sábado, 14 de diciembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (final).

TERCERA PARTE.


Después de haber probado que la Iglesia Católica es una de las tres grandes columnas de la Religión Católica, entre las otras dos: Revelación y Magisterio; probaremos ahora, que la Religión Católica es la única por verdadera, y en verdadera porque es Divina y lo avalan sus milagros y sus profecías.

El milagro y la profecía son como la firma de Dios que dice: esta es mi Religión, estructurada para los hombres, para que en ella alcancen su fin para el que Yo los he creado.

El milagro es un hecho sensible y extraordinario, que supera las fuerzas de la naturaleza y no podemos negar los milagros obrados por nuestro Salvador durante su vida. Ejemplo: la Resurrección de Lázaro entre otros muchos y el más grande milagro que hizo Nuestro Señor Jesucristo fue el de su propia Resurrección. El milagro no destruye las leyes de la naturaleza, sino que las suspende.

Profecía es la predicción cierta de un hecho futuro que no se puede conocer naturalmente y que se realiza en la forma anunciada. Al ponderar esta definición, comprendemos que esto es de origen Divino, pues no existe hombre que pueda sin la asistencia y voluntad de Dios, profetizar.

Tanto el milagro como la profecía prueban la intervención divina, pues sólo Dios, Autor de la naturaleza, tiene poder para suspender sus leyes y sólo Dios puede con absoluta certeza conocer los hechos que dependen de la libre voluntad de Dios o del hombre.

En el Antiguo Testamento se profetiza la llegada de Cristo, cumpliéndose infaliblemente en el Nuevo Testamento: "He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un Hijo que será llamado Emmanuel, es decir Dios con nosotros" (Isaías VII-14, Mat I-23).

Miqueas anuncia que el Mesías nacerá en Belén y en Belén precisamente nació Jesús y este nacimiento lo consigna incluso la historia profana (V-2) "Una estrella saldrá de Jacob, un cetro se levantará de Israel" (Num XXIV-17).

"No temas María, concebirás y darás a luz un Hijo y lo llamarás Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo y Dios le dará el trono de David, su padre; reinará en la casa de Jacob, para siempre y su Reino no tendrá fin (Lc I-30-33).

"Dios mismo vendrá y os salvará. Entonces, los ojos de los ciegos serán abiertos, los sordos oirán, el cojo saltará como un ciervo, y la lengua de los mudos será desatada (lsaías XXXV, 4-6; Zac IX-9; XI-13) en esos textos encontrarían las predicciones de Zacarías en el Antiguo Testamento sobre su entrada triunfal en Jerusalén y sobre el dinero entregado a Judas y encontrando su cumplimiento en el Nuevo Testamento. Y así, la Pasión, Muerte y Resurrección, las encontramos profetizadas en el A.T y realizadas en el N.T.

El mismo Jesucristo profetizó acerca de Sí mismo, de sus discípulos, de los judíos, de su Iglesia ...

El Establecimiento de la Religión Cristiana es un hecho irrefutable, con todos sus triunfos y lágrimas, encontrando su presencia perenne a pesar de todos los embates de los enemigos.

Cuántas almas, sobre todo en los primeros tiempos, dieron la vida por Cristo, por su Iglesia, por su Religión.

¡Qué diremos de tanto Santo, de tantos hombres y mujeres que en distintas edades y circunstancias se han entregado a Dios para cumplir el "ser perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto" y cuántos, no sólo santos, sino sabios, Lumbreras no sólo vistos dentro de la Iglesia, sino admirados y reconocidos por el mundo!

¡Y la excelencia de la Doctrina Cristiana, incomparable que mejora a los hombres, los hace dichosos, los ilumina! Doctrina cuyo Dogma eleva y enaltece, cuya moral es pura y equilibra al hombre y cuyo culto es excelso y Divino.

En fin, ¡cuántas cosas podríamos decir, cuántas contemplar, cuántas probar!

