lunes, 6 de octubre de 2014

Algo sobre la educación sexual (cont.)

Hay mucha gente, casi toda, que dice que los niños de hoy son más inteligentes que los de antes porque saben más sobre el sexo y sobre otros puntos que ven en la televisión y oyen de sus mayores; y eso es otro error de nuestros tiempos, y no entro en materia porque sería muy largo, pero, si alguien tiene duda o qué objetarme, escríbame por favor para demostrarle la verdad de mi afirmación. Lo cierto es que el pobre niño de hoy vive entre los adultos, adultos de pésimas costumbres, oye todas las conversaciones buenas o malas, e igualmente ve toda clase de programas televisivos, los cuales están plagados de violencia, magia y sexo, incluyendo los nauseabundos comerciales y, así, en consecuencia el pobre infante, adolescente y joven respira sin quererlo, maldad, confusión y sexo por todas partes.

El hombre desde su concepción hasta la senectud o hasta que deja de vivir, tiene para cada etapa de su vida sus propios intereses, eso es lo normal. Pero si el niño pregunta sobre intereses que están fuera de su edad es muy precoz, y tiene cierta morbosa curiosidad y a veces - para dolor nuestro - lo encontramos perpetrando acciones indebidas, no es por un gran desarrollo de su inteligencia, sino por el ambiente enmarcado de sexualidad y del cual el niño no se libra: saliendo de la psicología de su edad hace preguntas y acciones que ya no corresponden a sus intereses, pues su camino ha sufrido una desviación. Advirtamos que cuando el niño se desvía hacia el sexo, aunque ya sólo se detenga en curiosidad, ya su fuerza intelectual y su voluntad se han debilitado.

Educadores: el más pequeño de los niños es una persona humana; tiene por ende, su propia forma de ser, de sentir y de pensar; vive su propio ambiente, goza de su mundo, lo rodean determinadas circunstancias; así que es criminal dar atropelladamente la educación sexual: con precipitación, descarada, si algo saben del hombre "el gran desconocido" como dijera Alexis Carrel, respeten a sus educandos, ámenlos, elévenlos y jamás se piense que una vez se ha dado un cúmulo de conocimientos aunque estos fueran bien dados, y todos los captarán, ya puede creerse que se ha educado sexualmente. No, mientras el sujeto no sea capaz de dominar y encauzar cualquier pasión carnal.

Contemplemos la aurora, veamos que dulce y que discretamente sale el día con el Astro Rey. Poco a poco la Providencia nos envía sus rayos hasta lograr sentirlos en toda su plenitud: luego miremos como se oculta, con que delicadeza, con que respeto, y esto diariamente.

¿Cómo es la vida del hombre? Graduada, armónica: concepción, gestación, lactancia, niñez, juventud, madurez, ancianidad, y todo sin precipitaciones, sin violencias, salvo que nosotros por nuestra libertad mal empleada, de algún modo, aceleremos nuestra vida. A la muerte, una vida entera nos la anuncia; por ello cuando ésta es trágica o violenta deja a los vivos choques indescriptibles y dolores irreparables: porque la muerte, para quien la vida misma ha preparado, ha de ser suave, por eso es que los Jets, son tan perjudiciales para lo psíquico, fisiológico y físico, porque su extraordinaria velocidad no corresponde al ritmo del hombre. Del mismo modo, todo ha de ser gradual, ordenado y armónico y vivificador, así de esa forma ha de prepararse al hombre con respecto al sexo. Veamos, por último, cuáles han sido los tristes resultados de la educación, que no es una educación, sino mala información, Para no extenderme, pues no hay espacio, me concreto a enumerarlos:

a) La pobre humanidad que deambula por las calles y casi brama en aras del sexo;
b) Madres prematuras y solteras;
c) Pisoteo y juego de la virginidad;
d) Descaro, burla de los más elementales principios y de la dignidad;
e) Trato asqueroso y público de los dos sexos;
f) Pérdida total de interés por los grandes valores, reduciéndose a adorar la lujuria, el dinero y la vanidad;
g) Desajustes emocionales, suicidios, crímenes, traumas, desviaciones, locura;
h) El más repugnante descaro de los homosexuales, degenerados por sus costumbres disolutas.

Amén de todo lo que me callo de males directos y de fatales repercusiones por tan relajado criterio y conducta.

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