CONTINUACIÓN DE:
UNA REFLEXIÓN PARA EL APÓSTOL VERDADERO
Dios
que es infinito en todas sus perfecciones, lo es en su Bondad que tiende de
suyo a difundirse y comunicar la felicidad que goza. Nosotros, a pesar de
nuestra limitaciones y grandes imperfecciones, cuando permanecemos en un clima
espiritual, gozoso, sentimos llenarnos de la verdadera felicidad y es, cuando
nos mueve una imperiosa necesidad de comunicarla y hacerla llegar a los demás;
y si nosotros creaturas, queremos repartir de lo que nos ha sido dado, ¿Cómo será
el Señor Dios, para los que ha creado a su imagen y semejanza?
Con
admiración contemplamos en la vida terrena de Nuestro Señor Jesucristo, una
entrega continua de Sí mismo y de lo suyo. Desde el primer momento hasta el
último el Evangelio nos presenta al Maestro y Redentor, entregando a manos
llenas los infinitos Tesoros de su Amor. Y, como antes se dijo, entregándose a
Sí mismo con el anhelo de conducir a los hombres hacia la salvación eterna. Por
ello no es extraño que, además de que Dios se ha hecho hombre, haya compartido
con los hombres la vida de la tierra, haya vibrado en dolor y alegría, haya
sido crucificado por todos, a pesar de nuestras traiciones. Y, aun así, nos haya
dejado todas las gracias necesarias en su Iglesia quien transmite el depósito
de la fe para que nos salvemos.
La
Iglesia Misionera trabaja para difundir, no solo la doctrina que ha de
entregarnos la luz de la Eterna Verdad y el Fuego de la Caridad, sino que nos
inyecta el celo por la Gloria de Dios y la salvación de las almas, de la cual
no sólo es heredera, sino que guarda día a día al que es de Ayer de Hoy y de
Siempre.
Más
esa Iglesia, cuyo cabeza invisible es Jesucristo y cuya luz y movimiento
perenne lo tiene del Espíritu Santo, está en la tierra formada por hombres y la
fundó Jesucristo precísamente para la salvación de los hombres, por consiguiente,
somos los hombres, los que constantemente hemos de ayudarnos, para vivir en la
Barca de Pedro.
Es
verdad, que en la Santa Madre Iglesia contamos con la Cabeza visible que es el
Papa, quien nos dirige y nos gobierna en una forma universal. Es también cierto
que cada Diócesis tiene su Obispo, quien está en nombre de Pedro en dichas
Diócesis. de la misma manera las Parroquias tienen su Párroco, quien depende
del Obispo y los Padres Vicarios que dependen del Párroco. Además, Sacerdotes,
Religiosos y Religiosas, que, aun dependiendo de sus propios Superiores, no se
desligan de la Autoridad Diocesana y menos aún de la Autoridad Papal. Sin embargo,
aún con todo lo explicado, nadie excluye al Seglar del Apostolado, antes, al
contrario, el Seglar tiene una obligación y una obligación que le viene desde
lo alto para misionar, en orden a la Iglesia.
Todas
las personas bautizadas dentro de la Iglesia Católica, que no han recibido el Sacramento
del Orden ni Profesado dentro de una Comunidad Religiosa, se les llama Seglares,
aunque en la actualidad erróneamente se les dice Laicos.
Llamamos
familiarmente Apostolado a toda acción encaminada a la salvación de las almas,
porque prolonga y hace efectiva la Misión de los Apóstoles.
No
confundamos el Apostolado con los medios, el Apostolado es la actitud exclusiva
para guiar al prójimo a la Felicidad Eterna, y los medios son todas aquellas
cosas, de las cuales nos valemos, para conducir a las almas a su verdadero
destino. Todas las obras de misericordia, todas las satisfacciones licitas que
podemos ofrecer a nuestros hermanos para interesarlos en su salvación son
buenas.
“La Iglesia ha nacido con el fin de que, por
la propagación del reino de Cristo en toda la tierra para Gloria de Dios Padre,
haga a todos los hombres partícipes de la Redención Salvadora y por su medio
todo el mundo se ordene realmente hacia Cristo. Todo el esfuerzo del Cuerpo Místico
dirigido a este fin se llama Apostolado”.
Los
medios para guiar a la creatura humana a la Felicidad Eterna, son todos aquellos
que llevan a introducir a las almas a Dios, mediante un camino de perfección.
En
el Catecismo tenemos una lista de catorce Obras de Misericordia, siete
Espirituales y siete Corporales; todos ellas constituyen el amplio campo social
y espiritual cuyo ejercicio, dirigido a la salvación del prójimo, da forma al
verdadero Apostolado Social y Religioso.
VOCACIÓN AL APOSTOLADO:
Así
como todos, absolutamente todos los hombres estamos llamados a la Salvación
Eterna, al regreso a nuestro origen, a través de la perfección; así mismo todos
los hombres, especialmente los católicos, estamos llamados a misionar, a procurar
a través del Amor y la Doctrina de Cristo, la Gloria de Dios y la salvación de las
almas.
