EL MATRIMONIO CRISTIANO.
CASTI CONNUBII
Pío XI, 31 de diciembre de 1930.
EL ADULTERIO
71. – Falsean, por consiguiente, el concepto de fidelidad
los que opinan que hay que contemporizar con las ideas y costumbres de nuestros
días acerca de cierta fingida y perniciosa amistad de los cónyuges con alguna
tercera persona, defendiendo una mayor libertad de sentimientos y de trato de
dichas relaciones externas, y esto tanto más cuanto que (como ellos afirman) a
no pocos es congénita una índole sexual que no puede saciarse dentro de los
estrechos límites del matrimonio monogámico, por lo cual tachan de estrechez ya
anticuada de entendimiento y de corazón, o reputan como viles y despreciables
celos aquel rígido estado habitual de ánimo de los cónyuges honrados
que reprueban y rehúyen todo efecto o todo acto libidinoso con un tercero, y,
por lo mismo, sostienen que son nulas o que deben anularse todas las leyes
penales de la república encaminadas a conservar la fidelidad conyugal.
DOCTRINA EVANGÉLICA SOBRE EL ADULTERIO
72. – El sentimiento noble de los esposos castos, aun
siguiendo sólo la luz de la razón, resueltamente rechaza y desprecia como vanas
y torpes semejantes ficciones y este grito de la Naturaleza lo aprueba y
confirma lo mismo el divino mandamiento: “No fornicarás”, que aquello de
Cristo: “Cualquiera que mirase a una mujer con mal deseo hacia ella, ya
adulteró en su corazón”; no bastando jamás ninguna costumbre, ningún ejemplo
depravado, ningún pretexto de progreso humano, para debilitar la fuerza de este
precepto divino. Porque, así como es uno y el mismo “Jesucristo ayer y hoy, y
el mismo por los siglos de los siglos”, así la doctrina de Cristo permanece
siempre absolutamente la misma, y ni una sola jota o ápice de ella pasará hasta
que se cumpla perfectamente cuanto contiene.
EL FEMINISMO
73. – Todos los que empeñan el brillo de la fidelidad y
castidad conyugal, como maestros que son del error, echan por tierra también
fácilmente la obediencia confiada y honesta que ha de tener la mujer a su
esposo, y muchos de ellos se atreven todavía a decir, con la mayor audacia, que
es una indignidad la servidumbre de un cónyuge para con el otro, que son
iguales los derechos de ambos cónyuges, defendiendo presuntamente que por
violarse estos derechos, a causa de la sujeción de un cónyuge al otro, se ha
conseguido o se debe conseguir una cierta emancipación
de la mujer. Distinguen tres clases de emancipación, según tenga por objeto el
gobierno de la sociedad doméstica, la administración del patrimonio familiar o
la vida de la prole que hay que evitar o extinguir, llamándolas con el nombre
de emancipación social, económica y
fisiológica: fisiológica, porque quieren que las mujeres, a su arbitrio,
estén libres o que se las libre de las cargas conyugales o maternales propias
de una esposa (emancipación ésta que ya dijimos suficientemente no ser tal,
sino un crimen horrendo); económica, porque pretenden que la mujer puedan aun
sin saberlo el marido o no queriéndolo, encargarse de sus asuntos, dirigidos y
administrados, haciendo caso omiso del marido, de los hijos y de toda la
familia; social, finalmente, en cuanto apartan a la mujer de los cuidados que
en el hogar requieren su familia o sus hijos, para que pueda entregarse a sus aficiones
sin preocuparse de aquéllos, y dedicarse a ocupaciones y negocios, aunque sean
públicos.
LA VERDADERA LIBERTAD DE LA MUJER
74 – No es ésta, sin
embargo, la verdadera emancipación de la mujer ni la libertad dignísima y tan
conforme con la razón que compete al cristiano y noble oficio de esposos; antes
bien, es la corrupción del carácter propio de la mujer y de su dignidad de
madre, es el trastorno de toda la sociedad familiar, con lo cual al marido se
le priva de la esposa, a los hijos de la madre y a todo el hogar doméstico del custodio
que vigila siempre. Más todavía; tal libertad falsa e igualdad antinatural de
la mujer con el marido tórnase en daño de ésta misma, pues si la mujer
desciende de la sede verdaderamente regia a que el Evangelio la ha levantado
dentro de los muros del hogar, bien pronto caerá en la servidumbre, muy real,
aunque no lo parezca, de la antigüedad, y se verá reducida a un mero
instrumento en manos del hombre, como acontecía entre los paganos.
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