sábado, 16 de agosto de 2014

Espiritualidad y convivencia en el matrimonio.

NIHIL OBSTAT
Petrus Ma. Galván, M. J.
Censor.





IMPRIMATUR
Fr. Philipus a Jesu Cueto, O. F.M.
Episcopus Tlalnepantlanus.







A quienes han perdido la Esperanza,
ctimas de este mundo materialista;
A quienes aún conservan la Esperanza
a pesar del mundo que les rodea:
A quienes guardan el tesoro de la Esperanza Cristiana
y, mediante ella, orientan sus almas hacia Dios.


La Autora.





3a Edición.

Con licencia Eclesiástica.

© La autora se reserva todos los derechos.







ESPIRITUALIDAD Y CONVIVENCIA EN EL MATRIMONIO.


Por Sor Clotilde García Espejel, E.D.


Muy fácil es para los jóvenes pronunciar sin reflexión alguna: "si no me comprendo con mi pareja, me separo y rehago mi vida". ¡Eso es falso! ¡No saben lo que dicen!

La vida ha de ser una armónica unidad. Yo uso mucho las palabras unidad, armonía, equilibrio, etc. porque la propia experiencia, así como experiencias ajenas, me han enseñado que la felicidad, para la cual ha nacido el hombre está muy lejos de poseerse, si no reposan en el ser y en su desarrollo interno y externo, íntimo y en relación. La unidad y la armonía, de 10 cual resulta el equilibrio y del equilibrio la paz, proporciona toda felicidad. Esto, repito, 10 escribo no como una manifestación de conceptos, sino como una emanación consciente; responsable y convencida de mi propio yo. Estas ideas ocupan unos cuantos renglones, pero son. el 'trabajo de una vida que se sitúa sólidamente en su origen y apunta siempre en dirección a su único destino: el destino de la eterna felicidad.

Volviendo al principio y enlazando éste con los .conceptos de unidad, armonía y equilibrio, hago notar a todos los avocados al matrimonio, así como a los que ya lo han realizado, que no olviden las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre"; y es que está en la naturaleza íntima del hombre, la necesidad de esa indisolubilidad, y todo aquel que rompe con sus principios naturales, siempre se desliga de la verdadera felicidad. .

No confundamos placer con felicidad; el placer, aun el lícito, no es un estado, sino un hecho aislado y movible; la felicidad, en cambio, es un estado inconmovible del alma, que no se rompe con los vaivenes de la vida. Es un estado superior que se forja, .se construye, se conquista a base de esfuerzos, veracidad, renuncia y entrega.

Los cónyuges que llegan al divorcio, son gente equivocada

a) su equivocación suele darse en la elección:
b) así como en las relaciones humanas naturales, sin Dios; egoístas y subjetivas:
c) la peor de las equivocaciones es decidirse por la separación.

Y quien se equivoca y en lugar de retractarse y buscar medios para reconstruir la vida conyugal, sigue en su equivocación a su equivocación, indudablemente va lesionando su ser: de allí el cinismo, el despecho, la amargura, la vanidad y miles de bajas pasiones que descentran al ser y lo sumergen en el torbellino de la obscuridad y el desequilibrio.

Tanto para el hombre como para la mujer, tiene que ser más placentero el lograr la estabilidad en todos sus aspectos. La estabilidad espiritual, social, económica, etc. siempre enriquece y enaltece al individuo: por otro lado, la justificada sensación de triunfo, de ser capaz de retener a un ser y de despertar en él perpetua novedad, así como de encontrarla en ese mismo ser; supone cordura, extensión, profundidad, belleza interior y un cúmulo de riquezas espirituales que dan a la vida más vida y mayor seguridad.

Todo lo contrario sucede a aquellos que necesitan la variedad para poder ir saboreando su existencia superficial. Amén de la infamia de desestabilizar a los hijos y querer obligarlos a aceptar una vida anti-natural y anti-cristiana y con eso construir la ruina de esos nuevos seres que no tienen más culpa que el haber nacido de padres irresponsables.

Asimismo, .esas separaciones van haciendo una sociedad más relajada, más inmoral y más desequilibrada Ya que este  mal es un flujo y reflujo que nace de una sociedad sin Dios, sin reflexión sin responsabilidad, sin conciencia y que regresa a introducir miembros y costumbres más desintegrados, para surgir peor otra vez.

El remedio sería volver los ojos a Dios y acatar sus Mandamientos rechazando el prurito de que: "estos son otros tiempos". Es verdad; estamos en 1996: miseria por todas partes, fruto de la increíble carestía, y justo castigo de DIOS a una humanidad sin Él y terriblemente prostituida. La tecnología avanzadísima, la cultura y el arte en decadencia, las tierras abandonadas por los campesinos, todo mundo a las universidades, aunque no aprenda: la jerarquía de valores a la inversa: pocas vocaciones sacerdotales y religiosas porque escasean las familias morales, religiosas e integradas... ¡Claro que son otros tiempos!, pero no en el equivocado sentido en que lo dice el vulgo; ya que Dios, el hombre, la Ley - en su esencia - están inconmovibles. El que el hombre no tema a Dios y se haya hecho un dios a su manera, el que pisotee la Ley divina y natural, el que haya sobrepuesto su instinto animal a su realeza de ser hecho a imagen y semejanza de Dios y se haya degenerado, eso no manifiesta que la Ley Divina-Positiva y natural haya sufrido un cambio. El mismo Dios, el mismo hombre, la misma Ley; igual premio, igual castigo. Cuando Dios cambie y cambie la esencia del hombre y de la Ley, entonces creeré que ya se puede pecar y llamar bueno a lo malo y malo a lo bueno o sernos todo indiferente; y para ese entonces, veremos un burro cantando y un gallo rebuznando pero esperemos ese cambio para empezar a vivir, como vive hoy la mayoría: su propia religión, su dios acomodado, su "verdad", su vida... y finalmente será su condenación.

Entremos en la mansión de Dios y meditemos... Así, en la paz, recobremos el concepto, el sentido único de Dios, de la Moral, de la verdad, del Amor: y así en una realidad con Dios, el Dios de siempre, nos convertiremos y viviremos por El, con El y en El.

Los novios que después de haber prostituido el noviazgo, van rugiendo por la carne, programando a los hijos y buscando en todo la materia, y se desposan, no prolongarán su unión, y en caso de prolongarla, sus frutos serán muy amargos. Piensen en el Matrimonio con la certeza de que viene de Dios, va hacia Dios y los medios son del mismo Dios. ¡Quien de Él prescinde, se pierde!


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