miércoles, 21 de mayo de 2014

Desequilibrio del hombre por el pecado (cont).

ORIGEN DEL PECADO.

El origen del pecado lo encontramos en el Pecado de nuestros Primeros Padres.

Todos los Católicos sabemos y así lo creemos que Dios creó a Adán y Eva de la nada: "formó pues, el Señor Dios al hombre del lodo de, la tierra, inspiróle en el rostro un soplo o espíritu de vida y quedó hecho el hombre viviente con alma racional" (Gen. II,7).

Dijo así mismo el Señor: no es bueno que el hombre esté sólo: hagámosle ayuda y compañía semejante a él. "Por lo tanto el Señor Dios hizo caer sobre Adán un profundo sueño, y mientras estaba dormido le quitó una de las costillas y llenó de carne aquel vacío y de la costilla que el Señor Dios le había quitado a Adán, formó una mujer: la cual puso delante de Adán" (Gen. II,18,21,22).

Eran, dice San Juan Crisóstomo como dos ángeles revestidos de cuerpo. Sujetábase su carne al espíritu, sin la menor repugnancia.

Dios crea a Adán y a Eva en estado de Gracia, que significa vivir en la Gracia Santificante, en Amistad con Dios. Además les regaló Dones preternaturales: ciencia infusa, Inmunidad, inmortalidad, etc. y dones naturales: salud, belleza, inteligencia ...

Por tanto Adán y Eva, eran dueños de si mismos, tenían armonía y equilibrio en su ser y en su voluntad y estas facultades eran movidas por la Gracia. Lo cual, entre todas las criaturas, después de los Ángeles, los hacía superiores. Nuestros Primeros Padres dominaban, en el sentido correcto y bajo la voluntad de Dios, a todas las demás criaturas.

Pero llegó el Demonio lleno de envidia. Dios había impuesto un precepto a nuestros Primeros Padres: "De todos los árboles puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comas ciertamente morirás" (Gen. II, 16,17).

Y, a pesar de la infinita generosidad de Dios, de la plena advertencia del Señor y del estado de su alma que era realmente extraordinario quisieron, ser dioses y perdieron al mismo y verdadero Dios.

"Si coméis del árbol del bien y del mal seréis como dioses", les dijo el Diablo.

Y pronto se dieron cuenta del engaño; aquel equilibrio, aquella armonía ya se había perdido, y peor aún, cuando fueron lanzados del Paraíso por la voluntad justa de Dios. Después del calor del paraíso, tuvieron que naufragar en un mundo desconocido, sólo y vacio.

Los dos, Adán y Eva, perturbaron el orden establecido por Dios y cometieron el pecado voluntariamente. Fue un pecado muy grave, no solo por el pecado en sí, sino porque, viviendo la Vida de la Gracia y sin inclinación al mal, desobedecen a Dios y quieren ser como El. ¡Gran
 pecado de soberbia!

Y fue tan grave el pecado que lo heredó a la humanidad de todos los tiempos, y, aunque el pecado lo borra el bautismo, Gracia que Cristo nos ganó con la Redención, queda la concupiscencia efecto del pecado.

Escuchemos al Concilio de Trento: "Adán pecó y con su pecado no sólo se perjudicó a sí mismo, sino a toda su descendencia. Para sí y para su estirpe perdió aquella santidad (Gracia Santificante) y dones extraordinarios: (inmortalidad, integridad, Ciencia infusa) con que Dios le adornara al crearlo. Que en fin no sólo hemos heredado de Adán estas desgracias, sino su mismo pecado, que también a nosotros se nos imputa como propio, pero aunque de distinta manera. En Adán el Pecado Original (originante le llaman los teólogos), es personal, cometido por un acto físico de su voluntad; en nosotros (pecado originado, como dice la Teología) es pecado también propio, pero habitual "mancha de pecado" que Dice Santo Tomás" (cf F 102, 175, 189, 792).

"Por lo tanto así como por un solo hombre entró el pecado en este mundo, y por el pecado la muerte; así la muerte se fue propagando en todos los hombres, porque todos pecaron" (Rom. IV, 12).

Para aquellos que tenemos Fe es verdaderamente inquietante y conducente a una profunda meditación, el ver lo grave del pecado.

Eso se repite en la humanidad, que queriendo ser como Dios ha naufragado.

¿Qué es la concupiscencia? La tendencia al placer, al gozo de los sentidos, sin ocuparse de ver si es bueno o malo o sabiéndolo, prefiere el mal a cambio del placer.

El triunfo del hombre consiste en aplastar la concupiscencia, pisotear la concupiscencia y elevarse a lo sublime que es el dominio de los sentidos, a través del entendimiento y la voluntad, y estos sostenidos e iluminados por la Gracia, elevándose así, a vivir la Vida sobrenatural, para lo que hemos sido llamados.

Esta es la verdadera felicidad.

Después de este breve paso por el pecado cabe preguntarnos: ¿Por qué tanto dolor, tanta soledad, tanta desesperación, tanta injusticia, tanta amargura?

Es el mismo hombre el dueño de su vida y de su historia. Así como de su porvenir: Es la humanidad la que se ha forjado este mundo de traición. Inestabilidad y dolor.

Este caos que vivimos es la resultancia del abuso del libre albedrío, del cual hace mal uso el hombre dando rienda suelta a la concupiscencia, huella indeleble del pecado original.

