MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO
“Entro,
pues, de nuevo Pilato en el pretorio; y llamo a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el
Rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Lo dices por ti mismo, o te lo han dicho
otros de Mí? Respondió Pilatos: ¿Acaso soy yo judío?, tu gente y tus pontífices
te entregaron a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: mi reino no es de este
mundo. Si mi reino fuese de este mundo ciertamente mis ministros hubiesen
luchado para que Yo no fuese entregado a los judíos. Pero mi Reino no es de aquí.
Dijole, pues, Pilato: Luego Tú, ¿Eres Rey? Respondió Jesús: Tú lo dices: Yo soy
Rey. (San Juan Cap. 18, Vers. 33-37).
Jesucristo
es Rey de todo el mundo: Rey por naturaleza, por herencia y por conquista. La Iglesia
al instituír esta fiesta quiere mover a los cristianos a rendirle su homenaje
de sumisión, a reparar los ultrajes que recibe de parte de los súbditos rebeldes
y a promover los intereses de sus Reino, trabajando para que la realeza de
Jesucristo sea reconocida ejecutivamente por los individuos, las familias y las
naciones.
El 31
de diciembre de 1925 su Santidad Pío XI celebraba en la Basílica Vaticana la Primera
Fiesta Litúrgica de Cristo Rey. Era la inspiración del Espíritu Santo la que había
movido al Papa a instituir esta Fiesta.
El Reino
de Jesucristo, vive al fondo del alma de cada persona y reinando en cada uno reinara
en todos los hombres ¿y cómo Reina Jesucristo en cada alma? “Mi yugo es suave
mi carga ligera” El Reino de Cristo no se impone. Él, Cristo, da sus leyes,
pide virtudes, invita a la adecuación de nuestra voluntad a la suya, para que nuestra
naturaleza humana elevada a la gracia santificante, sienta la suavidad y la
urgencia de que se cumplan sus mandatos. Si cada hombre obedeciera voluntariamente, el
Reino de Cristo sería una realidad en las familias, en la sociedad, en los gobiernos
y en las leyes civiles…
“Mi
Reino no es de este mundo”. El Reino de este mundo toca al ser humano a los
guiadores de la sociedad, a los guiadores de los países, de las sociedades etc.
Pero, siempre y cuando se sujeten y sujeten sus leyes a las leyes, a las normas
de Cristo Dios y Hombre Verdadero, de manera que el Reinado de Cristo no
contenga una antagonía con el reinado del mundo; ya que Él, es el Rey de Reyes
y Señor de los Señores: “Vi el cielo abierto y un caballo blanco y el que se
sentaba sobre él se llamaba fiel y veraz, y juzga con justicia, y lucha. Sus ojos
como llama de fuego, en sus cabeza muchas diademas reales y tiene un nombre
escrito que nadie sino el conoce. Estaba vestido con vestidos salpicados de
sangre, y su nombre es: VERBO DE DIOS.
Y los ejércitos que están en el cielo le seguían en caballos blancos, vestido
de purpura blanquísima. De su boca sale una espada sobre doble filo: con esta herirá
a las gentes. Los gobernara con cetro de hierro, y Él pisa el hagar del vino,
del furor de la ira de Dios omnipotente y en su muslo lleva escrito: REY DE REYES Y SEÑOR DE LOS SEÑORES” (Apocalipsis
Cap. 19 Vers. 11-16). Por tanto toda ley, todo mandato humano no es correcto,
sino esta jerárquicamente sometido a las Leyes de Dios.
En la
primera parte del Padre Nuestro, en las siguientes peticiones rogamos, que
venga a nosotros Su Reino y que se haga Su voluntad, así en la tierra como en
el cielo. Aquí está el meollo del Reinado de Cristo: Que Reine Cristo en nuestras
almas y para ello hay que vivir la vida de la Gracia, evitando todo pecado y
trabajando por adquirir virtudes. Y que a su Voluntad identifiquemos la
nuestra.
Jesucristo
ejerce su potestad real sobre las almas que gobierna por la fe y la caridad;
sobre la Iglesia que rige por la jerarquía y sobre la sociedad civil que debe
guiarse por los principios de la Ley Natural,
Evangélica y Canónica.
No basta
gritar: “¡Viva Cristo Rey!”. No. Proclamemos la realeza de Jesucristo con
nuestra sumisión a su Reinado que es el único que puede salvar a los pueblos,
instaurando en el mundo el imperio de la justicia y de la caridad.
Al instituir
la Fiesta de Cristo Rey, Pío XI no ha pretendido sino proclamar solemnemente la
realeza de Nuestro Señor Jesucristo sobre el mundo. Rey de las almas y de las
conciencias, de las inteligencias y de las voluntades, Cristo lo es también de
las familias y de las ciudades; de los pueblos y de las naciones; en una palabra,
Rey de todo el Universo como lo ha demostrado Pío XI en su Encíclica Quas Primas del 11 de
diciembre de 1925. El laicismo. Es la negación radical de toda esta Realeza de
Cristo: al organizar la vida social como si Dios no existiera lo cual, engendra
la apostasía de las masas y conduce a la ruina de la sociedad.
Hoy,
precisamente encontramos en todas las clases económicas, sociales, intelectuales…
una apostasía general. ¡La apostasía de las masas!
Cristo
es Nuestro Rey, nos compró con su Sangre. Cristo es Nuestro Rey Resucito de
entre los muertos.
Entendamos
bien: Jesucristo es el rey del universo, pero cede en la tierra a la humana
naturaleza el gobierno de la Iglesia, el gobierno de los países, el gobierno de
las sociedades, el gobierno de las familias. Pero siempre y cuando toda ley sea
sometida a las Leyes de Dios, todo reinado todo gobierno ha de fincar sus leyes
sobre la gran columna de la Voluntad de Cristo y de sus Leyes, sino lo hacemos
así naufragaremos.
Pero,
no naufragaremos, ya vivimos el naufragio y casi en el ahogo cuando vivimos
bajo la imposición de una constitución atea, de gobiernos inmorales que han
prostituido a la sociedad y de un pueblo cobarde, sibarita, acomodaticio placentero
que no vive la ley de Dios; sino la de los gobiernos ateos y la de su propio
dios, que es él mismo.
“Viéndole, le adoraron. Pero algunos dudaron. Y
acercándose Jesús les hablo diciendo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y
en la tierra. Id y enseñad a todas las gentes, Bautizándoles en el nombre del
Padre y del Hijo y del espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que Yo os
he mandado. Y Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los
siglos” (Mateo, Cap. 28, Vers. 17-20). Sobre el Monte de Galilea se aparece
resucitado a muchos discípulos.
“Dominara
de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. Todos los Reyes
se prosternaran ante Él y le servirán todas las naciones” (Salmo 71 vers. 8-11).
Aleluya.
Aleluya, su dominación es una dominación eterna, que no pasara; y su Reino, un
Reino que jamás será destruido. Aleluya (Daniel, 7-14).
No hay comentarios:
Publicar un comentario