miércoles, 20 de abril de 2016

                                    LA IGLESIA Y EL MATRIMONIO


En este momento en que se está hablando de matrimonio e iglesia, voy a presentar algunos textos de libros aprobados, que darán luz en estas horas de confusión y, a veces, de tinieblas. Antes de dar a conocer los libros que han de probarnos sus aseveraciones con respecto al matrimonio, quiero exponer algo que servirá de introducción:

1.- La iglesia lleva la maternidad en su misma naturaleza, aunada a su infinita sabiduría, pues no olvidemos que -Jesucristo Dios y Hombre verdadero- es el fundador y cabeza invisible de la Iglesia y que, en Pentecostés, el Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad y alma de la Institución, declara oficialmente, ante el mundo, a la Iglesia como Institución universal de guía y salvación para los seres humanos.
Por tanto, todo en Cristo y por Cristo con el Espíritu Santo. Unión que derrama ríos de amor, de comprensión para la Creatúra humana, quien fue sacada de la nada, por la Primera Persona de la Santísima Trinidad y hecha a imagen y semejanza del mismo Dios: ¨Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra¨.
Pero no solo lo conoce como su Creatúra; si no Dios, como nadie, entiende el estado de nuestros primeros padres después del pecado original. Pecado que selló a toda la humanidad con el pecado original, el cual solo sería borrado por el bautismo, pero que, aun borrado, le quedó la lacra de la concupiscencia con la que hemos de luchar por siempre hasta morir.
Jesucristo, por tanto, no fundó una Institución tirana, si no salvadora.
El párrafo anterior se sintetiza: ¨en el infinito Amor de Dios y en la pobre miseria del hombre¨
Por lo cual sostengo que la santa madre iglesia, nunca, jamás abandona al pecador, tanto en la oración como en la misma acción. En ningún momento se han cerrado las puertas a los separados, casados por la iglesia y vueltos a juntar con otra persona. E igualmente a los simplemente amancebados, ni a los mismos homosexuales. Esto de que hasta hoy, se comprende, se aconseja y se trata de convertir a estas personas, es falso. La Iglesia: ¨madre y maestra¨ solo quiere a través del amor y la comprensión que todos nos salvemos.

2.-Es necesario aclarar y hacer distinciones:
a) Quienes solo se han casado por lo civil, se divorcian y se vuelven a casar por lo civil, solo cambian de persona, pero su estado es el mismo, viven en pecado mortal, no son esposos eclesialmente, porque no hay sacramento y, es claro que no pueden recibir los sacramentos de la confesión y la sagrada comunión.
b) Ahora, si dos personas, hombre y mujer se han casado por lo civil y por la iglesia y se separan o se divorcian (el divorcio solo puede existir por lo civil) por serias circunstancias o no vuelven a juntarse o casarse por lo civil con otra persona, viviendo una vida edificante,: guardando respeto a su condición sacramental, si pueden recibir los sacramentos y permanecer normalmente en todas las situaciones necesarias dentro de la iglesia católica.
c) pero si ese casado o casada por la Iglesia o por lo civil, se divorcian y uno de los dos se vuelven a casar o juntar por lo civil, cometen adulterio, porque el vínculo matrimonial del sacramento, jamás se rompe. Y nadie, absolutamente nadie, ni la más alta autoridad eclesiástica puede romper un matrimonio: ¨lo que Dios a unido que no lo separe el hombre¨

3.- Lo que la iglesia hace lo ha hecho siempre y lo hará hasta el final, que no es ignorarlos, despreciarlos o portarse farisaica; no; lo que pretende la iglesia es salvarlos del pecado para que lleguen al cielo y para ello, usa las condiciones adecuadas en que han de vivir en esta situación. Un amancebado, o un adultero, no pueden recibir los sacramentos de la penitencia, pues no puede darse la absolución a la persona que, aunque le duela su pecado, no rompe con él y, por lo mismo, el no queda en la gracia santificante para poder recibir el sacramento de la comunión, que es sacramento de vivos, es decir, de almas que están en gracia y no en pecado.
En cuanto a la sagrada comunión o sacramento de la eucaristía, si se da a estas personas, no se les ayuda, si no se les aumenta su desgracia con el sacrilegio de comulgar en pecado mortal, lo cual los hará cada día más insensibles a la conversión.

4.-Eso de fomentar y acariciar el amasiato y el adulterio, no es signo de misericordia, si no de un común sentimentalismo equivocado que no permite que las almas despierten de su falso sueño y de su gran oscuridad.
Aquí no se trata de sensorialidad, la Iglesia vive de fe. Las almas se juegan su salvación y, si es verdad que amamos a nuestro prójimo, hemos de ayudarlo amorosamente a renunciar al pecado y no perder la vida eterna: ¨aquí corta Señor, aquí quema, aquí castiga…con tal de que en la otra vida me perdones¨ ( San Agustín ).

5.-Ellos pueden asistir a misa, a las grandes celebraciones litúrgicas, a platicas apropiadas, a conversar con los sacerdotes, a que estén sus hijos en escuelas católicas, a darles a los hijos los sacramentos. Pero no pueden ser padrinos de ningún sacramento y menos del bautismo que tiene condiciones necesarias y lógicas. Imposible que viviendo en ese estado apadrinaran un matrimonio católico o a un sacerdote que recibe las sagradas órdenes.
La iglesia tiene en su estructura condiciones de vida, para evitar que de un pecado se haga costumbre, para no dejar que el estado de una pareja, no solo escandalice, si no con su mal ejemplo dé ocasión a que se repitan los mismos actos.
Hechas estas aclaraciones, empezaremos mañana a presentar los textos anunciados.



                                             Sor Clotilde García Espejel

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