viernes, 18 de septiembre de 2015

La Virtud de la Fortaleza

L A    V I R T U D    D E    L A     F O R T A L E Z A

          La Virtud de la Fortaleza es una de las virtudes cardinales; sin embargo, entendemos que en algunas personas existe únicamente como una cualidad natural. Según el temperamento del hombre, puede esté, naturalmente, ser más o menos fuerte. Por lo que vemos a ciertos seres humanos enfrentar la vida con más equilibrio y serenidad que otros que, por la misma adversidad o por algo de menor cuantía se deprimen, se entristecen, llegando, incluso, al crimen, al vicio o al suicidio.
          La Fortaleza, como simple cualidad natural, además del temperamento supone unos nervios más fuertes, un corazón y una voluntad bien dirigidos por la mente, así como una mejor educación.
          La Fortaleza, como simple cualidad del ser humano, puede extinguirse o no alcanzar su perfección sino no se eleva al orden sobrenatural.
          Y, ¿Qué harán aquellos prójimos cuyo temperamento, naturalmente, es más frágil? Ha de conocer y practicar la Virtud haciéndole violencia a su natural forma de ser, hasta alcanzar en grado sumo la Virtud.
          Es de gran mérito que el que es naturalmente fuerte alcance la Virtud en el orden sobrenatural, pero es mucho más admirable y meritorio que, aquel otro, superando su débil personalidad, logre alcanzar tan extraordinaria virtud. Advirtiendo que quien se propone alcanzar está virtud, logrará la paz.
          La Virtud de la Fortaleza es una Virtud Cardinal infundida por la Gracia santificante, que fortifica nuestra voluntad en el bien obrar, ya para soportar grandes males, ya para emprender obras difíciles, ya para enfrentar a la propia concupiscencia, al mundo y al demonio. La Fortaleza, como vemos, soporta, ataca y resiste.
          Vicios opuestos a la Fortaleza: el miedo, la cobardía, la mezquindad, la impasibilidad o indiferencia, la audacia, la temeridad…
          Virtudes fundamentales de la Fortaleza: la paciencia y la constancia.
          Partes integrantes y potenciales de la Fortaleza: la magnanimidad y la magnificencia.
          La Paciencia.- soporta sin desfallecimiento toda clase de penas, enfermedades, calumnias, humillaciones… por el tiempo que Dios lo permita o lo mande. Y así vemos que la Fortaleza a través de la Paciencia conduce al hombre a identificar su voluntad con la Voluntad de Dios.
          La Constancia.- Nos enseña a perseverar en el esfuerzo hasta coronar la obras emprendida y no olvidemos que todas las obras han de proyectarse hacia la Obra de las Obras: La Gloria de Dios y nuestra salvación eterna.
          La Magnanimidad o grandeza del alma.- Es una virtud que nos mueve a emprender grandes cosas, oigamos a Santo Tomás: “La Magnanimidad no se envanece por el éxito, no se rinde ante los sucesos adversos; presta gustosa ayuda a los demás y muy pocas veces la pide de otros; no adula a los otros, ni se deja adular; no se deja intimidar por nada ni por nadie, olvida las injurias recibidas, es franca en manifestar su parecer y no rehúye los honores y recompensas, sino los acepta como un estímulo”.
          La Magnificencia.- Acomete empresas de grandes gastos o bien del decoro, de lo bueno y lo santo y en aras del bien del prójimo. “hermosos ejemplos de magnificencia nos presenta la Iglesia con sus majestuosas catedrales, el esplendor de sus congresos y en general de su culto, con lo que pretende hacernos entender la grandeza de Dios”.
          El Martirio.- Es el acto de virtud de la Fortaleza, por el que se sufre voluntariamente la muerte en testimonio de la Fe o de cualquier otra virtud cristiana relacionada con la Fe. Indudablemente que el martirio del que da la vida por Dios, por la fe, se considera un acto de extraordinaria fortaleza en el que el martirizado es asistido con plenitud. Por el ESPÍRITU SANTO. Sin embargo quiero ahora, traer la frase de una persona cuya vida, desde siempre, se ha desarrollado en el padecer: “Si hemos tenido el valor y la fuerza para vivir, indudablemente que no ha de faltarnos la fortaleza para morir”. Fundada en este bello y profundo pensamiento, hago un paragón de la Víctima Consciente, cuya vida es fue martirio.
          La Víctima Consciente.- La que inmola su vida por la Gloria de Dios y por la salvación del prójimo, en el silencio, en el olvido, en la obscuridad… en fin… sino hemos de ser mártires, ni hemos de ser víctimas, sean cristianos fuertes y fuertes cristianos.
          La Virtud de la Fortaleza doma a la propia naturaleza del hombre, desprecia al hombre, desprecia al mundo, enfrenta el dolor, la injusticia, la humillación y toda adversidad, pero con dignidad, de pie. La Fortaleza no nos permite someternos a la sujeción de los perversos, ni a decir sí, cuando es no. Y sí al  descubrir la mentira, el dolo, la hipocresía, las comparamos con la verdad, con la lealtad veremos la gran diferencia que hay en la misma vida. La Fortaleza no sólo asimila el dolor, sino que extrae de él, mayor fortaleza, y así enfrenta la vida con realismo y todo orientado hacia el logro de una vida santa con rumbo hacia la eternidad.




LO QUE NO ES LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

          No es fortaleza la dureza de corazón, la crueldad del que daña y no se conmueve ante nada ni ante nadie; no es fortaleza el frío cálculo en el cual el sujeto sólo se estremece cuando le rozan, su ego o algo de su propiedad, no es fortaleza la perversidad, que hace al hombre capaz de toda atrocidad sin remordimientos, no es Fortaleza la insensibilidad de aquellos a quien nada les conmueve y, mucho menos, es Fortaleza la terquedad de los necios, ni la soberbia de los engreídos, petulantes y malvados.
          Porque el hombre fuerte, sabe llorar, se conmueve, se compadece, es noble, es accesible, es justo y sabe vivir con nostalgia el ayer. Padece ante lo que pierde, ante lo que le niegan, sin embargo lo supera todo con una Fortaleza sobrenatural.

          La Oración asidua, la recepción de los Santos Sacramentos, la aceptación de lo adverso, el vencimiento de las pasiones nos convertirán en católicos fuertes quienes olvidados de nosotros mismos pensemos en la Gloria de Dios y el dolor de nuestro prójimo.


Sor Clotilde García Espejel, E.D.

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