martes, 24 de marzo de 2015

Muerte y Castigo del Calumniador(cont.)

El que injustamente lesiona la fama del prójimo, tiene obligación de repararla cuanto antes y de reparar igualmente los daños que por esa infamia hayan venido. Y el
fundamento de esta reparación es común al de todas las lesiones de justicia: HAY QUE
RESTITUIRLE AL PRÓJIMO LO QUE LE FUE ARREBATADO INJUSTAMENTE, BAJO SENTENCIA
DE NO SER PERDONADO PARA LA VIDA ETERNA.

Tratándose de una calumnia, no hay otra solución que desdecirse de ella, aunque en esta confesión pierda la fama el calumniador (bueno y justo castigo, para quien sin piedad destruye el honor del prójimo).

Mas no sólo falta al Octavo Mandamiento con la palabra y la mente, pues también con el oído. Escuchar con gusto la calumnia y la difamación, aunque no se pronuncia ninguna palabra, fomenta la difusión de murmuraciones maliciosas y de calumnias, cooperando con su participación aparentemente pasiva al pecado ajeno. "La caridad nos obliga a defender la reputación del prójimo. Por consiguiente, posa aquel que escucha la murmuración o la calumnia: son los oyentes morbosos y poco caritativos, los que hacen
a los perversos murmuradores" (P. H. Hillare).

Y el que come honra sagrada revienta: Pobre de aquel o aquella que no conforme con difamar a las personas seglares, se atreve a lesionar el honor de religiosa y sacerdote, pues allí, de manera especial toma Dios la defensa.

"No levantarás falso testimonio contra tu prójimo" (Éxodo 20, 16).

Sobre este Mandamiento expondré la Doctrina de Santo Tomás, fundamento irrefutable de la Doctrina Católica. Santo Tomás, el Doctor Angélico de ayer, de hoy y de siempre.
Haciendo la justa aclaración de que este libro sobre los Mandamientos de Santo Tomás de Aquino, debe la traducción del Latín al Español, al Señor Licenciado Salvador Abascal. (Editorial Tradición).
He querido presentar los conceptos de Santo Tomás textualmente, sin comentarios, como una manifestación de que es la Santa Madre Iglesia Católica la que apoya mis breves comentarios sobre este Mandamiento.

"Un Nuevo Mandamiento os doy: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado".


No podemos creer que alguien se precie siquiera de ser mediano católico; si no cumple este Mandamiento, si se atreve a atacar lo más respetado del hombre, que es su fama, por tanto, quien por amargura, despecho, malsana envidia, cruel perversidad ataca el honor, el prestigio del prójimo, no cumple ese "Nuevo Mandamiento" ni otros más, y, por tanto, se concluye que no es cristiano: si mucho, un mediocre bautizado

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