domingo, 1 de noviembre de 2015

Dos de Noviembre, Conmemoración de los Difuntos"

DOS DE NOVIEMBRE, CONMEMORACIÓN DE LOS DIFUNTOS

 
          Noviembre Mes de los Difuntos, de las hojas que caen de los árboles, de los días cortos y de las noches largas, del invierno en puertas,  lo cual, ofrece para la gente un carácter funerario. Para nosotros, los católicos, han de tener un aspecto de pascua y de luz, lo mismo que llena de resplandores a la muerte cristiana.
          Después de la fiesta de “Todos los Santos”, sigue la conmemoración de los Fieles Difuntos, después de regocijarse con aquellos de sus hijos que han llegado a la gloria del cielo, ora hoy la Iglesia por aquellos otros que esperan, en los sufrimientos purificadores del purgatorio, el día en que podrán reunirse con la asamblea de los Santos. Nuestro pensamiento acompaña a los que nos precedieron en la señal de la Fe y duermen el sueño de la paz. Pensamiento melancólico y nostálgico, no tanto por la muerte, cuanto por aquel vacío que en nuestra vida han dejado y por la inseguridad de: ¿Están ya en la Patria Celestial, ó han de purificarse todavía?
          De esta forma el mes de Noviembre es un mes eclesial. La Iglesia Triunfante: El Cielo; la Iglesia Purgante: el Purgatorio y la Iglesia Militante: la tierra hoy como nunca, se unen íntimamente.
          Al entrar en comunicación con la Iglesia Celeste, entramos en comunicación con la Santísima Virgen María, Señor San José, los Santos Apóstoles, los Santo Ángeles etc.
          Del 1° al 2° de Noviembre nuestro pensamiento se remonta hacia la Eternidad, el recuerdo de los Santos y de los Difuntos nos tiene enlazados con el más allá. Incluido el Templo Material que es un símbolo de la Iglesia Eterna, por eso los cristianos verdaderos nos sentimos transportados a la Ciudad Eterna de Jerusalén: “Donde no hay llanto, ni clamor, ni gemido porque eso ya paso”.
          “Dios es luz, y en Él no existen tinieblas”, dice San Juan; por eso deseamos a nuestros difuntos “La Luz Eterna”, la claridad inextinguible en el foco Divino, para “Ver la Luz en su Luz”, como dice el Salmo. Porque los cristianos somos transportados de las tinieblas, que es el pecado a la luz región de la Gloria.
          “Lucha es la vida del hombre sobre la tierra”, decía Job. Milicia, intranquilidad, desasosiego. La Bienaventuranza será la “Paz”, el reino de la paz, el sueño de la paz.


          Pero desgraciadamente se nos ha introducido una mentalidad neo-pagana al hablar de la muerte.
          “La Santa Muerte”, error profundamente herético, donde visiblemente se ve el culto al demonio. El esqueleto que presentan los socios de Satanás, ni es la muerte, ni menos Santa. Es un ídolo que suple a los ídolos de la Pre-Hispania.
          La muerte, para los que ignoran, es un hecho, no una persona. Hecho que al separarse el Alma del Cuerpo deja a la materia  sin vida, sin sustento. Repito, la muerte es la separación del Alma y del Cuerpo.
          La Santa Muerte o Muerte Santa, como ya expresamos, es un hecho, y cuando ese hecho es realizado en un cristiano que muere arrepentido, y  auxiliado de todos los Sacramentos y en Gracia Santificante, llamamos a eso Santa Muerte y no a ese ídolo demoniaco.
           Algunas tribus y no tribus, indígenas y no indígenas  engañados y movidos por intereses mezquinos y porque no han cortado del todo con su fanatismo idolátrico, regresan nuevamente a adorar y reverenciar a las sombras de dioses paganos.

 
          Hay panteones en la República, donde cada año sacan a los esqueletos y los cambian de ropa ó tiene otros ritos paganos.
          Un ejemplo muy famoso, de la noche pagana sobre los muertos, es Mixquic, donde no rezan por los muertos, sino creen que regresan -esos si es que creen o es puro exhibicionismo- y los esperan con luminarias, comida y demás. Eso pasa ya de ser una Tradición a una herejía. Y tan está mal fundado, que sí el Párroco o alguien los corrige se vuelven contra ellos.
          En cuanto a las ofrendas realizadas en todas partes, tómese como algo simbólico, como algo histórico y si quieren, como un recuerdo de los que se han ido, pero, no más.  Los Cuerpos no salen de los Sepulcros y las Almas están en cualquiera de estos tres lugares: Cielo, Purgatorio, o Infierno.
          Amén de la impía y herética “Nueva Era” que niega la muerte auténtica que la suple o la cambia.
          A los que están en el Cielo imposible que se les ocurra salir; a los que están en el Purgatorio quisieran salir, pero no a la tierra, sino al Cielo.
          Y los infelices condenados, tampoco pueden salir y viven desesperados porque han perdido el Cielo.
          Pero hay un argumento fuerte: mientras estamos en la tierra con nuestro libre albedrío, hacemos, hasta cierto punto lo que nos da la gana, pero en la Eternidad, se acabó el libre albedrío; ya no hay elección, y Dios es el único, que en casos  extraordinarios y muy extraordinarios, podría mandar a un Alma al tiempo, pero no para comer; sino para arreglar algún asunto que impide su entrada definitiva al Cielo.
 
          Lo único que nos toca y que debemos hacer, es pedir por nuestros difuntos. Oportunidades sin fin para escuchar por ellos la Santa Misa, las indulgencias, sobre todo la indulgencia plenaria que podría llevarlos de inmediato al Cielo, las Limosnas, los Sacrificios…
          Debemos entrar en oración para acelerar la salida de los que pudieran estar detenidos en el Purgatorio.  La piadosa idea de la “Conmemoración de los Fieles Difuntos” nació con San Odilón, Abad de Cluny  quien determino hacia el año 1000           que en todos sus Monasterios, puesto que ya el Primero de Noviembre Celebraba la Iglesia la Fiesta de “Todos los Santos”,  el día Dos se tuviera un recuerdo de todos los Difuntos. De los Monasterios Cluniacenses la idea se fue extendiendo poco a poco a la Iglesia Universal.
          En cuanto a las Tres Misas que ha de Celebrar el Dos de Noviembre cada Sacerdote por los Difuntos, tienen su origen en el Convento de los Dominicos de Valencia, los religiosos no podían satisfacer a todos los encargos de Misas que recibían para el Dos de Noviembre. Entonces tomaron la costumbre de que cada religioso celebrase Dos o Tres Misas. El Obispo toleró dicha práctica, que después se extendió a España y Portugal, y en 1748 fue sancionada por Benedicto XIV. La costumbre española paso a la Iglesia Universal por concesión de Benedicto XV en 1915. El Papa concedió que cada Sacerdote pudiera celebrar Tres Misas: La Primera, a su particular intención (las Almas elegidas por él); la Segunda, según las Almas que el Papa encomienda, y la Tercera por todas las Ánimas Benditas del Santo Purgatorio.
          Al rico tesoro de las Tres Misas se añade la Indulgencia Plenaria del Jubileo por los Difuntos. Verdaderamente que se hace patente la generosidad de la Santa Madre Iglesia para las Almas que aún se purifican. Lo único que aprovecha  a las Almas del Purgatorio, el Dos de Noviembre y siempre, es la oración por ellas.

PIDE POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO


Sor Clotilde García Espejel

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