domingo, 24 de diciembre de 2017



LA ESCUELA CATOLICA
DOCUMENTO
De la Sagrada Congregación para la Educación Católica

INTRODUCCION
1.       La Escuela Católica adquiere cada día una mayor importancia en la Iglesia, tal como ésta se muestra después del Concilio Vaticano II, principalmente en las constituciones Lumen Gentium y Gaudium et Spes. La Escuela se integra en aquella otra realidad más amplia que es la educación cristiana, de la que trata específicamente la declaración conciliar Gravissimum educationis, en cuya línea quiere situarse este documento, limitándose a ahondar en la reflexión relativa a la Escuela Católica.
2.       Al contemplar los graves problemas que afectan a la educación cristiana en la sociedad pluralista contemporánea, la Sagrada Congregación para la Educación Católica juzga necesario concentrar su atención, en primer lugar, sobre la naturaleza y características de una escuela que quiere definirse y presentarse como ¨católica¨. Dada la heterogeneidad de situaciones en que se encuentra la Escuela Católica para realizar su obra en una variedad de países, de tradición cristiana, incluso sometida a legislaciones diversas, los problemas que la afectan deben ser afrontados y resueltos por cada una de las Iglesias locales, en el cuadro de los diferentes contextos socioculturales.
3.       La Sagrada Congregación para la Educación Católica considera oportuno ofrecer su ayuda proponiendo algunas consideraciones que sirvan para ver con mayor claridad el valor educativo de la Escuela Católica, en el cual radica fundamentalmente su razón de ser y en virtud del cual ella constituye un auténtico apostolado. Estas consideraciones más que agotar el tema, quisieran servir de base para ulteriores estudios y para realizaciones más profundas.

4.       Las Conferencias Episcopales, ciertamente, son conscientes de que deben dedicar sus cuidados pastorales a toda la juventud católica de las diversas escuelas de cada nación, no obstante eso, la Sagrada Congregación para la Educación Católica les confía a ellas el presente documento para que procuren que se elabore- en diversos niveles – un proyecto educativo que responda a las exigencias de la educación integral de los jóvenes de hoy en las escuelas católicas y para que velen por su ejecución. Además, la Sagrada Congragación exhorta a todos los responsables de la educación – padres de familia, educadores, jóvenes, autoridades escolares – a que aúnen todos los recursos y medios disponibles que permitan a la Escuela Católica desarrollar un servicio verdaderamente cívico y apostólico.

sábado, 23 de diciembre de 2017

IMITACIÓN DE CRISTO
EL REINADO DE JESÚS EN EL ALMA

QUI SÉQUITUR ME NON ÁMBULAT IN TENEBRIS
QUIEN ME SIGUE NO ANDA EN TINIEBLAS

La conversación interior
Qué hacer para que Jesús venga al alma y le hable.
                               Prepararle la morada.
Dice el Señor: El reino de Dios dentro de vosotros está. Conviértete a Dios de todo corazón y deja ese miserable mundo, y hallará tu alma reposo. Aprende a menospreciar las cosas exteriores y darte a las interiores, y veras que se viene a ti el reino de Dios.
Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo, que no se da a los malos si preparas digna morada interiormente a Jesucristo, vendrá a ti y te mostrará su consolación.
Toda su gloria y hermosura está en lo interior y allí se está complaciendo.
Su continua visitación es con el hombre interior, con él habla dulcemente, tiene agradable consolación, mucha paz y admirable familiaridad.

