sábado, 22 de abril de 2017

ERRORES MODERNOS. (Encíclica “Humani Generis”) Pío XII (continuación)




ERRORES MODERNOS.
(Encíclica “Humani Generis”)
Pío XII
  



   27. – Algunos también ponen en discusión si los Ángeles son personas; si la materia difiere esencialmente del Espíritu. Otros desvirtúan el concepto de gratitud del orden sobrenatural, sostenido que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llamarlos a la visión beatifica. Nos sólo, sino que, pasando por alto las definiciones del Concilio de Trento, se destruye el concepto de pecado original, junto con el de pecado en general en cuanto ofensa de Dios, como también el de la satisfacción que Cristo ha dado por nosotros. Ni faltan quienes sostienen que la Doctrina de la Transubstanciación, basada como está en un concepto filosófico de substancia ya anticuado, debe ser corregida, de manera que la presencia real de Cristo en la Santísima Eucaristía se reduzca a un simbolismo, en el que las especies consagradas no son más que señales externas de la presencia espiritual de Cristo y de su unión íntima con los fieles, miembros suyos en el Cuerpo Místico.
28. – Algunos no se consideran obligados a abrazar la doctrina que hace algunos años expusimos en una Encíclica, y que está fundada en las fuentes de la Revelación, según la cual el Cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia Católica Romana son una misma cosa. Algunos reducen a una vana fórmula la necesidad de pertenecer a la Iglesia verdadera para conseguir la salud eterna. Otros finalmente no admiten el carácter racional de la credibilidad de la fe cristiana.
29. – Sabemos que estos y otros errores semejantes se propagan entre algunos hijos Nuestros, descarriados por un celo imprudente o por una falsa ciencia; y Nos vemos obligados a repetirles, con tristeza verdades conocidísimas y errores manifiestos, y a indicarles, no sin ansiedad, los peligros de engaño a que se exponen.

30. – Es una cosa sabida cuánto estime la Iglesia la humana razón, a la cual atañe demostrar con certeza la existencia de un solo Dios personal, comprobar invenciblemente los fundamentos de la misma fe cristiana por medio de sus notas divinas, expresar por conveniente manera la ley que el Creador ha impuesto en las almas de los hombres, y, por fin, alcanzar algún conocimiento, y por cierto fructuosísimo, de los misterios. Más la razón sólo podrá ejercer tal oficio de un modo apto y seguro si hubiere sido cultivada convenientemente, es decir, si hubiera sido nutrida con aquella sana filosofía que es ya como un patrimonio heredado de las precedentes generaciones cristinas, y que por consiguiente goza de alguna autoridad de un orden superior, por cuanto el mismo Misterio de la iglesia ha utilizado sus principios y sus principales asertos, manifestados y definidos y definidos lentamente por hombres de gran talento, para comprobar la misma Divina Revelación, esta filosofía, reconocida y aceptada por la iglesia, defiende el verdadero y recto valor del conocimiento humano, los incursos principios metafísicos -a saber, los de razón suficiente, causalidad y finalidad- y la posesión de la verdad cierta e inmutable.

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