3.--
Aceptación: Aceptación no quiere decir complicidad, consentimiento
o pesimismo. La aceptación del cónyuge con todos los defectos y cualidades, vicios
y virtudes, capacidades y limitaciones, consiste en considerar con sabiduría que
se tiene enfrente a un ser humano capaz de hundirse o de elevarse; y así debe quererse,
así debe amarse, ese es verdadero amor. Esa aceptación llega a convertirse en
comprensión; comprensión que hará que por el cónyuge se trabaje incansablemente
para ayudarlo en la superación de sus defectos: que se trabaje por la
realización plena en aras de la felicidad.
4.--
Comprensión: diríamos que es la perfección de la
aceptación, pues el que acepta sabe acomodarse, adaptarse, renunciarse en bien
del esposo o esposa, siempre con el fin de elevarlo y de darle una vida llena de
paz y seguridad, fundamentada en los verdaderos valores.
5.--
Respeto Mutuo:
a) El que sean esposos,
y como se dice hoy vulgarmente "una pareja", no quiere decir nulidad
de alguno de los dos; cada uno con su propia psicología, con sus propios
valores, tendrá que enriquecer esa unión; por consiguiente, cada uno guardará
su propia identidad como persona humana distinta e incomunicable;
b) Cuidado con la
absorción, enemigo acérrimo de la libertad del hombre y del desarrollo de la
persona humana. Absorción malsana que olvida que su cónyuge tiene libre
albedrío y un crecimiento propio. Deben identificarse pero no imponerse.
c) muerte a una servil
dependencia; la elevación del hombre, el encuentro sorprendente con su yo, su
realización plena, absoluta sólo se alcanza sin serviles dependencias: sin
someterse a un hombre tirano o a una mujer mandona y dominante. Toda
dependencia ha de ser legítima, concorde, humana, consciente, necesaria; el
ignorante, el cobarde, el flojo sentimental, el inmaduro, además de no dejar
crecer ni madurar su personalidad, se convierte en maniquí de un absolutista o
de una estatua absorbente.
d) Así como no se ha de
ser servil, tampoco un irresponsable libertino, pues una cosa es que ambos
cónyuges se ayuden a crecer individualmente y respeten su intimidad, y otra es
el libertinaje de los hombres que olvidan sus responsabilidades creyendo que
aún son solteros o portándose como tales; o de las mujeres insulsas y ligeras
que, creyéndose "liberadas", cometen en nombre de la estúpida "liberación
femenina" las más atroces irresponsabilidades.
e) No han de gastarse
bromas ofensivas, de mal gusto o morbosas: recuerden que están en un hogar y no
en un burdel. Ninguna demostración pública que ofenda al pudor o escandalice.
f) Si desgraciadamente
llegaran a reñir, no usen palabras hirientes u ofensivas, las cuales sólo van zanjando
distancias y engendrando resentimientos.
g) Nunca ofendan a los familiares
del cónyuge, pues eso además de ser corriente, es muy peligroso con respecto a las
relaciones de ambos. A la familia se le respeta, pues el compromiso ha sido
pactado voluntariamente entre ambos cónyuges solos.
6.--
Unificación de ideales: No imposición, sino unificación
en los anhelos de cómo educar a los hijos, cómo lograr una vida más estable y mejor,
cómo llegar a ser mejores cristianos, cómo practicar el amor en los hijos y cómo
enseñarlos a amar.
7.--
Diálogo: El diálogo bien realizado solucionaría muchos
problemas surgidos en el ambiente familiar.
Para el diálogo se
necesita ir sin prevenciones, sin deseos de imponer el propio criterio, dispuestos
a ceder si es necesario; el único afán que ha de animarlo ha de ser el
descubrir la verdad, poner en claro todo y llegar a un arreglo. Porque si se
cree que el diálogo sirve para que vean que yo tenía razón", o bien, para discutir
y triunfar sean cuales fueren las circunstancias, no se llegará a ningún
arreglo. Deben exponerse razones, nunca respirar ofensas u objeciones; siempre en
privado, sin enterar a los circunstantes, ni mucho menos escandalizar a los hijos.
8.-- Entender juntos
que la autenticidad del amor tiene su
propia esencia y que no ha de fincarse en el sexo, ni en la juventud, ni en la
belleza; porque además de que todo esto, solo es algo complementario en el ser humano,
no hay que olvidar que todo se termina y demuestra su vanidad. En cambio, si el
hombre sabe regir su vida y sublimarla con la abnegación y la virtud, a medida que
van pasando los años irá adquiriendo interiormente mayor belleza con la experiencia
y las buenas obras, ya que el alma virtuosa rejuvenece con los años, mientras que
el cuerpo envejece.
9.--
La Familia de ambos en las Relaciones Humanas de los Matrimonios.
a) Se debe amar y respetar.
b) Si los padres son ancianos o personas realmente
necesitadas, es obligación amorosa de los hijos el ayudarlas de la manera que las
circunstancias lo pidan y de apoyarlos moral y afectivamente.
c) Y, aunque no
necesiten ayuda económica ni otros cuidados, el haberse desposado no es motivo
para olvidarlos y tal vez hasta despreciarlos.
d) Recuerden que también
ustedes llegarán a viejos y entonces, del mismo modo, necesitarán por lo menos
del afecto y comprensión que esa edad pide y que a veces tristemente tienen que
implorar porque los hijos son muy ingratos.
e) El quererlos, el
cuidarlos, no ha de ser sólo pretexto para olvidar sus obligaciones conyugales
o para establecer divisiones.
f) Los padres en el
sitio de honor que merecen, y el cónyuge en otro sitio, el cual aunque diferente,
ha de ser sublime.
g) No obliguen con
palabras, actitudes o astucias al cónyuge a dividirse de sus padres y familiares.
Del seno de una familia lo extrajeron y ese origen debe respetarse.
h) Pero hay que
procurar que los familiares no intervengan ni en las diferencias, pleitos o
elecciones de los esposos. Escuchar las sugerencias, los consejos, pero jamás
admitir que tomen partido o den disposiciones.
i) Este es un nuevo
hogar y aunque no puede desconocerse la raíz, este hogar es un tronco distinto
con otras ramas.
Si los nuevos cónyuges
ponen en práctica estos consejos, yo les auguro paz y tranquilidad en su hogar,
lo cual trascenderá a los nuevos seres, quienes tienen derecho a la Paz y al
Amor.
Afectuosamente y
pidiendo a Dios les colme de Gracia.
Sor
Clotilde García Espejel, E. D.