viernes, 20 de mayo de 2016









                                 La Santísima Trinidad.

El próximo domingo 22 de mayo es la celebración litúrgica en la Iglesia, del fundamental Misterio de la Religión Católica. Sin este Misterio no podríamos entender La Creación de todo el universo, realizada por el Padre Eterno; ni la Redención del Verbo Hecho Hombre, ni la existencia de la Iglesia, ni su santificación unida a la de las almas, por el Espíritu Santo. Sin este Misterio no podríamos comprender los grandes Misterios que guarda el tesoro de la Iglesia.

El Misterio de la Santísima Trinidad consiste, como nos lo enseñaron desde niños: ¨TRES PERSONAS DISTINTAS Y UN SOLO DIOS VERDADERO¨. Sin embargo, la Persona del Padre, no es la Persona del Hijo ni la del Espíritu Santo; la Persona del Verbo (Hijo), no es la Persona del Padre ni la del Espíritu Santo y la Persona del Espíritu Santo, no es ni la del Padre ni la del Hijo; aunque sabemos que las tres Divinas Personas son un solo Dios.

La Santísima Trinidad es Uno y Trino. Uno por ser un solo Dios; Trino porque son tres Personas.

Las tres Divinas Personas no se distinguen ni por su naturaleza, ni por sus perfecciones, ni por sus obras exteriores. Se distinguen solamente por su origen.

No se distinguen por su Naturaleza, porque es exactamente la misma Naturaleza Divina; no se distinguen por sus perfecciones, porque las Tres Divinas Personas por ser un solo Dios, son infinitas, eternas, misericordiosas, etc. Tampoco se distinguen por sus obras exteriores, porque teniendo las Tres la misma omnipotencia, lo que obre una respecto a las creaturas, lo obran las otras dos. Porque, aunque son Tres personas distintas, si no fueran el mismo y un solo Dios, no podrían realizarlas.

Sí se distinguen por su origen, porque aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Tres Personas y un solo Dios:
El Padre no procede de ninguna otra Persona.

El Verbo (Hijo) es engendrado por el Padre, por vía de entendimiento.
Y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por vía de Voluntad y de Amor.
Advirtiendo que las Tres Divinas Personas, aunque hablemos de engendrar y de proceder, las Tres son eternas e infinitas y que, este Misterio Trinitario es eterno e infinito, no es algo del pasado, sino un perpetuo presente.
Lo más hermoso es, que este bello y sin igual Misterio, por ser eterno, por ser perpetuo, la Santísima Trinidad lo realiza viviendo en el alma del justo que vive en Gracia: el Padre se contempla y engendra al Hijo; el Verbo y el Padre se aman y de ese Amor procede el Espíritu Santo.
A este encanto de la Trinidad en el alma del justo, le llamamos In-habitación Trinitaria.

