EL MATRIMONIO
CRISTIANO.
CASTI CONNUBII
Pío XI, 31 de diciembre de 1930.
INCONVENIENTES DEL DIVORCIO.
Y VENTAJAS DE LA INDISOLUBILIDAD.
96.
– Y para aducir una vez más las palabras
de nuestro predecesor, apenas hay necesidad de decir que tanta es la cosecha de
males del divorcio cuanto inmenso el cúmulo de beneficios que en sí contiene la
firmeza indisoluble del matrimonio. De una parte, contemplamos los matrimonios
protegidos y salvaguardados por el vínculo indisoluble; de otra parte, veamos
que los mismos pactos matrimoniales resultan inestables o están expuestos a
inquietantes sospechas, ante la perspectiva de la posible separación de los
cónyuges o ante los peligros que se ofrecen de divorcio. De una parte, el mutuo
afecto y la comunión de bienes admirablemente consolidada; de otra parte,
lamentablemente debilitada a causa de la misma facultad que se les concede para
separarse. De la una, la fidelidad casta de los esposos encuentra conveniente defensa;
de la otra, se suministran a la infidelidad perniciosos incentivos. De la una,
quedan atendidos con eficacia el reconocimiento, protección y educación de los
hijos; de la otra, reciben gravísimos quebrantos. De la una, se evitan
múltiples disenciones entre los parientes y familias; de la otra, se presentan
frecuentes ocasiones de división. De la una, vemos felizmente reintegrada y
restablecida, en especial, la dignidad y oficio de la mujer, tanto en la
sociedad doméstica como en la civil; de la otra, indignamente envilecida, “ya
que se expone a las esposas al peligro de ser abandonadas, una vez que han
servido al deleite del marido”.
TESTIMONIO DE LEÓN XII.
97.
– Y porque, para concluir con las palabras gravísimas de León XIII, “nada
contribuye tanto a la perversión de las familias y a la ruina de las naciones
como la corrupción de las costumbres”, fácilmente se echa de ver cuánto se
oponen a la prosperidad de la familia y de la sociedad los divorcios, que nacen
de la depravación moral de los pueblos y que, como atestigua la experiencia,
franquea la puerta y conduce a las más relajadas costumbres de la vida pública y
privada. Sube de punto la gravedad de estos males si se considera que, una vez
concedida la facultad de divorciarse, no habrá freno que pueda contenerla
dentro de los límites definidos o de los antes señalados. Muy grande es la
fuerza de los ejemplos, pero mayor la de las pasiones; con estos incentivos
tiene que suceder que el capricho de divorciarse, cundiendo cada día más,
inficione a muchas almas como una enfermedad contagiosa o como torrente que,
saltando por encima de los cauces, se desborda”.
CRECIENTE
CORRUPCIÓN DE COSTUMBRES.
98.
– De consiguiente, como en la misma encíclica se lee, “mientras esos modos de
pensar no varíen, han de temer sin cesar, lo mismo las familias que la sociedad
humana, el peligro que corre de caer… en una lucha y peligro universal. La cada
día creciente corrupción de costumbres y la inaudita depravación de la familia
que reina en las regiones en que está asentado plenamente el comunismo confirma
plenamente la gran verdad del anterior vaticinio pronunciado hace ya cincuenta
años.
III
LOS DEBERES DEL ESTADO Y LA SOCIEDAD.
REMEDIOS OPORTUNOS.
99.
– Hemos admirado hasta aquí, venerables hermanos, llenos de veneración, cuanto
en orden al matrimonio ha establecido el Creador y Redentor de los hombres, y
al mismo tiempo lamentamos que los designios tan amorosos de la divina bondad
se vean defraudados y tan frecuentemente conculcados en nuestros días por las
pasiones, errores y vicios de los hombres. Es, pues, muy natural que volvamos
ahora nuestros ojos con paternal solicitud en busca de los remedios oportunos
mediante los cuales desaparezcan los perniciosos abusos que hemos enumerado y
recobre el matrimonio la reverencia que le es debida.
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