domingo, 2 de marzo de 2014

Del ego a la donación. San Felipe de Jesús (final).

Quiso Jesucristo padecer para alentamos en los padecimientos y, ¿quién ignora cuál fue la vida de Jesucristo? Vida de ignominia y de trabajos. Le vio en espíritu el Profeta y le llamó "el desecho de los hombres", "varón de dolores".

Por ello los Santos abrazaban con Amor el padecer, pues ya decía San Vicente de Paul que era una desgracia no padecer nada en este mundo, y que una Congregación o persona que no padece y a quien todos aplauden, está a punto de caer".

Y el dulce Francisco de Asís, el día que se le pasaba sin sufrir algo por Dios, temía que Dios le hubiese olvidado.

San Juan Crisóstomo antepone al padecer por Cristo, que el poder de hacer milagros.

"Las llagas del Redentor son otras tantas bocas que nos enseñan cómo debemos padecer por Cristo. El padecer constantemente por Jesucristo es la Ciencia de los Santos y por este medio se llegará pronto a Santo, así consideraba San Francisco de Sales".

Vio San Juan a todos los Santos vestidos con ropaje blanco y con palmas en las manos (Apoc. VII - 9). La Palma es el emblema del martirio y no todos los Santos han sido martirizados, ¿Porqué llevan, entonces todos la palma? Porque todos los Santos, responde San Gregorio, han sido mártires o por el hierro, o por la paciencia; hemos de ser mártires de uno o de otro modo. "Estuve más gozoso y di más gracias a Dios por la paciencia que me concedió en el Cautiverio que si hubiese conquistado toda la tierra" alegre decía San Luis Rey de Francia.

Y al contemplar a Jesucristo crucificado decía una Santa; se me hace tan amable la Cruz, que me parece no puedo ser feliz sin padecer, el Amor de Jesucristo me basta para todo.

Y Santa Catalina de Génova: "Para llegar a la Unión con Dios, decía, es menester pasar por el crisol de la adversidad; en este crisol es donde destruye Dios todo lo malo que hay en nosotros".

Por todo ello y más consideramos al primer Santo mexicano unido a Cristo a María y a toda la Iglesia Triunfante, Purgante y militante, en el padecer que es la vida del que realmente sirve a Cristo. Ya San Felipe olvidado de sí y del mundo en entrega generosa, con sus labios místicamente ensangrentados, pronuncia ahora las palabras de sus votos, ofreciéndose a Dios en Holocausto, firmando su sentencia redentora. Cual otro Cristo, se ofrecía cautivo para redimir al género humano.

Abraza amorosamente su cruz, Cruz que para darle el triunfo final se convertirá en una Cruz de madera que simbolizará no sólo la Cruz de su vida, sino la de su Jesús, por quien vive, ama, sufre y muere al mundo, para que pronto, muy pronto, muera en la tierra para llegar al Cielo.

Y me pregunto con el Poeta:

¿Será más meritoria
la Victoria sin lucha, así lograda,
que la Santa victoria
con Lágrimas y Sangre conquistada?
¡Oh no; no vale tanto!
No se llega al Dios tres veces Santo,
No se llega hasta vos, ¡Oh, Dios divino!
Por caminos de flores alfombrados.
¡Se llega con los pies ensangrentados
por las duras espinas del camino!

Y en esa fusión del Amor y del dolor contemplamos al Santo, ya con el triunfo del Amor sobre el Dolor que, es cuando el alma ama sólo por el amor, al Amor mismo que es Dios, Espíritu de dulzura y de Bondad.

Y después de ese proceso de conversión: cuyo trabajo es destruir al ego, desprenderse del mundo, entregarse a Dios, entender y amar el padecer y, todo ello, mediante la Gracia, la Oración, los Sacramentos; encontramos a un Felipe en plena donación al Ser Supremo, como preludio de su pronto holocausto.

Porque así, como no es lo mismo ver que mirar, y oír que escuchar, así la entrega y la donación, aunque llevan el mismo sendero, no son la misma acción: entregarse es decir: "Aquí Estoy", pero el Aquí estoy, conduce a una perfección mística cuando pronuncia el "Tuyo Soy" que es la donación plena y perfecta aquí en la tierra. Y Dios gozoso recibe tal donación y apresura el HOLOCAUSTO.

El Primer Santo de la Nueva España, de acuerdo con sus Superiores; decide volver a México con el fin de ordenarse Sacerdote, seguramente, deseaba dar alegría y satisfacción a sus padres, sobre todo a su Madre que tanto había sufrido, confiado y orado por él; así como dar testimonio de su conversión para bien de las almas, pero la Providencia Divina, que veía lo ya maduro para el Cielo y, sobre todo, que desde la eternidad lo había elegido para ser luz y estrella de América, cambia los planes del mártir y enviando una tempestad lo arroja a las costas del Japón en noviembre de 1596 y el 8 de diciembre del mismo año, el Gobernador de Osaka ordenaba su encarcelamiento con otros misioneros y 20 japoneses.

