L A V I R
T U D D E L A F O R T A L E Z A
La Virtud
de la Fortaleza es una de las virtudes cardinales; sin embargo, entendemos que
en algunas personas existe únicamente como una cualidad natural. Según el
temperamento del hombre, puede esté, naturalmente, ser más o menos fuerte. Por
lo que vemos a ciertos seres humanos enfrentar la vida con más equilibrio y serenidad
que otros que, por la misma adversidad o por algo de menor cuantía se deprimen,
se entristecen, llegando, incluso, al crimen, al vicio o al suicidio.
La Fortaleza,
como simple cualidad natural, además del temperamento supone unos nervios más
fuertes, un corazón y una voluntad bien dirigidos por la mente, así como una
mejor educación.
La Fortaleza,
como simple cualidad del ser humano, puede extinguirse o no alcanzar su
perfección sino no se eleva al orden sobrenatural.
Y,
¿Qué harán aquellos prójimos cuyo temperamento, naturalmente, es más frágil? Ha
de conocer y practicar la Virtud haciéndole violencia a su natural forma de
ser, hasta alcanzar en grado sumo la Virtud.
Es
de gran mérito que el que es naturalmente fuerte alcance la Virtud en el orden sobrenatural,
pero es mucho más admirable y meritorio que, aquel otro, superando su débil
personalidad, logre alcanzar tan extraordinaria virtud. Advirtiendo que quien
se propone alcanzar está virtud, logrará la paz.
La
Virtud de la Fortaleza es una Virtud Cardinal infundida por la Gracia
santificante, que fortifica nuestra voluntad en el bien obrar, ya para soportar
grandes males, ya para emprender obras difíciles, ya para enfrentar a la propia
concupiscencia, al mundo y al demonio. La Fortaleza, como vemos, soporta, ataca
y resiste.
Vicios
opuestos a la Fortaleza: el miedo, la cobardía, la mezquindad, la
impasibilidad o indiferencia, la audacia, la temeridad…
Virtudes
fundamentales de la Fortaleza: la paciencia y la constancia.
Partes
integrantes y potenciales de la Fortaleza: la magnanimidad y la
magnificencia.
La
Paciencia.- soporta sin desfallecimiento toda clase de penas, enfermedades,
calumnias, humillaciones… por el tiempo que Dios lo permita o lo mande. Y así
vemos que la Fortaleza a través de la Paciencia conduce al hombre a identificar
su voluntad con la Voluntad de Dios.
La
Constancia.- Nos enseña a perseverar en el esfuerzo hasta coronar la obras
emprendida y no olvidemos que todas las obras han de proyectarse hacia la Obra
de las Obras: La Gloria de Dios y nuestra salvación eterna.
La
Magnanimidad o grandeza del alma.- Es una virtud que nos mueve a emprender
grandes cosas, oigamos a Santo Tomás: “La Magnanimidad no se envanece por el
éxito, no se rinde ante los sucesos adversos; presta gustosa ayuda a los demás
y muy pocas veces la pide de otros; no adula a los otros, ni se deja adular; no
se deja intimidar por nada ni por nadie, olvida las injurias recibidas, es
franca en manifestar su parecer y no rehúye los honores y recompensas, sino los
acepta como un estímulo”.
La
Magnificencia.- Acomete empresas de grandes gastos o bien del decoro, de lo
bueno y lo santo y en aras del bien del prójimo. “hermosos ejemplos de
magnificencia nos presenta la Iglesia con sus majestuosas catedrales, el
esplendor de sus congresos y en general de su culto, con lo que pretende
hacernos entender la grandeza de Dios”.
El
Martirio.- Es el acto de virtud de la Fortaleza, por el que se sufre
voluntariamente la muerte en testimonio de la Fe o de cualquier otra virtud
cristiana relacionada con la Fe. Indudablemente que el martirio del que da la
vida por Dios, por la fe, se considera un acto de extraordinaria fortaleza en
el que el martirizado es asistido con plenitud. Por el ESPÍRITU SANTO. Sin
embargo quiero ahora, traer la frase de una persona cuya vida, desde siempre,
se ha desarrollado en el padecer: “Si hemos tenido el valor y la fuerza para
vivir, indudablemente que no ha de faltarnos la fortaleza para morir”. Fundada
en este bello y profundo pensamiento, hago un paragón de la Víctima Consciente,
cuya vida es fue martirio.
La
Víctima Consciente.- La que inmola su vida por la Gloria de Dios y por la
salvación del prójimo, en el silencio, en el olvido, en la obscuridad… en fin…
sino hemos de ser mártires, ni hemos de ser víctimas, sean cristianos fuertes y
fuertes cristianos.
La
Virtud de la Fortaleza doma a la propia naturaleza del hombre, desprecia al
hombre, desprecia al mundo, enfrenta el dolor, la injusticia, la humillación y
toda adversidad, pero con dignidad, de pie. La Fortaleza no nos permite
someternos a la sujeción de los perversos, ni a decir sí, cuando es no. Y sí al descubrir la mentira, el dolo, la hipocresía,
las comparamos con la verdad, con la lealtad veremos la gran diferencia que hay
en la misma vida. La Fortaleza no sólo asimila el dolor, sino que extrae de él,
mayor fortaleza, y así enfrenta la vida con realismo y todo orientado hacia el
logro de una vida santa con rumbo hacia la eternidad.
LO QUE NO ES LA VIRTUD DE LA FORTALEZA
No
es fortaleza la dureza de corazón, la crueldad del que daña y no se conmueve
ante nada ni ante nadie; no es fortaleza el frío cálculo en el cual el sujeto sólo
se estremece cuando le rozan, su ego o algo de su propiedad, no es fortaleza la
perversidad, que hace al hombre capaz de toda atrocidad sin remordimientos, no
es Fortaleza la insensibilidad de aquellos a quien nada les conmueve y, mucho
menos, es Fortaleza la terquedad de los necios, ni la soberbia de los
engreídos, petulantes y malvados.
Porque
el hombre fuerte, sabe llorar, se conmueve, se compadece, es noble, es
accesible, es justo y sabe vivir con nostalgia el ayer. Padece ante lo que
pierde, ante lo que le niegan, sin embargo lo supera todo con una Fortaleza
sobrenatural.
La
Oración asidua, la recepción de los Santos Sacramentos, la aceptación de lo
adverso, el vencimiento de las pasiones nos convertirán en católicos fuertes
quienes olvidados de nosotros mismos pensemos en la Gloria de Dios y el dolor
de nuestro prójimo.
Sor Clotilde García Espejel, E.D.
No hay comentarios:
Publicar un comentario