ERRORES
MODERNOS.
(Encíclica “Humani
Generis”)
Pío XII
39.
– Del mismo modo que en las ciencias biológicas y antropológicas, hay algunos
que también en las históricas traspasan audazmente los límites y las cautelas
establecidos por la Iglesia. Y de un modo particular es deplorable el modo
extraordinariamente libre de interpretar los libros históricos del Antiguo
Testamento. Los fautores de esta tendencia, para defender su causa, invocan
indebidamente la Carta que no se hace mucho tiempo la Comisión Pontificia para
los Estudios Bíblicos envió al arzobispo de parís. Esta carta advierte
claramente que los once primeros capítulos del Génesis, aunque propiamente no
concuerdan con el método histórico usado por los eximios historiadores
grecolatinos y modernos, no obstante pertenecen al género histórico en un
sentido verdadero, que los exégetas han de investigar y precisar; y aunque los
mismos capítulos con estilo sencillo y figurado, acomodado a la mente del
pueblo poco culto, contienen las verdades principales y fundamentales en que se
apoya nuestra propia salvación, y también una descripción popular del origen
del género humano y del pueblo escogido. Más si los antiguos hagiógrafos
tomaron algo de las tradiciones populares (lo cual puede ciertamente
concederse), nunca hay que olvidar que ellos obraron así ayudados por el soplo
de la divina inspiración, la cual los hacía inmunes de todo error al elegir y
juzgar aquellos documentos.
40. –
Empero lo que se insertó en la Sagrada Escritura, sacándolo de las narraciones
populares, en modo alguno debe compararse con las mitologías u otras
narraciones de tal género, las cuales más proceden de una ilimitada imaginación
que de aquel amor a la simplicidad y a la verdad, que tanto resplandece aun en
los libros del Antiguo Testamento, hasta el punto que nuestros hagiógrafos
deben ser tenidos en esta parte como claramente superiores a los antiguos
escritores profanos.
41. –
Sabemos, es verdad, que la mayoría de los doctores católicos que con sumo fruto
trabajan en las universidades, en los seminarios y en los colegios religiosos,
están muy lejos de estos errores que hoy abierta u ocultamente se divulgan o
por cierto afán de novedades o por un inmoderado deseo de apostolado. Pero sabemos
también que tales nuevas opiniones pueden atraer a los incautos, y por lo mismo
preferimos oponernos a los comienzos que no ofrecer un remedio a una
enfermedad.
42. –
Por lo cual, después de meditarlo y considéralo largamente delante del Señor,
para no faltar a Nuestro sagrado deber, mandamos a los Obispos y a los
Superiores religiosos, onerando gravísimamente sus conciencias, que con la
mayor diligencia procuren que ni en las clases, ni en las reuniones, ni en
escritos de ningún género, se expongan tales opiniones en modo algunos ni a los
clérigos ni a los fieles cristianos.
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