P R I M E R O D E N O V I E M B R E
T O D O S L O S S A N T O S
BREVE HISTORIA
DE ÉSTA FIESTA CELESTIAL
Podríamos
decir, y no aventuradamente, que ésta Fiesta guarda su origen en la Celebración
que se hacía de los Mártires.
El
Papa Bonifacio IV, hizo trasladar los restos de los Mártires al panteón que
fuera Templo de Agripa, dedicado a todos los dioses del paganismo. Cuéntase de un
gran número de carrozas con restos de Mártires que llevaron de las catacumbas
al referido panteón, el cual habiase ya
bendecido, y quedando mayormente bendito a la entrada de los Santos Mártires,
que allí eran sepultados.
La
conmemoración de todos los Santos, no sólo de los Mártires, se comenzó a
celebrar en Oriente. En el siglo VIII se encuentra ya en Occidente en
diferentes fechas.
El martirologio
venera al Papa Gregorio IV (827-844) por haberla extendido a toda la
Cristiandad.
Pero
además el Papa Gregorio III (731-741) ya
había presidido con anterioridad en esta decisión.
Sin
embargo, el Papa Gregorio VII trasladó el aniversario de esta dedicación, al
Primero de noviembre.
Nota:
“No sólo a los Mártires que dieron ejemplo con su sangre, sino también a los
confesores y doctores, a las vírgenes y a los anacoretas.
San Isidro
¿A QUIÉNES CELEBRA LA IGLESIA?
La
Iglesia que, a través de la Liturgia, va celebrando durante el año, el recuerdo
de cada uno de los Santos, hoy los reúne a todos en una Fiesta común,
universal.
La
celebración Litúrgica de “Todos los Santos…” no evoca solo a los Santos
canonizados, sino a aquellos que habiendo ingresado del lecho al cielo, no son
presentados al público como Santos, pero lo son en el Cielo.
Ahora
escuchen esto: igualmente son festejados por la Iglesia, aquellos, que antes de
entrar al Cielo, se purifican en el purgatorio y que, después de haber limpiado
sus almas se van al Cielo y también son elevados a la Santidad.
En
conclusión: El Primero de noviembre
recordamos a los Santos canonizados; a los Santos que, aunque hacia la tierra
no fueron proclamados, en el Cielo, ya
forman la procesión de los Santos y, finalmente, también son Santos los que
salidos ya del purgatorio, gozan de Dios por siempre, por siempre.
A
éste hermoso conjunto de santos le llamamos “Iglesia Triunfante” y ¿Cómo no
hemos de llamarles así, cuando ya han logrado retornar al Eterno Padre, de
donde hemos salido?”.
Estos
son los Verdaderos triunfadores, los que supieron, de alguna u otra forma,
vivir en plenitud las virtudes de la Fe, la Esperanza y la Caridad. La
prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Y siempre dentro de la
Barca de Pedro.
Además,
ante la experiencia del dolor, del sufrimiento, de la negación… no conocieron la desesperanza; sino la aceptación
a la Voluntad Divina y que, ante el gozo y la alegría que ofrece el mundo,
supieron usar de lo usuable, no dejándose atrapar de lo efímero, lo pasajero,
vendiendo su Eternidad.
Han
triunfado, están en el sitio al que todos hemos sido llamados; “EL CIELO”, a contemplar a Dios, al Dios
que supieron glorificar en la tierra y que hoy contemplan en una luz infinita y eterna.
CONSIDERACIONES
Imitemos
a los Santos, vale la pena. Por ello la Iglesia los proclama Santos ante el
mundo, para que nos estimulen a vivir santamente y a imitar sus virtudes, escogiendo
nuestro propio modelo e imitando esencialmente, a través de ellos, al mismo
Cristo; ya que todos y cada uno de los Santos, imitaron a Nuestro señor
Jesucristo en la infinitud de dones que inspira el “Espíritu Santo”.
¡Adelante,
sigamos a Cristo a través de sus Santos, con los multiformes dones y gracias del “Espíritu Santo”!
Pensemos,
como dice el autor cristiano: ¿A cuántas personas que conocimos aquí en el
tiempo y que ya partieron, hoy festejamos?. ¡A muchas Almas!
Pensemos
en nuestros padres, hermanos, abuelos, parientes, amigos… a quienes tratamos y
tanto quisimos como a creaturas, que
luchando encontraron la victoria. Pidámosles que sean nuestros intercesores: no
únicamente para los bienes terrenos ó el remedio a nuestras enfermedades; sino
que nos alcancen de la Santísima Trinidad, luz y fortaleza para pisotear las
pasiones y elevarnos en la virtud, por medio de la oración y llegar al Cielo a
la contemplación de Dios en unión con ellos.
Por Sor Clotilde García Espejel, E.D.
(Continua)
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