CATEQUESIS
TRIDUO PASCUAL
Llámase “Triduo Pascual” o “Triduo Sacro” a los tres
últimos días de la Semana Santa, los cuales se desarrollan dentro de una
liturgia bellísima, variada, riquísima y conmovedora, que invita a la
contemplación hasta llegar al éxtasis. Recuerda la Iglesia los grandes
acontecimientos que señalaron los últimos días de la vida del Salvador, y nos
invita a participar celebrando con élla el Misterio de nuestra Redención.
Origen de esta Celebración
La celebración de la Pascua se
remonta al Antiguo Testamento como memorial del paso del Señor cuando salvó a
los israelitas de la opresión de los egipcios. Después de 425 años de
esclavitud, escuchando YAHVÉ los lamentos de su pueblo, tomó como instrumento
de su brazo fuerte y vigoroso a Moisés, para que los salvara y condujera a la
tierra que mana leche y miel. Habló Moisés al Faraón en nombre de YAHVÉ, pero
el Faraón resistió y YAHVÉ envió las plagas a Egipto. Como el tirano no cediera
a la libertad de los judíos, YAHVÉ hirió de muerte a todos los primogénitos del
país, perdonando tan sólo las casas judías que estaban marcadas con la sangre
del Cordero ritual. (Cf. Ex. VII-XII).
Pero hay otro paso Pascual,
finalidad mística del primero, cuyo sentido está íntimamente ligado con la
Pascua: el paso de los israelitas a pie por el Mar Rojo, camino a la tierra
prometida después de haberse liberado por la sangre del Cordero Pascual y
haberse alimentado con su carne en el banquete sagrado. Esta Pascua, celebrada
anualmente por los judíos, dejó de ser promesa y llegó a su realidad por una
Pascua que llamamos “Pascua de Cristo”, y se ofrece por nuestra salvación.
Cristo es el verdadero Cordero Pascual (Cf. Jn. 1-29). El mandado por Moisés
sólo era figura profética; pues al llegar la plenitud de los tiempos, mientras
en el Templo era sacrificado el Cordero Pascual, se Inmola sobre el altar de la
Cruz el Cordero de Dios para borrar los pecados del mundo.
Y así como los israelitas celebran
la Pascua, que era el paso misericordioso del Señor en su liberación de Egipto
y el tránsito milagroso a través del Mar Rojo, así los cristianos, en la
realidad de los misterios, este 14 de Nisán, este Jueves Santo, celebramos el
paso misericordioso por la tierra, del Verbo Encarnado, que pasó triunfante, a
través de la muerte; con su poder dio su vida y la tomó nuevamente (Jn. X-17-18),
e hizo que nosotros, nuevo Israel de Dios e Hijos de la Iglesia, marcados en el
Bautismo con la Sangre del Divino Cordero, Jesucristo, efectuáramos nuestro
paso de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, del pecado a la vida de
la Gracia.
J u e v e s S a n t o.
La liturgia del Jueves Santo se desarrolla en dos
secciones: por la mañana, la Misa de consagración de los Santos Oleos, y por la
tarde la Misa de la Institución.
La primera se celebra para
confeccionar la materia de aquellos Sacramentos que directamente aplican la
Redención: Bautismo, Confirmación, Unción de los Enfermos y su conservación con
el Orden Sacerdotal.
En la Misa Vespertina se perpetúa la
Institución del Misterio Eucarístico y del Sacerdocio Católico. La celebración
de la Primera Misa, anticipo del día siguiente donde el Señor Jesucristo
realizará su Pasión y Muerte y nosotros, contemplaremos la Esencia y el Ser del
Santo Sacrificio de la Misa, que a través del tiempo celebrará en los altares. Se
reproduce el lavatorio y en éste, se proclama el precepto de la caridad
fraterna, que es propiamente el “Mandato del Señor”.
En la Santa Misa, después de la
Comunión, se conservan la Hostias en Ella consagradas; son depositadas en un
altar profusamente adornado, dentro de una Urna que permanece durante toda la
noche expuesta a la vista de los fieles, para que adornen a Nuestro Señor
Jesucristo verdadera, real y substancialmente presente en el Santísimo
Sacramento. La Iglesia lo acompaña en esta noche, viviendo todos los pasos
preliminares de la Pasión: Oración del Huerto, prendimiento, juicio y bofetada,
humillación del calabozo…
V i
e r n e s
S a n t o.
Este día es “a -litúrgico” porque no
hay Misa; en lo que se celebra falta la Liturgia de la Eucaristía. En las
lecturas, el pueblo contempla la Pasión del Salvador en el relato de San Juan;
después del canto de unas solemnes oraciones en favor de toda la Iglesia y del
mundo entero llamadas “Oración Universal”, se sigue la adoración de la Santa Cruz,
mientras se canta el grandioso himno “Pange, lingua, gloriosi”.
Por último, el sacerdote extrae del
Monumento el Sagrado Depósito, a Cristo mismo y, llevándolo procesionalmente y
en silencio al altar, comulga él primero y da la Comunión a los presentes;
entretanto, se canta el Salmo XXI, en que se profetiza la agonía de Cristo en
la Cruz. Pasados unos minutos de contemplación, el sacerdote imparte la
bendición solemne y todos se retiran en silencio.
S
á b a
d o S a n t o.
Los oficios Litúrgicos comienzan hacia la media noche, para
que el Gloria de la Misa pueda cantarse precisamente a la hora Cero. Fuera del
templo y a obscuras, el Sacerdote bendice el fuego nuevo, consagra el Cirio
Pascual y entra al templo con el Cirio encendido como símbolo de Cristo
Resucitado.
Ante el Altar, canta el Pregón
Pascual, que anuncia a los Ángeles, al hombre y a todo el universo, la
Resurrección de Cristo.
Siguen unas Lecturas del Antiguo
Testamento, como resumen de la Historia de la salvación del género humano, que
los fieles escuchan reverentes desde su asiento: es una sesión solemnísima a
manera de las sinagogales.
Enseguida se cantan las Letanías, se
consagra el Agua Bautismal (y si los hay, son bautizados los Catecúmenos), y
los fieles renuevan las promesas de su bautismo.
Culmina todo con la celebración del
Santo Sacrificio, el Gloria a las Cero horas; dentro, el canto de Laudes, y,
finalmente, con el regocijo del “Aleluya” (“Alegrémonos”), regirá por todo el
tiempo Litúrgico de Pascua.
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Católicos: Apreciemos el torrente de
gracias que la Iglesia nos alcanza durante la Semana Santa. Reconozcamos que
las acciones litúrgicas desarrolladas en el Altar, reviven los Sagrados
Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y al
asistir y participar de ellos con fe y en estado de gracia, reportamos en
nuestras almas los mismos frutos espirituales que obtuvieron quienes se
hallaron presentes a su desarrollo histórico.
Agradezcamos a Dios el hallarnos en
el seno de la verdadera Iglesia y propongámonos vivir, en consecuencia, a lo
que esta Iglesia nos proporciona.
¡Una sola Semana Santa bien vivida,
puede hacer cambiar el rumbo de nuestra vida!
Sor Clotilde
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