DIDACHÉ
O
LA
DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Padres
apostólicos I
IV. – La comunidad Hijo
mío, acuérdate noche y día del que te habla la
Cristiana la palabra de Dios y hónrale como al Señor; porque donde la
gloria del Señor es anunciada, allí está el Señor.
Buscarás todos los días los rostros de los santos, a fin de
recrearte con sus palabras.
No fomentarás la escisión, sino que pondrás en paz a los
que contienden.
Juzgarás con justicia, sin miramiento de personas, para
reprender las faltas.
No dudarás si será o no será (12).
Liberalidad No seas de los que
alargan la mano para recibir y la
en el dar. encogen
para dar.
Si adquieres algo con el trabajo de tus manos, da de ello como
redención de tus pecados.
No dudarás si das o no, ni murmures cuando dés, pues has de
saber quién es el buen recompensador de tu limosna.
No eches de ti al necesitado, sino comunica en todo con tu
hermano, y de nada digas que es tuyo propio. Pues si en los bienes inmortales
os comunicáis, ¿cuánto más en los mortales? (13).
La familia cristiana No
levantarás la mano de tu hijo o de tu hija, sino que desde la juventud les
enseñaras el temor del Señor.
No mandarás con aspereza a tu esclavo ni a tu esclava, que
esperan en el mismo Señor que tú, no sea que pierdan el temor del Señor que
está sobre unos y otros.
Porque no viene a llamar con miramiento de personas, sino a
aquellos a quienes preparó su espíritu.
Por vuestra parte, vosotros, esclavos, someteos a vuestros
señores, como a representantes de Dios, en reverencia y temor (14).
Últimos preceptos. Aborrece toda hipocresía y
todo cuanto no agrada al Señor. No abandones los mandamientos del Señor, sino
guarda lo que recibiste sin añadir ni quitar cosa alguna.
Confiesa en la reunión tus pecados y no te acerques a la
oración con mala conciencia.
Este es el camino de la vida (15).
(12)
Este es un hermoso
compendio de los deberes del neófito para con la Comunidad cristiana de la que
va a formar parte. El primer lugar en el amor y reverencia lo ocupa el maestro
que anuncia la palabra de Dios. No puede darse más alta idea de la fe con que
la primitiva Comunidad cristiana miraba a los heraldos de la palabra divina. El
catecúmeno buscará el trato de los “santos”, es decir, de los otros cristianos,
que así se llaman desde san Pablo, porque han sido separados del mundo de
pecado para vivir vida nueva y divina en Cristo. Se duda del sentido de la
última recomendación. Quizá se refiera a dudas sobre la proximidad de la venida
del Señor.
(13) El autor reitera
las prescripciones anteriores sobre la generosidad en el dar. La limosna, como
redención del pecado, es doctrina del Antiguo Testamento: “porque la limosna
libra de todo pecado y no consentirá que el alma vaya a las tinieblas.” Tob.
IV,11; cf. Dn. IV, 24, etc. la limosna se hace aquí a hermanos en la fe, entre
los cuales se establece una especie de comunismo sobrenatural, del que deriva
también n comunismo de bienes terrenos fundado en la caridad. Véase la hermosa
descripción del libro de los Hechos: “La muchedumbre de los creyentes sólo
tenía un corazón y un alma, y nadie decía ser suyo nada de lo que poseía, sino
que todo era común a todos… y tampoco que había entre ellos ningún necesitado,
pues cuantos poseían campos o casas los vendían y depositaban el precio a los
pies de los Apóstoles (Act. IV, 32-35). Este movimiento, sin embargo, parece
fue peculiar de la Iglesia de Jesucristo y fue determinado por la creencia en
la proximidad de la parusía del Señor. La Iglesia se empobreció y hubo de
apelar luego a las limosnas de las demás, como lo atestiguan las colectas
organizadas con tanto celo por el mismo Apóstol San Pablo.
(14) Para este cuadro
de la familia cristiana, padres, hijos, esclavos, confróntense las Epístolas
paulinas Eph. V, 22 y VI, 14; Col. III, 18 y IV, I Petr. II, 18 y III, 6. No se
trata aquí de una cita escrituraria, sino de un modo de sentir general que
justamente radicaba en la enseñanza viva de los apóstoles. La cuestión de los
esclavos se resuelve aquí, como en San Pablo, en un plano sobrenatural. El
señor ha de ver en el esclavo a un hermano en la fe, y éste en el señor una
imagen de Dios, verdadero Señor de entrambos. Este fue el primer paso hacia la
plena libertad humana.
(15)
Estos últimos preceptos del camino de la vida atañen
también a la comunidad. En ella, ante todo, el bautizado ha de aborrecer toda
hipocresía. Los mandamientos del Señor cuya guarda se recomienda son estos
mismos de la Didaché, a los que nada hay que añadir ni quitar. Muy notable es
al mandamiento de confesar ante la Comunidad los pecados. Lástima que la
“Doctrina” no sea más explícita en este punto. Esta confesión está, por lo
menos, en relación con la oración, que es la oración de la comunidad cristiana,
y a la que no hay que llegarse con conciencia de pecado. Luego, por esa
confesión, se perdona éstos.
VERSIÓN Y
NOTAS
POR EL
RVDO. P.
DANIEL RUIZ BUENO C. M. E.
Catedrático
de Lengua Griega.
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