        Poner tu corazón, tu confianza y tu pensamiento en Dios
Tu corazón
Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo, para que quiera venirse a ti y hablar contigo. Porque Él dice así: “si alguno me ama, guardará mi palabra y vendremos a él, y haremos en él nuestra morada”.
Da, pues, lugar a Cristo, y a todo lo demás cierra la puerta. Si a Cristo tuvieres, estarás rico, y te bastará. Él será tu fiel procurador, y te proveerá de todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres. Porque los hombres se mudan fácilmente y desfallecen en breve; pero Jesucristo permanece para siempre y está firme hasta el fin.
Tu confianza
No hay que poner mucha confianza en el hombre frágil y mortal, aunque sea útil y bien querido, ni has de tomar mucha pena si alguna vez fuere contrario o no te atiende. Los que hoy son contigo, mañana te pueden contradecir, y al contrario; porque muchas veces se vuelven como el viento.
Pon en Dios toda tu esperanza, y sea Él tu temor y tu amor. El responderá por ti, y lo hará bien, como mejor convenga. No tienes aquí domicilio permanente dondequiera que estuvieres, serás extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no estuvieres íntimamente unido con Cristo.
¿Qué miras aquí no siendo éste el lugar de tu descanso? En los cielos debe ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre. Todas las cosas pasan, y tú también con ellas. Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso y perezcas
Tu pensamiento
En el Altísimo pon tu pensamiento y tu oración sin cesar sea dirigida a Cristo. Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la Pasión de Cristo y habita gustosamente en sus sagradas llagas.
Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús, gran consuelo sentirás en la tribulación, y no harás mucho caso de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las palabras de los maldicientes.
Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas, desamparado de amigos y conocidos, y en suma necesidad. Cristo quiso padecer y ser despreciado y ¿tú te atreves a quejarte de alguna cosa? Cristo tuvo adversarios y murmuradores, y ¿tú quieres tener a todos por amigos y bienhechores? ¿con qué se coronará tu paciencia si ninguna adversidad se te ofrece? Si no quieres sufrir ninguna adversidad, ¿Cómo serás amigo de Cristo? Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo
Cómo es el que tiene a Jesús
Si una vez entrases perfectamente en los secretos de Jesús, y gustases un poco de su encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio provecho o daño; antes te holgarías mas de las injurias que re hiciesen; porque le amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo.
El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las aficiones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu y descansar gozosamente.
Aquel a quien gustan todas cosas como son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio y enseñado mas de dios que de los hombres.
El que sabe andar dentro de sí y tener en poco las cosas exteriores, no busca lugares ni espera tiempos para darse a ejercicios devotos. El hombre interior presto se recoge, porque nunca se entrega a las cosas exteriores. No le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación necesaria tiempos; sino que, así como suceden las cosas, se acomoda a ellas.
El que está interiormente bien dispuesto y ordenado, no cuida de los hechos famosos y perversos de los hombres.
Obstáculos a la unión con Dios
Tanto se estorba el hombre y se distrae, cuanto atrae a sí las cosas de fuera. Si fueses recto y puro, todo te sucedería bien y con provecho. Por eso te descontentan y conturban muchas cosas frecuentemente, porque aún no has muerto a ti del todo ni apartado de todas las cosas terrenas.
Nada mancilla ni embaraza tanto el corazón del hombre cuanto el amor desordenado de las criaturas.

Si desprecias las consolaciones de fuera, podrás contemplar las cosas celestiales y gozarte muchas veces dentro de ti.

