miércoles, 6 de septiembre de 2017

"Didaché ó La Doctrina de los doce Apóstoles: Quiénes lo siguen, Vía media y El Bautismo"




DIDACHÉ
O
LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Padres apostólicos I





Quiénes lo siguen     Este camino siguen los perseguidores de los buenos, los aborrecedores de la verdad, los amadores de la mentira, los que no conocen el galardón de la justicia, los que no se adhieren al bien ni al recto juicio, los que vigilan y no para el bien, sino para el mal.

Síguenlo otros sí aquellos de quienes está lejos la mansedumbre y la paciencia, los amadores de la vanidad, los que sólo buscan su recompensa, los que no se compadecen del pobre, los que no trabajan por el atribulado, los que no reconocen a su Creador, los matadores de sus hijos, los destructores de la imagen de Dios, los que arrojan de sí al necesitado, los que oprimen al atribulado, los abogados de los ricos, los jueces inicuos de los pobres, los pecadores en todo.

Aparatos, hijos, de todas estas cosas (16).

VI. – Vía media.          Vigila para que nadie te extravíe de este camino de la Doctrina, pues te enseña fuera de Dios. Porque si, en efecto, puedes llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto; más si no puedes todo, haz aquello que puedas.

Respecto de la comida, guarda lo que puedas; más de lo sacrificado a los dioses, abstente enteramente, pues es culto de dioses muertos (17).

VII. – El Bautismo      Respecto del bautismo, bautizad de esta manera.
Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, en agua viva.

Sino tienes agua viva bautiza con otra agua.
Si no puede hacerlo con agua fría, hazlo con caliente.
Si no tuvieres ni una ni otra, derrama tres veces agua sobre la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Antes del bautismo, ayune el que bautiza y el bautizado, y algunos otros, si pueden. Al bautizando le mandarás ayunar uno o dos días antes (18).


(16) En el camino de la muerte se enumeran veintidós vicios y se cuentan dieciocho seguidores de ellos. Se trata, evidentemente, de un cuadro del mundo pagano tomado de la realidad circundante, contra la que el cristiano de los primeros siglos -exactamente igual que el cristiano de ahora- tenía y tiene que luchar para mantenerse a la altura de su ideal de santidad y perfección evangélica. El autor de la Didaché nos hace recordar aquí, aun sin dependencia literal, quizá si literaria, el cuadro trazado de mano maestra por San Pablo en Rom. I, 24-32. Nótese, por lo demás, la brevedad con que se describe el camino de la muerte o del pecado, porque en la vida cristiana lo interesante no es conocer el mal, sino practicar el bien.

(17) Este capítulo es una especie de apéndice a la doctrina de los dos caminos. Ante todo, un aviso para estar en guardia contra quienquiera enseñe nada que extravíe al bautizado de este camino, pues será doctrina “fuera de Dios”. Los dos puntos que siguen ya no son de absoluta obligación a todo cristiano. “El yugo del Señor”, expresión con que Jesús mismo designa toda su enseñanza o seguimiento, llamándole ligero (Mt. II, 30), parece restringirse aquí a un punto particular de perfección evangélica, que bien pudiera ser la continencia perfecta. El autor no la impone como conditio sine qua non para pertenecer a los santos, es decir, a la Iglesia de Dios. Libre es también el cristiano en seguir o no ciertas prescripciones, sobre alimentos que, algunos propagarían como perfección, por ejemplo, la abstinencia de carne. En cambio, es categórica la prohibición sobre los idolothyta, más rigurosa que en el mismo apóstol San Pablo. La prohibición del concilio de Jerusalén (Act. XV, 29) conserva también un como horror judío atávico a todo lo relacionado con los “dioses muertos”.

(18) Los capítulos siguientes VII-X que nos da el más antiguo esbozo de liturgia cristiana, son, naturalmente, dentro de la Didaché, específicamente cristianos. La primera parte de la Didaché, la doctrina de los dos caminos era preparación para el bautismo, y así se enlaza una parte con otra. El bautismo se administra con la fórmula trinitaria de Mt. XXVIII, 19, y si la misma Didaché habla en IX, 5 del bautismo “en el nombre del Señor”, no se trata de otra fórmula, como tampoco cuando en los escritos apostólicos se habla del bautismo “en el nombre de Jesús”, sino de un modo general de denominar el bautismo cristiano en contraposición con los lavatorios de judíos y gentiles. El agua que ha de usarse para el bautismo ha de ser agua “viva”, es decir, corriente, pues, según las ideas de los orientales, el agua estancada no era propia para la purificación. Sin embargo, se permite otra clase de agua. La forma de bautizar era corrientemente la inmersión, y en ello veía la primitiva cristiandad un símbolo de la consepultara y conrresurrección con Jesucristo, según las ideas paulinas. Se ve, sin embargo, que en casos de escasez de agua (se trata de tierra seca, por ejemplo, Siria o Palestina) se admite también el bautismo por infusión, que es actualmente el único usado en la Iglesia latina. Véase, no obstante, lo que dice RitualeRomanun, (Título II, cap. I, 10): “Licet bautismus conferri valide possit aut per infusionem aquae aut per inmersionem aut per aspersionem; primus temen vel secundus aut mixtus ex utroque, qui magis si: in uso pro Ecclesiarum consuetudine retineaut.” Finalmente, el ayuno que precede al bautismo, en que toma parte la comunidad, indica la solidaridad de ésta con el bautizado.


VERSIÓN Y NOTAS
POR EL
RVDO. P. DANIEL RUIZ BUENO C. M. E.
Catedrático de Lengua Griega.


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