sábado, 16 de septiembre de 2017

"LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES: El Ayuno cristiano, La Oración cristiana, La Eucaristía"




DIDACHÉ
O
LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Padres apostólicos I
 
  



   


VIII. – El ayuno cristiano.   Vuestros ayunos no han de ser al tiempo que lo hacen los hipócritas; porque éstos ayunan el día segundo y quinto de la semana. Mas vosotros ayunad el día cuarto y el día de la preparación (19).
 
  






La Oración Cristiana. Ni oréis tampoco como los hipócritas, sino que tal, como os mandó el Señor en su Evangelio, así tenéis que orar:
                   Padre nuestro celestial,
         santificado sea tu nombre,
         venga tu reino,
         hágase tu voluntad,
como en el cielo, también en la tierra.
El pan nuestro de nuestra substancia,
dánoslo hoy;
y perdónanos nuestra deuda, así como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores,
y no nos lleves a la tentación,
más líbranos del malo.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Así oraréis tres veces al día (20).
 
   




IX. – La Eucaristía.    Respecto a la Eucaristía, daréis gracias de esta manera:

Primeramente, sobre el cáliz:
                   Te damos gracias, Padre nuestro,
                   por la santa viña de David, tu siervo,
                   la que nos diste a conocer
                   por medio de Jesús, tu siervo.
                   A ti sea la gloria por los siglos (21).

Luego, sobre la fracción:
                   Te damos gracias, Padre nuestro,
                   por la vida y el conocimiento
                   que nos manifestaste
                   por medio de Jesús, tu siervo.
                   A ti sea la gloria por los siglos (22).
                   Como este fragmento
                   estaba disperso sobre los montes
                   y reunido se hizo uno,
                   así sea congregada tu Iglesia
                   de los confines de la tierra en tu reino.
                   Porque tuya es la gloria y el poder
                   por Jesucristo eternamente.

Que nadie coma y beba de vuestra Eucaristía, sino los bautizados en el nombre del Señor. Pues justamente sobre esto dijo el Señor “No déis lo Santo a los perros” (23).




(19) El enlace de la prescripción sobre el ayuno y los días en que se ha de hacer, parecer algo extremo con lo anterior. Los cristianos han de ayunar los miércoles y viernes para no coincidir con los “hipócritas”, que ayunan los lunes y jueves. Sin embargo, en algo más que en los días había de distinguirse el ayuno cristiano de los judíos o “hipócritas”. Esta expresión con que se señala a los judíos nos hace pensar en Mt. VI, 16, y allí se marcan las diferencias de un ayuno y otro. Por lo demás, hay aquí, como en toda la Didaché, un eco de la lucha contra los judaizantes o judíos en general, que llenó parte tan grande de la vida apostólica de San Pablo. Después del año setenta, esta actividad de los judaizantes sobre las comunidades cristianas cesa en absoluto. No debe, pues, ser muy posterior al setenta la fecha de composición de la Didaché.

(20) La oración cristiana también ha de ser distinta de la oración de los “hipócritas”. Seguramente había en la comunidad cristianos provenientes de la sinagoga, que seguían usando la forma de oración de ésta. El autor de la Didaché quiere que se ore conforme mandó Jesús en el Evangelio. Es imposible no ver aquí una clara alusión al texto escrito de San Mateo, a quien sigue en la transcripción del Padre Nuestro (Mt, Vi, 9-13). El hecho de que el Padre Nuestro se cierre con una doxología, antecedente lejano de nuestro Gloria Patri, prueba que el Padre Nuestro formaba ya parte de la oración litúrgica de la comunidad. Tres veces al día quiere la Didaché que se rece el Padre Nuestro, en evidente oposición a las tres veces en que los “hipócritas” recitaban las llamadas 18 bendiciones. “En la limitación al triple rezo diario, se expresa la gran reverencia de la cristiandad primitiva por la más santa de las oraciones; al introducirse más tarde la costumbre de rezar innumerables veces el Padre Nuestro, se perdió esta veneración y estima y no podemos menos de considerar la antigua práctica como más conveniente” (Winterswyl). Hoy día rezamos mucho “aprisa y por acabar la tarea”, que dice Santa Teresa. Léase todo el comentarlo, admirable y único, como suyo, al Pater noster.

(21) He aquí las más antiguas oraciones eucarísticas, bellas y conmovedoras, que pudieron todavía ser pronunciadas por algunos de los Apóstoles -Juan vivía ciertamente al redactarse la Didaché-; y que respiraban fe profunda, ardiente esperanza, intimidad religiosa, sentido vivo de la unidad de la Iglesia en Cristo Jesús, fuente de toda vida y término de todo anhelo del cristiano. Con todo, son pocas las dificultades que en sus pormenores presentan estas oraciones. Parece ante todo que no puede dudarse que se trata de la celebración eucarística, propiamente dicha. El que falte la fórmula de la institución y consagración, pudiera explicarse porque estas oraciones están destinadas a la comunidad y no, primariamente, al sacerdote. La viña de David es la misma salud mesiánica, varias veces simbolizada en la vid; Gén., XLIX, II, Ps., IX, 20 et alibi, Jesús se aplicó a sí mismo la imagen mesiánica en Jo., XV, 1-8: “Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos.

(22) La vida y el conocimiento manifestados por Jesucristo se identifica con la que antes llamó la santa viña de David, es decir, la salvación y vida divina de que Jesucristo es fuente y origen. Justamente la denominación de Jesús como “siervo de Dios” alusión cierta a la profecía de Isaías sobre el sirvo paciente de Jahwé (c. 53 íntegro), demuestra que esta primitiva comunidad no ignora la doctrina de San Pablo sobre el enlace entre Eucaristía y Pasión del Señor: “Cuantas veces comiereis este pan y bebiereis el cáliz, anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga” (I Cor. II, 25). Por lo demás la expresión “siervo de Dios” que el griego traduce por país theou, aplicada a Jesús, desapareció de la liturgia por prestarse a la confusión de que el siervo de Dios no fuera también Dios.

