Sabios Pensamientos
“Despreciar
el mundo es una manera de alcanzar el cielo” (John Buyan)
“Amar al prójimo debe ser
tan natural como vivir y respirar” (Beata Teresa de Calcuta).
“Como el cuerpo sin el espíritu está muerto,
así también la fe sin obras está muerta” (Apóstol Santiago 2,17).
“El alma es un vaso que
sólo se llena con eternidad” (Amado Nervo).
“Si no eres hombre de oración, no creó en la
rectitud de tus intenciones, cuando dices que trabajas por Cristo” (Escrivá de
Balaguer).
UN POCO DE
HISTORIA SOBRE EL ADVIENTO
Al
declarar al Adviento su carácter de “Misterio”,
como expresamos en el artículo anterior de fecha 28 de noviembre del año en
curso, la liturgia universal asemejó la Navidad en su debida y proporcionada subordinación,
a la solemnidad y universalidad de la Pascua.
La
Pascua fue preparada con un tiempo penitencial desde mucho antes del Primer Concilio
Ecuménico el de Nicea, celebrado el año 325, ya para los tiempos de San
Gregorio había tomado su estructura definitiva de cuarenta días preparatorios.
De
modo semejante, inspirada la Iglesia por el Espíritu Santo fijó un tiempo
preparatorio para Navidad, al cual denominaron Adviento, tratando, de significar con este concepto la ya Secular expectación
por la llegada del Verbo en carne mortal.
Tal
vez la piedad primitiva ya lo tendría por costumbre, pues se calcula que es
cierto que, en pleno siglo cuarto, tiempo antes de las fervientes predicaciones
de San León, en Roma los fieles dedicaban un tiempo indeterminado a preparar el
Divino Alumbramiento. En la “Historia de los Francos”, narra San Gregorio de
Tours que el Obispo San Perpetuo ya había señalado un triple ayuno semanal, tres
semanas antes de la Navidad. Perpetuo quien gobernaba su diócesis en 480; pero
100 años ante –en 380- el Concilio de Zaragoza había decretado algo semejante. Disposiciones
muy parecidas salieron de los Concilio de Tours y Macon en Siglo VI señalando,
además, que los ayunos fueran los días lunes, miércoles y viernes tomando, como
inicio, la fiesta de San Martin hasta Navidad.
Muy
notable es que en Roma se viviera una especie de cuaresma antes de la Navidad,
como lo vemos en el Sacramentario Gelaciano, y fue San Gregorio quien determinó
que tal preparación durara cuatro semanas.
Queriendo,
además, la Iglesia, dejar impreso en el año litúrgico una secuencia histórica,
cambio el principio del año eclesiástico al comienzo del Adviento. Anteriormente, la celebración de la Pascua era la que
daba principio al ciclo litúrgico, tomando en cuenta sobre todo el 25 de marzo
por creer que en ese día fue creado el mundo. Más los resplandores del día en
que comenzó a brillar en el mundo la Eterna Luz Jesucristo Nuestro Señor, los
movieron a fijar la mirada de los fieles al Adviento, a fin de iniciar en tal época una lógica secuencia histórica
dentro del simbolismo litúrgico, empezando por vivir místicamente el espíritu
del Antiguo Testamento.
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