Santo Tomás
"Ya tiene prohibido el Señor que
nadie ofenda a su prójimo de obra; ahora preceptúa que tampoco se le ofenda de
palabra, o sea: 'No levantarás falso testimonio contra tu prójimo'. Ahora bien,
esto puede ser de dos maneras: o en un proceso, o en la
conversación
corriente".
En un proceso, de tres maneras, según
lo que tres personas pueden obrar contra este precepto.
La primera persona, acusando
falsamente: "No seas calumniador ni chismoso entre el pueblo". (Lev.19,6).
Y observa que así como no debes decir falsedad,
tampoco debes callar la verdad. "Si tu hermano pecare contra ti, ve y
repréndele" (Mat. 18, 15).
También la persona del que testifica
mintiendo "El testigo falso no quedará impune". (Prov. 19,5).
En efecto, este precepto incluye todos
los precedentes, porque eso tal a veces es homicida, a veces ladrón, etc. Y
éstos deben ser castigados con la pena de la que se dice: "Si después de
una escrupulosa investigación, averiguasen que el falso testigo ha dicho
mentira contra su hermano, le harán a él lo que él pensaba que se le hiciera a
su hermano ... No te compadecerás de él, sino que le exigirás vida por vida,
ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie". (Deut. 19,
18, 19). "El hombre que rinde falso testimonio contra su prójimo es un
dardo, una espada y aguda saeta" (Prov. 25, 18)
También la persona del juez que
sentencia injustamente; "No juzgarás injustamente. No tengas miramiento
con la persona del pobre, ni honres la cara del poderoso. Juzga a tu prójimo
con justicia". (Lev. 19,15).
En la conversación ordinaria suelen
pecar contra este precepto cinco clases de hombres.
A saber, los detractores; "Los
detractores le son odiosos a Dios" (Rom. 1,30). En efecto, dice que "le
son odiosos a Dios" porque nada aprecia tanto el hombre como su
reputación; ''Vale más el buen nombre que los perfumes preciosos" (Ecle.
7,2) ''Vale más el buen nombre que muchas riquezas" (Prov. 22,1).
Pues bien, eso lo arrebatan los
detractores: "El que ocultamente habla mal, no hace menos daño que la
serpiente que muerde sin hacer ruido"(Ecle. 1O, 11). Por lo cual si no
restituyen la fama, no pueden salvarse.
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