DOS DE NOVIEMBRE, CONMEMORACIÓN DE LOS DIFUNTOS
Noviembre
Mes de los Difuntos, de las hojas que caen de los árboles, de los días cortos y
de las noches largas, del invierno en puertas, lo cual, ofrece para la gente un carácter
funerario. Para nosotros, los católicos, han de tener un aspecto de pascua y de
luz, lo mismo que llena de resplandores a la muerte cristiana.
Después
de la fiesta de “Todos los Santos”, sigue la conmemoración de los Fieles Difuntos,
después de regocijarse con aquellos de sus hijos que han llegado a la gloria
del cielo, ora hoy la Iglesia por aquellos otros que esperan, en los
sufrimientos purificadores del purgatorio, el día en que podrán reunirse con la
asamblea de los Santos. Nuestro pensamiento acompaña a los que nos precedieron
en la señal de la Fe y duermen el sueño de la paz. Pensamiento melancólico y
nostálgico, no tanto por la muerte, cuanto por aquel vacío que en nuestra vida
han dejado y por la inseguridad de: ¿Están ya en la Patria Celestial, ó han de
purificarse todavía?
De
esta forma el mes de Noviembre es un mes eclesial. La Iglesia Triunfante: El
Cielo; la Iglesia Purgante: el Purgatorio y la Iglesia Militante: la tierra hoy
como nunca, se unen íntimamente.
Al
entrar en comunicación con la Iglesia Celeste, entramos en comunicación con la
Santísima Virgen María, Señor San José, los Santos Apóstoles, los Santo Ángeles
etc.
Del
1° al 2° de Noviembre nuestro pensamiento se remonta hacia la Eternidad, el
recuerdo de los Santos y de los Difuntos nos tiene enlazados con el más allá.
Incluido el Templo Material que es un símbolo de la Iglesia Eterna, por eso los
cristianos verdaderos nos sentimos transportados a la Ciudad Eterna de
Jerusalén: “Donde no hay llanto, ni clamor, ni gemido porque eso ya paso”.
“Dios
es luz, y en Él no existen tinieblas”, dice San Juan; por eso deseamos a
nuestros difuntos “La Luz Eterna”, la claridad inextinguible en el foco Divino,
para “Ver la Luz en su Luz”, como dice el Salmo. Porque los cristianos somos
transportados de las tinieblas, que es el pecado a la luz región de la Gloria.
“Lucha
es la vida del hombre sobre la tierra”, decía Job. Milicia, intranquilidad,
desasosiego. La Bienaventuranza será la “Paz”, el reino de la paz, el sueño de
la paz.
“La
Santa Muerte”, error profundamente herético, donde visiblemente se ve el culto
al demonio. El esqueleto que presentan los socios de Satanás, ni es la muerte,
ni menos Santa. Es un ídolo que suple a los ídolos de la Pre-Hispania.
La
muerte, para los que ignoran, es un hecho, no una persona. Hecho que al separarse
el Alma del Cuerpo deja a la materia sin
vida, sin sustento. Repito, la muerte es la separación del Alma y del Cuerpo.
La
Santa Muerte o Muerte Santa, como ya expresamos, es un hecho, y cuando ese
hecho es realizado en un cristiano que muere arrepentido, y auxiliado de todos los Sacramentos y en
Gracia Santificante, llamamos a eso Santa Muerte y no a ese ídolo demoniaco.
Algunas tribus y no tribus, indígenas y no indígenas
engañados y movidos por intereses
mezquinos y porque no han cortado del todo con su fanatismo idolátrico,
regresan nuevamente a adorar y reverenciar a las sombras de dioses paganos.
Hay
panteones en la República, donde cada año sacan a los esqueletos y los cambian
de ropa ó tiene otros ritos paganos.
Un
ejemplo muy famoso, de la noche pagana sobre los muertos, es Mixquic, donde no
rezan por los muertos, sino creen que regresan -esos si es que creen o es puro
exhibicionismo- y los esperan con luminarias, comida y demás. Eso pasa ya de
ser una Tradición a una herejía. Y tan está mal fundado, que sí el Párroco o
alguien los corrige se vuelven contra ellos.
En
cuanto a las ofrendas realizadas en todas partes, tómese como algo simbólico,
como algo histórico y si quieren, como un recuerdo de los que se han ido, pero,
no más. Los Cuerpos no salen de los
Sepulcros y las Almas están en cualquiera de estos tres lugares: Cielo, Purgatorio,
o Infierno.
Amén
de la impía y herética “Nueva Era” que niega la muerte auténtica que la suple o
la cambia.
A
los que están en el Cielo imposible que se les ocurra salir; a los que están en
el Purgatorio quisieran salir, pero no a la tierra, sino al Cielo.
Y
los infelices condenados, tampoco pueden salir y viven desesperados porque han
perdido el Cielo.
Pero
hay un argumento fuerte: mientras estamos en la tierra con nuestro libre
albedrío, hacemos, hasta cierto punto lo que nos da la gana, pero en la
Eternidad, se acabó el libre albedrío; ya no hay elección, y Dios es el único,
que en casos extraordinarios y muy
extraordinarios, podría mandar a un Alma al tiempo, pero no para comer; sino
para arreglar algún asunto que impide su entrada definitiva al Cielo.
Lo
único que nos toca y que debemos hacer, es pedir por nuestros difuntos.
Oportunidades sin fin para escuchar por ellos la Santa Misa, las indulgencias,
sobre todo la indulgencia plenaria que podría llevarlos de inmediato al Cielo,
las Limosnas, los Sacrificios…
Debemos
entrar en oración para acelerar la salida de los que pudieran estar detenidos
en el Purgatorio. La piadosa idea de la
“Conmemoración de los Fieles Difuntos” nació con San Odilón, Abad de Cluny quien determino hacia el año 1000 que en todos sus Monasterios, puesto
que ya el Primero de Noviembre Celebraba la Iglesia la Fiesta de “Todos los
Santos”, el día Dos se tuviera un
recuerdo de todos los Difuntos. De los Monasterios Cluniacenses la idea se fue
extendiendo poco a poco a la Iglesia Universal.
En cuanto
a las Tres Misas que ha de Celebrar el Dos de Noviembre cada Sacerdote por los
Difuntos, tienen su origen en el Convento de los Dominicos de Valencia, los
religiosos no podían satisfacer a todos los encargos de Misas que recibían para
el Dos de Noviembre. Entonces tomaron la costumbre de que cada religioso
celebrase Dos o Tres Misas. El Obispo toleró dicha práctica, que después se extendió
a España y Portugal, y en 1748 fue sancionada por Benedicto XIV. La costumbre
española paso a la Iglesia Universal por concesión de Benedicto XV en 1915. El Papa
concedió que cada Sacerdote pudiera celebrar Tres Misas: La Primera, a su
particular intención (las Almas elegidas por él); la Segunda, según las Almas
que el Papa encomienda, y la Tercera por todas las Ánimas Benditas del Santo
Purgatorio.
Al rico
tesoro de las Tres Misas se añade la Indulgencia Plenaria del Jubileo por los
Difuntos. Verdaderamente que se hace patente la generosidad de la Santa Madre
Iglesia para las Almas que aún se purifican. Lo único que aprovecha a las Almas del Purgatorio, el Dos de Noviembre
y siempre, es la oración por ellas.
PIDE POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Sor Clotilde García Espejel
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