martes, 19 de agosto de 2014

Espiritualidad y convivencia en el matrimonio (final).

3.-- Aceptación: Aceptación no quiere decir complicidad, consentimiento o pesimismo. La aceptación del cónyuge con todos los defectos y cualidades, vicios y virtudes, capacidades y limitaciones, consiste en considerar con sabiduría que se tiene enfrente a un ser humano capaz de hundirse o de elevarse; y así debe quererse, así debe amarse, ese es verdadero amor. Esa aceptación llega a convertirse en comprensión; comprensión que hará que por el cónyuge se trabaje incansablemente para ayudarlo en la superación de sus defectos: que se trabaje por la realización plena en aras de la felicidad.

4.-- Comprensión: diríamos que es la perfección de la aceptación, pues el que acepta sabe acomodarse, adaptarse, renunciarse en bien del esposo o esposa, siempre con el fin de elevarlo y de darle una vida llena de paz y seguridad, fundamentada en los verdaderos valores.

5.-- Respeto Mutuo:
a) El que sean esposos, y como se dice hoy vulgarmente "una pareja", no quiere decir nulidad de alguno de los dos; cada uno con su propia psicología, con sus propios valores, tendrá que enriquecer esa unión; por consiguiente, cada uno guardará su propia identidad como persona humana distinta e incomunicable;

b) Cuidado con la absorción, enemigo acérrimo de la libertad del hombre y del desarrollo de la persona humana. Absorción malsana que olvida que su cónyuge tiene libre albedrío y un crecimiento propio. Deben identificarse pero no imponerse.

c) muerte a una servil dependencia; la elevación del hombre, el encuentro sorprendente con su yo, su realización plena, absoluta sólo se alcanza sin serviles dependencias: sin someterse a un hombre tirano o a una mujer mandona y dominante. Toda dependencia ha de ser legítima, concorde, humana, consciente, necesaria; el ignorante, el cobarde, el flojo sentimental, el inmaduro, además de no dejar crecer ni madurar su personalidad, se convierte en maniquí de un absolutista o de una estatua absorbente.

d) Así como no se ha de ser servil, tampoco un irresponsable libertino, pues una cosa es que ambos cónyuges se ayuden a crecer individualmente y respeten su intimidad, y otra es el libertinaje de los hombres que olvidan sus responsabilidades creyendo que aún son solteros o portándose como tales; o de las mujeres insulsas y ligeras que, creyéndose "liberadas", cometen en nombre de la estúpida "liberación femenina" las más atroces irresponsabilidades.

e) No han de gastarse bromas ofensivas, de mal gusto o morbosas: recuerden que están en un hogar y no en un burdel. Ninguna demostración pública que ofenda al pudor o escandalice.

f) Si desgraciadamente llegaran a reñir, no usen palabras hirientes u ofensivas, las cuales sólo van zanjando distancias y engendrando resentimientos.

g) Nunca ofendan a los familiares del cónyuge, pues eso además de ser corriente, es muy peligroso con respecto a las relaciones de ambos. A la familia se le respeta, pues el compromiso ha sido pactado voluntariamente entre ambos cónyuges solos.

6.-- Unificación de ideales: No imposición, sino unificación en los anhelos de cómo educar a los hijos, cómo lograr una vida más estable y mejor, cómo llegar a ser mejores cristianos, cómo practicar el amor en los hijos y cómo enseñarlos a amar.

7.-- Diálogo: El diálogo bien realizado solucionaría muchos problemas surgidos en el ambiente familiar.

Para el diálogo se necesita ir sin prevenciones, sin deseos de imponer el propio criterio, dispuestos a ceder si es necesario; el único afán que ha de animarlo ha de ser el descubrir la verdad, poner en claro todo y llegar a un arreglo. Porque si se cree que el diálogo sirve para que vean que yo tenía razón", o bien, para discutir y triunfar sean cuales fueren las circunstancias, no se llegará a ningún arreglo. Deben exponerse razones, nunca respirar ofensas u objeciones; siempre en privado, sin enterar a los circunstantes, ni mucho menos escandalizar a los hijos.

8.-- Entender juntos que la autenticidad del amor tiene su propia esencia y que no ha de fincarse en el sexo, ni en la juventud, ni en la belleza; porque además de que todo esto, solo es algo complementario en el ser humano, no hay que olvidar que todo se termina y demuestra su vanidad. En cambio, si el hombre sabe regir su vida y sublimarla con la abnegación y la virtud, a medida que van pasando los años irá adquiriendo interiormente mayor belleza con la experiencia y las buenas obras, ya que el alma virtuosa rejuvenece con los años, mientras que el cuerpo envejece.

9.-- La Familia de ambos en las Relaciones Humanas de los Matrimonios.

a) Se debe amar y respetar.

b) Si los padres son ancianos o personas realmente necesitadas, es obligación amorosa de los hijos el ayudarlas de la manera que las circunstancias lo pidan y de apoyarlos moral y afectivamente.

c) Y, aunque no necesiten ayuda económica ni otros cuidados, el haberse desposado no es motivo para olvidarlos y tal vez hasta despreciarlos.

d) Recuerden que también ustedes llegarán a viejos y entonces, del mismo modo, necesitarán por lo menos del afecto y comprensión que esa edad pide y que a veces tristemente tienen que implorar porque los hijos son muy ingratos.

e) El quererlos, el cuidarlos, no ha de ser sólo pretexto para olvidar sus obligaciones conyugales o para establecer divisiones.

f) Los padres en el sitio de honor que merecen, y el cónyuge en otro sitio, el cual aunque diferente, ha de ser sublime.

g) No obliguen con palabras, actitudes o astucias al cónyuge a dividirse de sus padres y familiares. Del seno de una familia lo extrajeron y ese origen debe respetarse.

h) Pero hay que procurar que los familiares no intervengan ni en las diferencias, pleitos o elecciones de los esposos. Escuchar las sugerencias, los consejos, pero jamás admitir que tomen partido o den disposiciones.

i) Este es un nuevo hogar y aunque no puede desconocerse la raíz, este hogar es un tronco distinto con otras ramas.

Si los nuevos cónyuges ponen en práctica estos consejos, yo les auguro paz y tranquilidad en su hogar, lo cual trascenderá a los nuevos seres, quienes tienen derecho a la Paz y al Amor.

Afectuosamente y pidiendo a Dios les colme de Gracia.


Sor Clotilde García Espejel, E. D.

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