X.- Después del ágape

Después de saciaros, daréis gracias de este modo:

Te damos gracias, Padre nuestro,
por tu Santo nombre,
que hiciste morar en nuestros corazones,
y por el conocimiento, la fe y la mortalidadque nos manifestaste
por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos (24)

(23) Es impresionante el sentimiento profundo de la unidad y universalidad de la Iglesia que esta antiquísima postcommunio nos revela. Por otra parte, apenas si cabe superar la belleza de la forma. Se trata, ciertamente, de una nueva poesía, que nace justamente cuando la lírica griega estaba agotada, porque agotada estaba también la fe del alma pagana. La solemne intimación de que sólo los bautizados pueden comer y beber de la Eucaristía, y la cita expresa de Mt. VII, 6 que la tradición posterior entendió siempre del misterio eucarístico, demuestra cumplidamente que estas oraciones se pronuncian en la celebración propiamente dicha de la Eucaristía, no en algún banquete de hermandad a que seguidamente se hace también alusión.

(24) El verbo empleado aquí (emplesthenai) indica probablemente una comida corriente, comida de hermandad o ágape, que precedía o seguía a la celebración propiamente esucarística. He aquí la definición que del ágape da Tertuliano: Coenula nostra de nomine rationem ostentat. Id vocatur quod dilectio apud graecus est. A los ágapes se alude en Jac. 11, 21. 2 Petri 2, 14; Jud. v. 12, único pasaje en que aparece expresa la palabra ágape. Los Hechos de los Apóstoles. 2, 47. se refieren también a estas comidas no estrictamente eucarísticas.

Tú, Señor omnipotente,
creaste todas las cosas por causa de tu nombre,
y diste a los hombres
comida y bebida para su disfrute,
a fin de que te dé gracias.
Mas a nosotros nos concediste
comida y bebida espiritual
y vida eterna para tu Siervo.
Ante todo, te damos gracias,
porque eres poderoso.
A ti sea la gloria por los siglos (25).

Parece, pues, que la Didaché y el uso primitivo de la Iglesia, distinguía dos celebraciones de acción de gracias, o Eucaristía, una ordinaria, aunque dirigida en último término a la unión fraternal y que también podía enlazarsecon el recuerdo de la última cena, y otra sacramental, que era propiamente la que realizaba el mandato de Jesús: "Haced esto en memoria de Mí." Con todo, como nota Altaner, el verbo "su saciarse" puede entenderse de la comida eucarística, como es uso corriente en la Liturgia actual, y estas oraciones serían también directa y primariamente eucarísticas.

(25) Aun pronunciada esta oración después de "saciarse", su contenido nos obliga o ponerla en relación con la Eucaristía. ¿Qué puede, en efecto, significar la comida y bebida espiritual y vida eterna dada por Jesucristo, en contraste con la comida para disfrute de los sentidos? En realidad ignoramos, por lo menos para la Didaché, en que relación estaban ágape y Eucaristía, y queda ciertamente algo flotante el sentido y aplicación estricta de estas, por otra parte, tan bellas plegarias. Muy significativa es la fórmula "te damos gracias porque eres poderoso", la cual nos recuerda la del Gloria en la Misa; Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam. Aquí en realidad, acción de gracias se identifica con alabanza, pues una y otra tienen la común raíz de la caridad.



Acuérdate Señor de tu Iglesia,
para librarla de todo mal,
y reúnela, santificada,
de los cuatro vientos
en el reino que Tú la preparaste.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Venga la gloria y pase este mundo.
Hosanna al Dios de David.
El que sea santo, que se acerque;
el que no lo sea, que haga penitencia.
Maranathá. Amén.
A los profetas permitidles que den gracias cuantas quieran (26).

(26) Esta oración por la Iglesia respira la fe y el ardiente anhelo de la comunidad cristiana por la vuelta del Señor. Sólo con la vuelta del Señor adquiriría la Iglesia su perfecta unidad, al congregarla El, santificada, de los cuatro vientos en el reino que le tiene preparado. Creyera o no la primitiva comunidad en la proximidad de la venida del Señor, no cabe duda que esta fe era para el cristiano una positiva fuerza sobrenatural, un auténtico anhelo de vivir en el reino de la gracia y liberarse del mundo. El hosanna al Dios de David es una magnífica confesión de la divinidad del hijo de David, y conserva un eco de la pelémica con los judíos. En Apoc. 20, 22, San Juan interpreta la súplica del Maranathá: "Veni Domine Jesu."  La intimación: "El que sea santo que se acerque", no se refiere a la santidad que supone la celebración eucarística, sino al hecho mismo de ser cristiano. El que no lo sea, es decir, el pagano, haga penitencia, convirtiéndose al Señor.
A los profetas no se les señala oración particular, sino que pueden ellos, como movidos que son por el Espíritu, pronunciar las que quieran y prolongarlas cuanto quieran. La Didaché no "extingue el espíritu."

La unción.    

         Respecto del óleo de la unción, daréis gracias de esta manera:

         Te damos gracias, Padre nuestro,
         por el óleo de la unción.
         que Tú nos manifestaste
         por Jesucristo, tu Siervo.
         A ti sea la gloria por los siglos (27)



VERSIÓN Y NOTAS
POR EL
RVDO. P. DANIEL RUIZ BUENO C. M. E.

Catedrático de Lengua Griega. 

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