miércoles, 21 de mayo de 2014

Desequilibrio del hombre por el pecado (final).

CONFIRMAMOS QUE EL PECADO ES UN DAÑO PERSONAL

1.- El pecador se hace daño a si mismo: 

a) El hombre es a la vez sencillo y completo. Es la unidad armónica y perfecta de alma y cuerpo y, aunque la una es espíritu y el otro es materia, sin embargo están unidos substancialmente formando un solo ser. 

b) Además de dicha unión substancial, es urgente decir que en esa fusión armónica del hombre existen leyes establecidas que han de cumplirse para no trastornar la unión substancial y sus fines; estas leyes son físicas, fisiológicas, psíquicas, morales, naturales y sobrenaturales.

c) Por tanto encontramos en el hombre, inserta en su naturaleza, la necesidad de dependencia de algo superior a él; pero no como una resultancia casual o fatalista, sino como parte esencial y unificada de su propia naturaleza creada; 

d) al mismo tiempo se descubre en el ser humano la imperiosa necesidad de ser feliz, con una felicidad que se inicie con la vida y se perfeccione con la eternidad.

Entonces, cuando el hombre, por ignorancia, por desprecio o soberbia prescinde, o ultraja la Ley Divina, está contradiciendo a su propia naturaleza que ya tiene marcado el camino en los principios morales naturales, así como de la dependencia al Ser Superior y la realización de lo que es la verdadera felicidad, y que el cambio por caprichos o placeres, sin coordinación, haciendo el trueque de la primogenitura por un insignificante plato de lentejas. Todo esto no afecta exclusivamente al alma, puesto que esta no vive independiente del cuerpo. Al herir el pecado, el alma va entrando cada vez en mayores conflictos de conciencia, que tarde o temprano, dañan su naturaleza entera. Pero, sobre todo, causa alteraciones psíquicas y de esto nadie escapa: queda herida la unión tan cercana, tan interna de lo puramente espiritual y lo intelectual.

La mayoría de los pecados altera la parte física y fisiológica; sin embargo cuando el hombre pierde la dignidad, el decoro y la conciencia y se derrumba hacia el cinismo para vivir a sus anchas y hacer libremente toda clase de males contra todas o muchas de las virtudes; no enfermara fácilmente de su cuerpo, pues ya nada le importa; salvo de ciertas enfermedades: me refiero a las causadas por la lujuria, como sífilis, sida. Pero cínico o no, descarado o hipócrita, de lo que jamás se librará, si insiste en pecar, es de toda clase de alteraciones psíquicas, como dos y dos son cuatro; pues si el pecado es una rebeldía, una contradicción a todas las leyes establecidas en el hombre, si es un renegar de su finalidad suprema, indudablemente que, formados estos conflictos de conciencia, se irá destruyendo a sí mismo renunciando a su identidad y corrompiendo su propio criterio, hasta llegar al desquiciamiento y amoralidad.

Subrayamos, que cuando el hombre rompe con las Leyes Divinas para vivir libremente, está cortando con Dios, consigo mismo y con su equilibrio.

Las obras mas bellas de arte son aquellas que conjugan el equilibrio. La armonía y la estabilidad para alcanzar la perfección. ¿Y que obra mas bella de arte que el hombre? Y, sin embargo, por su errada conducta se va autodestruyendo.

Y luego nos preguntamos: ¿Por qué hay tanto dolor, tanta amargura, tanta soledad, tanta desesperación ...?


POR EL PECADO.

Indudablemente que habría menos lágrimas, menos inquietudes, menos enfermos las cárceles no estarían repletas, los hombres tendrían empleo y no habría tanta miseria si viviendo el Evangelio cumpliéramos con la Ley Natural y la Ley Positiva Divina.

Es verdad que el pecado original nos dejó con su herencia la muerte, la ignorancia, la enfermedad, la concupiscencia, pero contra todo, Jesucristo, además de quedarse con nosotros en la Sagrada Eucaristía y servirnos de Alimento Divino, fundó la Iglesia, instituyo Los Sacramentos, fuentes de Gracia, que nos llenan del Espíritu Santo ...

Pero desgraciadamente, no aprovechamos tantos dones espirituales, y sí se arroja el hombre a los malsanos placeres que, además de ser pasajeros, obnubilan el ser y no lo dejan llegar a su destino.

Escuchando a la Sinfónica de Berlín en nuestro Palacio de Bellas Artes y mirando a sus componentes, me decía: "así en armonía fue creado el Universo; y si uno de estos hombres rompiera con el orden mediante la desobediencia a su Director, no podríamos saborear sublimes sinfonías conformadas con las más equilibradas y bellas notas; del mismo modo que cuando el hombre rebelde a su Creador y a sus principios interrumpe, distorsiona el incomparable Concierto Universal, cuya sin igual obertura consiste en obedecer armónicamente a Dios para glorificarlo y alcanzar así su dicha perdurable".

¿Por que hay tanto dolor? Porque hay mucho pecado; ¿porque tanta amargura? Porque se peca en demasía; ¿porqué tanta desolacron? por el cúmulo de transgresiones; ¿porque tanta enfermedad? Porque se quebranta la Ley; ¿y porque tanto desamor? Porque no amamos al Amor de los amores.

El sufrimiento no es precisamente castigo, sí, en cambio, un Don que a unos purifica, a otros perfecciona; a muchos inmola y eleva ... Sin embargo, siempre está enlazado a la Redención por el pecado.

