SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
“Pueblo
de Sion, he allí que viene el Señor a salvar a las naciones; el Señor hará
brillar la majestad de su voz para alegría de vuestro corazón. Si, Tú que
gobiernas a Israel, atiende; Tú que guías a José como a una oveja”.
El
espíritu de Aviento, conforme
caminamos al Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo nuestros días han de estar saturados
de una noble nostalgia por la venida de Nuestro Redentor, de la misma manera
que este sentimiento encaminó y llenó la época del Antiguo Testamento, al grado
que constituyo un sentimiento místico cuyo espíritu llenaba los pensamientos,
palabras y obras de los buenos israelitas.
Para
poder vivir nostálgicamente el Espíritu Navideño, es menester, conocer y creer plenamente
en la venida del Mesías: “Tacha de mentirosa a toda la Escritura, aquel que
niega el Dogma de la venida del Mesías”.
“No
es esta reminiscencia Veterotestamentaria una estéril imaginación ni una romántica
regresión a las estepas de Palestina bajo las tiendas de Abraham, sino una fructuosa
expectación, un fecundo deseo que enfervorizará nuestro corazón y lo dispondrá a
recibir gracias sobrenaturales”.
Para
llegar a la profundidad de este insigne, eterno, infinito e inexplicable
acontecimiento de un Dios que quiere salvar a sus creaturas es necesario
conectarnos con la Iglesia para vivir en El
Adviento un deseo ferviente de que nazca Cristo en nuestras almas.
¡Vendrá
a nuestros corazones!
“¡Ven
Señor Jesús!”
“Mueve,
Señor, nuestros corazones para preparar los caminos de tú unigénito; a fin de
que por su venida merezcamos servirte con almas purificadas”.
Sor Clotilde.
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