Deseo ahora presentarles el prefacio de un pequeño libro del padre Philippon, O.P. ¨La Trinidad en mi vida¨.
Es aparentemente pequeño, pero inmenso, grande y profundo por el tema y la sublime forma de hablar del Misterio de la Santísima Trinidad:
¨La Trinidad no pasará. La Trinidad es lo único necesario. El valor supremo que coloca cada cosa en su lugar en el universo. La empresa de toda vida humana es la Trinidad lograda o perdida para siempre¨.
La historia del mundo es un drama de Redención; ¡todo concluirá para algunos en la visión de Dios, para otros en una eterna desesperanza!. Lo había juzgado así San Juan, bajo su verdadera luz, en una reflexión trastornadora. Cristo ha muerto ¨no solo por una Nación ¨, sino para traer a la unidad a todos los hijos de Dios dispersos. ¨Jesús mismo nos ha dado la luz definitiva, en este punto capital, en esta última oración: ¨Padre, que todos los hombres sean consumados en nosotros, en la unidad¨.
¿Por qué esta verdad fundamental no llena de luz todos los instantes de nuestra vida? ¡cómo cambiarían todas las cosas si nosotros supiésemos comprender que a través de nuestras menores acciones se continúa la ascensión de las almas hacia la Inmutable Trinidad!. Sería necesario colocar, junto a todas las encrucijadas de nuestras grandes ciudades, un policía o una flecha indicadora recordándonos el por qué de nuestro mundo y nuestra vida. Un único sentido: La Trinidad.
¿Por qué providencial coincidencia he sido puesto yo para lanzar a Nueva York este mensaje Trinitario?. Hundido en este inmenso hormiguero humano, ¡cómo no cruzar con angustia todos estos rostros de hombres y mujeres que corren a sus trabajos o a sus placeres aplastados por los gigantescos edificios o rascacielos!, sin embargo, toda alma humana, a ciertas horas, paladea esta nostalgia de lo absoluto, esta necesidad de evadirse hacia lo eterno y lo divino. ¿cómo no ha de elevarse nuestra oración suplicante y fuerte como un clamor redentor por tantos hermanos nuestros que no tienen la luz?. Se desearía hacer comprender a todas estas mazas humanas la advertencia de Cristo: ¨el Cielo y la Tierra pasarán, mis palabras permanecerán eternamente¨.
¨Pasarán todas nuestras grandes capitales modernas. ¡Nueva York pasará, pero la Trinidad jamás pasará!¨
22 de Octubre de 1956. ----------------------------------------------
E imitando al Padre Philippon yo diré: ¨México con toda su belleza arquitectónica, su bella flora y fauna, sus grandes vertientes, ríos y mares y los placeres y horribles pecados de los hombres, pasará. Pero la Santísima Trinidad jamás pasará.
Un segundo de historia: aunque introducida en el siglo IX la fiesta de la Santísima Trinidad no se extendió a la Iglesia universal hasta el siglo XIV, no obstante, el culto a la Santísima Trinidad aflora por doquier en toda la litúrgia. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo comenzamos y terminamos la Misa y el Oficio Divino y se confieren todos los sacramentos. Todos los salmos terminan con el Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, los signos, con una doxología, y las oraciones, con una conclusión en honor de las Tres Divinas Personas. Continuamente pues, nos hace alabar y adorar la Iglesia al Dios Tres veces Santo, que tanta Misericordia ha tenido de nosotros, pues nos ha dado el participar de su propia vida.
Y ahora del mismo libro del Padre Philippon nos consagraremos a la Santísima Trinidad por las manos de María, en unión con el Verbo encarnado, abrazados del Espíritu Santo y nos ofrecemos como hostia de la Trinidad.
       
        Acto de Consagración a la SANTÍSIMA Trinidad.

Oh silenciosa y beatificante trinidad, suprema fuente de luz, y de Amor y de inmutable Paz, todo está ordenado a la alabanza de vuestro nombre, en el Cielo, sobre la Tierra y hasta en los infiernos.
Para unirme a la incesante alabanza de Verbo, que sube a Vos desde las profundidades del alma de Cristo, me ofrezco a través de Él, y en Él, a imitación de la Virgen de la Encarnación y por sus manos purísimas, como Hostia de la Trinidad.
Padre amadísimo, la Gracia del Bautismo me ha convertido en Hijo vuestro Cobijadme. Que ninguna falta voluntaria venga a ensombrecer, ni ligeramente siquiera, la pureza de mi alma; sino que mi vida se eleve a Vos, cada día más y más fiel, en el abandono filial y sin límites del hijo que se sabe amado por la ternura de un Padre Todopoderoso.
Oh Verbo, pensamiento eterno de mi Dios, figura de su Substancia y Esplendor de su Gloria, no quiero más luz que Vos. Iluminad con vuestra luz de vida mis tinieblas. Que yo marche, firme en la fe, cada vez más dócil a las iluminaciones de vuestra sabiduría, de vuestra inteligencia y de vuestra ciencia, en espera del día en que toda otra luz se desvanecerá ante la fulgurante claridad de vuestro Rostro Divino.
Espíritu Santo, que unís al Padre y al Hijo en una felicidad sin fin, enseñadme a vivir todos los instantes y a través de todas las cosas en la intimidad de mi Dios, consumada más y más en la unidad de la Trinidad. Sí, por encima de todo, dadme vuestro espíritu de Amor para animar con vuestra Santidad hasta los menores actos de vida, a fin de que yo sea en verdad en vuestra Iglesia, para la redención de las almas y la Gloria del Padre, UNA HOSTIA DE AMOR EN ALABANZA DE LA TRINIDAD.

PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO, TRINIDAD ARDIENTE Y CREADORA, QUE CONDUCÍS A TODOS LOS SERES DEL UNIVERSO CON FUERZA Y SUAVIDAD HACIA LOS ETERNOS DESTINOS, ASOCIADME A LA FECUNDIDAD DE VUESTRA ACCIÓN. DADME UN ALMA DE CRISTO REDENTOR.

Que mi vida se desarrolle enteramente EN EL PLAN DE LA REDENCIÓN, con la conciencia plena de que a través de los más minúsculos detalles de una existencia humana se realizan vuestros eternos designios. Y a la luz de vuestras inspiraciones y con el apoyo de vuestra Gracia, yo escoja ser, en el lugar en que Vos me habéis colocado, Redentor con Cristo, colaborador con él en la acción maravillosamente fecunda de vuestra Trinidad en el mundo.

Que todos mis actos estén impregnados de vuestra Justicia, que salvaguarda, ante todo, los derechos de Dios, para que sea Él, el ¨Primero Servido¨, en todas las circunstancias. Que todos mis actos estén animados de ese sentimiento fraternal para con todos los hombres que da a cada uno lo que le es debido, mas con la sonrisa de la caridad, como conviene a hijos de un padre común que a todos nos espera en los cielos.

Dadme una invencible Fortaleza de Alma. Que mi amor a vos sea más fuerte que la muerte. Que jamás vacile mi voluntad ante el deber. Que nada enfríe mi ardor en vuestro servicio. Inspiradme la audacia de las grandes empresas y dadme la fuerza de realizarlas, si es necesario, hasta el martirio, para la mayor Gloria de Vuestro Nombre.
Os pido un ALMA CON LIMPIEZA DE CRISTAL, digna de ser un templo vivo de la Trinidad. Dios Santo, guarda mi alma junto a Cristo, en la unidad, con todo su poder de amar, ávida de comulgar sin cesar con vuestra infinita pureza. Que mi alma atraviese este mundo corrompido, santa e inmaculada en el amor, en vuestra sola presencia, bajo vuestra sola mirada, sin la menor mancha que venga a ensombrecer en ella el brillo de vuestra dicha.

Y Vos OH VIRGEN PURISIMA, Madre de Dios y del Cristo total, que cada día tenéis la misión esencial de entregar a Jesús al mundo, PLASMAD EN MÍ UN ALMA DE CRISTO. Que yo pueda, asociado como vos a todos los sentimientos del verbo encarnado, expresar a Cristo en cada uno mis actos ante los ojos del Padre.
Como vos, yo quiero ser Hostia por la Iglesia, amándola hasta dar mi vida por Ella, amándola con el mismo Amor que Cristo.

Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo, unidme en la medida en que sea capaz mi alma, al misterio de vuestra propia vida identificada con la de Cristo. Sois el modelo de toda Santidad, después de Cristo; el ideal de todas las almas que quieren ser en la Iglesia, para la redención el mundo y al mayor Gloria de Dios, Hostias de la Trinidad.

Después de este mundo que pasa, cuando se hayan desvanecido para mí las sombras de esta tierra, que mi vida de eternidad transcurra en la faz de la Trinidad, en la incesante alabanza de la Gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

                                           UN SOLO FIN: LA TRINIDAD.
                                            UN SOLO CAMINO: CRISTO.
                                          UN SOLO MOVIL: EL AMOR.
                                        Y, COMO ESTRELLA: MARÍA.
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Esta preciosa consagración a la Santísima Trinidad que presenta el Padre Philippon en su libro, es de una profunda Teología Trinitaria, de una belleza literaria muy singular, así como de una claridad nítida, transparente.
Esta consagración es para almas que han vencido, de alguna forma su egoísmo y amor propio, que no trabajan para Dios con el fin de ser vistas y alabadas; sino que intrépidas se arrojan con la cruz a luchar con Cristo por la Iglesia y por las almas.


                                    Sor Clotilde García Espejel.





                             

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