EL MATRIMONIO
CRISTIANO.
CASTI
CONNUBII
LA PIEDAD NECESARIA.
105.
– Luego si de ninguna manera se pueden refrenar como se quieren estos ímpetus
indomables, si el alma primero no rinde humilde obsequio de piedad y reverencia
a su Creador, es, ante todo, y muy necesario, que quienes se unen con el vínculo
santo del matrimonio estén animados de una piedad íntima y sólida hacia Dios,
la cual informe toda su vida y llene su inteligencia y su voluntad de acatamiento
profundo para con su Majestad Infinita.
DEBER DE LOS PASTORES DE ALMAS.
106.
– Obran, pues, con entera rectitud y del todo conforme a las normas del sentido
cristiano los pastores de las almas que, para que no se aparten en el
matrimonio de la divina ley, exhortan en primer lugar a los cónyuges a los
ejercicios de piedad, a entregarse por completo a Dios, a implorar su ayuda
continuamente, a frecuentar los sacramentos, a manera de fomentar siempre y en
todas las cosas una devota sumisión a Dios.
NO BASTAN LOS MEDIOS NATURALES.
107.
– Se engañan en absoluto los que creen que, posponiendo o menospreciando los
medios que exceden a la naturaleza, pueden inducir a los hombres a imponer su
freno a los apetitos de la carne con el empleo y los inventos de las ciencias
naturales (como son biología, la ciencia de la transmisión hereditaria y otras
similares). Lo cual no quiere decir que se han de tener en poco los medios
naturales que no sean deshonestos, porque uno mismo es el autor de la
Naturaleza y de la gracia, Dios, el cual ha destinado los bienes de ambos órdenes
para uso y utilidad de los hombres. Pueden y deben, por lo tanto, los fieles
ayudarse también de los medios naturales. Pero yerran los que opinan que bastan
los mismos para afianzar la castidad del estado conyugal o les atribuyen más
eficacia que al socorro de la gracia sobrenatural.
LAS LEYES DEL MATRIMONIO CRISTIANO.
108.
– Esta conformidad de las nupcias y de las costumbres con las leyes del
matrimonio, sin la cual no pueden ser eficaz su restauración, supone que todos
pueden discernir con facilidad, con firme certeza y sin mezcla de error, cuáles
son esas leyes. Ahora bien; no hay quien no vea a cuántos sofismas se abriría
camino y cuántos errores se mezclarían con la verdad revelada. Y si esto vale
para muchas otras verdades del orden moral, particularmente se ha de tener en
cuenta en lo que se refiere al matrimonio, donde el deleite libidinoso fácilmente
puede abrirse paso en la frágil naturaleza engañándola y seduciéndola; y esto
tanto más cuanto que, para observar la ley divina, los esposos han de hacer a
veces sacrificios difíciles y duraderos, de los cuales se sirve el hombre frágil,
según consta por la experiencia, como de otros tantos argumentos para excusarse
de cumplir la ley divina.
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