lunes, 6 de octubre de 2014

Algo sobre la educación sexual (cont.)

1.- El Criterio.- Toca ahora hablar del criterio. ¿Qué es el criterio? Es el conjunto de principios incorporados a la mente y a la conciencia, que nos permiten discernir lo verdadero de lo falso y que norman nuestra conducta. Apoyados en esta definición exhortamos a toda clase de educadores, en particular a los padres de familia, a dar a los educandos una visión clara de la vida y los conceptos.

Si aprendemos a conocer y a diferenciar el pie de la mano, un perro de un gato, una flor de una hoja, la piedra de la arena, la luz de la obscuridad, con mucha mayor razón necesitamos discernir verdades y actitudes de orden moral y religioso: el amor de la pasión, la diplomacia de la hipocresía, la justicia de la venganza, la libertad del libertinaje, la constancia de la terquedad, el orgullo de la dignidad, la caridad de la filantropía. Al mismo tiempo que se vaya haciendo criterio se va llevando al educando a aplicar esos conceptos debidamente. A ser, formar un ser que no se asocie al error, o peor, a la maldad; o bien a las masas; sino con humanidad y sencillez sepa ser él mismo: tener su propia personalidad. A ser un hombre valiente, independiente, un ser que protege y no busca ser protegido, que sepa arrastrar al bien y no dejarse llevar del mal.

Un hombre, una persona, que siendo por origen como todos, sabe ser él mismo, sabe ser diferente.

2.- La voluntad.- Es la facultad del alma por la cual se determina libremente a actuar por sí misma.

El criterio bien formado sin una voluntad férrea, de nada sirve sino para atormentar al hombre. Si ya se ha iluminado el entendimiento con conceptos sólidos que hacen al hombre mirar la claridad, corresponde ahora fortalecer a la voluntad Madre de todas las obras: grandes o pequeñas, buenas o malas. El que actúa contra los verdaderos principios es como "bronce resonante o címbalo estruendoso" (1 Col. Xlll-1).

Educar la voluntad es difícil, pero siempre posible cuando se hace a tiempo, se sabe hacer y se insiste. La voluntad no ha de forjarse en un ambiente sensual, acomodaticio, aunque sí con amor y convencimiento pero siempre, en la renuncia y el sacrificio mostrándoles el valor de tales virtudes: puesto que el ser humano es más grande cuanto más lucha y sabe hacerlo; hay que guiarlo para vencer los obstáculos que encuentre en su camino, mostrarle la grandeza del sufrimiento, del dolor y de las lágrimas, no sólo la fuerza, sino la necesidad para lograr una vida grande, consciente: hombres más fuertes que poderosos, con esa fuerza interior que aplasta al poderoso. Y cuando la maldad destruye al bien o cuando no se alcanza el bien que se pretende, no ha de tomarse como un fracaso, sino como un motivo o circunstancia para vitalizar la voluntad y llenar el entendimiento con la idea de que el único fracaso es perder el camino hacia Dios.

3.- El carácter: Paralela a la formación de la voluntad, va la formación del carácter, el cual ha de estructurarse en la firmeza y el equilibrio de la justicia con la benevolencia, no olvidando que el carácter nace de la conjugación del criterio y de la voluntad.

4.- El Corazón: Ahora el corazón, los sentimientos: conformarlo en un hombre generoso, hombre AGRADECIDO, suave y todas esas virtudes guiadas y templadas por el criterio, la voluntad y el carácter.

Hoy tal es la petulancia, el egocentrismo, la fatuidad... Las pobrecitas madres de nuestra época pelean para los hijos todo aquello que les causa placer y satisfacción de los sentidos, los enseñan a ser comodinos, envidiosos, murmuradores excesivamente sentimentales, inmaduros, ególatras  y soberbios. Se acabaron aquellas madres templadas que hacían hombres del bien héroes... mártires.

Hay que educar el corazón para no ser ni cruel ni tirano, ni sentimentalucho y débil, pero sí pleno de amor, de generosidad, que el corazón arda de amor por todo hombre.

Hay mujeres que pierden su virginidad y hoy se arrastran porque no supieron distinguir el amor, y el temor de perder al ser inmundo que aman las hace entregar su virginidad y después ser abandonadas o tiranizadas por un perverso. Igualmente hay hombres que pisotean su dignidad y se convierten ignominiosamente en juguete de ciertas aventureras, o mujeres de mala entraña por la debilidad de no enfrentarse a la renuncia de una persona que aman y que nunca debieron amar. Da tanto dolor ver al hombre pisoteado por este tipo de mujeres perversas y dominantes cuya fuerza está en su maldad.

No confundamos el sentimentalismo con la nobleza que supone carácter, fuerza y bondad ni con la fina y exquisita sensibilidad que se da en seres delicados que sienten, vibran con el arte, el amor y la belleza y que sufren lo suyo y jamás olvidan lo ajeno en lo más profundo, y que saben con entereza levantarse y pisotear todo lo indigno.

Aquel padre de familia, aquel educador que eleva el espíritu de los educandos enseñándolos a saborear la felicidad que da la contemplación de la naturaleza con sus variados paisajes, la música desde las alturas de lo clásico hasta lo aceptable y humano de la música romántica, pero de la que es realmente romántica, la pintura, el dibujo, las buenas y morales obras de teatro, etc., obtendría para sus educandos una formación certera y elevada que ya los hubiera enseñado a tener el cuerpo sujeto a la elevación del alma, y la costumbre de sobreponerse a las exigencias de la carne les daría un feliz resultado que sería como un regalos de Dios: sobriedad, ecuanimidad, serenidad en las cosas del sexo, y sabrían tener ese valor en su respectivo sitio.

Por esta falta de elevación constatamos que el ambiente general está super-sexualizado: las depravadas funciones de cine, las agresivas y lujuriosas obrillas de teatro, las revistas, las novelas, la televisión, los comerciales, las modas, las canciones abundantemente eróticas, las conversaciones y ... todo esto no sólo presenta la crudeza del sexo, sino su gula y degeneración. En los mismos hogares hay tanta relajación al respecto que, en verdad no sabe uno a donde volver los ojos; sin embargo exhortamos a los padres de familia para que traten, de algún modo, de enaltecer su vida y la vida cumpliendo con su deber.

Padres, haced de vuestros hijos seres grandes y fuertes, y ellos os lo agradecerán. Amad a vuestros hijos, pero no los consintáis, eso no es Amor, eso es egoísmo. Sed rectos, firmes, pero amadlos, comprendedlos y ayudadlos, sobre todo no dejéis ni un sólo día de presentárselos al Padre Universal: Nuestro Dios y Señor, y de pedir protección a la Sma. Virgen, la Madre de Dios y Nuestra.


Educadores: no perdáis el tiempo, no derrochéis vuestra vida, cristalizad vuestros ideales, proyectándoos a vosotros mismos amad vuestra vocación. Si sentís que vuestro anhelo sólo es ganar dinero, lo mejor será que dejéis el lugar, si no sois capaces, cuando menos sed honrados.

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