III-
CÓMO HA DE IMPARTIRSE LA EDUCACIÓN SEXUAL.
A)
Específica y directa. - aquí ya no se concreta el educador a informar la mente
de conceptos, ni a presentar dibujos o láminas; ahora hay que aplicar:
1.-
primero a la generalidad de la humanidad.
2.-
a la persona interesada. Es el momento de conducir, de convencer, de la
necesidad de llevar una vida sexual no prematura, centrada, ordenada y
condicionada, así como de comprender las ventajas psíquicas, psicológicas,
somáticas, sociales y económicas que se obtienen con la sobriedad sexual. En
una palabra, en conseguir la felicidad presente y la eterna, así como evitar
los grandes peligros del desenfreno sexual para sí y para la sociedad.
Esta
información va incluida en la instrucción, sobre todo de los adolescentes y de
los jóvenes.
Si
realmente somos maestros, ya no haciendo elogios a la moral sino examinando al
sujeto en sí, reflexionemos: ¿quién de los lectores podría negar que en esencia
los seres de hace dos siglos son iguales a los de hoy? ¿Qué pedagogo o psicólogo,
profundo conocedor de su materia, podría aseverar, sin quedar en ridículo, que
los niños, adolescentes y jóvenes de hoy no son en la esencia de su ser, los de
ayer? Lo que ha cambiado son las circunstancias, sin embargo, hoy, bajo el
pretexto de que todo ha cambiado son los mismos adultos quienes de una u otra manera
fomentan la relajación de principios morales diciendo "que hoy no es como
antaño".
Si
los niños, si los adolescentes se destorrentan a esa edad están ya deformando
su personalidad presente y futura y de no ponerles un dique frustrarán su vida
y en ella su capacidad volitiva, intelectual, afectiva y así caerán en caóticas
degeneraciones. El joven que ha llegado a una edad propicia, sea hombre o
mujer, tendrá que esperarse al matrimonio y sujetarse a él.
Decíamos
que el hombre en su esencia, en su ser, es el mismo; por lo tanto las leyes
divinas y naturales siguen en vigencia: Dios que nunca se equivoca no tiene por
qué cambiar las leyes cuando al hombre no lo ha cambiado, lo que fue pecado
ayer lo será hasta el fin del mundo.
Es
posible, y más bien seguro, que de estos conceptos habrán de reírse, pues ya le
han abierto a la presa todas las compuertas, y no será fácil detener la
inundación; yo, en cambio no me río, ni me burlo; me duelo y compadezco de la
humanidad que cayó, y contemplo sus rostros plenos de amargura, su personalidad
deformada, su capacidad anulada y su alma sumergida en el vacío y la soledad.
¿Dónde estás hoy, verdadera alegría, si todo el frágil entusiasmo humano se ha
empleado en la vanidad, el sexo y el dinero? Se acabó la capacidad de volcar
ese amor universal que abraza a todos nuestros hermanos, para objetar que el
sexo es el amor y que se aman...
¡Nada
tan contrario al verdadero amor como el desenfreno sexual!
B.-
General e indirecta.- Esto es lo más efectivo en la educación del hombre y, del
mismo modo, en la educación sexual.
Deben
los padres de familia modelar el ser del hombre teniendo como base y fundamento
los principios cristianos, no inclinándolos a una vida de convencionalismos
hipócritas que hacen del cristianismo una farsa y del cristiano un hombre con
máscara; sino un cristianismo de conocimientos, convicciones y de prácticas.
Esto
ha de empezar no en la gestación; sino mucho antes: en la formación de los
mismos padres. Si durante la gestación la madre se llena de pensamientos puros
amorosos y de piedad y los trasmite a la vida que lleva en su seno, está
educando, porque en ese maravilloso misterio de la vida, como en todo, la madre
juega el papel preponderante, sin que, de ninguna manera, el padre quede sin
responsabilidades.
Cuando
el niño ha surgido a la vida ha de llenársele de amor y de cuidados. Con el
amor, el cuidado e interés, ha de ir la disciplina, aunque suave y dulce, pero
debe empezar a aplicarse. Ya lo capta y explica preciosamente en sus
"Confesiones" el gran San Agustín.
En
el curso de la vida, sobre todo en las etapas preliminares, deben enseñarse a
los hijos cómo sentarse, cómo estar de pie, el recto uso del lenguaje, los
movimientos al caminar, la mímica, la gesticulación, el uso de todos los
objetos que le rodean, el modo de desvestirse, la forma de comer... esto que
parece exagerado y ridículo tiene profunda trascendencia en la conducta del
hombre y, sobre todo en su proceder sexual, y si no, ¿qué dan a entender los
jóvenes de hoy con sus posturas y movimientos, sus expresiones mímicas y
verbales tan corrientes como procaces?
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