miércoles, 7 de octubre de 2015

La jerarquía de los Valores

LA JERARQUIA DE LOS VALORES

POR SOR CLOTILDE GARCÍA ESPEJEL, E.D.
          La vida es un don de Dios, el mayor de sus dones bastarianos unos segundos de reflexión para comprobar que sin esta naciente y terrena vida, no alcanzaríamos la grandeza, la sublimidad de la otra vida, que es la plenitud, la solidez y perennidad de una vida que se inicia aquí y no concluye allá; sino en ese allá adquiere su verdadera esencia, convertida en eternidad.
          Pero como no toca hoy hablar de la vida, sino solo por ser el primer valor, lo hacemos como de paso e introducción. Por ahora dejamos a toda la sublime belleza y profundidad de la vida como valor; para que el día que nos toque hablar de ella solo digamos: “¡Ay de aquellos cuya vida se convierte en una fría existencia en lugar de transformarla en fecunda y fervorosa!”
          El que solo existe es un problema para sí y para los demás; en cambio, el que vive y sabe vivir es un don para sí y para los otros. El que solo existe, vegeta, se confunde, se pierde en el común de la masa humana. El que vive, lucha, se nota, es útil y benéfico para todos, y brilla  por su presencia entre la humanidad. Hay que vivir, pero saber vivir.
          Y aprender a vivir en la realidad, en la verdad, requiere poseer, a base de esfuerzo,
a)    Una autentica concepción de las cosa;
b)    Una férrea voluntad para actuar de acuerdo con el criterio, rectamente forjado.
La auténtica concepción de las cosas supone una asimilación clara, valiente, objetiva, realista del mundo físico, natural, espiritual, moral y religioso. Concebir el mundo tal cual es en cada uno de sus elementos y en todo su armónico proceder, es hacer una perfecta compresión y asimilación de la verdad que es la conformidad de la palabra o del pensamiento con el objeto, con lo real o también con la verdad misma.
     Una de las mayores grandezas del hombre es su entendimiento, con el penetra las causa últimas de las cosas y descubre las leyes de la naturaleza. Por su entendimiento el hombre progresa, realiza los inventos que le enorgullecen y lee en el interior de los seres. Ese entendimiento le fue dado al hombre para alcanzar su finalidad y esa finalidad es, el constante encuentro con la verdad: tesoro de los tesoros del entendimiento. Y como la verdad suprema, absoluta es Dios y en dependencia de Él, están todas las verdades. La relatividad en la verdad, solo depende de su comparación con la Verdad Eterna, esa relatividad no quiere decir que hoy es y mañana no. La  verdad siempre será verdad pues es la adecuación del objeto  con el entendimiento y, aclaremos nuevamente la verdad relativa solo se entiende por la comparación de lo fugaz con lo Eterno.
     El tema de la verdad no ha de profundizarse en este artículo, solo la hemos invocado en nuestro auxilio para señalar el objeto de nuestro entendimiento y el punto de partida de nuestras concepciones.
     En la auténtica concepción de las cosas de la vida, es menester puntualizar, que solo aquel, que todo lo mira a través de la verdad autentica y objetiva, logra alcanzar la asimilación solida clara, profundamente certera de casos y cosas y da el paso fundamental y primero para lograr que su vida sea eso: Una vida, y no únicamente una pobre existencia.
     En esa asimilación, en ese conocimiento cierto de casos, circunstancias, personas, objetos, etc., se adquiere el verdadero valor de todo ello, que es lo que justamente, constituye la esencia, no solo del vivir sino del saber vivir.
     Al enhebrar una máquina de coser, vemos como basta que la máquina en el enebro tenga una sola equivocación para que no pueda realizar su fin; ya que el hilo no recorre el orden indicado, en la fisiología del hombre, bastara la falla más pequeña para que todo su cuerpo se recienta. Y es que el creador todo lo hizo en orden perfecto y nos prometió la felicidad terrena bajo condición de no alterar, en ningún aspecto, el orden creado.
     Lástima grande es que actualmente el ser humano no reflexiona, pues de hacerlo, concluiría que las grandes penas de la vida, las angustian, las desesperaciones, inestabilidades, enfermedades… solo se debe a que el hombre ha alterado ese orden Divino, y esa alteración empieza por dar a las cosas el valor que no tiene, o valorarlas superlativamente.
     Nuestro hombre del momento, se distingue por la subjetividad para juzgarlo todo: juzga, no por el valor del objeto, sino por la conveniencia o disconveniencia que el objeto tiene para él. Es la pasión, es la sensualidad, son los fines puramente terrenos quienes los animan a dar valor a las cosas.
     Nos es menester tener una apreciación recta de las acciones humanas ó de los bienes, ó los valores que hemos de adquirí. A esto llamaríamos tener una escala de valores. Pero una escala objetiva, real, verdadera, y no aparente.
     Quien se equivoca también forma una escala de valores invertidos ó herrados. Es una escala subjetiva equivocada y, por lo mismo, ya está alterando el orden de su vida y la de los que lo rodean.

¿QUÉ ORDEN DEBEMOS SEGUIR EN ESTA ESCALA DE VALORES?

    

     SOR CLOTILDE GARCÍA ESPEJEL, E.D.


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