sábado, 28 de noviembre de 2015

"Primer Domingo de Adviento"


A D V I E N T O

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
 
         Con la bella y excelsa celebración del Reinado de “Cristo Rey”, el último domingo de noviembre, se da por terminado “El Año Eclesiástico”, para dar paso al Nuevo Año que se inicia con el Primer Domingo de Adviento.
            Advierto, que de la piedad y devoción con que se viva El Adviento, se llegará a entender y a gozar cristianamente la Navidad. “El Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo”.
            Desgraciadamente, hace tiempo que con el deseo de inocular lo sagrado de materialismo, se busca en esta llegada del Señor la propia y personal alegría de hacer una reunión con parientes y amigos, quiénes interfieren la presencia del Redentor; basando el acontecimiento no en la presencia del Salvador, sino en el convertir lo sublime y eterno en fiesta pagana: mucha y deliciosa comida, suficiente alcohol hasta embriagarse, música mundana y estruendosa, bailes sensuales y un tanto eróticos; todo esto y más, tanto en las pseudo-posadas y pre-posadas hasta la misma plena Navidad, incluyendo a las almas tibias que de alguna manera profanan la celebración.
            Así ofendiendo a Dios, agradecemos al Salvador su llegada, muerte y resurrección. Viene a salvarnos del pecado original y nosotros nos lucimos con el pecado actual.
            Oigamos a San Pablo en la Carta a los Romanos:
            “El cristiano, hijo de la luz. Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya la hora de levantarnos del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.
            Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias. (Romanos 13, 11-14).
           
            Algo, no malo, pero que sí confunde, distrae y suple la mente del pueblo, sobre la esencia de la Navidad: son las tradicionales formas populares de México ó del extranjero, que han ido tomando un gran espacio entre los católicos, de manera muy especial, muy saludable y piadosa pero no es la Navidad. La corona de Adviento, el árbol de Navidad, las posadas… ahora, merece tratarse por separado a la angustiosa idea de Santa Claus quien sólo es un ídolo moderno, que ya ha sacado de los hogares y las familias al “Niño Dios” y que pretende ser San Nicolás. Lo que puede la impiedad y la ignorancia. De todas estas buenas devociones populares, hablaremos en el curso del Adviento. En cuanto al tal Santa Claus tendremos una explicación aparte.


 
            El Adviento es la primera etapa del año Litúrgico, comprende las 4 semanas que anteceden a la Navidad.
            Adviento viene de la palabra latina que significa venida, llegada solemne. Se refiere naturalmente a la Venida de Nuestro Señor a la tierra. Es pues, tiempo en que los cristianos nos debemos preparar espiritualmente con una buena confesión, con alguna saludable mortificación o pequeño sacrificio, con propósitos de enmienda, con breves meditaciones que nos permitan tener presente al Señor y con actos de agradecimiento por su venida al mundo a salvarnos.

 


            El Adviento nace así:
            La herejía de Nestóreo adquirió grande importancia en la Conmemoración del Nacimiento del Salvador, que se enriqueció enseguida con el ciclo especial de preparación. La “Cuaresma”, sirvió de ejemplo y norma para el carácter litúrgico del Adviento. Tristemente, en estos cambios Litúrgicos que se han hecho, aún en la misma Liturgia se ha perdido el sentido penitencial que antes incluía la ausencia de flores, un órgano enmudecido… El Adviento nos hace contemplar las venidas del Señor.
            “Lo que vio Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén “.
            “Suceden en días futuros que el Monte de la Casa de Yahvéh será asentado en la cima de los montes y se abrazará por encima de las colinas.
            Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: “Venid, subamos al Monte de Yahvéh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos.
            Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén las palabras de Yahvéh.
            Juzgará entre las gentes, será arbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas poderosas.
            No levantará espada, nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.
            Casa de Jacob en marcha, caminemos hacia la luz de Yahvéh. (Isaías 2,1-5)
            Aquella real e inolvidable noche de diciembre en que “El Verbo hecho Niño” aparece en brazos, humilde y desvalido, de aquellos que Él mismo creó, protege, gobierna y viene a salvar.
            La llegada directamente a cada uno de nosotros, a nuestra alma. Él quiere y puede llegar personalmente y de manera especial si estamos dispuestos a recibirlo, nacerá nuevamente en nuestras almas.
            La Liturgia de este tiempo, sugiere ideas y sentimientos relativos a la expectación del Mesías que por el espacio de 4,000 años estuvieron aguardando.

 

            El Adviento es un tiempo de anhelante expectación. Esperamos al que ha de salvarnos de nuestro triple enemigo. Se aviva la esperanza en la Misericordia de Dios que se hará presente el día de la Navidad. Es la idea dominante en este Primer Domingo de Adviento.
            “Estar alerta para no ser sorprendidos. Como en los días de Noé, así será la venida del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el Arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastro a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno será llevado y otro dejado; dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será llevada y otra dejada”.
            “Velad, pues, porque no sabéis que día vendrá nuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de la casa supiese a que hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no dejaría que le horadasen su casa.
            Por eso también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre”. (Mateo 24, 37-44)

PREPARARSE, PUES A LA VENIDA DEL SEÑOR

SOR CLOTILDE

             

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