El sufrimiento, en toda su variedad y magnitud, nos llega como consecuencia del pecado original y por nuestros propios pecados; pero éste suele convertirse en una verdadera dádiva, cuando el alma redimida comprende su misión personal y universal, conducente a su fin temporal y eterno.

Hermanos, el sufrimiento no es desdicha, la desdicha la trae la desesperación, la inconformidad en aceptar el dolor que nos identifica con Nuestro Redentor. El dolor tranquilo, aceptado, eleva la naturaleza del hombre y lo hace feliz. Si identificamos todos nuestros anhelos con los de Dios, no habrá pecado, no llegará la desolación, y entonces, saborearíamos la plenitud del dolor y diríamos con los Santos; "O padecer o morir"; "Padecer y no Morir". Y es que el dolor se convierte en alegría para los que aman y, yo diría, para los que lo conocen y han penetrado en el fondo del mismo, lo sutil e infinito de la dicha.

Por eso los Santos, quienes más se inmolaron, son los perfectamente realizados y quienes lograron en pleno la felicidad terrena y eterna.

¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿tribulación? ¿angustia? ¿persecución? ¿hambre? ¿desnudez? ¿peligro? ¿espada? Ninguna será capaz de apartarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús Señor Nuestro (Rom. VIII-35 .... 39).

El único verdadero dolor, el auténtico fracaso, no se da en ninguna de las penas o negaciones de la vida; sino únicamente en desviar el camino, en perder la esperanza, en abandonar la empresa que nos lleva a nuestro fin temporal, que a su vez es conducente a lo eterno.


LA FELICIDAD.

La felicidad es la plena posesión de la verdad, el bien y el Amor; por consiguiente, nacidos para la felicidad, hemos de ir en la búsqueda de esa verdad, de ese bien, de ese Amor, combinando nuestras fuerzas, Leyes naturales y Leyes Divinas, en pos de la verdad, el Bien y el Amor; mediante una conquista generosa que ha de pedirnos: veracidad, renuncia y entrega.

Cuando más se da más se recibe. Seremos grandes, seremos fuertes, seremos nosotros mismos, cuando edificando nuestra dicha sobre la Verdad, el Bien y el Amor, sepamos ser felices proyectando la felicidad en bien de nuestro prójimo, y así, un día no lejano, nos abracemos en abrazo eterno con la Verdad de las verdades; El Bien de los bienes y el Amor de los Amores: Cristo Nuestro Señor.

¿Nos costará realizarlo? Claro que nos costará; pero es ahí donde el hombre encuentra la identificación con su propia naturaleza. El hombre que vive de sentidos no alcanza la felicidad, solo logra instantes de placer a los que siguen eternidades de desdicha. En cambio, el hombre que vive de facultades y las sobrepone a los sentidos, teniendo en la cúspide en perpetua alabanza al Señor, es feliz porque ejercita y eleva sus facultades en aras del verdadero fin.

Espero hayamos comprendido que la felicidad se conquista a base de esfuerzo y que no entra y sale, surge o se destruye según los acontecimientos exteriores. La felicidad, posesión de la verdad, el Bien y el Amor, se abraza interiormente; se le hace su habitación y permanece en nosotros, a pesar de todos los acontecimientos de fuera.

Hay personas que independientes de Dios, de sus Leyes y de toda razón y en convivencia con sus caprichos inundados de soberbia y sensualidad, construyen exteriormente una existencia a su gusto, usando de toda clase de iniquidades, entre ellas la intriga, el robo y la mentira, creyendo en su errada concepción que a eso se llama vivir.

Olvida:

1.- Que existir no es lo mismo que vivir y que mientras ellas creen que viven, tienen por dentro la verdadera muerte.

2.- Que el resultado de la suma, resta, multiplicación y divisiones de la existencia, lo da únicamente la vida, que es lógica y Dios que es la misma Sabiduría: pues yo puedo usar cualquier factor, pero no resolver caprichosamente el producto. Así cuando llegue el final en esta tierra; el que mal construyó su vida encontrará soledad, reproches, remordimientos, desesperación, amargura y después quizá una eternidad desgraciada.

No ha sido mi intento desarrollar los temas del dolor y felicidad, sólo me he ocupado de ellos brevemente, por la relación que tienen con el pecado que desequilibra al hombre, que es el tema que nos ocupa, probando al mismo tiempo: que la infelicidad, en todos sus aspectos, no es mas que producto del pecado y que el pecado nos enferma, nos hiere y nos destruye; no sólo en lo espiritual, sino en la mas cruda realidad, alterando todo nuestro ser, y alterando el orden del Universo según aquello de San Pablo: "La Creación fue sometida a la Vanidad.... sabemos que la creación entera lanza un gemido universal" (Rom. VIII, 19-22).

Porque toda la armonía, todo el orden y, en consecuencia, toda realización del hombre, sea temporal, o sea eterna, están sabiamente vinculados a su origen y a su fin; "de Dios vengo y a Dios voy". ¡Verdad absoluta e inobjetable que surge con el mismo despertar del hombre!

Por ello, todo lo dicho en esta sencilla publicación seria incompleto si no volviéramos nuestros ojos a quien es el ALFA Y el OMEGA, Principio Y fin. Objeto de nuestra existencia, para suplicarle que nos ilumine con su luz, nos robustezca con su fortaleza y nos inflame con su Caridad, que es el verdadero amor, y así lograr nuestro verdadero fin temporal y eterno.


SOR CLOTILDE GARCÍA ESPEJEL, E.D.

No hay comentarios:

Publicar un comentario