El Árbol de la Educación.
Por Sor Clotilde García Espejel.
La obra más olvidada, confundida y falseada, tanto en lo
especulativo como en lo práctico, es la imprescindible ¨Obra de la Educación¨.
Con múltiples pretextos, entre ellos una dolosa y malsana
comprensión, se ha permitido al educando desarrollar más el instinto que toda
su potencialidad superior. Uno de los pretextos más sofísticos y engañosos,
para no educar, es el falaz respeto a la libertad del educando.
Se ha interpretado que el adiestramiento, el tecnologismo, la
instrucción escolar que, además es deficiente y limitada, es igual que la
educación; cuando solo es parte de la misma. La urbanidad, elemento que matiza
y embellece la educación, está sepultada, considerada como uno de tantos tabúes
que obstaculizan la ¨realización¨ del hombre.
Además, a los educadores ya no les importa educar: los padres de familia que es a quienes
compete esencial y primariamente la educación, han perdido no sólo el sentido,
sino el interés por el cultivo auténtico de los hijos. Es demasiado trabajo
educar hijos, cuando el mundo ofrece un sinfín de placeres y satisfacciones.
Los maestros: nombre, profesión, misión, destino
incomparable, pero que ya es de gran tamaño para los profesores de hoy que, o
sólo se dedican a sus materias, o ni eso, sino simplemente a dejar pasar el
tiempo. Amén de otros muchos que, integrados a la educación, han olvidado su
deber y dejan que el mundo camine ¨libremente¨ hacia equivocada meta.
No se reflexiona que la educación es la obra más hermosa, más
sublime, necesaria e imprescindible:
Es la más hermosa porque tiene como objeto al hombre que es educado por el
mismo hombre. El hombre, creado a imagen y semejanza del mismo Dios, constituye
lo más bello de la creación: ¨lo hiciste poco menor que los Angeles¨
(SalmoVIII,6).
Es lo más sublime,
porque su fin no se entierra en el tiempo, sino trasciende a la eternidad. Al
hombre ha de transformarse, mediante la educación, para que camine en derechura
al Cielo.
Es imprescindible, pues el hombre, creatura de Dios, ha de llegar a su Creador
realizando la voluntad divina, que quiere que, con la gracia alcance su
perfección y esa perfección ha de realizarse con el auxilio de la educación
humana y cristiana. El hombre tiene mucho que vencer, pues está herido de la
concupiscencia por el pecado original. El ser humano tiene, necesariamente, que
sufrir modificaciones, aprendiendo, corrigiéndose, enderezándose y, esto lo
logra la educación.
Es Necesaria: imposible una sociedad justa, armónica, en paz, sin una
verdadera y esencial educación.
Es Universal, ya que es para todo hombre y de todo el hombre, desde el
principio del tiempo, hasta el fin del mismo.
¨Educar es sanar, desenvolver, dignificar, redimir, salvar.
Siendo esto así, ¿Dónde habrá cosa que más valga? ¿Qué oficio, que profesión,
que servicio más grato a Dios y más útil para los hombres puede haber que el
del educador, y sobre todo si es cristiano? Salvar almas y cuerpos, hombres y
pueblos, ¿Dónde cabe una misión más alta? ¿No será la educación la obra de
caridad y humanidad más sublime, el pensamiento más elevado que puede germinar
en un cerebro, el sentimiento más noble y benéfico de un corazón humano, la
obra más trascendental de política que cabe en un estadista honrado y la
preocupación más santa de un padre, de un sacerdote y de un maestro? La
educación, tomada en el más amplio, noble y levantado sentido de la palabra es
como una segunda creación, en cuanto completa y perfecciona la obra de la
creación primera, deteriorada por el pecado. (Andrés Manjón ¨Hojas del Ave
María¨)
¡Ay…Ay de aquellos que tuercen la educación y la falsifican
con fines perversos! ¡Pobres de aquellos que en lugar de conducir a los
educandos por el camino excelso, los corrompen, los escandalizan y los pierden!
Ya hablaremos a su tiempo, en los próximos artículos, de estos criminales de la
educación.
¨Educar es dar al cuerpo y al alma la belleza de que son
susceptibles¨ (Platón) Con la seguridad de que en el próximo articulo
expondremos, con amplitud, qué es la educación, quisiera analizar someramente
esta preciosa definición del gran Filósofo griego:
¨Educar es dar al cuerpo y al alma¨ el hombre no es
solo materia, ni únicamente espíritu, es un ser en quien la materia y el
espíritu unidos substancialmente conforman a la creatura racional, cuya vida no
es sólo como la de los vegetales, vegetativa, ni exclusivamente sensitiva, como
la de los animales; no; el hombre tiene una vida racional en la cual se
integran armónicamente, la vida vegetativa y la vida sensitiva; pero
indudablemente que si hablamos de armonía, es porque cada una guarda su lugar y
siempre en dependencia de la vida racional, que ha de conservarlas bajo su
propio control y dominio para que sea ejemplar unidad. El cuerpo con sus
instintos ha de estar sujeto a la razón. Pero ese ser racional, cuya alma está
hecha a imagen y semejanza de Dios, no solo tiene una vida natural, pues el
alma posee un destino superior a la razón, que es la vida sobrenatural de la
gracia, vida divina que es fundamento de perfección y, al mismo tiempo,
conformación y matiz del hombre. Vida que lo hace vivir en el tiempo adecuadamente
y lo encamina hacia la única y verdadera vida que es el Cielo.
¨La belleza de que son susceptibles¨: en lo particular,
conducir a los educandos en su formación y respetando al mismo tiempo, su
propio temperamento, sus peculiaridades, su íntima forma de ser y sentir; así
como la vocación especial que Dios le ha designado en esta vida, como medio
para la vida eterna. Pero, decir respetar, quiere decir, no destruir, no
romper; pero no indica aceptación, disimulo y adecuación a los defectos y limitaciones
del educando, pues eso ya no es educar. En lo universal, tomar en cuenta que no
estamos educando a seres puramente racionales, sino a creaturas de Dios, que
tienen un destino universal en el más allá, que son los Cielos Eternos.
Formemos, no deformemos, y formemos no solo hombres de bien;
sino caballeros cristianos, cuya mirada se proyecte a horizontes infinitos, sin
olvidar que se vive en el destierro.
Estos artículos se continuarán. Procuraré resumir mi ¨Libro¨:
¨El Árbol de la Educación¨. Advirtiéndoles, que entre este escrito y el
siguiente, me permitiré exponer algo sobre el ¨Homosexualismo¨.
Sor Clotilde García Espejel.
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