MUERTE Y CASTIGO
DEL CALUMNIADOR
INTRODUCCIÓN
"A medida
que un alma se eleva, se aísla; la soledad es la atmósfera de las almas grandes”.
Lo vemos en la
naturaleza misma. Las aves que revolotean sobre la tierra no están solas, hasta
parece que entre sí charlan amistosamente, mientras cruzan sus atrevidos
vuelos; pero el águila, que batiendo sus alas se eleva tan alto, pronto se encuentra
aislada en la soledad de las alturas. Y las montañas más elevadas ¿no parece
que dejando en su falda a las nubes, va a perderse su cima en misteriosa
soledad?
Lo mismo,
repito, pasa a las almas. Un alma vulgar fácilmente encuentra eco en otras
muchas, porque nada tan común como la vulgaridad; pero la que piensa alto y
siente hondo, la que desplegando sus alas se levanta con vigoroso aleteo sobre
las vulgaridades de la tierra, empieza al mismo paso a no ser comprendida,
antes bien, a ser censurada.
Todo el mundo
encuentra y señala con el dedo rarezas en los sabios, extravagancias en los
artistas, locuras en los santos, y sin negar que puedan darse en realidad, lo
cierto es que la gran rareza, la insoportable extravagancia, la locura
imperdonable de las almas grandes es precisamente el haberse elevado sobre el
nivel de la vulgaridad.
El rayo no
hiere al hisopo que el más ligero viento abate, sino que se descarga sobre el
esbelto cedro y desgarra a la encina vigorosa. Nadie se ocupa en censurar al
que incoloro se pierde en la masa común de los hombres, pero ¡cuántos se ensañan
zahiriendo a todo el que por su verdadero valor se ha levantado sobre los
demás, como si la elevación de éste empequeñeciera más a aquellos!" ...
(Párrafos sacados del Libro "Confiemos en El" cuyo Autor, el Padre J.
Guadalupe Treviño, Misionero del
Espíritu Santo, fuera mi Director Espiritual en los años 1953 y 1956 Y quien
muriera hace, aproximadamente, nueve años).
Desgraciadamente,
en la tierra es más la vulgaridad y la masa que la selección y cuando nos referimos
a las masas, a la vulgaridad, no estamos aludiendo a un estrato social
definido; claro que no, pues la vulgaridad, la inconsciencia, la perversidad, la
mediocridad brota de todos los niveles económicos, sociales e incluso en
intelectuales y religiosos.
Lo que
exteriormente presenta una diferencia son circunstancias, formas, modos; pues
unos son más sutiles y otros más burdos.
Entre tantas
taras, malas costumbres y pecados, que tienen las masas, existe lo que vulgarmente
llamamos chisme, que va desde una simple murmuración inofensiva, a una
murmuración malsana hasta llegar a la calumnia, al falso testimonio, pasando
por otras escalas.
Esta clase de
actitudes y acciones provienen de la esencia vulgar y común de las personas quienes
por la costumbre de hablar y hablar degeneran a la mentira y a la falsedad;
pues recordemos "que en el mucho hablar no falta pecado" y dice la
Imitación de Cristo: "Cuantas veces estuve entre los hombres volví menos
hombre". Pero, además del mucho hablar, generalmente la calumnia, la
infamia nace de corazones duros, malos que son manantiales de envidia,
despecho, frustraciones, desquite, ira, odio ... Engendrado todo esto, por
almas ruines emergidas naturalmente de los bajos fondos de la iniquidad.
Los males que
hacen estas gentes, son inconcebibles. Es increíble que una lengua viperina logre
derrumbar a personas o familias poco afianzadas. Aunque la primera en
derrumbarse es ella misma. La perversa, que cada día en su insatisfacción
asfixiante se llenará de amargura y desesperación, cayendo en la impotencia, en
la desarmonía y quizá en un manicomio. para después sucumbir al fuego eterno.
Se habla mucho
de "Justicia Social". Los pobres aventureros, ineptos, insensatos o
de oscuras intenciones, quieren que
todos tengamos lo mismo, lo cual es imposible (pero ese es otro asunto).
Se predica en
los templos católicos como un mandato de la Caridad, que todos tengamos cuando menos
lo necesario; ya que es evidente, que muchos desperdician toda clase de bienes,
mientras otros no poseen ni la más elemental economía. Esa predicación encuadra
muy bien en la Justicia Social solo que mientras no practiquemos el Evangelio: todos
los medios serán inútiles para una justa repartición de la riqueza. Pues
únicamente en la práctica del Evangelio, encontraríamos al hombre renunciando a
los vicios, amando su trabajo y en otro ángulo a su trabajador. Encontraríamos
a todos los patrones, jefes y trabajadores en todas las escalas viviendo a conciencia
y con profunda responsabilidad. No habría los despreciables monopolios que han
suplido a los latifundios. Monopolios que son verdaderos nidos de negreros y
destructores del mediano comercio. Tendría la humanidad gobiernos justos y no
empobrecedores, ni esclavistas.
Bueno ... Esto sólo dicho de paso porque me ha
sido necesario para entrar en materia: Pues si tanto se habla de Justicia
Social aunque nadie la cumple - ¿Por qué no se toca el tema de la maledicencia
y la calumnia que atenta contra la justicia que se debe al prójimo en sí mismo y
en el bien más precioso cual es la fama, cual es su honor?
"El
prestigio es uno de los bienes más apetecibles; el desprestigio, uno de los
males más crueles. Fama es lo que se dice de uno, la opinión que la sociedad se
forma de nosotros. La buena fama abre todas las puertas, facilita la vida"
(Emma Godoy) Pero, desgraciadamente, en esta vida, quien más, quien menos, se
ocupa de destruir la fama del prójimo y no sólo en las familias o pequeñas sociedades,
sino a nivel nacional e internacional, al grado que hoy, si queremos ser
justos, no podemos señalar culpables; ya que entran y salen de la cárcel, son
acusados de cosas grandes y pequeñas y, nosotros, los espectadores, no sabemos
cuál será la verdad.
Y es que hoy,
como nunca, reina el Padre de la mentira: Satanás.
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