Aunque son varios los aspectos
enunciados del Octavo Mandamiento, y varios entre ellos los que se involucran
en la detracción, calumnia y falso testimonio. Hoy solo hablaremos de la
mentira, la detracción, la susurración, la calumnia y el falso testimonio.
La mentira que es desviación de la
verdad es muy perjudicial, tanto para el que miente, como para el o lo que
pudiera salir afectado. La mentira es raíz de toda falsedad pues el mentiroso
dice lo contrario de lo que piensa y siente, pues hay una inadecuación entre lo
pensado y lo expresado. Por ello la malicia de la mentira es ser
intrínsecamente
mala,
esto quiere decir que nunca la mentira es buena.
No es buena pues es la oposición a Dios
que es la misma VERDAD, y si Dios ve nuestros pensamientos y la inconformidad
con nuestros términos, se ofende, pues ama la verdad y odia la mentira.
La mentira es dañina a la sociedad, a
las relaciones humanas, rompe con la seguridad cobrando desconfianza.
Pero el mentiroso no sale ileso: aparte
de ofender a Dios y provocar su desaprobación, no lleva buenas relaciones
humanas y pierde su propia identidad. Sufre, por tanto, un desajuste
psicológico que de una u otra manera lo conduce a la irrealidad.
¡Justo
castigo!
Oigamos a la Sagrada Escritura:
"Huye de la mentira" (Éxodo XIII-7); "No mentiréis y ninguno engañará
a su prójimo" (Lev. XIX, 11); "No mintáis los unos a los otros.
(Colo. III, 9).
La mentira pide otras para sostener la
primera, por tanto se hace un vicio.
Y es precisamente el mentiroso el que
llega a la calumnia y el falso testimonio. Pues el hombre o sube o baja. De la
costumbre de mentir es fácil llegar a la calumnia.
El susurrador o la susurradora son
personas perversas, inspiradas de Satán que no sólo es el Padre de la mentira,
sino también el maestro de la división. Dividir a base de chismes, de
calumnias, picando a unos y a otros, habla de una vulgaridad sin límite y de un
corazón nauseabundo, que no conoce la gracia de Dios.
Como la detracción, la calumnia y el
falso testimonio atacan directamente a la fama del prójimo, hablaremos sobre la
fama:
"Entendemos por fama la buena o
mala opinión que se tiene de una persona. Es un derecho humano del todo pleno
al reclamar su buena fama, puesto que la dignidad natural del ser racional, que
fue creado a imagen y semejanza de Dios, tiene derecho a su buen nombre":
"Todo hombre y toda mujer por mas insignificante que parezca tiene en sí
una
nobleza inviolable, que ellos mismos y los demás deben respetar y hacer
respetar sin
condiciones:
que toda vida humana merece por sí misma, en cualquier circunstancia, su
dignificación
(...) a reivindicar tal dignidad nos mueve la Revelación contenida en el
mensaje
y la Persona misma de Jesucristo" (III Cfr. Celam., Pue.).
Desde luego, que el que por sí mismo,
por su conducta pública y escandalosa pierde su fama, no tiene derecho a
reclamarla.
"Si todos tenemos derecho a
defender nuestra cartera de los ladrones, cuánto más derecho nos asiste de
impedir que nos lesionen la buena fama. A ese ladrón cuya lengua nos la ha
robado, se le califica de "infame" Tal es su nombre. Hasta el Código
penal clasifica al infamador o difamador, entre otros los delincuentes
comunes" (Emma Godoy).
"La difamación es quitar la
reputación a los otros, perjudicando su honor"
"El honor consiste en que otro
hable o piense bien de nosotros. La reputación vale mucho más que muchos
tesoros. Es uno de los talentos que Dios nos ha confiado. Debemos respetarla en el prójimo y defenderla
en nosotros. Los primeros cristianos,
acusados
de imaginarios delitos: por los paganos, se defendieron con vigorosas
apologías.
El
mismo Jesús se defendió contra las acusaciones de los fariseos. Sin embargo, al
defendernos
hemos de hacerlo con valentía, pero sin perder el juicio, la prudencia o el
recato;
y en el caso de que la defensa no sea exitosa recordar las palabras de Jesús:
"DICHOSOS SEREIS CUANDO LOS HOMBRES
POR MI CAUSA OS MALDIJEREN Y OS
PERSIGUIEREN
... PORQUE ES MUY GRANDE LA RECOMPENSA QUE OS AGUARDA EN LOS
CIELOS"
(MATEO V, 11,12) Párrafo sacado del libro Religión y Moral de Julio Bonatto
(Algunas
Bienaventuranzas).
Tanto la detracción o maledicencia,
como la calumnia y el falso testimonio atentan contra la fama del individuo;
por tanto, son pecados muy graves. Quizá para unos es peor que quitarles la
misma vida, pues cuántas veces el pobre difamado, -si no tiene consistencia
social- se derrumba, porque ya nadie cree en él; si no tiene aprecio familiar
se queda sólo y si no es lo suficientemente valiente puede llegar al vicio o al
suicidio al ver su vida deshecha por la maldad de las lenguas viperinas.
El castigo para el detractor y
calumniador será muy severo en esta vida, quizá llegando a la desesperación, al
vacío o a la locura y en la otra vida el infierno eterno.
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