EL MATRIMONIO CRISTIANO.
CASTI CONNUBII
Pío XI, 31 de diciembre de 1930.
AYUDA RECIPROCA
23.- Todo lo cual no sólo comprende el auxilio mutuo en la
sociedad doméstica, sino que es necesario que se extienda también y aún que se ordene, sobre todo, a la ayuda
reciproca de los cónyuges en orden a la formación y perfección mayor cada día,
del hombre interior, de tal manera que por el consorcio mutuo adelanten más y más
también cada día en la virtud y crezcan, sobre todo, en la verdadera caridad
para con Dios y para con el prójimo, de la cual, en último término, “Dependen
toda la Ley y los profetas”. Todos, en efecto, de cualquier condición que sean
y cualquiera que sea el género honesto de vida que lleven, pueden y deben
imitar aquel ejemplo absoluto de toda santidad que Dios señaló a los Hombres,
Cristo nuestro Señor, y, con ayuda de Dios, llegar incluso a la cumbre más alta
de la perfección cristiana, como se puede comprobar con el ejemplo de muchos
Santos.
COMENTARIO
Cuando el ser humano, como hoy, ya no
comprende los valores sobrenaturales, internándose sólo en la materia, le es
imposible entender el sufrimiento, el sacrificio, la renuncia, la entrega… así como
una forma de crecimiento personal y de auténtico enriquecimiento que ha de
participar a su cónyuge. En esta época, toda solución se funda, en los
matrimonios, con alegatos de derechos, sin deberes; de conveniencias, de
desigual competencia, en fin: ¡Tantas cosas! Remedio a todo: el divorcio
Ambos han olvidado la Eternidad, los
medios para llegar a ella: el apoyo, el sustento que da, en este caso, a los matrimonios,
una vida de piedad y gracia unida a Dios.
¿Quién
se acuerda hoy, en esta vida ególatra e idólatra, que todos hemos de darnos la
mano para llegar a Dios? Los esposos, ya hace algunas décadas, que no recuerdan
que el ideal del matrimonio es la perseverancia hasta el final; a través del
conocimiento, la comprensión, la paciencia, y, lo más bello, el conducirse
mutuamente, entre ellos, para ir formando e informando al cónyuge y hacer de él
una mejor persona, para llegar juntos al cielo. Los esposos, unidos a Cristo y,
por tanto, a la Redención, trabajarán con Cristo y, a través de Cristo, para
llegar exitosamente juntos al término de su vida matrimonial, para luego unirse
en la eternidad por siempre.
Pero esto supone un ideal trabajado con
esfuerzo, perseverancia y abnegación….
FORMACIÓN INTERIOR POR LA CARIDAD
24.- Esta formación interior y recíproca de los esposos,
este cuidado asiduo de mutua perfección, puede llamarse también, en cierto
sentido, muy verdadero, como enseña el Catecismo Romano, la causa y razón
primera del matrimonio, sí es que el matrimonio no se toma estrictamente como
una Institución que tiene por fin el procrear y educar convenientemente a los
hijos, sino, ampliando el sentido, como comunión, costumbre y sociedad de toda
la vida. Con esta misma calidad es menester que se informen los restantes
derechos y deberes del matrimonio, pues no sólo ha se ser ley de justicia, sino
también norma de caridad aquello del Apóstol: “El marido pague a la mujer el débito;
y. de la misma suerte, la mujer al marido”.
COMENTARIO
La Caridad,
es el mismo amor, sólo que elevado a los sobrenatural y purificado de
resentimiento, susceptibilidad y egoísmo. La caridad es el amor que goza más en
dar que en recibir; es el amor que siempre perdona, sin perder la dignidad ni
el equilibrio, y que actúa constantemente en pro del ser amado para evitar agresiones,
heridas, que una vez efectuadas, empiezan a partir el matrimonio.
El amor, sólo se transforma en caridad a través
de una auténtica vida cristiana: “Aun cuando yo hablaré todas las lenguas de
los hombres, y el lenguaje de los ángeles, si no tuviere caridad, vengo a hacer
como un metal que suena, o campana que retiñe” la Caridad es sufrida, es dulce
y bienhechora; la Caridad no tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente,
no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no
piensa mal, no se huelga de la injusticia, complácese sí, en la verdad; a todo
se acomoda, todo lo espera y lo soporta (I Corintios XIII, 1-2; 4-7)
Sor Clotilde
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