lunes, 18 de diciembre de 2017

“La santa Misa es la Obra mas excelente del Espíritu Santo
Hasta ahora hemos tratado de lo que se relaciona con la Misa con Dios Padre y con Dios Hijo. Estudiemos ahora la parte que en ella toma la tercera persona de la Santísima trinidad.
Los bienes que el Espíritu Santo derrama sobre nosotros son innumerables y nadie es capaz de llegarlos a contar.
El Espíritu Santo es todo amor y misericordia, aplaca la justicia y preserva de la condenación eterna a las almas de los pecadores. El principió y terminó la obra de nuestra santificación. La empezó, cuando por su intercesión el Verbo se hizo carne en el seno inmaculado de María y el alma santísima de Jesús se unió con su cuerpo, es decir, al unirse la divinidad con la humanidad. La termino el día de pentecostés, cuando se comunicó con sus apóstoles y discípulos y por la conversión de las almas empedernidas ante el espectáculo del Calvario.
El Espíritu Santo habita entre los verdaderos fieles, sin alejarse del todo de aquellos que le rechazan y, sin cesar, llama a las puertas de su corazón para entrar nuevamente en él.
Esta cooperación en la Redención no puede dejar de ser calificada de obra grande magnifica.
No obstante, refiriéndose al título del presente capítulo, vamos a demostrar que la santa misa es la obra más excelente del Espíritu Santo.
Todos los teólogos andan acordes al considerar como la mayor maravilla la unión de la divinidad con la humanidad, eso es la Encarnación. Esta maravilla, como todas las obras eternas de Dios, es común a las tres personas divinas. Pero la Iglesia, en conformidad a la teología, la atribuye al Espíritu Santo como obra de amor, y con mayor motivo se le atribuye la obra de amor más maravillosa y admirable; y ésta es la maravilla que canta la Iglesia en el símbolo de la Fe: et incarnatús est.
A pesar de ello el milagro que se realiza en el alta aventaja al primero, porque desciende el Hombre Dios del cielo y se oculta en la parte más pequeña de la Hostia.
La liturgia de Santiago atribuye este milagro de los milagros Espíritu Santo.
Inmediatamente antes de la fórmula de la consagración se lee: “Envía, Señor, sobre estos dones, al Vivificador, al Divino, Al Eterno, que en unión contigo, Dios Padre y de tu hijo Único, reine y gobierne a fin de que, por su santa, saludable y gloriosa presencia, sea este pan santificado y transubstanciado en el Cuerpo, y este vino en la sangre preciosa de tu Cristo.”
Otra oración parecida se encuentra en la liturgia de San Juan Crisóstomo: “Bendice, señor, este pan: conviértele en el cuerpo adorable de tu Cristo Bendice el cáliz santo y convierte, por obra del Espíritu Santo, el vino en la sangre preciosa de Cristo.”
En los primitivos misales se le atribuye la transubstanciación al Espíritu Santo y se le invoca para dar cumplimiento a esta obra, cómo cumplió la de la Encarnación, según las palabras de San Gabriel a María: “el Espíritu Santo descenderá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”
El sacerdote dice lo mismo cuando con los brazos extendidos y en alto, suplica al Espíritu Santo que baje del cielo: “Ven, Santificador Todopoderoso, Dios Eterno, y bendice este sacrificio preparado en honra de tu santo nombre”.
De la misma manera suplica San Ambrosio antes de la Misa: “Haz, Señor, que la Majestad invisible de tu Espíritu Santo descienda, como descendió en otras ocasiones sobre las victimas ofrecidas por nuestros padres”.
Del modo como desciende el Espíritu Santo nos lo dice claramente Santa Hildegarda: “cuando el sacerdote ya revestido -exclama- de sus ornamentos sacerdotales se dirigía al altar a celebrar, vi bajar del cielo una gran claridad que ilumino el altar durante la santa Misa”
“En el Sanctus una llama celeste atravesó el pan y el vino, cómo penetran los rayos del sol a través del cristal. Esta llama levantó al cielo las dos especies y las dejo enseguida sobre el corporal. Desde ese instante no hubo más que la carne y la sangre verdadera de Jesucristo, aunque aparentemente sólo se viesen el pan y el vino. Mientras yo contemplaba las santas especies vi pasar ante mis ojos, tal como se habían realizado en la tierra, la Encarnación, el Nacimiento, la Pasión y muerte del Hijo de Dios.”
El Antiguo Testamento ya nos había ofrecido dos hermosas imágenes de este misterio.
El primero, cuando el sacrificio de Aaron: “y la gloria de Señor se dejó ver de toda la muchedumbre: pues un fuego enviado por el Señor devoró el holocausto y los sebos que había sobre el altar. Lo cual, visto por las gentes del pueblo, postrándose sobre sus rostros, alabaron al señor”
El otro, al consagrarse el Templo: “Luego que Salomón acabó de hacer sus fervorosas plegarias, bajó del cielo fuego que devoró los holocaustos y las victimas; y la Majestad del Señor llenó toda la casa. Asimismo, todos los hijos de Israel estaban viendo bajar el fuego y la gloria del Señor sobre la casa, y postrándose rostro en tierra sobre el pavimento enlosado adoraron y bendijeron al Señor repitiendo: Porque es bueno y por qué es eterna su misericordia”.
Como somos indignos pecadores no nos es dado apreciar con los sentidos la realidad de estos símbolos y, sin embargo, mas de una vez el ojo del hombre ha contemplado en la tierra la llama del Espíritu Santo.
Según Baronio, San Ignacio, Patriarca de Constantinopla, mientras celebraba la santa Misa vio muchas veces cómo el pan consagrado tomaba la forma de un carbón encendido. La iglesia griega no consagra, como la romana, una Hostia, sino un pedazo de pan con levadura. ¡que admirable debió ser este pan inflamado con la llama del fuego divino! El fuego es el símbolo del amor por el cual el Padre está unido al Hijo y siendo el Espíritu de amor la tercera persona divina gusta de manifestarse a los hombres bajo el emblema de llamas de fuego.
El propio Baronio refiere un hecho relativo a la participación que toma el Espíritu Santo en el acto de la consagración.
Vivía en Fornello, ciudad poco distante de Roma, un obispo virtuoso en grado sumo que acostumbraba celebrar la Misa con gran fervor; pero a pesar de ello alguien encontró un medio de acusarle al Papa Agapito de haber comido en los vasos sagrados con gran escandalo de los fieles el Papa le llamó a Roma y lo encarceló.
En la noche del tercer día vio el Papa en un sueño misterioso a un Ángel ayudando por tres veces la Misa que celebraba el obispo prisionero, y al despertar llamó Agapito al prelado haciéndole celebrar los santos misterios en su presencia.
Obedeció el acusado y después del ofertorio, en la oración que dice: “Ven Santificador Todopoderoso, Dios eterno y bendice este sacrificio preparado para gloria de tu santo nombre” el Papa, al propio tiempo que el celebrante, vio bajar al Espíritu Santo, que les cubría, así como a los diáconos, semejante a una nube.
Entonces el Papa reconoció la inocencia y santidad el obispo y se arrepintió en gran manera del rigor que había desplegado contra él, prometiendo en lo sucesivo no dar crédito desmedido a tales acusaciones.
La citada oración sirve en todas las Misas para llamar al Espíritu Santo, según refiere el P. Mansi: ”El sacrificio incruento es tan sublime que el Espíritu Santo desciende del cielo, para bendecirlo , rodo lo cual contempla el coro de los ángeles con indecible jubilo” o bien dicho en otras palabras: cuando el Espíritu Santo lleva a cabo la transubstanciación, los ángeles rodean y adoran a su señor bajo las especies de pan y vino.
¡Cuán grande es el poder y la dulzura de este pan celestial que ha sido preparado por el Autor mismo de toda santidad!
Pero la llama del Espíritu Santo tiende mas a consumar el sacrificio que nos hace propicios ante Dios y nos enriquece con toda clase de bienes, que a prepararnos el alimento espiritual. Según San Pablo, su solicitud en bien de nuestras almas no tiene límites: “y además el Espíritu Divino ayuda a nuestra flaqueza, pues no sabiendo siquiera que hemos de pedir en nuestras oraciones, ni como conviene hacerlo, el mismo Espíritu hace o produce en nuestro interior nuestras peticiones a Dios con gemidos que son inexplicables. Pero aquel que penetra a fondo los corazones, conoce bien que es lo que desea el Espíritu, el cual no pide nada por los santos que no sea según Dios”
Indudablemente que una persona divina no pide a la otra, porque las tres tienen igual poder y generosidad; pero como la justicia se atribuye generalmente al Padre, la sabiduría al Hijo y la misericordia al Espíritu Santo se puede decir que la misericordia o sea el Espíritu Santo “pide con suplicas indecibles” a la justicia, o sea a Dios Padre, que perdone a los pecadores. Esto es lo que viene a decir san Pablo.
El Espíritu Santo ruega por nosotros constantemente, pero en especial en la santa Misa, como podemos deducirlo del pasaje siguiente de san Juan Crisóstomo: “en la Misa no oramos solos, postrase los ángeles e interceden por nosotros”
Si los espíritus celestes eligen preferentemente el momento de la santa misa para abogar por nosotros lo hacen a ejemplo del Espíritu Santo que uniéndose a Jesucristo inmolado en el alatar se empeña en ablandar a la justicia divina.
Sabido esto comprenderemos ya la infinita bondad del Espíritu Santo quien no dirige a Dios una oración tan solo, sino suplicas constantes. Depositemos pues, toda nuestra confianza en un amigo tan fiel y puesto que ora por nosotros en la santa misa oigámosla algunas veces en su honor y en acción de gracias por todos sus beneficios.”