Antes de considerar el martirio de San Felipe me parece útil exponer este, párrafo histórico sacado del Año Cristiano tomo 1 de la BAC:

En noviembre de 1596, el Galeón Español, en ruta desde Manila a nueva España, tuvo un arribo forzoso; en las Costas de Urando, empujado por una tormenta y el 8 de diciembre de 1596 ordenaba el gobernador de Osaka el encarcelamiento de los misioneros y de sus adeptos.

La promulgación del nuevo edicto en Meako y Osaka produjo una impresión desconcertante entre los millones de paganos, que no entendían la nueva y extraña manera de comportarse de estos "Perros Cristianos", pues según todas las Crónicas, más parecía que se había publicado un edicto de coronación y gloria que de muerte. Las calles se llenaban de grupos de Cristianos que, con extraordinarias muestras de alegría, corrían a las casas custodiadas de los misioneros para ponerse a sus órdenes, ofreciendo sus bienes y sus vidas, orgullosos de poder confesar con su sangre la Fe de Cristo.

Como escribía San Pedro Bautista OFM. Superior de los Franciscanos en el Japón y uno de los mártires: "Bendito sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo por hacernos esta merced de padecer con alegría por su amor. El Señor de a V. C. Su divino Espíritu porque no hay lugar de escribir más ..." al poco tiempo moria crucificado.

Hasta los niños no se acobardaban de ver la fortaleza de los mayores. En Nagasaki un niño preguntó a un misionero si todos los Cristianos deberían morir: Sí - contestó el misionero - y ¿que harás tú cuando se enteren que eres cristiano?

Así - contestó el pequeño, poniéndose de rodillas y bajando la cabeza.

Y, -¿ qué le dirás al verdugo, cuando vaya a matarte? La pobre criatura se echó a llorar porque creía que era necesario decir algo especial y él no sabía, de pronto para de llorar y exclama: diré ¡Jesús, María y José! Hasta que me hayan cortado la cabeza. El día 3 de enero los mártires fueron conducidos a la parte inferior de la Ciudad de Meako y se les cortó la mitad de la oreja izquierda obligándoles a recorrer las calles de la ciudad.

El 5 de febrero en la Colina de Tateyamo cerca de la ciudad y hoy colina de los Mártires, sonaron las voces gloriosas de los testigos de Cristo quienes llegaron a la muerte con un solemne Te Deum. ¡TE DEUM! ¡Acción de Gracias! ¡Locuras de los Santos que viven de la FE! Porque perciben la presencia de la Excelsa Trinidad en plena inhabitación en el Alma del Mártir; porque María, la madre, está presente apoyando y animando al hijo de su Dolor. Yo aseguro que los Ángeles, Arcángeles, Querubines y Serafines entonan, en ese instante, su más espléndido canto y, nosotros los mortales, en una fusión de alegría y tristeza gozamos del triunfo sobrenatural de Dios.

Entre ellos iba Nuestro Felipe de Jesús, cantando las Glorias del Señor, porque ahora le da la oportunidad de mostrarle su Amor inmolando con su vida, todos sus proyectos y, entre ellos, el más grande, el de Ordenarse Sacerdote.

Y llega a la colina del holocausto, y de todos, es el primero en ser elegido para que a semejanza de su Jesús muera en la Cruz por el Amado.

¡Cuánto le amaba Dios!

Ya por fin en la Cruz por descuido del verdugo, el cuerpo de San Felipe, colgado de cinco argollas por el cuello, brazos y pies, quedó suspenso de la garganta como para ahogarse, enmedío de la grande congoja repitió tres veces la palabra Jesús, Jesús, Jesús; Jesús, el Amor de su vida, quien lo conquistó, para el Cielo y para que más semejanza tuviera con el divino Maestro, el Juez mandó darle, antes que expirase tres lanzadas. Con la primera acabó de entregar su alma a Dios y de su cuerpo brotaron arroyos de sangre. ¡Qué maravilla! ¡Qué regalo de Dios y de la Virgen Santísima de Guadalupe, darnos, en la temprana Historia del mexicano, estas bellas primicias de Santidad!

¡Bendita sea España, que generosamente nos dio patria, lengua, religión y con ello a nuestro Joven Santo, modelo, no sólo de jóvenes, sino de toda la humanidad.



Sor Clotilde García Espejel, E.D.

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