jueves, 24 de marzo de 2016

"Triduo Pascual"

CATEQUESIS
TRIDUO PASCUAL

            Llámase “Triduo Pascual” o “Triduo Sacro” a los tres últimos días de la Semana Santa, los cuales se desarrollan dentro de una liturgia bellísima, variada, riquísima y conmovedora, que invita a la contemplación hasta llegar al éxtasis. Recuerda la Iglesia los grandes acontecimientos que señalaron los últimos días de la vida del Salvador, y nos invita a participar celebrando con élla el Misterio de nuestra Redención.
Origen de esta Celebración
            La celebración de la Pascua se remonta al Antiguo Testamento como memorial del paso del Señor cuando salvó a los israelitas de la opresión de los egipcios. Después de 425 años de esclavitud, escuchando YAHVÉ los lamentos de su pueblo, tomó como instrumento de su brazo fuerte y vigoroso a Moisés, para que los salvara y condujera a la tierra que mana leche y miel. Habló Moisés al Faraón en nombre de YAHVÉ, pero el Faraón resistió y YAHVÉ envió las plagas a Egipto. Como el tirano no cediera a la libertad de los judíos, YAHVÉ hirió de muerte a todos los primogénitos del país, perdonando tan sólo las casas judías que estaban marcadas con la sangre del Cordero ritual. (Cf. Ex. VII-XII).
            Pero hay otro paso Pascual, finalidad mística del primero, cuyo sentido está íntimamente ligado con la Pascua: el paso de los israelitas a pie por el Mar Rojo, camino a la tierra prometida después de haberse liberado por la sangre del Cordero Pascual y haberse alimentado con su carne en el banquete sagrado. Esta Pascua, celebrada anualmente por los judíos, dejó de ser promesa y llegó a su realidad por una Pascua que llamamos “Pascua de Cristo”, y se ofrece por nuestra salvación. Cristo es el verdadero Cordero Pascual (Cf. Jn. 1-29). El mandado por Moisés sólo era figura profética; pues al llegar la plenitud de los tiempos, mientras en el Templo era sacrificado el Cordero Pascual, se Inmola sobre el altar de la Cruz el Cordero de Dios para borrar los pecados del mundo.
            Y así como los israelitas celebran la Pascua, que era el paso misericordioso del Señor en su liberación de Egipto y el tránsito milagroso a través del Mar Rojo, así los cristianos, en la realidad de los misterios, este 14 de Nisán, este Jueves Santo, celebramos el paso misericordioso por la tierra, del Verbo Encarnado, que pasó triunfante, a través de la muerte; con su poder dio su vida y la tomó nuevamente (Jn. X-17-18), e hizo que nosotros, nuevo Israel de Dios e Hijos de la Iglesia, marcados en el Bautismo con la Sangre del Divino Cordero, Jesucristo, efectuáramos nuestro paso de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, del pecado a la vida de la Gracia.
J u e v e s    S a n t o.
            La liturgia del Jueves Santo se desarrolla en dos secciones: por la mañana, la Misa de consagración de los Santos Oleos, y por la tarde la Misa de la Institución.
            La primera se celebra para confeccionar la materia de aquellos Sacramentos que directamente aplican la Redención: Bautismo, Confirmación, Unción de los Enfermos y su conservación con el Orden Sacerdotal.
            En la Misa Vespertina se perpetúa la Institución del Misterio Eucarístico y del Sacerdocio Católico. La celebración de la Primera Misa, anticipo del día siguiente donde el Señor Jesucristo realizará su Pasión y Muerte y nosotros, contemplaremos la Esencia y el Ser del Santo Sacrificio de la Misa, que a través del tiempo celebrará en los altares. Se reproduce el lavatorio y en éste, se proclama el precepto de la caridad fraterna, que es propiamente el “Mandato del Señor”.
            En la Santa Misa, después de la Comunión, se conservan la Hostias en Ella consagradas; son depositadas en un altar profusamente adornado, dentro de una Urna que permanece durante toda la noche expuesta a la vista de los fieles, para que adornen a Nuestro Señor Jesucristo verdadera, real y substancialmente presente en el Santísimo Sacramento. La Iglesia lo acompaña en esta noche, viviendo todos los pasos preliminares de la Pasión: Oración del Huerto, prendimiento, juicio y bofetada, humillación del calabozo…

V i  e  r  n e s    S a n t o.
            Este día es “a -litúrgico” porque no hay Misa; en lo que se celebra falta la Liturgia de la Eucaristía. En las lecturas, el pueblo contempla la Pasión del Salvador en el relato de San Juan; después del canto de unas solemnes oraciones en favor de toda la Iglesia y del mundo entero llamadas “Oración Universal”, se sigue la adoración de la Santa Cruz, mientras se canta el grandioso himno “Pange, lingua, gloriosi”.
            Por último, el sacerdote extrae del Monumento el Sagrado Depósito, a Cristo mismo y, llevándolo procesionalmente y en silencio al altar, comulga él primero y da la Comunión a los presentes; entretanto, se canta el Salmo XXI, en que se profetiza la agonía de Cristo en la Cruz. Pasados unos minutos de contemplación, el sacerdote imparte la bendición solemne y todos se retiran en silencio.

S  á  b  a  d  o    S a n t o.
Los oficios Litúrgicos comienzan hacia la media noche, para que el Gloria de la Misa pueda cantarse precisamente a la hora Cero. Fuera del templo y a obscuras, el Sacerdote bendice el fuego nuevo, consagra el Cirio Pascual y entra al templo con el Cirio encendido como símbolo de Cristo Resucitado.
            Ante el Altar, canta el Pregón Pascual, que anuncia a los Ángeles, al hombre y a todo el universo, la Resurrección de Cristo.
            Siguen unas Lecturas del Antiguo Testamento, como resumen de la Historia de la salvación del género humano, que los fieles escuchan reverentes desde su asiento: es una sesión solemnísima a manera de las sinagogales.
            Enseguida se cantan las Letanías, se consagra el Agua Bautismal (y si los hay, son bautizados los Catecúmenos), y los fieles renuevan las promesas de su bautismo.
            Culmina todo con la celebración del Santo Sacrificio, el Gloria a las Cero horas; dentro, el canto de Laudes, y, finalmente, con el regocijo del “Aleluya” (“Alegrémonos”), regirá por todo el tiempo Litúrgico de Pascua.

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            Católicos: Apreciemos el torrente de gracias que la Iglesia nos alcanza durante la Semana Santa. Reconozcamos que las acciones litúrgicas desarrolladas en el Altar, reviven los Sagrados Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y al asistir y participar de ellos con fe y en estado de gracia, reportamos en nuestras almas los mismos frutos espirituales que obtuvieron quienes se hallaron presentes a su desarrollo histórico.
            Agradezcamos a Dios el hallarnos en el seno de la verdadera Iglesia y propongámonos vivir, en consecuencia, a lo que esta Iglesia nos proporciona.
            ¡Una sola Semana Santa bien vivida, puede hacer cambiar el rumbo de nuestra vida!


Sor Clotilde









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