Sor Clotilde García Espejel 

domingo, 17 de diciembre de 2017



AFECTOS A CRISTO SACRAMENTADO PARA DESPUES DE LA COMUNION.


Yo soy de Dios: oh dulce pensamiento,
Que anega el alma en celestial amor,
Un Dios potente, hasta albergarse llega
En mi pobre y estrecho corazón.
Yo soy de Dios: el cielo me contempla,
Y el ángel que se acerca á mí veloz,
Halla mi pecho en templo convertido,
Donde el Eterno fija su mansión.
Yo soy de Dios: la sangre inmaculada
Que de una Virgen cándida tomó,
¡Oh gran prodigio! Con mi sangre llega
Hasta mezclarse en misteriosa unión.
Yo soy de Dios: se abisma el pensamiento
Cuando en mi pecho fija su mansión;
Con reverencia el alma le recibe,
Mientras el serafín tiembla á su voz.
Yo soy de Dios: mis ojos se recrean
Al contemplar absortos de esplendor
Desaparecer encantos terrenales;
Huye ante la verdad toda ilusión.
Yo soy de Dios: el salvador del hombre,
El Rey de reyes hasta mi bajó;
Al recibirle en lágrimas desecho
Mi espíritu se inflama en santo amor.
Yo soy de Dios: hasta el postrer momento
Sólo he de hallar encantos en mi Dios;
Su dulce nombre ha de sellar mis labios
Al dirigirle mi última oración.