domingo, 16 de julio de 2017

“INAESTIMABILE DONUM” SOBRE ALGUNAS NORMAS ACERCA DEL CULTO DEL MISTERIO EUCARÍSTICO




PÁRRAFOS
“INAESTIMABILE DONUM”
SOBRE ALGUNAS NORMAS ACERCA
DEL CULTO DEL MISTERIO EUCARÍSTICO
 
  


  


      El don inestimable de la Santísima Eucaristía ha sido nuevamente objeto de consideración del Santo Padre Juan Pablo II en la Carta dirigida a los obispos y, por medio de ellos, a los Sacerdotes, el 24 de febrero de 1980. En consecuencia, la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino llama la atención de los Obispos sobre algunas normas relativas al culto de tan grande Misterio.

         No pueden esconder la preocupación con que se observan los más variados y frecuentes abusos, que son señalados desde las diversas partes del mundo católico: confusión de las funciones, especialmente por lo que se refiere al ministerio sacerdotal y a la función de los seglares (recitación indiscriminada y común de las plegaria eucarística, homilía hecha por seglares, seglares que distribuyen la comunión mientras los sacerdotes se eximen); creciente pérdida del sentido de lo sagrado (abandono de los ornamentos, eucaristías celebradas fuera de las Iglesias sin verdadera necesidad, falta de reverencia y respeto al Santísimo Sacramento, etc.); desconocimiento del carácter eclesial de la liturgia (uso de textos privados, proliferación de plegarias eucarísticas no aprobada, instrumentalización de los textos litúrgicos para finalidades sociopolíticas). En estos casos nos hallamos ante una verdadera falsificación de la liturgia católica: “incurre en falsedad el que, de parte de la Iglesia, ofrece a Dios un culto contrario a la forma que, con autoridad divina, la Iglesia misma ha instituido y continúa observando”.

         Ahora bien, todo esto no puede dar buenos frutos. Las consecuencias son  -y no pueden menos de serlo- la quebradura de la unidad de fe y de culto en la Iglesia, la inseguridad doctrinal, el escándalo y la perplejidad del Pueblo de Dios, y casi inevitable las reacciones violentas.

A.  LA SANTA MISA

1.   La homilía tiene la finalidad de explicar a los fieles la palabra de Dios proclamada en las lecturas y actualizar su mensaje. La homilía corresponde por lo tanto al sacerdote.

2.   La proclamación de la Plegaria eucarística que, por su naturaleza, es como el culmen de toda la celebración, está reservada al sacerdote, en virtud de su ordenación. Por tanto, es un abuso hacer decir algunas partes de la Plegaria eucarística al diácono, a un ministro inferior o a los fieles. Plegaria eucarística: la respuesta al diálogo del Prefacio, el Sanctus, la aclamación después de la consagración y el Amén es particular debería resaltar con el canto, dado que es el más importante de toda la Misa.

3.   Úsense únicamente las Plegarias eucarísticas incluidas en el Misal Romano o legítimamente admitidas por la Sede Apostólica, según las modalidades y límites por ella establecidos. Es un gravísimo abuso modificar las Plegarias eucarísticas aprobadas por la Iglesia o adoptar otras compuestas privadamente.

4.   Recuérdese que durante la Plegaria eucarística no se debe recitar oraciones o ejecutar cantos. Al proclamar la Plegaria eucarística, el sacerdote pronuncie claramente el texto, de manera que facilite a los fieles la comprensión y favorezca la formación de una verdadera asamblea, compenetrada toda ella en la celebración del Memorial del Señor.

5.   Materia de la Eucaristía. Fiel al ejemplo de Cristo, la Iglesia ha usado constantemente el pan y el vino con agua para celebrar la cena del Señor. El pan para la celebración de la Eucaristía, según la tradición de toda la Iglesia, debe ser únicamente de trigo y, según la tradición propia de la Iglesia latina, ázimo. Por razón del signo, la materia de la celebración eucarística “se presenta de verdad como alimento”. Esto debe entenderse de la consistencia del pan y no de la forma que sigue siendo la tradicional. No pueden agregarse ingredientes extraños a la harina de trigo y agua. La preparación del pan requiere atento cuidado, de manera que la confección no se haga con menoscabo de la dignidad debida al pan eucarístico, hasta una decorosa fracción, no dé origen a excesivos fragmentos y no hiera la sensibilidad de los fieles al comerlo. El vino para la celebración eucarística debe ser extraído “del fruto de la vid” (Luc. XX,18), natural y genuino, es decir, no mezclado con sustancias extrañas.

6.   La Comunión eucarística. La Comunión es un don del Señor, que se ofrece a los fieles por medio del ministro autorizado para ello. No se admite que los fieles tomen por sí mismos el pan consagrado y el cáliz sagrado; y mucho menos que se lo haga pasar de uno a otro.

Roma, 3 de abril de 1980, día del Jueves Santo.

Esta instrucción preparada por la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, ha sido aprobada el 17 de abril de 1980 por el Santo Padre Juan Pablo II, el cual, confirmándola con su autoridad, ha ordenado que sea publicada y observada por los interesados.


James R. Card. Knox
Prefecto

                                                         Virgilio Noé
                                                         Secretario adjunto

(Continúa) 

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