domingo, 4 de septiembre de 2016

"CASTIDAD CONYUGAL"



EL MATRIMONIO CRISTIANO.
CASTI CONNUBII

Pío XI, 31 de diciembre de 1930.


CASTIDAD CONYUGAL    

        21. – Más aún, hasta las mutuas relaciones familiares entre los cónyuges deben estar ordenadas con la nota de castidad, para que el beneficio de la fidelidad resplandezca con el decoro debido, de suerte que los cónyuges se conduzcan en todas las cosas conforme a la Ley de Dios y de la Naturaleza y procuren cumplir la voluntad del Creador Sapientísimo y Santísimo con entera y sumisa reverencia a la Divina Obra.

COMENTARIO

            En este párrafo no. 21 de la Encíclica de Pío XI, sólo tomaremos en cuenta el concepto “Castidad”.

            La Castidad no es la virginidad. La virginidad es el sello físico de pureza en las vírgenes. La Castidad es una virtud necesaria, para combatir el pecado de la fornicación. En todos los estados, sea vida consagrada, celibato o matrimonio; igualmente en todas las edades y en ambos sexos, ha de guardarse la Castidad.

            Castidad = pureza moral. Castidad de castus= puro. Casto: moralmente puro. Latín castus= puro = Casto.

            La Castidad es una Virtud que ha de practicarse contra la fornicación. El tener unión carnal, fuera del matrimonio, es fornicar; aunque también se deja de ser casto en todo pecado personal contra natura y, en todo pensamiento, palabra, mirada o deseo que estén contra la pureza.  

“La Castidad nos lleva a abstenernos de placeres carnales, fuera del matrimonio. La Castidad es necesaria para todos, de acuerdo con su estado, así lo enseñan la razón y la Fe”. (Rafael Faria).

Los esposos en sus relaciones propias, han de ser castos. Existen límites mandados directamente de parte de Dios y enseñados por la Iglesia a los matrimonios.

Actualmente rotos los lazos con Dios, con la Iglesia, con los Valores, con el Equilibrio y el Orden, es lamentable saber que, en la mayoría de matrimonios, ya no existe la castidad y ni siquiera saben, qué es la Castidad.

 “Muchos matrimonios modernos, creen equivocadamente que el matrimonio acaba con la necesidad de ser casto, nada podría ser más erróneo, puesto que las apetencias sexuales de los casados, están sujetos a la Voluntad de Dios. George A. Kelly (Manual del Matrimonio Católico).


INTIMO AFECTO DEL ALMA

         22. – Esta, que San Agustín llama con mucha propiedad, fidelidad en la castidad, florece más fácil y mucho más agradable y noblemente considerando otro motivo importantísimo,  a saber: El amor conyugal, que informa todos los deberes de la vida de los esposos, y tiene cierto principio de nobleza en el matrimonio cristiano: “Pide, además, la fidelidad del matrimonio que el varón y la mujer estén unidos por cierto amor santo, puro, singular; que no se amen como adúlteros, sino como Cristo amo a la Iglesia, pues esta Ley dio el Apóstol cuando dijo: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia”; a la cual ciertamente, se abrazó con tan inmensa caridad, no por su conveniencia, sino solamente mirando a la utilidad de la esposa”. Caridad, decimos, que no se funda solamente en el apetito carnal, fugaz y perecedero, ni en palabras suaves, sino en el afecto íntimo del alma y que se comprueba con las obras, como suele decirse, “Obras son amores y no buenas razones”

COMENTARIO

            La dificultad de muchos matrimonios, estriba en que han vivido juntos diez, veinte o treinta años y nunca se han unido -excepto físicamente-. La gran Comunión que puede existir en el matrimonio, es la total unión de dos almas, la identificación de dos seres. Desgraciadamente gánales la carne y confunden la plenitud física de una entrega, que sólo es y debe ser la confirmación manifiesta de la gran unión de dos seres en plenitud. El matrimonio es la unión de dos seres que se funden en uno sólo. Aun estando lejos han de sentir el calor del amor, del apoyo, de la unidad… Todos los problemas que surgen en el matrimonio, se allanarían si realmente unidos los seres en el amor, en un sólo espíritu, conformaran la verdadera unidad.

            Unidos espiritualmente serán fuertes y perseverantes. Sí se amarán en lugar de sólo quererse, no habría divorcios, ni abusos, ni maltratos y sí, un amor perseverante, abnegado, lleno de esperanza, hasta el final. Que la permanencia de Dios sea la única que estando entre ellos, los una intensamente.

            La dicha de un amor que se eterniza por la fusión de dos almas, es muy superior, universal y perenne, comparada con la brevedad de la materia.
           
Sor Clotilde





 

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