EL MATRIMONIO CRISTIANO.
CASTI CONNUBII
Pío XI, 31 de diciembre de 1930.
FIN PRIMARIO DEL MATRIMONIO.
17.
– Todo lo cual, porque en otra ocasión tratamos copiosamente de la cristiana
educación de la juventud, encerraremos en las citadas palabras de San Agustín:
“En orden a la prole se requiere que se reciba con amor y se eduque
religiosamente”, y lo mismo dice, con frase enérgica el Código de Derecho
canónico: “El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de la
prole”.
COMENTARIO
En la actualidad, no solo no se recibe con amor a la prole;
sino que se usa de todos los medios con el fin de evitar la concepción y,
cuando desgraciadamente, se les cuela una vida, la ahogan mediante un
asesinato, un crimen…
“Los mejores padres”, son los que
programan a los hijos: “basta uno” o completan con la “parejita”. Ni uno más.
Pretexto: para darles lo necesario y educarlos bien.
Todas las alegatas para no tener
hijos son mentiras, sofismas, falsas verdades. Hay una realidad: los enemigos
de Dios y de la Iglesia, han propiciado en todo el mundo un ambiente
contrastado en lo social, moral y económico (Estos tres últimos conceptos
tienen una lejana historia, unos fines obscuros con medios diabólicos) para que
el mundo, por un lado sienta las limitaciones y por el otro, el estímulo de
poseer más dinero para ser igual que todos, para gozar más, para presumir
mucho, por lo cual: a más hijos, dicen, mayor escasez.
Además, el sexo despierta mucha
inquietud, ansias de placer hasta lo prohibido… y los hijos son un estorbo, un
obstáculo.
Y, ¿qué diremos de la Virtud
teologal de la fe, así como de la confianza en Dios? Pues si el matrimonio vive su derecho de
entrega y, éllo es para procrear, Dios, en su infinita providencia, sabe cuándo
depositar una vida, no siempre, pero sí de acuerdo con las Leyes Naturales:
físicas y fisiológicas y con esa vida llega la Providencia Divina. Pero cimentada
ya la humanidad en todo poder terreno, sólo confía en la tierra, en la materia
y en sí mismo, pues se ha desprendido de Dios y en aras del placer, del
libertinaje, del desenfreno, aún en el mismo matrimonio católico, le estorban
los hijos.
Y no consideran que cada hijo que
evitan o que asesinan, venía a la tierra con un plan de Dios; con una vocación
que era complemento y armonía de la Obra Creadora. Le han negado la vida o se
la han destruido, olvidando que al fin la vida es un Don precioso, un derecho
básico y vital, para sumergirlo en la niebla. Le han arrebatado, no sólo la
vida terrena, sino la posibilidad de ganarse la Vida Celestial.
DIGNIDAD DE LOS PADRES
Y DEL SANTUARIO DE LA VIDA CONYUGAL.
18. – Por último, no hay que omitir que, por ser de tanta
dignidad y de tan capital importancia esta doble función encomendada a los
padres para el bien de los hijos, todo honesto ejercicio de la facultad dada
por Dios en orden a la procreación de nuevas vidas por prescripción del mismo
Creador de la Ley Natural, es derecho y prerrogativa exclusivos del matrimonio
y debe absolutamente encerrarse en el santuario de la vida conyugal.
COMENTARIO
Y ustedes, así mismos, padres de familia, se han negado la dicha de experimentar el gozo de dar y
recibir en mutuo amor, lo más puro, el amor de los hijos. No han permitido que
su capacidad de padres forje una vida en todos los ámbitos, vida que, después
de sembrada por Dios, la sientan y la vean crecer y, posteriormente, expandirse.
Y ustedes jardineros en la tierra: cultiven, rieguen, enderecen, ennoblezcan y
vean crecer esa bella planta fruto del amor.
Pero lo que yo escribo suena a
poesía; ya que la realidad es cruda, pues lo primero que hayamos en estas
últimas épocas, es la creencia equivocada de que estudiar, lograr una carrera académica,
es implantar educación.
No señores. La educación es la
formación del criterio, de la voluntad, del corazón, de los principios y
valores y todo cimentado y construido en la Fe. Se pueden tener maestrías,
doctorados y, al mismo tiempo, ser un hombre deshonesto, tramposo malo y sin Fe
ni amor. Es decir, que lo académico es gran parte de la educación; pero no la
educación misma.
Los colegios, las universidades, no
sólo no dan la verdadera educación, sino la experiencia nos enseña y,
continuamente, que arrebatan la inocencia del educando, la fe del hombre y le
trasmutan la verdad por el error. Sobre todo, en los países con una
constitución atea que disfrazan con el término de laica.
Padres de familia, es a ustedes a
quien compete, por derecho, educar a los hijos, pero no solo es un derecho,
sino una obligación. Sin embargo, en éste tiempo hay mucho descuido de los
hijos, empezando que, ya desde que son niños: o se quedan con la abuela, o con
la sirvienta o, peor, en una guardería. Muy pequeños experimentan la falta de calor
de un hogar, donde la madre debe arropar a los hijos y al esposo. La razón es
porque descompuesto y desproporcionado el mundo, hoy la mujer tiene que
trabajar, ya sea por necesidad o porque quiere realizarse. Si es por necesidad
Dios suple el calor que falte en ese hogar. Pero si es por falsa realización, no
querer hacer el quehacer de la casa, o se aburre en ella, está gravemente
faltando a su deber.
Con este criterio de vida: más
dinero en casa, pero menos amor; mejores colegios, mayor soledad. “Triunfo” de
la mujer con sus propuestas en empleos y en el mismo gobierno; pero fracaso
universal: no solo unitario y personal; sino la exposición de una
sociedad corrompida desordenada y hasta criminal, fruto del abandono del hogar
y de todo valor y principio.
Sor Clotilde
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