Procede como quiere y no como debe, quiere ser mas que el mismo Dios desbarrando, al desorden.

Si el hombre cumpliera la Voluntad de Dios, indudablemente que nuestro paso por este valle sería mas cielo que tierra y se prepararía para lograr una eternidad feliz.

Todo lo creado tiene leyes; sin ellas no habría orden ni conservación. Sin embargo, y dicho con tristeza, contemplamos que, mientras el Reino Animal, el Vegetal y el Mineral cumplen esas leyes; no así el hombre, quien parece destinado a destruir la armonía de su ser y de todos los seres creados, trastornando su propio camino, el de la familia, el de la sociedad y todo lo circunstante y concurrente. Cuando nuestros primeros Padres pecaron, al instante sintiéronse desnudos y corrieron a cubrirse con una hojas. Esto que parece intrascendente para todo el mundo, no lo es para la exégesis la cual señala allí el brotar de la concupiscencia 
que engendra alteración, desorden: ya el fiel de la balanza se había roto y nacía el desequilibrio, no sólo para nuestros Padres, sino para todos los seres humanos venideros, en todos los órdenes, los tiempos y los espacios.

Dios, en cambio, quedaba inmutable en todo su ser omnipotente y eterno.

El pecado de Adán y Eva, raíz de millones y millones de pecados y causa de enorme desequilibrio del universo, tendría que ser largamente explicado; pero tomando en cuenta la pequeñez de este folleto, solo diremos que su gravedad fue de tal magnitud que hubo la necesidad de que bajara a la tierra el mismo Dios, tomara cuerpo humano, viviera, sufriera y muriera como un malhechor, para reparar el orden de la Justicia Divina, y de ese modo, el hombre tuviera oportunidad de luchar por recobrar el Cielo. Sus consecuencias son tan funestas que bastaría leer y releer la Historia de la Salvación en la Sagrada Escritura, así como la Historia de la Iglesia y en seguida o, al mismo tiempo, contemplar a nuestro mundo presente para concluir las fatales consecuencias: pecado, enfermedades, pobreza, angustia, soledad, martirio, etc. ¿Y qué decir de tantísimas almas precipitadas al Infierno?

Y si eso dió por resultado el pecado original, preguntémonos: ¿Qué habrá sucedido desde Caín y Abel, hasta el momento presente? Si nos pasaran una película de todos los pecados de la humanidad, desde entonces, hasta hoy, caeríamos muertos posiblemente, de la Impresión de contemplar de lo que es capaz el hombre. Sin embargo, sin película alguna, vive uno mudo de la sorpresa que nos causa lo que hoy descubrimos, con respecto a la maldad.

Sigamos pues considerando el proceso del pecado y las consecuencias en el que lo comete:

Lógico: Peco, ofendo a Dios; ofendo a Dios, desobedezco sus Leyes; desobedezco sus Leyes, altero el orden; al alterar el orden me desequilibro a mí mismo y, como consecuencia, a la sociedad y a la naturaleza. Este desequilibrio constituye para mí mi propio castigo y si a tiempo no reflexiono y enderezo la brecha me llega el infierno. Dios creador, impone Leyes para el orden y la armonía de la Creación, no injustas sino hechas para lograr la felicidad del hombre, en todas las cosas en esta vida y en la otra, y así alcanzar la finalidad que es glorificar a Dios y poseer la paz. Pero el hombre quebranta esas Leyes, con ello desobedece a Dios, rompe su armonía y consecuentemente su felicidad: se inicia el naufragio, se perturba la
 paz, todo se convierte en desdicha y la vida se transforma en un castigo. Proceso lógico del pecado, mas como nuestra vida no es solamente natural y todo va engarzando, mejor dicho fundido en una unidad, se pierde la gracia, se opaca la Fe, la desdicha es mayor, y si se continua en ese estado, y así se muere le sorprenderá al pecador, la llegada al Infierno.

¿Peco?, Me rebelo contra Dios. 
¿Me rebelo contra Dios?, Pisoteo las Leyes.
¿Pisoteo las leyes?, Rompo mi armonía.
¿Rompo mi armonía?, Ya no soy feliz.
¿Ya no soy feliz? me desespero, caigo en la soledad, en el vacío, y ya no se hacer feliz al prójimo.

Entonces busco mayores y peores placeres para ahogar remordimientos y "llenar" vacíos.

En esas condiciones, ¿A quien se puede hacer feliz? a nadie, pero sí participarle la desdicha. Nacimos para Dios, pues de El venimos y nada: ni lo mejor, ni más bueno podría llenar de dicha el corazón del hombre, si no está su Creador.

Por eso la humanidad sin Dios se derrumba, y, buscando equivocadamente a Dios, encuentra a su dios.

Piensen los hombres como piensen, y digan por conveniencia lo que digan, esto es así y no de otra manera.

Dios, infinito en toda perfección, perfecto en sí mismo, perfecto en sus obras, es también perfecto en la sentencia y no ha de extrañamos que haya un infierno para aquellos que, de uno u otro modo, se obstinan en hacer daño y vivir libertinarnente. Si no, aquellos que vivieron según la Ley de Dios, se sacrificaron, vivieron en armonía y gracia, ¿tendrán el mismo premio o castigo que los otros?

Dios es Padre, pero sabe serlo.

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