Ahora, ¿después de tanta consideración, seguirán repitiendo: "que todas las religiones son buenas, que todas nos conducen a Dios"?

Si insisten les contestaré: ¿Conque todas las religiones son buenas y todas nos llevan a Dios? ¿A Dios? ¿A cuál dios? ¡Pues qué dios tan pluralista y tan falsamente universal! Oír "Dogma", es pensar sin reparo en algo perenne, inmutable. Dogma, decimos, es la revelación de una verdad; es la parte de la ciencia de la Religión que nos enseña a Dios eterno, justo, inmutable, infinito, omnisciente, sapientísimo, veraz, fiel, omnipotente, inmenso, uno y con El toda la verdad revelada.


Y Dios inmutable, sabio, veraz, fiel, que es por esencia, no por accidente, por no ser cualidades que se le atribuyan, sino perfecciones de su Esencia Divina ¿Es El quien ha permitido un maremágnum de religiones, y quien garantiza que cualquiera de ellas conduce a El? ¿Dónde quedó el Único Camino, la Única Verdad, la Única Vida, si se convierte en varios caminos, verdades y vidas?

¿Dónde está el Dios veraz, con varias y contradictorias verdades sobre su propia esencia, su creación y su palabra? ¿Dónde está el Dios Inmutable si varía, y promete lo mismo para la Religión fundada por El y las que por error, malicia, soberbia, espíritu de contradicción o maldad, han estructurado los hombres?

El Dios fiel a su palabra, ¿así jugará con los conceptos?

Si así fuera, ¿qué objeto tendría luchar por la Verdad, si aparte existiera otra "verdad", la que cada religión se adjudica para sí?

Lo mismo daría ser 'Testigo de Jehová" negando el fundamental, extraordinario y embelesador Misterio de la Santísima Trinidad, que vivir en Gracia gozando de la Inhabitación de la Santísima Trinidad.

Lo mismo daría creer en la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, que decir que fue el primer comunista, que fue otro profeta como Mahoma, que es superhombre pero no Dios... Lo mismo sería afirmar que iría al Cielo el hombre casto santamente casado con su única esposa, igualmente que el degenerado Mormón con su harem. Llegaríamos a nuestro fin último adorando a Jesús Sacramentado; tanto como si negáramos rabiosamente su Presencia Real en la Santísima Eucaristía; y sería lo mismo prender una veladora al repugnante ídolo de Suda, que adorar al Padre en Espíritu y en Verdad.

¡Ay...! ¡Qué horror perder la identidad católica para naufragar en un sincretismo religioso o para ser un solapador servil de todas las que se dicen "religiones"!

Y de otras, que ni siquiera pueden autonombrarse religiones, pues son nidos de ateos (no de los que dan "gracias a dios" de serlo, sino de verdaderos ateos), entre los cuáles hay feroces perseguidores de nuestra Santa Fe católica, que usan hoy de su astucia y sutileza. Pero hoy, negando la caridad para los propios, la prodigamos a los extraños y nos convertimos en cómplices y camaradas de todo hombre aunque éste vuelva la espalda a Dios.

Reflexionemos, por estos contrastes y contradicciones, si serán de buena fe los que dicen que todas las religiones son buenas y todas nos llevan a Dios.

Es insólito que el mundo de hoy pueda ver con indiferencia la confusión que muchos propician entre la verdad objetiva y la verdad subjetiva, y peor aún, entre la verdad y la mentira. Tratar de conciliar estos términos y vivir en aparente paz, es desconocer el principio, la naturaleza y el fin del hombre, cuya felicidad sólo puede vivirla en el encuentro con la Verdad y en el abrazo con el Bien.

Que el Espíritu Santo, unido al Padre Eterno y a Jesucristo Nuestro Señor, nos guarde de perder la Fe, aunque todos crean que tenemos perdida la cabeza.


Sor Clotilde García Espejel, E.D.


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