DIDACHÉ
O
LA
DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Padres apostólicos I
Padres apostólicos I
Quiénes lo siguen Este camino siguen los
perseguidores de los buenos, los aborrecedores de la verdad, los amadores de la
mentira, los que no conocen el galardón de la justicia, los que no se adhieren
al bien ni al recto juicio, los que vigilan y no para el bien, sino para el
mal.
Síguenlo otros sí aquellos de quienes está lejos la
mansedumbre y la paciencia, los amadores de la vanidad, los que sólo buscan su
recompensa, los que no se compadecen del pobre, los que no trabajan por el
atribulado, los que no reconocen a su Creador, los matadores de sus hijos, los
destructores de la imagen de Dios, los que arrojan de sí al necesitado, los que
oprimen al atribulado, los abogados de los ricos, los jueces inicuos de los
pobres, los pecadores en todo.
Aparatos, hijos, de todas estas cosas (16).
VI. – Vía media. Vigila para que nadie
te extravíe de este camino de la Doctrina,
pues te enseña fuera de Dios. Porque si, en efecto, puedes llevar todo el yugo del
Señor, serás perfecto; más si no puedes todo, haz aquello que puedas.
Respecto de la comida, guarda lo que puedas; más de lo
sacrificado a los dioses, abstente enteramente, pues es culto de dioses muertos
(17).
VII.
– El Bautismo Respecto del bautismo, bautizad de esta manera.
Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, en agua viva.
Sino tienes agua viva bautiza con otra agua.
Si no puede hacerlo con agua fría, hazlo con caliente.
Si no tuvieres ni una ni otra, derrama tres veces agua
sobre la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Antes del bautismo, ayune el que bautiza y el bautizado, y
algunos otros, si pueden. Al bautizando le mandarás ayunar uno o dos días antes
(18).
(16) En el camino de la muerte se enumeran veintidós vicios
y se cuentan dieciocho seguidores de ellos. Se trata, evidentemente, de un
cuadro del mundo pagano tomado de la realidad circundante, contra la que el
cristiano de los primeros siglos -exactamente igual que el cristiano de ahora-
tenía y tiene que luchar para mantenerse a la altura de su ideal de santidad y
perfección evangélica. El autor de la Didaché
nos hace recordar aquí, aun sin dependencia literal, quizá si literaria, el
cuadro trazado de mano maestra por San Pablo en Rom. I, 24-32. Nótese, por lo
demás, la brevedad con que se describe el camino de la muerte o del pecado,
porque en la vida cristiana lo interesante no es conocer el mal, sino practicar
el bien.
(17) Este capítulo es una especie de apéndice a la doctrina
de los dos caminos. Ante todo, un aviso para estar en guardia contra
quienquiera enseñe nada que extravíe al bautizado de este camino, pues será
doctrina “fuera de Dios”. Los dos puntos que siguen ya no son de absoluta
obligación a todo cristiano. “El yugo del Señor”, expresión con que Jesús mismo
designa toda su enseñanza o seguimiento, llamándole ligero (Mt. II, 30), parece
restringirse aquí a un punto particular de perfección evangélica, que bien
pudiera ser la continencia perfecta. El autor no la impone como conditio sine qua non para pertenecer a
los santos, es decir, a la Iglesia de Dios. Libre es también el cristiano en
seguir o no ciertas prescripciones, sobre alimentos que, algunos propagarían
como perfección, por ejemplo, la abstinencia de carne. En cambio, es categórica
la prohibición sobre los idolothyta,
más rigurosa que en el mismo apóstol San Pablo. La prohibición del concilio de
Jerusalén (Act. XV, 29) conserva también un como horror judío atávico a todo lo
relacionado con los “dioses muertos”.
(18) Los capítulos siguientes VII-X que nos da el más
antiguo esbozo de liturgia cristiana, son, naturalmente, dentro de la Didaché, específicamente cristianos. La
primera parte de la Didaché, la
doctrina de los dos caminos era preparación para el bautismo, y así se enlaza
una parte con otra. El bautismo se administra con la fórmula trinitaria de Mt.
XXVIII, 19, y si la misma Didaché
habla en IX, 5 del bautismo “en el nombre del Señor”, no se trata de otra
fórmula, como tampoco cuando en los escritos apostólicos se habla del bautismo
“en el nombre de Jesús”, sino de un modo general de denominar el bautismo
cristiano en contraposición con los lavatorios de judíos y gentiles. El agua
que ha de usarse para el bautismo ha de ser agua “viva”, es decir, corriente,
pues, según las ideas de los orientales, el agua estancada no era propia para
la purificación. Sin embargo, se permite otra clase de agua. La forma de
bautizar era corrientemente la inmersión, y en ello veía la primitiva
cristiandad un símbolo de la consepultara y conrresurrección con Jesucristo,
según las ideas paulinas. Se ve, sin embargo, que en casos de escasez de agua
(se trata de tierra seca, por ejemplo, Siria o Palestina) se admite también el
bautismo por infusión, que es actualmente el único usado en la Iglesia latina.
Véase, no obstante, lo que dice RitualeRomanun,
(Título II, cap. I, 10): “Licet bautismus conferri valide possit aut per
infusionem aquae aut per inmersionem aut per aspersionem; primus temen vel
secundus aut mixtus ex utroque, qui magis si: in uso pro Ecclesiarum
consuetudine retineaut.” Finalmente, el ayuno que precede al bautismo, en que
toma parte la comunidad, indica la solidaridad de ésta con el bautizado.
VERSIÓN Y
NOTAS
POR EL
RVDO. P.
DANIEL RUIZ BUENO C. M. E.
Catedrático
de Lengua Griega.
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