ERRORES
MODERNOS.
(Encíclica “Humani
Generis”)
Pío XII
16. - De lo
dicho es evidente que estos conatos, no sólo llevan al relativismo dogmático, sino ya de hecho lo contienen; pues el
desprecio de la doctrina tradicional y de su terminología favorece ese
relativismo y lo fomenta. Nadie ignora que los términos empleados, tanto en la
enseñanza de la teología, como por el mismo Magisterio de la Iglesia, para
expresar tales conceptos, pueden ser perfeccionados y perfilados. Se sabe
también que la Iglesia no ha sido siempre constante en el uso de unos mismos
términos. Es evidente además que la Iglesia no puede ligarse a cualquier
efímero sistema filosófico; pero las
nociones y los términos que los doctores católicos, con general aprobación, han
ido componiendo durante el espacio de varios siglos, para llegar a obtener
alguna inteligencia del dogma, no se fundan realmente en principios y nociones
deducidas del verdadero conocimiento de las cosas creadas; deducción realizada
a la luz de la verdad revelada, que, por medio de la Iglesia, iluminaba, como
una estrella, la mente humana. Por eso no hay admirarse que algunas de estas
nociones hayan sido, no sólo empleadas, sino también sancionadas por los
Concilios Ecuménicos; de suerte que no es lícito apartarse de ellas.
17. –
Abandonar, pues, o rechazar o privar de valor tantas y tan importantes nociones
y expresiones, que hombres de ingenio y santidad no comunes, con esfuerzo
multisecular, bajo la vigilancia del sagrado Magisterio y con la luz y guía del
espíritu Santo, han concebido, expresado y perfeccionado para expresar las
verdades de fe cada vez con mayor exactitud, y sustituirlas con nociones
hipotéticas y expresiones fluctuantes y vagas de una moderna filosofía que como
la flor del campo hoy existe y mañana caerá, no sólo es suma imprudencia, sino
que convierte el dogma en una caña agitada por el viento. El desprecio de los
términos y las nociones que suelen emplear los teólogos escolásticos, lleva
naturalmente a enervar la teología especulativa, la cual, por fundarse en
razones teológicas, ellos juzgan carecer de verdadera certeza.
18. – Por
desgracia estos amigos de novedades fácilmente pasan del desprecio de la
teología escolástica a tener en menos y aun a despreciar también el mismo
Magisterio de la Iglesia, que tanto peso ha dado con su autoridad a aquella
teología. Presentan este Magisterio como impedimento del progreso y obstáculo
de la ciencia; y hay ya a católicos, que lo consideran como un freno injusto,
que impide el que algunos teólogos más cultos renueven la teología. Y aunque
este Sagrado Magisterio, en las cuestiones de la fe y costumbres, debe ser para
todo teólogo la norma próxima y universal de la verdad (ya que a él ha confiado
Nuestro Señor Jesucristo la custodia, la defensa y la interpretación del depósito
de la fe, o sea de las Sagradas Escrituras y de la Tradición Divina); sin
embargo, a veces se ignora, como si no existiese, la obligación que tienen
todos los fieles de huir aun de aquellos errores que más o menos se acercan a
la herejía, y por tanto <de observar también las constituciones y decretos,
en que la Santa Sede ha proscrito y prohibido las tales opiniones falsas>.
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