contacto íntimo y
vivo con Dios. En la oración, el sujeto se pone enteramente a disposición de
Dios, para trabajar por su Reino; ama la meditación, se inclina a la contemplación
pues lleva innato el sentido de la grandeza de Dios.
Todo esto y mucho más es
aplicable a la Reina de Castilla; el apasionado sabe orientar sus acciones y su
misma vida al servicio de Dios, toma con madurez los consejos y orientaciones
que le dan y sufre profundamente el peso de los grandes problemas religiosos,
es generoso y sobrio en lo que se refiere a los placeres de los sentidos y eso
le facilita el progreso en el camino a la ascética. Todo esto, leyendo la vida
de la Santa, nos cerciora de identidad con esta Caracterología.
En cuanto a la Castidad ella
cumple las prioridades de esta clasificación, pues dentro de su estado conyugal
guardó la pureza del matrimonio.
Este carácter, como todos, tiene
sus limitaciones, sus defectos… sin embargo es considerado superior, porque
entre tanta cualidad y virtud, son pocos los defectos.
Es un carácter privilegiado que
generalmente concede Dios a las almas llamadas a grandes obras. Tuvo,
indudablemente que haber luchado contra sus grandes defectos, y eso la
enaltece, no la rebaja. En su vida exterior, en el trato con los súbditos o
iguales, brillan sus virtudes: la justicia, que siempre imparte lo debido a cada
quien; la prudencia, madre de todas las virtudes, que es la que equilibra toda
acción, palabra o decisión del hombre.
Es solo su Caracterología, pero
ella supo elevarlo todo a insospechadas alturas por la vida de la Gracia. Lo dado
por Dios a su naturaleza, la condujo hacia la cúspide por la oración continua,
por un familiar trato con Dios, por su entrega total, por una aceptación del sufrimiento
hasta el culmen de la Cruz.
Y así podemos contemplar en su
vida una brillante personalidad, y con ella las grandes Virtudes Teologales: La
Fe, La Esperanza y La Caridad.
Continuará: LA CRUZ Y EL DOLOR.
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