miércoles, 4 de diciembre de 2013

¿Todas las religiones son iguales? ¿Todas las religiones nos conducen a Dios? (cont).

INVARIABLE.

La Iglesia es estable, no estática; es invariable, no rutinaria. Su invariabilidad consiste en la conservación perenne del Dogma, la Moral y el Culto y de su estructura interna.

No cambian los dogmas, es decir, las verdades de la Fe, ni los Misterios, no digo en su esencia; ni siquiera en la forma o expresión, si el cambio, aunque fuera accidental, pudiera inducir a error o confusión.

Los principales Misterios, como el de la Santísima Trinidad (Tres Personas en una sola Esencia Divina); la Encarnación (El Verbo que, mediante la Unión Hipostática se hace Hombre en el Seno Virginal de María); la Redención (Dios-Hombre que sufre y muere en la Cruz para redimir al género humano); la Transubstanciación (cambio de las substancias de pan y vino por el Cuerpo y la Sangre de Cristo en fuerza de las palabras consagratorias en la Misa ...) Estos Misterios, como otros, son inconmovibles e irrefutables, y el que se atreva a negarlos o a desviar su sentido, es hereje e impío.

Las Verdades Dogmáticas, como la Presencia Real de Jesucristo en el Sagrario, la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, su Asunción en cuerpo y alma, la existencia del Purgatorio, la realidad y eternidad del infierno, entre otros muchos, son irrefutables; inadmisibles de negarlos o variarlos. Advirtiendo que siempre han existido en el depósito de la Revelación, y la Iglesia los ha proclamado en el momento oportuno.

La Moral, que contiene preceptos, no puede interpretarse según los tiempos. Dios en la Revelación y la Iglesia en Nombre de Dios, nos presenta los Mandamientos, los cuáles son de ayer, de hoy y de siempre. Decir que ya no es pecado lo que antes sí fue, es un craso error. ¡Irreparable sorpresa llevarán al llegar a la eternidad, aquellos que aseveran que por ser otros tiempos, ya podemos pecar!

La Ley de Dios y de la Iglesia se hicieron para el hombre, tomando en cuenta su naturaleza; sólo que el hombre dejara de serlo, se libraría de la obligación de cumplir los Mandamientos. Pero como es imposible lo primero, resulta imposible lo segundo.

Los Sacramentos, como que fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo, son de derecho Divino; y serán siempre los mismos hasta el fin del mundo, sin cambiar en su esencia o en su finalidad.

La Santa Misa fué, es y será el mismo Único Sacrificio de Cristo en el Calvario, pero de manera incruenta, y nada de que ahora ya es "la Palabra de Dios", "la Asamblea", "la Comida", "el Banquete", "la Fiesta" ... No, señores. Eso denuncia ignorancia de la intención redentora de Cristo, y ansia irreprimible de novedades.

¿Qué sucedería con una Iglesia cambiante y tornadiza? Que, además de no ser verdadera, nos llevaría a la más espantosa confusión, debilidad, revolución y anarquía.

Es verdad, como antes dije, que la Iglesia admite desenvolvimiento en el Dogma y en su expresión, pero tal desenvolvimiento no consiste en que se admitan verdades nuevas o extrañas, o que haya cambiado la esencia o el sentido de los Dogmas, contenidos en la revelación, o de su práctica o expresión; sino que se han ido enseñando y expresando en forma cada vez más clara y explícita. En todo esto no hay negación o contradicción.

Por ejemplo: La Sagrada Escritura enseña que existe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y sin ser tres dioses, son el mismo Dios. La Teología se fue desenvolviendo hasta encontrar la fórmula adecuada para enseñar que en Dios hay tres Personas distintas, inconfundibles, pero consubstanciales; es decir: Uno en Esencia y Trino en Personas, lo mismo que se ha enseñado en todos los siglos.

Esa invariabilidad, que es estabilidad, es lo que dá al Católico alegría y seguridad. Sin embargo, al hombre de hoy no le importa la verdad. Lo mismo le da ser Católico que budista o mahometano; lo mismo le da probar cualquier secta del mediocre protestantismo, y hasta llega a ver con indiferencia los mayúsculos engaños de los Testigos de Jehová, secta que expresa el colmo de los dislates de un protestantismo judaizante.

A esta frialdad e indiferencia se le llama "respeto" hacia los demás y poco importa la moralidad -ya no digo inmoralidad- de nuestros tiempos, sociedad aburguesada, muy ajena a la Doctrina del Verdadero Dios.

No busquemos el remedio a nuestros males en falsas apreciaciones o en ciertos medios. El origen de todos los derrumbes de la humanidad está en haber roto con las columnas que nos sostenían: el Bien y la Verdad. Que el mundo busque a Dios -no a "su dios"- verá que todo se transforma y endereza.


No hay comentarios:

Publicar un comentario