“La vocación cristiana, por su misma
naturaleza, es también vocación al Apostolado, así como la estructura de un
cuerpo vivo, ningún miembro se forma de una manera puramente pasiva, sino que
toma parte en la actividad del cuerpo a la vez que participa de su vida, así
sucede en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia”.
DEBERES Y DERECHOS:
Aunque
es verdad que, dentro de la misma vocación del cristiano al Apostolado,
encontramos insertos sus derechos y sus deberes; ya que todo compromiso, toda
acción lleva consigo derechos y deberes; sin embargo, no confunda el seglar
esos derechos y esos deberes con una absoluta independencia, con plena autonomía.
El Seglar debe dejar la conducción de esa fuerza que integra derechos y deberes
a los Superiores Eclesiásticos y cada Superior conociendo las capacidades de
sus Apóstoles, les ira dejando en mayor o menor libertad.
El
Apóstol Seglar es verdad que tiene el deber de respetar, de sujetarse
amorosamente a los lineamientos de la Santa Iglesia y de sacrificarse para
aumentar el Reino de Cristo. Pero, igualmente tiene todo el derecho de ser
instruído, de que lo dirijan y lo enseñen auxiliado de los Sacramentos. Igualmente
ha de ser exhortado en aras de su perfección y su dicha Eterna.
“Los Seglares como todos los fieles
cristianos, tienen derecho a recibir con abundancia de los Pastores los bienes
espirituales de la Iglesia, ante todo los auxilios de la Palabra de Dios y de
los Sacramentos; y debe mostrarles sus necesidades y deseos con aquella
libertad y confianza que conviene a los hijos de Dios y redimidos por Cristo.
Procuren
los Seglares, que siguiendo el ejemplo de Cristo quien con su obediencia hasta
la muerte abrió a todos los hombres el gozoso camino de la libertad de los
Hijos de Dios, han de abrazar con prontitud y cristiana obediencia todo lo que los
sagrados Pastores como representantes de Cristo, se establecen en la Iglesia
como Maestros y Gobernantes, y no dejen de encomendar a Dios en sus plegarias a
sus prelados.
Los
Sagrados Pastores por su parte; reconozcan y promuevan la dignidad y responsabilidad
de los Seglares en la Iglesia” (Constitución Lumen llentium cap. IV, No. 37).
FINALIDAD DEL APOSTOLADO:
El
Seglar Apóstol ha de enseñar a sus hermanos la excelsitud de su origen divino,
su real grandeza venida de la Santísima Trinidad. A demostrarle la cuna en que nació
y el manto con que fue cubierto.
Enseñarle
paso a paso y de principio a fin la historia de Nuestra Salvación. Convencerlo con
la fuerza de la Revelación Divina del camino a seguir para alcanzar la meta.
A de
enseñar a su prójimo el orden de los valores, el precio y relación del Creador con
sus creaturas y el precio y relación de las creaturas entre sí.
Si
el Apóstol olvidado de sí mismo, pisoteando anhelos de fama y de gloria,
rompiendo con el propio yo y elevándose a sí mismo, no logra despertar en las
almas ansias de Dios, deseos de vivir, anhelos de verdad, no ha cumplido con la
finalidad.
Sin
embargo, toda la creación es una completa armonía, aunque la creo Dios los
hombres tienen su parte en este mundo que nos rodea, pues todo aquello que el
hombre hace, trabaja, goza o descubre, siempre que no vaya contra Dios y sus
principios, es bueno. Esta armoniosa creación también nos deja unir lo temporal
con lo eterno. No hemos de renunciar a este mundo que Dios preparó al hombre,
como una madre prepara la cuna y la ropa al hijo que ha de nacer; no; la
sabiduría consiste en ordenarlo todo jerárquicamente, en no apegarse al mundo,
más no en renunciar totalmente al mundo. Hemos de combinar perfectamente lo
terreno con lo espiritual en escala perfecta y saber renunciar aun de lo lícito
cuando Dios lo pida.
Jústamente,
todas las cosas de esta vida usadas con oportunidad, templanza y orden, más nos
sirven para acércanos a Dios que para alejarnos; sin embargo, y ésto como un paréntesis:
¡qué dichosa etapa de la vida espiritual cuando ya es poco lo que la tierra nos
sirve, y más bien quiere el cristiano abundar en lo espiritual para sentirse en
paz!
Que
no sirva nunca el apostolado para realizar sueños de fama y gloria, para
competir con los demás, para expresar palabras que nos satisfagan y menos si
hacen daño a los demás. Esto no es el espíritu de Cristo.
Qué
más da si somos mejores o peores en cuanto a capacidad, si tenemos don de
gentes o no, si somos muy simpáticos, o lo contrario. Todo esto no importa, lo
que hemos de hacer es reflexionar si llevamos a Cristo, sí damos a nuestros
hermanos con honradez, lo que Cristo quiere, sí soy capaz de dar paz y amor.
“Ahora me gozo en mis padecimientos
sufridos por vosotros y cumplo, por mi parte, lo que falta a las fatigas de
Cristo en mi carne por el bien de su Cuerpo que es la Iglesia” (Col. Cap. I
ves. IV).
Sor Clotilde