miércoles, 7 de mayo de 2014

Desequilibrio del hombre por el pecado (cont).

TRANSGRESIONES AL PRIMER MANDAMIENTO.


Los pecados que ofenden directamente a Dios, cuando se quebranta el Primer Mandamiento, son los pecados contra las Virtudes Teologales de la Fe, la Esperanza y la Caridad; así como contra la virtud de la Religión.

De manera indirecta, pero real, el pecador ofende a Dios cuando rompe con cualquiera de los otros nueve Mandamientos; ya que el pecar transgrediendo la Ley de Dios mediante cualquier pecado, contraría la voluntad de Dios y el mandato de: "Amarás a Dios sobre todas las cosas". Y nadie puede decir que ama a Dios sobre todas las cosas, si prefiere al pecado antes que a su Creador.

"¿Qué es amar a Dios sobre todas las cosas? Preferir perderlo todo antes que ofenderlo". Así que si prefiere el placer, el capricho, el gusto, la pasión ..., indudablemente que no se ama a Dios sobre todas las cosas.

Estudiemos los pecados que se realizan contra la Fe, la Esperanza, la Caridad y la Virtud de la Religión.

"Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su Amor. San Pablo habla de la obediencia de la Fe (Rm. 1,5), como de la primera obligación, hace ver en "el desconocimiento de Dios el principio y la explicación, de todas las desviaciones morales. Nuestro deber para con Dios es creer en El y dar testimonio de El" (Catecismo de la Iglesia Católica 2088).

"El que creyere y fuere bautizado se salvará, el que no creyere se condenará" (Mar. 16, 16).

Por lo cual es necesario, no sólo conservar la Fe, sino acrecentarla. La Iglesia, cuyo fin es conducimos al Cielo, nos marca los deberes que tenemos para con la Fe: conocerla, estudiarla, confesarla exteriormente, preservarla de peligros y darle vida creciente a través de los Sacramentos y de actos de Fe.

Pecados contra la Fe: No estudiarla, no profesarla, no vivir de acuerdo con lo que se cree, exponerla por simple curiosidad o tentación, asistiendo a cultos contrarios; tratando personas que insisten en el error, leer doctrinas falsas, hacer comentarios equivocados ...

El que la expone cae primero en la duda, la incertidumbre, y si no se detiene a tiempo, llega voluntariamente a rodar a la incredulidad, la que conduce a la herejía y llega a la total apostasía. Así con dolor, hemos visto a muchos católicos hasta de Comunión Sacramental cotidiana, hundirse en sectas protestantes o realmente ateas, disfrazadas de cristianas.

Hemos de tener una Fe sólida, completa. Nuestra Fe no ha de creer sólo en Dios; sino en todo lo que nos ha revelado: sus Leyes, su Doctrina, los Medios de Santificación, su Culto y todo ello a través de su Iglesia fundada por Jesucristo, Dios y Hombre verdadero y quien es Cabeza de esa Iglesia asistida por el Espíritu Santo.

Una Fe a medias y sin obras, es una Fe enferma que pronto morirá.

La Virtud de la Esperanza. "Cuando Dios se revela y llama al Hombre, éste no puede responder plenamente al Amor divino por sus propias fuerzas. Debe esperar que Dios le dé la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a los mandamientos de la Caridad.

La Esperanza es, aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de Dios; es también el temor de ofender el Amor de Dios y de provocar su castigo" (Catecismo de la Iglesia Católica 2091).

"La Esperanza es una Virtud Sobrenatural, por la cual fundados en las promesas de Cristo, confiamos alcanzar el Cielo y los medios necesarios para obtenerlo" (Faría 458).

Los pecados contra la Esperanza son la presunción y la desesperación.

Presunción, exceso de esperanza: aquellos que presumen de no condenarse, aunque anden en el fango del pecado, otros que esperan el final de su existencia para arrepentirse; o bien, algunos que presumen de no perder la Fe, aunque anden en sectas contrarias y hasta enemigas de la Religión Católica... "Los que pecan porque Dios es bueno ..."

La presunción, como ya dijimos, es un exceso de Esperanza, y todos los excesos son malos, y decimos que es un exceso de Esperanza por ser una confianza sin fundamento: "No digas: la misericordia de Dios es grande. El me perdonará mis muchos pecados, porque tan lista está su misericordia, como lo está su ira y con ésta tiene los ojos fijos en el pecador" (Eclec. 5,6).

Desesperación: "El hombre deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus pecados. Se opone a la bondad de Dios, a su justicia porque el Señor es fiel a sus promesas y a su Misericordia" (Catecismo de la Iglesia Católica 2091).

La desesperación es tan grave como la presunción; las dos tienen como base la soberbia. La desesperación desconoce las promesas de Dios y su Misericordia.

Es la desesperación fuente de otros y graves pecados, entre ellos: la eutanasia, el suicidio, el crimen ...

El católico debe abandonarse en Dios, luchar por cumplir sus leyes, reconocer su nada y vivir seguro de la bondad infinita de Dios, sin presumir de ella.

"No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva" (Ez. 33-11).

"No he venido en busca de los justos, sino de los pecadores (Mateo 9,13).

"No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos" (Mar. 9,12).

No hemos de presumir creyéndonos omnipotentes o confiados en un "dios imperfectamente complaciente". Ni dudar del amor que Dios nos tiene aunque no lo merezcamos, sino que nos lo da porque somos sus creaturas. Entendiendo que El cumple sus promesas y nos sabe débiles y pecadores, pero nos quiere humildes, luchando siempre contra el mal.

También pecan contra la Virtud de la Esperanza, los que sin perderla totalmente, no confían de lleno, sino a medias, en su misericordia y fidelidad.

Igualmente pecan contra la Esperanza, todos aquellos y, ahora, desgraciadamente, son la mayoría, los que se despegan del Cielo y ponen su esperanza en la materia.

La Esperanza en el Cielo y el desearlo, son necesarios, para vivir estables: "Sin esperanza de recompensa no se abrazan grandes trabajos", nos dice un Padre de la Iglesia, y san Pablo: "Lo que aquí es tribulación momentánea y ligera, engendra en nosotros de maravilloso modo, un peso eterno de gloria" (II Cor. 4, 17).

La Caridad es la más excelente de todas las virtudes, ya que logra la más estrecha unión entre Dios y nosotros. La Caridad hace fácil la justificación y da vida y hace meritorias a las otras virtudes.

Cuando muramos, si llegamos al Cielo, D. M., ya no serán necesarias ni la Fe ni la Esperanza, pero sí la Caridad.

La Fe no nos será necesaria, pues contemplaremos extasiados, cara a cara, como dice San Pablo, aquel maravilloso Misterio, en que en el tiempo creímos sin ver. Y en cuanto a la Esperanza, ya tendremos en posesión aquello que esperábamos. Pero la CARIDAD, será mejor, más grande y más perfecta, porque poseeremos al Amado, cuyo Amor no guarda límites, aquel, por quien en la tierra, luchamos para alcanzar. "El que no ama a Dios en esta vida, nunca más le vuelve a amar" Dice un precioso canto antiguo, que yo aprendí en el año de mi inolvidable Noviciado.

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