sábado, 3 de junio de 2017




NACE LA IGLESIA
Hechos 2:1-47.







         Llegó el día de Pentecostés. Los creyentes de reunieron aquel día escucharon de pronto en el cielo un estruendo semejante al de un vendaval, que hacía retumbar la casa en la que estaban congregados. Acto seguido aparecieron las llamas o lengüetas de fuego que se les fueron posando en la cabeza. Entonces cada uno de los presentes quedó lleno del Espíritu Santo y empezó a hablar en idiomas que no conocían, pero que el Espíritu Santo les permitía articular.

         Al escuchar el estruendo que se producía sobre la casa, multitudes de personas corrieron a ver qué sucedía, y los extranjeros se quedaron pasmados al oír el idioma de sus respectivos países en la boca de los discípulos.

         - ¿Qué significará esto? - se preguntaban algunos atónitos y perplejos.
         Entonces Pedro se puso en pie con los once apóstoles y pidió la palabra: - ¡Escúchenme bien, visitantes y residentes de Jerusalén! Como ustedes bien saben, Dios respaldó a Jesús de Nazaret con los milagros prodigiosos que realizó a través de Él. Pero, de acuerdo al plan que ya se tenía trazado, permitió primero que ustedes lo clavaran en la cruz y lo asesinaran por mediación del gobierno romano, pero luego lo soltó de los horrores de la muerte y le devolvió la vida. Nosotros mismos somos testigos de que Jesús se levantó de la muerte, y está en el cielo sentado en el trono junto a Dios.

         Luego tal como lo prometiera, el Padre envió al Espíritu Santo, lo cual trajo como resultado lo que ustedes han visto y escuchado. Por lo tanto, ciudadanos de Israel, declaro que Dios ha hecho Señor y Cristo al Jesús que ustedes crucificaron.

         Aquellas palabras de Pedro los conmovieron tan profundamente que le dijeron a Pedro y los demás apóstoles: -Hermanos, ¿qué haremos? -

         -Cada uno de ustedes tiene que, arrepentidos, darle las espaldas al pecado -les respondió Pedro-, regresar a Dios y bautizarse en el nombre de Jesucristo, si desea alcanzar el perdón de los pecados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo.

         Los que creyeron sus palabras, unos tres mil en total, se bautizaron y se unieron a los demás creyentes que se congregaban regularmente. Todos los días adoraban juntos en el templo; luego se reunían en pequeños grupos para celebrar la comunión en diferentes hogares, compartir los alimentos con profundo regocijo y gratitud, y alabar a Dios…. Y todos los días el Señor añadía al grupo los que habían de ser salvos.

         Tomado del Libro de: Hechos del Espíritu Santo, distribuido por la Biblioteca Mexicana del Hogar.


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